Para un observador externo, Argentina puede parecer un país extraño. El gobierno festejaba haber pasado un diciembre tranquilo, haber terminado con los piquetes, inventaba números de turismo en las playas argentinas, festejaba el “superávit fiscal” (mentiroso, producto de la caída del PBI en 3 puntos), se prepara para ir a las elecciones medrando lo que queda de ese despojo antes llamado “Juntos por el Cambio”…
La sensación de parsimonia parecía tal, que incluso algunos editorialistas de “izquierda” hablan de “derrota en frío” de la sociedad argentina.
Sin embargo, un Milei envalentonado por la asunción de Trump da un discurso completamente desbocado a 11.315 kilómetros de Buenos Aires y…pum… aparece la Argentina real, esa que a pesar de las traiciones de la burocracia sindical y la gobernabilidad que brinda el peronismo, está de pie.
Milei habla en Davos…
Milei llegó a Davos después de participar en la asunción de Trump a su segunda presidencia.[1] Subido insensiblemente al carro trumpista, de hecho llevó y globalizó el lema de este diciendo “Hagamos a Occidente grande nuevamente”.
Se plantó como parte de una alianza internacional reaccionaria que abarca tanto a Trump, a Elon Musk (cada vez más descaradamente nazi), a la conservadora Meloni, a Bukele, Orban, y el genocida Netanyahu.[2]
El gran enemigo a derrotar es el “wokismo”, un “cáncer que hay que extirpar” y donde entra todo lo que puede ser considerado derechos básicos y elementales para el desarrollo de la vida: “De los derechos negativos a la vida, la libertad y a la propiedad, pasamos a una cantidad artificialmente infinita de derechos positivos. Primero fue la educación, luego la vivienda y, a partir de allí, cosas irrisorias como el acceso a Internet, la televisación del fútbol, el teatro, los tratamientos estéticos y un sinfín más de deseos que se transformaron en derechos humanos fundamentales”.
Acto seguido, se despachó contra el feminismo, el ambientalismo y los inmigrantes. Sostuvo que “el wokismo es un régimen de pensamiento único, sostenido por distintas instituciones cuyo propósito es penalizar el disenso, feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género, entre otros, son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la apropiación y distorsión de causas nobles”.
Acá hay dos problemas grandes. El primero es que Milei es incapaz de concebir siquiera que la vivienda o la educación puedan ser derechos elementales. Ni hablar del resto de los asuntos, a los cuales considera cosas menores. Sin embargo, como bien señala Marx, las necesidades son históricas, circunstanciadas en tiempo y lugar, y eventualmente los derechos vienen a intentar garantizar la satisfacción de esas necesidades. Es inaudito pensar en el siglo XXI que el acceso a internet es una nimiedad, o que las actividades deportivas o culturales no tienen ningún valor. Esta posición esconde una mirada hacia la clase trabajadora como pura carne de explotación, sometida exclusivamente a las leyes del mercado. Es de un grado de opresión tal que está en sintonía con el ultracapitalismo voraz del siglo XXI.
El segundo problema, es que Milei hace un salto lógico entre una serie de reivindicaciones y de derechos que se van conquistando desde abajo, que hacen parte de la modernización progresiva que se desarrolla en algunas sociedades, para trasladarlas al Estado como fuente de todos los males. Pero el operativo es asimilar el Estado a lo colectivo, a lo público, a la política y los asuntos universales de la sociedad. Es parte de un intento de individualizar y privatizar los hechos políticos y colectivos. Bien mirado, la crítica al “Estado” esconde la crítica a la acción colectiva, a la preocupación por los asuntos generales y a los movimientos que encarnan las peleas, e incluso cuestiona propiamente la existencia de esas reivindicaciones sociales y democráticas.
El summum de la brutalidad se dio cuando llegó a asociar de manera absolutamente arbitraria la homosexualidad a la pedofilia. Esto no fue de ninguna manera un exabrupto, fue parte de una intervención perfectamente guionada y leída.
De conjunto, fue un discurso típicamente ultraderechista, con todos los condimentos posibles: mentiras, tergiversaciones, prejuicios, discriminación, misoginia, xenofobia.
La novedad relevante es que con este discurso Milei intenta girar de manera más clara a una agenda global reaccionaria.[3] Sintió que las condiciones internacionales se lo permitían. Desmintiendo las caracterizaciones economicistas de parte importante de la izquierda de que Milei es “más ajuste”, lo cierto es que las pretensiones bonapartistas, antiderechos, antiobreras y antipopulares solamente se apaciguan hasta encontrar un mejor terreno para desarrollarse. El gobierno de Milei es un peligro, al que no hay que dejar pasar.
… y rebota en Parque Lezama
Sin embargo, el intento mileísta de llevarse el mundo por delante encontró un límite inmediato en su propio país. Rápidamente las declaraciones generaron indignación en amplias capas sociales, lo que dio lugar a la asamblea LGTBIQNB+ del sábado 25 en Parque Lezama. Cinco mil personas coparon el anfiteatro (superando ampliamente en número las propias convocatorias del presidente en el mismo espacio) generando una primera respuesta. Siguió con la convocatoria a este sábado 1. Desde el Nuevo Mas, Las Rojas, y con nuestra referente Manuela Castañeira, planteamos que era urgente ganar las calles, que hay que responder de manera inmediata y no dejar pasar estos ataques. Esto, contra algunas corrientes (el PTS) que, en su adaptación electoral y rutinarismo, nos proponían esperar ¡hasta el 8 de marzo!
Como un reguero de pólvora, la convocatoria se extendió a todas las plazas del país, e incluso a varias embajadas en el exterior. Convocada como “Marcha Federal del Orgullo antifascista y antirracista LGTBIQNB+” apostamos a nuclear a todos los sectores descontentos de la sociedad contra los discursos de odio de Milei y Trump, en defensa del derecho al aborto y la comunidad LGBTQNB+ y contra los ataques a la salud y la educación.
Este grado de respuesta abrió un elemento de crisis política en la coyuntura. Inmediatamente después de la aparición de Milei en Davos, empezaron a trabajar en proyectos para derogar la figura de femicidio, los DNI no binarios y la ley de cupo laboral trans. Sin embargo, de esa ofensiva inicial, ahora se encuentran desdiciéndose, acusando a la izquierda de tergiversar los dichos del Presidente. Milei metió los dedos en el enchufe ¡es momento de golpear con todas nuestras fuerzas!
Es que Milei, intentando reproducir la agenda de Trump en nuestro país, desconoce que Argentina no es Estados Unidos (que de cualquier manera cuenta con una sociedad civil poderosa y cientos de grupos activos alrededor de las más diversas reivindicaciones) y que aquí operan otras relaciones de fuerza, que el gobierno intenta forzar, pero que aún no ha podido derrotar.
Las reacciones no provinieron solamente desde abajo. Gran parte de la oposición burguesa salió a delimitarse (excepto CFK, que al día de hoy no ha expresado una sola palabra), e incluso, muchos de los que les votan las leyes en el Parlamento han llamado a sumarse a la marcha, al ver lo potente de la misma.[4]
La consigna de estos sectores parece ser: “en el ajuste te bancamos, en la agenda social y democrática no es conveniente meterse”. De hecho, en una año electoral donde se plebiscita el desempeño del gobierno y se juega la segunda parte del mandato, no está claro que este guión le retribuya: “Milei y su círculo de decisión cambian su estrategia justo en año electoral. Milei acaba de abandonar la prudencia inestable con la que mantuvo cerca a los votantes menos leales que contribuyeron a su triunfo en el balotaje de 2023, que no querían saber nada de dar marcha atrás con el aborto, o de reivindicaciones cuestionables de las concepciones de la última dictadura o de una agenda cultural demasiado reaccionaria en cuestiones de género y de minorías de todo tipo. Hoy, el panorama es otro.” (Luciana Vázquez, La Nación, 28/1/25).
¡Todes a las calles contra los discursos de odio de Milei y Trump!
El primer año del gobierno de Milei estuvo atravesado por dos momentos. El primero, comenzó el 20 de diciembre de 2023, cuando a 22 años Argentinazo, marchamos en desafío al protocolo de Bullrich. A partir de aquí, surgieron las asambleas barriales, fueron los primeros intentos del gobierno por hacer pasar la Ley Ómnibus (derrotada), hubo un paro general convocado por la CGT, la marcha en defensa de la educación del 23 de abril, y etc.
Fue un periodo intenso de enfrentamiento contra el gobierno, donde hubo instancias de frente único y unidad de acción con la burocracia sindical y el peronismo. Este momento se cierra con la aprobación de la Ley Bases el 12 de junio, luego de que la CGT se retirara de la Plaza Congreso habilitando la represión del gobierno. En esa situación decíamos que el gobierno tambaleaba, que podía quedar cuestionada la gobernabilidad, que si la ley de Bases hubiera caído, se podía abrir un periodo prerrevolucionario. De ahí, el socorro que otorgaron los sectores políticos y sindicales, que ante todo son grandes custodios del régimen y la institucionalidad.
Fue así que durante la segunda parte del año, se jugaron a contener todo, pero aun así se abrió paso un inmenso Estudiantazo, de carácter nacional, con tomas en más de 100 facultades. Ese proceso se fue diluyendo ante la cercanía del fin del cuatrimestre y el bombardeo de las conducciones radicales y peronistas de los sindicatos docentes, nodocentes y los centros de estudiantes. Pero de ninguna manera se agotó, porque ninguno de los problemas planteados fueron resuelto, y es probable que vuelva este año.
Así fue que se generó el impasse con el cual llegamos hasta este momento, en el que se vuelven a expresar elementos de crisis política. El gobierno, temeroso de la marea que se levanta, quedó a la defensiva. El propio Adorni salió a tuitear contra nuestra compañera Manuela Castañeira. De ahí la importancia de la movilización para ganar las calles y romper con la inercia.
Todo el arco político burgués y la burocracia sindical,[5] quisiera un año electoral con el menor ruido posible. La tarea de la izquierda es desafiar ese statu quo, ayudando a los conflictos del momento (Hospital Bonaparte, Centros de la Memoria) a romper la pasividad y el rutinarismo que imponen las burocracias sindicales,[6] empujando a la radicalización y el desborde.
Contra las teorías de la “pasividad social”, lo cierto es que hay un gran ambiente de simpatía sobre el cual apoyarse para desarrollar los conflictos.
La asunción de Trump y el discurso de Milei en Davos, abrieron el año político. Respondamos masivamente el sábado 1/2.
Todes a las calles contra los discursos de odio de Trump y Milei
¡Al closet y al medioevo nunca más!
Salimos a las calles para enfrentar al gobierno de Milei.
El aborto legal lo conquistamos en las calles y en las calles lo vamos a defender
Basta de femicidios y trans travesticidios, Basta de crímenes de odio.
Ni una Menos, vivas nos queremos.
Por una ESI laica, científica, feminista y no binaria en todos los niveles educativos.
Exigimos el cumplimiento del cupo laboral trans.
En defensa de la ley de identidad de género y el DNI no binario.
¡Basta de abusos sexuales en la infancia!
Les niñes no mienten. #YoSiTeCreo.
Rechazamos los intentos de censura inquisitoria y oscurantista contra el arte y la cultura.
Exigimos misoprostol en todos los hospitales del país.
Exigimos preservativos, reactivos y medicamentos para el cumplimiento de la ley de vih, its y tuberculosis. Indetectable = Intransmisible.
Desmantelamiento de las redes de trata y explotación sexual.
Separación de la iglesia y el estado.
Basta de racismo y xenofobia.
Defensa incondicional de la universidad pública, gratuita y de calidad. Triplicación del presupuesto.
Ni gasto, ni negocio. La salud pública es un derecho. No al cierre del Hospital Bonaparte, vaciar es cerrar.
Basta de precarización y despidos en el sector público y privado.
Paro general ya!
Son 30.000. Fue genocidio.
Fuera el FMI.
No al negacionismo ecológico.
[1] Sobre el carácter y la dinámica del gobierno de Trump, remitimos al artículo “El nuevo gobierno de Trump”.
[2] Si bien hay determinados elementos comunes entre estos personajes, lo cierto es que las características de los gobiernos que llevan adelante, varían bastante dependiendo el país de que se trate. Es difícil etiquetarlos bajo un común denominador. Hay que ver si con Trump en la presidencia de Estados Unidos, esta cohorte logra mayor consistencia.
[3] Otro de los temas de la semana es el proyecto de alambrar 200 metros de la frontera de Salta con Bolivia. Si bien la medida como tal no deja de ser ridícula, el contenido es completamente xenófobo.
[4] La vergüenza insigne de la CGT primero se plegó, para al día siguiente bajarse de la marcha dando “libertad de acción” a sus gremios. Esto abrió una crisis en la comisión de organización de la marcha del miércoles 29/1, donde el sector que encabeza Marta Dillon fue abiertamente a romper el espacio queriendo imponer una serie de condiciones que no fueron discutidas ni consensuadas con nadie, negándose a darle continuidad, e impidiendo hablar a la izquierda, y en particular a nuestra organización, incluso agrediendo físicamente a las compañeras para que la marcha no tenga acto, ni documento ni programa. Alertamos sobre el operativo de parte del peronismo para diluir la importancia de la movilización y no darle continuidad.
[5] El paro ferroviario del 28/1 logró cierto impacto en el AMBA y mucha simpatía al tener como reivindicación el salario, cuestión muy sentida en el marco de la licuación que se viene llevando adelante desde hace varios años, pero en particular durante el gobierno de Milei. Sin embargo, el propio Omar Maturano, Secretario General de La Fraternidad, ya dijo que “no quiere llevar al movimiento obrero a la lucha”.
[6] Es realmente grave desde el punto de vista revolucionario la adaptación del PTS a las direcciones sindicales en los casos nombrados, y al peronismo en el caso de la asamblea de Parque Lezama. Parece ser cada vez más una corriente que se acostumbra a los acuerdos de “cúpula”, perdiendo de vista que si bien en algunos casos es necesario para unificar la lucha, sin embargo lo hace hipotecando el carácter combativo de la lucha y el contenido real del frente único, que es justamente desbordarlas.