
Los principales funcionarios técnicos del Ministerio de Economía llegaron esta tarde a Washington con motivo de realizar una serie de reuniones con personal del FMI. El objetivo es cerrar los números de la revisión del tercer trimestre y así allanar el camino para un nuevo desembolso del Fondo al país, que alcanzaría los $5.800 millones de dólares.
En caso de que ambas partes acuerden los números de la revisión, el organismo procedería a girar esa cantidad a finales de diciembre, en un momento clave donde las presiones sobre el dólar arremeten contra las golpeadas reservas del Banco Central.
Así, los funcionarios que comanda Sergio Massa se aprestan a profundizar el endeudamiento con el objetivo principal y casi único de que el fortalecimiento de reservas le permita al BCRA continuar interviniendo en el mercado de cambios y logre evitar una mayor devaluación.
Se trata de una dinámica que se diferencia muy poco de la que tomó el préstamo con el Fondo bajo el gobierno de Macri, que básicamente financió la fuga de capitales.
Más dólares, más ajuste
Pero a pesar de que el gobierno presenta las reuniones como una mera cuestión de técnica económica, no se trata sencillamente de lograr que los números «cierren» para aprobar la revisión y encaminar el desembolso. En sus últimos documentos sobre la Argentina, el Fondo viene exigiendo profundizar un camino de más ajuste, ya no sólo poniéndose estricto con las metas, sino exigiendo un «plan de estabilización».
Es por esto que en la medida en que la crisis económica no se resuelve, y se acerquen cada vez más las elecciones presidenciales 2023 -que el FMI alerta sobre sus posibles efectos «desestabilizadores» sobre el plan- el organismo tenderá a adoptar una posición cada vez más dura con Argentina, sobre todo a la hora de tener que girar nuevos desembolsos para aliviar la presión sobre el Banco Central.
El gobierno nacional ya ha venido tanteando el terreno para este nuevo escenario, cuando en octubre Gabriel Rubinstein -el N° 2 de Massa en el Ministerio de Economía- había alentado la idea de un «plan de estabilización» que incluía la convalidación de una brutal devaluación con congelamiento de salarios. Unas semanas después, el propio Rubinstein señaló que todavía no se cuenta con el consenso político para un plan de este tipo, pero la cuestión quedó planteada.
A medida que el clima social salga del «modo mundial» y los costes de vida acrecentados que se expresarán en las compras de fin de año impongan nuevamente a la agenda económica en primer lugar, al mismo tiempo que las fuerzas capitalistas presionarán por instalar la campaña electoral desde bien temprano, la presión del Fondo por un ajuste «de shock» irá en crecimiento.
El gobierno de Fernández, lejos de ofrecer resistencia a estos planes brutales de ajuste, sólo piensa en llegar con vida al 2023, arrodillándose de manera cada vez más vergonzosa al FMI si es necesario.