Otra vez el FMI, otra vez sopa. Son 23 los endeudamientos que han llevado adelante los diversos capitalistas que pasaron por el gobierno desde 1958 a la fecha: gobiernos dictatoriales, radicales, peronistas, por la Alianza y el PRO. Argentina ocupa el 3° puesto de los deudores “repetidos o prolongados”, jerga que usa el FMI para este tipo de “casos”, junto con Ecuador y Colombia que suman la misma cantidad de préstamos, y debajo de Perú que encabeza el ranking y, en segundo lugar, por Pakistán. Pero ocupa el 1° lugar a nivel mundial respecto del volumen de deuda, hecho que se ha consolidado aún más con la nueva estafa de Milei. Entonces… ¿¡qué festejan!?
La respuesta es clara: al gobierno de Milei “le salvaron las papas”. Pero no las papas estratégicas. Por ejemplo, la enorme dificultad de acumular reservas genuinas, bajo un gobierno que pretende retrotraer a un proyecto agroexportador que choca de lleno con la industrialización relativa del país, y una burguesía que pretende aumentar -no por la inversión en industria y tecnología, sino por la vía del parasitismo- la superexplotación y precarización laboral. Ni tampoco la resolución del problema congénito de un país indomable que no logra insertarse en el mercado mundial ni subsumir a su población trabajadora al nivel de vida, en términos sociales, culturales, aspiracionales y, desde luego, de vida cotidiana salarial y laboral, a lo que “debiera ser”, según la lógica capitalista y la división del mundo entre países desarrollados y de tercer orden. No, son las papas de hoy, de mañana y en cuenta regresiva hasta el 18 de mayo, fecha de las elecciones de CABA, de carácter legislativo local pero que han adquirido peso nacional, dados los elementos de crisis que rodean al gobierno que, en caso de un mal resultado para LLA, pondrá la credibilidad del gobierno en aprietos. Todo esto en el caso de que no haya disparadas del dólar en el escaso mes que resta hasta los comicios, en un mundo con guerra arancelaria y con Trump, que se ha vuelto un factor objetivo en la inestabilidad política y económica mundial.
En síntesis, sin este salvataje el país iba directo al default. Es decir, se declaraba en quiebra ante el mundo, incapaz de pagar los vencimientos de la deuda de Macri con el FMI, que luego fue avalada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Sin ese rescate, el gobierno de extrema derecha que se jactaba de hacer crecer a un país sin dinero, se desintegraba. Y al no resolver los problemas de fondo, el alivio para Milei es ultra coyuntural.
Como habíamos desarrollado en una editorial anterior, el gobierno de Milei viene de atravesar su peor momento, caracterizado por tres elementos fuertes de inestabilidad. Uno, la pérdida de control de la calle, como se vio el 12 de marzo con la movilización por los jubilados, y la derrota del Protocolo Antipiquetes (no significa que sea irreversible) que sólo se aplica cuando las manifestaciones son pequeñas; o sea, cuando son inofensivas.
Dos, una fuerte pérdida de confianza en sectores de la burguesía respecto de la capacidad del gobierno de llevar a buen puerto su política agresiva y reaccionaria, desconfianza morigerada parcialmente por el acuerdo con el FMI que le da aire momentáneo a Milei, pero que volverá a ponerse a prueba en las elecciones próximas de CABA.
Tres, una economía que macro económicamente no termina de contentar a la burguesía autóctona que le reclamaba a gritos que devalúe; ni a los imperialistas inversores en producción que miran al país con recelo por su falta de seguridad jurídica (¿qué garantías hay que se respeten las “reglas de juego” y la propiedad privada de las inversiones si el gobierno no puede ni completar la nómina del Poder Judicial?), ni por la posibilidad de retirar del país las ganancias y enviarlas al país de origen de las empresas que se arriesguen a invertir. Y que a pesar del “mayor ajuste de la historia” y del superávit, no logró juntar media divisa para pagar las deudas con prestamistas externos. Y sumemos a esto que, en la microeconomía, la preocupación y la bronca por el salario y la inflación ocupan un lugar jerarquizado en la vida de las mayorías sociales.
En concreto, ninguna de estas tres fuentes de inestabilidad se han resuelto, más allá del alivio que significa para el FMI, el gobierno y la burguesía, haber evitado el default, y de la política de corto alcance que hace el gobierno por estos días sobre el supuesto de que Argentina es, ahora que tienen dólares en el Banco Central, un país sostenible. Pero en lo profundo, el FMI, la burguesía autóctona y el imperialismo, y los partidos tradicionales saben que la derrota de las relaciones de fuerza no se compra con dólares. Esa prueba sigue pendiente para Milei, y mientras eso sea así, todo alivio es efímero.
FMI, BID, BM, China y EEUU al rescate del estafador
Vayamos por partes. El gobierno apretado ante la incapacidad de afrontar los pagos de deuda y presionado por la devaluación del dólar, entró en pánico y salió a pedir el rescate político. Ante la magnitud del desastre que significaría para el FMI que un país deudor como Argentina se declarara incapaz de pagar no la deuda total, sino las cuotas de la deuda, el Fondo apuró un Acuerdo de facilidades extendidas. Es decir, un acuerdo de largo plazo (4 años) cuya aceptación implica, por un lado, que sólo sean usados para el pago de los vencimientos de deuda (pagar deuda con deuda) para evitar que se esfumen los dólares recibidos, como ocurrió con los 44 mil millones de Macri. Y como contraparte fundamental, no sólo el pago del préstamo más los intereses, sino además la aplicación de contrarreformas estructurales, de manera que dejar de ser un país que no puede funcionar sin ayuda, degradando las condiciones de vida de las y los trabajadores. En concreto, exige contrarreforma laboral y jubilatoria, además de fiscal.
A este acuerdo con el FMI por 20.000 millones de dólares, se suma otro con el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por 4.600 millones de dólares. Pero junto con esto, el gobierno ratificó el préstamo con China conocido como swap, por 18.500 millones de dólares, de los cuales 5 mil millones ya fueron utilizados y aún están impagos. Y para completar, se encuentra en negociaciones con bancos privados por préstamos de 2 mil millones de dólares. Es decir, un rescate a 4 bandas para sostener al estafador Milei.
En ese marco, la visita de Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, vino a explicitar tanto el espaldarazo a Milei, como la política de Trump que no da sin exigir a cambio en una nueva lógica territorial del imperialismo yanqui: “Intentamos evitar lo que ha ocurrido en el continente africano, donde China ha firmado una serie de acuerdos rapaces disfrazados de ayuda. Han tomado derechos sobre minerales, han cargado de deuda los balances de esos países, sin divulgar nada a otras organizaciones internacionales (…) Y no queremos que eso pase —más de lo que ya ha pasado— en América Latina”. Es decir, basta de acuerdos a cambio de “tierras raras” con China, es hora de MAGA (“Hacer Grande a EEUU de Nuevo”, por sus siglas en inglés).
De estos empréstitos ya se concretaron 12.000 del FMI y 1.500 del BM y el BID. El resto irá desembolsándose en fechas pautadas entre el 2025 y el 2026. Pero, vuelta a las preocupaciones, el FMI le exige al gobierno que acumule reservas genuinas, no conseguidas vía préstamos, por 4.900 millones de dólares para mitad de año y 9.400 millones en total para diciembre. Un imposible si tenemos en cuenta que sólo en el último mes el BCRA tuvo que vender 2.500 millones para contener el dólar antes del acuerdo.
El acuerdo con el Fondo implica el establecimiento de bandas de precios por dólar de $1.000 a $1.400, banda entre la cual el BCRA dejaría que el precio “flote” sin intervenir, ni vendiendo ni comprando dólares. En el caso de una corrida cambiaria; es decir, de una fuerte demanda de dólares por parte de los capitalistas nacionales e internacionales, algo que suele ocurrir cuando pierden la confianza en la capacidad del gobierno de evitar desmadres económicos, políticos y/o sociales, y el precio subiera por encima de los 1.400, el gobierno está habilitado a vender dólares de los rescates.
Es decir, queda habilitado un movimiento del 40% en lo inmediato, que irá ajustándose mes a mes en 1% hacia arriba y hacia abajo, ensanchando la banda bajo la cual no se habilita la intervención de Banco Central. Ese movimiento “libre” del dólar da respuesta a la exigencia de devaluación de la burguesía, el imperialismo y el FMI. De hecho, en lo inmediato el dólar oficial aumentó un 12% pasando de $1.100 el viernes a $1.230 al día de hoy. Cualquier trabajador o trabajadora en el país sabe muy bien que el aumento del dólar, con precios dolarizados como es el caso del país que, además, es uno de los más caros del mundo, implica un empobrecimiento del salario.
Respecto del traslado de la devaluación a precios, el gran temor del gobierno y la burguesía por el descontento social que podría generar, el miedo está justificado. Por un lado, por el carácter de rapiña de la burguesía autóctona. Una burguesía que explota y extrae riquezas y ganancias sin invertir un centavo, al igual que lo hacen los capitalistas extranjeros. Basta con tomar un medio de transporte que, además empeoran cualitativamente a medida que nos alejamos hacia las provincias, para dar cuenta del derrumbe a que someten los capitalistas al país y su población. Con costos como los de Europa y con condiciones del siglo XIX. Esa burguesía lumpen que exigía devaluación no está dispuesta a ver cómo el dólar se encarece mientras los bienes que comercian se mantienen en precios anteriores. Es decir, si antes vendía este alfajor a $1.100 o 1 dólar, y el dólar se va a $1.230… ¿por qué la lumpen burguesía soportaría perder centavos de dólar? Es un dato que recorre los principales diarios y medios masivos de comunicación que los empresarios que conocían la devaluación en puerta habían comenzado a remarcar precios, lo cual explica el 3,7% de inflación de marzo, con lo que se quebró tendencia del 2% de inflación de los meses anteriores.
Aunque no en todos sus rasgos, la lumpen burguesía autóctona se ve reflejada también en el lumpen Milei y su gobierno. Si Milei en sí mismo puede ser un factor de inestabilidad, la sed voraz de parasitismo capitalista puede ser también factor de inestabilidad política, sobre todo cuando el “control de la inflación” es el último capital político de este gobierno en un sector que aún lo banca.
Sumemos a esto el alto componente de bienes importados (y por lo tanto que cuesta en dólares) con los que se hace casi todo lo que se produce en el país: 5 de cada 10 autopartes, 65% de los insumos para producción de fármacos, 30% de los panificados, y hasta el cacao para hacer chocolates. En resumen, 6 de cada 10 insumos que se importan no tienen proveedor local que los puedan reemplazar (La Nación, 15/4/2025).
En este marco, el FMI exige además que el superávit primario (resultado positivo entre los ingresos y los gastos del Estado, sin contar los pagos de deuda) sea del 1,3% del PBI, a lo que Caputo ha dicho que apuesta a que sea del 1,6% del PBI. Para tener una referencia del recorte pretendido, se calcula que en el 2023 el presupuesto universitario había alcanzado el 1,4% del PBI.
Al respecto de las expectativas del programa, dice la consultora de negocios “Economía y Estrategia”: “¿Funcionará el plan? Dependerá de las expectativas. Pensamos que al inicio habrá euforia en el mercado (…) luego el éxito o fracaso del programa dependerá de 3 cosas difíciles de predecir: 1) del contexto internacional, en un mundo que hace 10 días está muy convulsionado; 2) de cuánto se acelere la inflación (…); 3) de cómo reaccione la población a los números de la inflación.” Éxito o fracaso. Esa es la disyuntiva de un “plan” de corto alcance que no resuelve los problemas de fondo, vinculados a las conquistas históricas de las y los trabajadores que no han sido derrotadas, y que sigue siendo el dolor de cabeza de los ricos y poderosos del país.
La hora del Anticapitalismo
Tanto el modelo anarcocapitalista de autorregulación del mercado de Milei -en la cual todo y todos somos reducidos a meras mercancías-, como el modelo del kirchnerismo de intervención estatal sobre la base de la precarización laboral y del futuro de las y los trabajadores -mientras se defiende a rajatabla el enriquecimiento capitalista-, han demostrado que son un fracaso. Pero también han demostrado que, a pesar de las distintas variantes políticas de gobierno, la burguesía es incapaz de construir un proyecto de país independiente y cuyo desarrollo beneficie a las mayorías sociales. Por responsabilidad de los gobiernos capitalistas y de la burguesía autóctona, el país ha caído una y otra vez en la estafa del FMI.
Pero, a diferencia de la pretensión interesada de Cristina Kirchner de que: «En esta Argentina circular, el pasado aparece otra vez en el presente (…) Estamos en ese momento en el que pasado se torna presente y, tal vez, frustre el futuro”, la preocupación de los partidos del régimen y de la burguesía es que se rompa ese círculo ante el hartazgo de los explotados y oprimidos y aparezcan nuevos horizontes. Por eso, inmediatamente después del anuncio del acuerdo con el FMI de Milei, Cristina Kirchner salió por tweet a decir más allá de todo “hay Milei hasta el 2027”, reforzando la garantía de gobernabilidad, pase lo que pase. La misma ubicación que demostró la CGT en un paro dominguero cuyo efecto fue políticamente nulo, y que estuvo por detrás de las acciones independientes como la del 12 de marzo antedicha, la del 1F luego de las declaraciones de Milei en Davos, o incluso del 24 de Marzo, y que distorsiona y oculta la bronca que hay por abajo y las ganas de parar de la mayoría de los trabajadores. Pero la historia ni es circular, ni existe ninguna condena a que el futuro y el pasado cambien de lugar en un eterno loop, y la bronca que hay por abajo empatiza con el cuestionamiento al capitalismo y sus representantes políticos.
Por eso, en el marco de una nueva coyuntura donde la debilidad del gobierno, morigerada parcialmente por la contención política y económica del FMI, EEUU y China, y de los partidos del régimen, el Nuevo MAS desarrolla una campaña anticapitalista encabezada por Federico Winokur de cara a las elecciones en la Ciudad.
Una campaña que impulsa una Asamblea Constituyente para poner en discusión al país desde sus bases fundacionales, y que las toneladas de esfuerzo y de energía desplegada diariamente por las y los trabajadores, redunden en mejoras concretas en la vida de los explotados y oprimidos, y permitan construir un proyecto de país independiente económica y políticamente. Si hay una clase social que falla en el país son los capitalistas y su lógica de ganancias. Por el contrario, el esfuerzo de las y los trabajadores/as liberados/as del parasitismo burgués, discutiendo, planificando y controlando la economía y las decisiones del rumbo del país junto a sus organizaciones políticas y sociales, pueden poner en pié un proyecto de país guiado por el bienestar común de las amplias mayorías.
La lista de La Izquierda en la Ciudad, referenciada en Manuela Castañeira, hace pública en esta edición su Manifiesto Anticapitalista, entre cuyas principales propuestas se encuentra la de elevar el salario mínimo a 2 millones de pesos para todas y todos los/as trabajadores/as. Una medida de transición que implica afectar las ganancias capitalistas mediante la imposición de impuestos a las riquezas de los grandes empresarios, y del desconocimiento de las múltiples estafas asumidas con el FMI por gobiernos que no representan los intereses de las y los de abajo. Es un programa de 16 medidas de soberanía económica y política sobre la base de la planificación racional, directa y democrática de las y los trabajadores/as.
Nuestra campaña contrasta con un FITU cuya campaña parece la de disputar el malestar generalizado no desde el anticapitalismo, sino desde la lógica política de que “son todos casta”, mezclándose con los argumentos y las campañas de los partidos tradicionales e, incluso, del gobierno.
Esta campaña de cara al 18 de mayo es una enorme oportunidad política y organizativa para que la izquierda anticapitalista y socialista haga llegar sus propuestas a sectores amplios de la sociedad. Vamos con toda la fuerza militante a extender y difundir por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires nuestras propuestas, y conquistar una instalación que permita renovar la izquierda. ¡Es hora del Anticapitalismo!