La realidad política argentina está inmersa en medio de la campaña electoral. Una campaña que tiende (aunque aún no termina de concretarse) a una polarización en el centro político entre Macri y Alberto Fernández. Pero este corrimiento al centro, en especial del kirchnerismo, deja espacios en los extremos del arco político para que emerjan otras fuerzas y alternativas políticas. En este marco es que podemos avanzar en algunas definiciones de importancia.

 

El gobierno a la ofensiva (o la Cenicienta a las doce menos cuarto)

El primer hecho que salta a la vista es que el gobierno nacional se encuentra en un estado de euforia que contrasta con la depresión que lo caracterizaba hace menos de un mes. Con las características propias de una mente bipolar, el macrismo pasó de tratar de inventarle colectoras a Vidal o incluso llegar a fantasear con suspender las PASO; a proyectar un triunfo en primera vuelta. La punta de lanza de tanta euforia fue la publicación de una encuesta de “Management and Fit” que daba un sorprendente empate técnico entre el oficialismo y la formula de los Fernández. Los otros elementos que sustentan este estado de efervescencia son el pseudo control del precio del dólar que ha experimentado una estabilización y hasta baja de su cotización en las últimas semanas, y el acuerdo Mercosur-Unión europea que fue presentado como un fortalecimiento de la inserción de la región en el mundo. Ya volveremos sobre estos “éxitos”.

Más allá del entusiasmo oficialista y de las encuestas publicadas (es sabido que las encuestas publicadas son un fenómeno surrealista que responde más a los sueños de quienes las encargan que a los dictados de la cruda realidad), lo cierto es que la sensación que se percibe en la calle es muy distinta. Aunque mucho más marcadamente en el conurbano bonaerense (por lejos la principal concentración urbana de la Argentina) que en el interior del país, el descontento con la figura y el gobierno de Mauricio Macri es una realidad indisimulable.

Este estado de ánimo ha puesto al gobierno a la ofensiva y como parte de esto se ha despachado con una serie de declaraciones y orientaciones que refuerzan su carácter reaccionario. Por un lado estuvieron las declaraciones del Ministro de Defensa Aguad la semana pasada que rebajaron a una nimiedad el alzamiento carapintada de Semana Santa de 1987 y justificaron el desfile de Aldo Rico durante las celebraciones del Día de la Independencia; luego el mismo Presidente de la Nación atacó el derecho a huelga y las conquistas de los trabajadores apuntando a la impresentables burócratas sindicales.

Y si esto no era ya profundamente reaccionario, ayer el gobierno impulsó el llamado “Servicio Cívico Voluntario en Valores” bajo la tutela de Gendarmería, un proyecto de adoctrinamiento y tutela por parte del Estado contra la juventud. Resulta ahora que los asesinos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, las fuerzas de represión que actúan con total impunidad son quienes van a enseñar valores a los jóvenes. Rechazamos de plano que la solución a los problemas de exclusión social que genera el capitalismo se los trate por la vía del adoctrinamiento represivo. Son la educación, el deporte, el arte, el trabajo en condiciones dignas y la posibilidad de proyectar un futuro propio los únicos caminos para que salga adelante la juventud y se desarrolle plenamente.

Curiosamente la autoproclamación amarilla encuentra otro punto de apoyo en el absoluto desconcierto y la falta de iniciativa que muestra la campaña de la dupla Fernández-Fernández.

Desde ya que hacer pronósticos desde hoy a octubre es una demasía (en Argentina cuatro meses es una eternidad), pero en principio parecería difícil que el gobierno logre empatar a los Fernández, esto a pesar de la cobardía política del kirchnerismo y su política de aplacar la dinámica política del país para apostar todo a las elecciones con el objetivo de rendirle pleitesía a los poderosos. Aplacamiento que cuenta con la indispensable complicidad de la los burócratas de la CGT y la CTA.

En este marco el gobierno ha tenido cierta recuperación debido a que las variables económicas (especialmente el dólar que actúa como “barómetro” de la crisis) se han estabilizado tramposamente. Es que aunque la disparada del billete verde aparezca momentáneamente contenida, lo cierto es que el Banco Central garantiza una venta de 1.200 millones de dólares por mes como mínimo, es decir que se está financiando con la venia del FMI y del imperialismo una espectacular fuga de dólares.

Es por eso que en el mercado de capitales se calcula que el dólar a fin de año va a estar por encima de los 53.60 pesos.

Por otro lado, el acuerdo Mercosur-UE ofrece cierto horizonte de perspectiva al gobierno. Como señaló Marcelo Yunes en nuestra edición pasada “El gobierno intenta presentarlo en sociedad como un logro estratégico que va a sentar las bases para una nueva etapa de la economía argentina. En algo no miente: se trata de un acuerdo a largo plazo que, de ratificarse, sólo puede apuntar a una reconfiguración de la estructura económica en el sentido más negativo para los trabajadores, los sectores populares y el país entero.(…) Los números del acuerdo, a primera vista, son impactantes: implica el acceso a un mercado de 500 millones de habitantes, que equivale a la quinta parte de la economía mundial y con un PBI per cápita de 34.000 dólares, más del triple que Argentina.” Desde ya que dicho acuerdo es al mismo tiempo un negocio enorme para los sectores agroexportadores, petroleros y mineros, y una trampa mortal para el desarrollo de nuestros países. Pero del dicho al hecho hay un gran trecho dice el refrán, y esto es así porque de acá a que el mismo se ponga en práctica, primero debe ser aprobado por los parlamentos de todos los países de la Unión Europea y del Mercosur, trámite que puede durar más de una década y que en cualquiera de sus puntos puede abortar el proyecto en su conjunto. El proceso de implementación recién comienza y este lapso da margen para desarrollar una fuerte campaña contra el mismo y derrotarlo con la lucha en las calles.

Pese al optimismo rampante del gobierno, todo el mundo es consciente que todo está agarrado con alambres y que más temprano que tarde van a ocurrir nuevos temblores. Pero, mientras tanto la relativa calma hace que el gobierno pueda retomar la iniciativa y sumar algunos puntos en las encuestas.

Pero lo cierto es que la histeria por arriba que no tiene correlato por abajo. Lo que ocurre es que el movimiento de masas ha hecho una experiencia política con este gobierno. Es muy difícil disfrazar el empobrecimiento y la estrepitosa caída en las condiciones materiales de vida de millones de trabajadores. Frente a esta realidad material no hay Durán Barba, ni gurú, ni alquimia electoral que la pueda contrarrestar.

 

Un postkirchnerismo desorientado

Por su parte, el kirchnerismo parece transitar su propia crisis de campaña. Luego del lanzamiento de la formula F-F que pretendía comerse a los chicos crudos mediante la entronización de una figura lo suficientemente conservadora como Alberto Fernández que pudiera trazar puentes con la burguesía nativa. No es casualidad que el principal spot de campaña nos muestra a un Alberto en primera persona que se presenta como un hombre común” que “pasea a su perro Dylan” y que es “acusado por Cristina de ser muy conciliador”. Por otro lado si una formula tiene por definición más de un componente, lo cierto que la del “Frente de Todos” le sobra una F. Es que Cristina parece estar de vacaciones, de gira por el país presentando su libro. Más que una candidata en campaña, parece una “celebrity” comentando sus memorias. El kirchnerismo ha entrado en una fase “postkirchnerista” en la cual, con tal de ganarse nuevamente la confianza de su clase son capaces de todo: empezaron por bajar a Cristina de la presidencia y ahora la “borran” de la campaña. Es la demostración de una pleitesía escandalosa.

Pero lo cierto es que pasado los meses a los K parece habérseles extraviado la brújula. Por un lado, no se han ganado el favor de ningún sector importante de la patronal, y al mismo tiempo han perdido la capacidad de generar el menor entusiasmo más allá de su propia tropa. Es por eso que en los últimos días han tratado de diferenciarse un poco del gobierno. Parte de eso fue la reunión con la CGT y el repentino rechazo a la reforma laboral. Lo que debe quedar claro es que la negativa a apoyar una ley de reforma global, no significa que no se acepten que pasen las reformas gremio por gremio. Esa es el método preferido de los burócratas puesto que les permite negociar ellos en mejores términos con las patronales el precio de la entrega de las condiciones de trabajo en las fábricas.

En definitiva, sea por medio de una ley o gremio por gremio, ambos están comprometidos a tratar de consagrar alguna forma de reforma laboral, y es quizás en esto en lo único que el kirchnerismo le ofrece más garantías de éxito a la burguesía que Macri.

Es que más allá de cuestiones de método y de plazos, tanto Mauricio como Alberto enarbolan programas que tienen como objetivo hacer que los costos de la crisis caiga sobre las espaldas de los trabajadores.

Si Macri se orienta por una lógica de ajuste explicito (a lo Bolsonaro) mediante una brutal recesión, daría la impresión de que Alberto Fernández apunta a un ajuste mediante una nueva mega devaluación y la subsiguiente inflación. Eso es lo que esta detrás de las declaraciones de Alberto Fernández cuando se queja de que el dólar está muy bajo, muy subvaluado y que eso haga inevitable que el próximo gobierno tenga que devaluar fuertemente el dólar.  En definitiva el famoso “contrato social” de los F-F se reduce a ajuste por inflación mediante un congelamiento de salarios.

Estas son dos caras de la misma moneda en donde la crisis la pagan los trabajadores. Una mediante la recesión y el desempleo, la otra mediante el aumento brutal de los precios y la demolición del salario real.

 

Espert, un “liberal-fascistoide”

Como venimos analizando, la campaña electoral no solo está concentrada en una tendencia hacia una polarización en el centro político, sino que también hay un fenómeno importante que se manifiesta por los extremos del arco político.

Mientras que por un lado está el lugar que se supo ganar la izquierda en su conjunto, lo que aparece como novedoso en esta oportunidad es el surgimiento por derecha de una figura como Espert.

Como tratamos en otro artículo de esta edición, Espert es un fenómeno que impacta entre sectores de la juventud, con un discurso disruptivo y con elementos “antisistema” que está evolucionando rápidamente desde un discurso liberal clásico a posiciones protofascistas inspiradas en Bolsonaro. Hay que tener en cuenta que esta deriva es inevitable, el liberalismo clásico es una ideología que está relacionada con la fase “juvenil” y pujante del capitalismo. El capitalismo preimperialista vivía bajo la ilusión de que el individuo (léase el pequeño burgués o el burgués pequeño) como representación del capital podía desarrollar libremente toda su individualidad. De allí toda su retórica “libertaria” contra el Estado opresor. Pero con el desarrollo del capitalismo y la concentración de inmensas masas de capitales en pocas manos y la identificación de los Estados Nacionales con los de su capitalista, el sistema entró en una nueva fase que Lenin dio en llamar “imperialismo”. Llegado este punto, las diatribas de los liberales contra el Estado perdieron toda base material.

Es por eso que no es de extrañar que el discurso libertario de Espert no haya logrado superar ni siquiera el lanzamiento de su campaña. Sus enojos “contra el gasto público” rápidamente se trocaron en llamado a fortalecer y ampliar el aparato represivo del Estado «triplicando el presupuesto militar».

Pero las inconsistencias ideológicas de Espert no son realmente el problema, sino que él pretende darle un salida fascistoide a la crisis del capitalismo argentino. Eso y no otra cosa son sus vociferaciones contra los dirigentes sindicales al grito de “hay que ir contra el sindicalismo porque las leyes laborales que tenemos no sirven” o “vamos a limitar el derecho de huelga en la educación. Baradel, vas a tener que hacer paro en Indochina con nuestro gobierno” y su ataque a los métodos de lucha heredados del Argentinazo: «Ningún piquetero va a cortar las calles con nosotros. Piquetero que corta la calle va preso».

Y finalmente para que la bancarrota liberal/libertaria quede en claro nuestro protofascista no pudo más que defender a los genocidas de la última dictadura: “nos vamos a ocupar de los militares sin condena, presos hace décadas, y de los que hoy mueren en la cárcel siendo octogenarios”.

Esta situación no es nada novedosa, la crisis del capitalismo y el fracaso tanto de su variante progre como fueron los K y la deriva de su reemplazo por derecha son el caldo de cultivo para el surgimiento de esta variante execrable de la decadencia capitalista que busca desviar la responsabilidad de esta decadencia de los capitalistas hacia los trabajadores.

Es por esto que fue un gran acierto de nuestro partido el haber hecho eje (junto con el derecho al aborto) en la necesidad de una alternativa anticapitalista. Desde un principio hemos planteado que estábamos ante una campaña en donde lo que estaba en debate era algo más que lo coyuntural, una campaña en donde lo que se discutía era una globalidad que actualizaba el posicionamiento más ideológico. Esto es lo que explica que se haya colado en la campaña la discusión sobre el capitalismo y el anticapitalismo.

Espert refleja la otra polarización del debate político, es falso que solo hay una polarización entre Macri y los Fernández. Sino que junto con este, se desarrolla otro eje polarizador en los extremos que por derecha se vincula con Espert y que se identifica a nivel regional con el fenómeno “Bolsonaro”, y por izquierda está expresada tanto por el Nuevo MAS como por el FIT.

 

La campaña del Nuevo MAS sigue creciendo

En este marco es evidente que la campaña del Nuevo MÁS continúa creciendo. Hecho este que por otra parte contrasta con un relativo estancamiento del FIT a quien se lo ve sin iniciativa y encerrado en la colosal crisis que le traslada el PO, principal fuerza de dicho frente. Esto, claro está, sin perder de vista que el FIT parte de una mayor instalación que nuestro partido y que cuenta con un aparato y con una cantidad incomparable de recursos económicos.

En estas pocas semanas hemos logrado instalar el eje de los derechos de las mujeres y del derecho al aborto, también insertamos en la campaña el eje anticapitalista mediante una serie de iniciativas que incluyeron desde afiches, agitaciones y la inmensa proyección del trap anticapitalista que surgió de la iniciativa de los compañeros de la juventud y que superó con creces el millón de reproducciones en las redes sociales y que fue recogido por los medios de radio y televisión.

Ahora salimos con todo con el objetivo de instalar la necesidad de un programa alternativo al de Macri y los Fernández que arranque por no pagar la duda, romper con el FMI y que la crisis la paguen los capitalistas.

El desconcierto del postkirchnerismo, el envalentonamiento coyuntural del macrismo, el surgimiento del ultracapitalismo fascistoide de Espert y de las campañas antimujeres y antiaborto como las de Granata, Centurión o Hotton ponen de relieve que el objetivo de toda campaña electoral para los marxistas no es desplegar un recetario de medidas ni poner en pie una cooperativa cuyo único objetivo es acumular votos, sino construirla como una herramienta para abrir debates, transmitir ideas y propagar el ideario y programa de los revolucionarios socialistas en amplios sectores de masas.

Es un hecho que nuestra campaña está creciendo, esto se evidencia en que hay muchísimo entusiasmo en nuestra militancia, que nuestros candidatos, desde Manuela Castañeira hasta cada uno de los candidatos a concejales, están abocados a llevar nuestra campaña y nuestro programa a cada uno de los rincones del país.

Sin lugar a dudas estamos ante la mayor campaña que haya realizado el Nuevo MAS en su historia. La combinatoria de condiciones objetivas como subjetivas nos ponen ante el inmenso desafío de tratar de romper el piso proscriptivo de las PASO. Sin lugar a dudas, es un desafío enorme, pero es el único objetivo realista que nos podemos poner por delante.

Hasta aquí hemos construido una enorme campaña electoral que no deja de crecer, ahora con la fortaleza de nuestro programa, la fuerza de la marea verde y de una juventud militante que desborda de entusiasmo nos jugamos con todo al desafío de ganarnos nuestro lugar en octubre. Quedan cuatro semanas de campaña. Vamos todos con el Nuevo MAS y Manuela Castañeira a romper la proscripción.

 

 

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