Artículo de Sin Permiso
“10 de octubre de 1939. Hoy cumplo quince años. Me siento vieja y sola a pesar de que mi familia hizo todo lo posible para hacer de este día un verdadero cumpleaños. […] Todos tememos salir. Los alemanes están aquí”. Así comienza el diario El gueto de Varsovia, escrito por una niña llamada Mary Berg.
De forma parecida deben sentirse el casi un millón de niños y niñas menores de 14 años que sobreviven en Gaza, el 40% de la población. En su vida solo han conocido el bloqueo impuesto por Israel, los bombardeos, la pobreza y la desesperanza de una vida sin futuro. Alguno quizás también escriba su diario, porque es evidente que habitan en El gueto de Gaza.
La palabra gueto, por el barrio veneciano en el que se encerró a los judíos en 1516, se ha referenciado históricamente a la persecución contra el pueblo judío, pero en el diccionario de la Real Academia se aceptan también otros significados: “Barrio o suburbio en que viven personas marginadas por el resto de la sociedad” o “situación o condición marginal en que vive un pueblo, una clase social o un grupo de personas”. Los palestinos de Gaza viven en un gueto organizado por el Estado de Israel.
Gaza es un territorio de 360 Km2 en el que sobreviven 2,3 millones de habitantes rodeados por un muro. Es uno de los lugares con mayor densidad de población del mundo, y si ya era difícil la supervivencia, ahora se ha convertido en un lugar inhabitable. El 25% de las viviendas han sido destruidas por los bombardeos israelíes.
En el gueto de Varsovia, creado por los nazis en noviembre de 1940, vivían 380.000 judíos en 8 Km2, y llegaron a ser 450.000; un infierno. También rodeados de muros con alambradas, reprimidos por soldados alemanes y vigilados por la policía judía.
El Estado de Israel no es como el Estado alemán gobernado por los nazis. Pero la política colonial y de apartheid contra los palestinos sí tiene muchas semejanzas con la sistemática política nazi de expulsión de los territorios y liquidación de pueblos enteros. Tampoco es una particularidad de Israel. A través de la historia ha sido la política colonial al uso. Lo hicieron los españoles en la conquista de América, los ingleses en Irlanda y en India, los franceses en Argelia o Indochina, los japoneses en China, los holandeses en Indonesia o los estadounidenses con los indios y en Vietnam. El genocidio contra un pueblo es una característica cruel y asesina de la conquista.
Como venganza contra las incursiones de Hamas, el gobierno israelí castiga a toda la población de Gaza y le impide el acceso a electricidad, agua y alimentos. Después de semanas, es vergonzoso que solo dejen pasar 20 camiones de alimentos cuando, como mínimo, se necesitarían cientos. “La muerte está en todas partes en Gaza”, relatan los voluntarios de las ONG.
Emanuel Ringelblum, autor de la Crónica del gueto de Varsovia, escribió en enero de 1940: “La situación económica es muy difícil. Carecemos de lo esencial para el desarrollo de una vida económica normal”. El 14 de noviembre de 1941 registró que “el invierno que se acerca se deja notar severamente en la población judía. Faltan tres cosas: carbón, gas y electricidad. […] Desde hace varias semanas sólo se dispone de gas y de electricidad durante algunas horas: desde las diez de la noche hasta las siete de la mañana. La mayoría de la población —y no sólo los más pobres— carece incluso de un vaso de agua hirviendo”.
Los gobernantes del Estado de Israel acusan de antisemitas a quienes se les oponen. Esta argucia para tapar su política tiene un serio problema conceptual: los palestinos también son semitas. Antisemita es quien odia, reniega y reprime a los judíos; quien se opone o critica la política del Estado de Israel puede ser antisionista, demócrata o simplemente partidario de que los pueblos puedan vivir en paz y que ningún pueblo oprima a otro. Por eso, asociaciones de colaboración entre judíos y palestinos proponen que se utilice la fórmula de judeofobia para quien expresa su odio contra los judíos.
El rechazo al holocausto nazi contra los judíos es utilizado por los gobernantes israelíes para tapar sus propias vergüenzas. A todo demócrata le repugna el horror de los campos y la exterminación de un pueblo; por esa misma razón rechazamos la política del Estado de Israel contra los palestinos.
Los nazis utilizaron la técnica de la deshumanización de los judíos para facilitar el holocausto. Para ellos, los judíos eran subhumanos, ratas, piojos, cucarachas… cualquier calificativo que indicara bajeza humana y amoral les servía para que los soldados y la población aceptaran o miraran hacia otro lado para llevar a cabo su aniquilación. Esa es la base psicológica de todos los racismos -también del actual- para combatir al diferente.
Hemos escuchado a altos mandos del ejército de Israel referirse a los palestinos como “animales humanos”. Lo declaró el ministro de Defensa Yoav Gallant el pasado 9 de octubre. Y si son animales, no tiene ningún pudor en cortar la electricidad, el gas y los alimentos. Castigan a la población al hambre, la sed y la falta de asistencia, además, con los bombardeos y la invasión terrestre serán más muertes y el terror que le acompañará. Querrían acabar con los palestinos como si fueran animales. La ocupación de Gaza tiene ese objetivo: echarlos del territorio para incorporarlo a Israel.
El ejecutor del Holocausto, Heinrich Himmler, declaró: “Ya es hora de reunir a esa chusma en guetos, y luego introducir la peste y que la diñen de una vez”. Es muy duro escribir y leer esto, pero ¿vamos a hacer lo imposible para evitar el genocidio de Gaza o vamos a mirar hacia otro lado y quizás lamentarnos después?
Ami Ayalon, ex-jefe militar israelí, declaró: “Mucha gente va a morir en Gaza, pero no tenemos otra opción”. ¡Qué brutal hipocresía! ¡Claro que hay otra opción! Por ejemplo, la que han defendido los centenares de personas judías norteamericanas que han entrado en el Capitolio de Washington exigiendo que cesen los bombardeos y se detenga la invasión de Gaza. Bien alto han dicho: ¡No en mi nombre! O los centenares de miles que por todo el mundo protestan contra este genocidio bendecido por los Estados Unidos y Gran Bretaña. También, a pesar de las enormes dificultades, los que desde el interior de Israel denuncian la barbarie de su gobierno.
Como Nurit Peled-Elhanan, impulsora de la Asociación de Familias israelíes y palestinas víctimas de la violencia, que en el año 2001 fue galardonada con el Premio Sájarov por la Libertad de Conciencia, concedido por el Parlamento Europeo. En un discurso en el Parlamento Europeo el 11 de septiembre de 2014 denunció: “Soy lingüista y por tanto muy consciente del poder de las palabras. Sé que acabo de decir holocausto. Y es uno. Lo que ha sucedido en Gaza durante los últimos 12 años, y que alcanzó su punto máximo durante el Ramadán este verano, es nada menos que un holocausto. No es una operación. No una guerra sino una destrucción deliberada de una sociedad viva. […] Por lo tanto, creo que todos deberíamos preguntarnos hoy: ¿en qué clase de mundo viviremos después del holocausto de Gaza? ¿Qué tipo de personas surgirán de sus cenizas y qué tipo de personas les responderán desde el otro lado del muro? ¿Es esto lo que todos queremos para esta hermosa y antigua región? ¿Para la cuna de la civilización?”.
Dicen que Israel tiene derecho a defenderse. ¿Acaso solo el opresor tiene ese derecho? ¿No lo tiene también el oprimido? Un pueblo que lleva 75 años sufriendo la expulsión, el robo de tierras, la destrucción de sus hogares o los asesinatos indiscriminados. Un pueblo que ha sido sistemáticamente engañado. Se le prometió la paz y un estado. Ni una cosa ni la otra. En esas condiciones, ¿no tiene derecho a luchar por todos los medios a su alcance?
Biden, el presidente americano que ha dado patente de corso a Israel para que haga lo que quiera, ha declarado: “Estamos en un punto de inflexión para varias décadas”. Quizás tenga razón, por eso es tan importante y decisiva la movilización internacional de apoyo al pueblo palestino. Porque está en juego el derecho de un pueblo, el derecho de los pueblos, a sobrevivir frente a la barbarie de los opresores.
Nos afecta a todas y a todos. Se trata del derecho de los pueblos y las libertades de todos. En diferentes países se limitan las expresiones públicas de solidaridad, en Francia se han prohibido las manifestaciones a favor de Palestina y la exhibición de su bandera. ¿Será ilegal una bandera que ondea en la Naciones Unidas? En Éibar (Guipúzcoa) la Ertzaintza pretende multar a un aficionado que mostró la bandera palestina durante un partido de fútbol. Por el contrario, en Valencia, en el partido de baloncesto entre el Valencia y el Macabi de Tel Aviv se mostraron banderas israelíes sin ningún problema.
Del 19 de abril al 16 de mayo de 1943 el gueto de Varsovia se levantó contra los nazis. Habían soportado el hambre, los asesinatos y las deportaciones y decidieron ejercer el derecho a defenderse. Tenían pocas armas, estaban rodeados y conocían el poderío militar de los nazis, pero decidieron luchar antes que morir en los campos de concentración. Durante casi un mes aguantaron la fuerza militar alemana, incluso a veces la hicieron retroceder. Escondidos en las casas, entre el alcantarillado, utilizando tácticas guerrilleras defendieron el honor del pueblo judío y de toda la humanidad.
Sabían que probablemente morirían, pero sin lucha no hay posibilidad de victoria. Uno de los pocos que sobrevivieron, Marek Edelman, declaró tiempo después: “Has de entender esto de una vez para siempre. Es una cosa horrible, cuando alguien va silenciosamente hacia su propia muerte. Es infinitamente más difícil que irse disparando. […] Porque es mucho más fácil, incluso para nosotros, mirar su muerte cuando disparan que no cuando cavan un agujero para ellos mismos”. (La historia del gueto de Varsovia, de Paco Ignacio Taibo II. Hay edición catalana con el título Sabem com morirem).
No es difícil encontrar declaraciones de quienes sufrieron la persecución nazi para que no se olviden sus lecciones. “El Holocausto no es verdad que fuera un asunto de esos cien o doscientos mil alemanes que tomaron parte personalmente en el exterminio. No, fue un asunto de Europa y de la civilización europea, que crearon las fábricas de la muerte. El Holocausto es una derrota de la civilización. Y por desgracia esa derrota no se acabó en 1945. Tanto es así que, muchas de las cosas que suceden a día de hoy vienen de la conciencia construida desde entonces: desde el desprecio de la vida humana. Y, por supuesto, del miedo”. (Marek Edelman. También hubo amor en el gueto) Mary Berg declaró en una entrevista: “En lugar de continuar exprimiendo el Holocausto judío debe reducírselo a sus límites […] no hacer diferencia con todos los holocaustos que están teniendo lugar ahora en Bosnia o Chechenia… (solo falta añadir Palestina) No me digas que esto es diferente”.
Para Mordecai Anielewicz, uno de los dirigentes de la insurrección del gueto, fue “la más bella epopeya de la libertad”, e insistió “El futuro pertenece a aquellos que suben a las barricadas y que con sus corazones ardientes forjarán un camino para la humanidad hacia una nueva vida”.
El poeta palestino de nacionalidad israelí, Samih Al-Qassem, nos recuerda el deber y la dignidad:
“Ve y róbate el último pedazo de mi tierra,
abandona mi cuerpo joven en mazmorras,
saquea mi herencia,
quema mis libros,
alimenta tus perros con mis peces,
ve y esparce tu red de espanto
sobre los techos de mi aldea,
enemigo del hombre,
no habrá tregua
y habré de pelear hasta el fin,
así apagues tus fuegos en mis ojos,
así me llenes de angustia,
así falsifiques mis monedas,
o cortes de raíz la sonrisa de mis hijos,
así levantes mil paredes,
y clavetees mis ojos humillados,
enemigo del hombre,
no habrá tregua
y habré de pelear hasta el fin”.
[…] por José Roberto Silva da publicação em castelhano em https://izquierdaweb.com/el-gueto-de-varsovia-el-gueto-de-gaza/ , do artigo publicado em Sin […]