Educación, el rubro más golpeado por la inflación: 23,6% de aumento

El aumento de la carestía de vida, los aranceles de las matrículas educativas y útiles escolares se suman a la amplia deserción luego de dos años de pandemia, configurando un panorama complejo para la educación en nuestro país.

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Como indicábamos en una nota anterior, la inflación de marzo tocó un pico del 6,7% marcando un récord que no se veía desde el 2002. Comparable sólo con septiembre de 2018, cuando la mega devaluación de Macri impulsó una inflación del 6,5%.

La inflación en materia de educación durante el mes de marzo fue del 23,6%, liderando el ranking de rubros. El rubro educación acumula desde diciembre del 2021 un 27,9% y desde marzo del 2021 un 54,3%. Este aumento se debe, por un lado, al aumento de la matrícula de las escuelas y universidades aranceladas, y por el otro a los precios de los insumos y útiles escolares.

Esto puede contrastarse con los datos de pobreza ya conocidos del 37%. Una buena parte de las familias no puede llegar comprar la canasta básica y, por lo tanto, difícilmente pueda afrontar los gastos en educación para los niños y adolescentes del hogar. Incluso al tratarse de un descenso de la pobreza, esto podría no verse reflejado en la educación dado que la inflación se volvería un limitante que compensaría regresivamente este descenso de la pobreza.

Pandemia e inflación, dos obstáculos para la continuidad escolar

Durante la pandemia los números de deserción fueron importantes. En 2020 cerca de 1.100.000 de chicos perdieron todo vínculo con la escuela. De estos, aproximadamente 500.000 volvieron a clases en el 2021. Esto significa que 600.000 chicos no regresaron a la escuela.

La explicación de este fenómeno fue claramente el agravamiento de la crisis social. Durante la pandemia al menos el 26% de los hogares no tuvo dispositivos para realizar tareas escolares o no tuvo acceso a internet. Además, el 24% solo poseía teléfonos celulares para realizar tareas y acceder a internet, es decir, un acceso precario a la conectividad. Por otro lado, el 71% de los adolescentes que trabajan comenzaron a hacerlo durante la pandemia y 7% de quienes no trabajan buscan empleo.

Tanto la falta de conectividad en su momento, y el respectivo abandono del Estado de cada estudiante a su suerte; como ahora la inflación, son elementos que agravan la crisis de la educación y que probablemente abonen el aumento de la deserción estudiantil. Se trata de un cuadro de deterioro regresivo de la educación, abandonada a su suerte por el Estado frente a la pandemia y ahora frente al mercado. Todo esto en sintonía con el plan macroeconómico de ajuste del gobierno en el marco del acuerdo con el FMI.

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