Roberto Sáenz, San Pablo, Buenos Aires, octubre/noviembre 2021[1]
Los próximos sábado 6 y domingo 7 realizaremos la segunda reunión internacional de nuestra corriente en el 2021. Con la participación de grupos de varios países de nuestra corriente y avances en el desarrollo sobre todo en Brasil y Francia, presentamos el siguiente texto como aporte de la reunión aprovechando, de paso, una reciente estancia de su autor en San Pablo, Brasil.
Más sobre la situación internacional:
China: análisis de un imperialismo en ascenso
La importancia estratégica de una apreciación internacional de los asuntos
Invitado por los compañeros/as de SoB Brasil para la inauguración de un nuevo local en Sao Paulo, pude salir de la Argentina y dar una “ojeada” al mundo… La Argentina, centro de nuestra corriente internacional, es un país demasiado austral y específico que refleja muy distorsionadamente las tendencias mundiales. Brasil no deja de ser un país latinoamericano. Pero siendo potencia económica mundial -a pesar que dependiente y dramáticamente desigual- expresa de manera mucho más directa el ultra-capitalismo que se vive hoy el mundo y sus tendencias. El “aislamiento argentino”, compensado por el desarrollo incipiente de nuestra joven corriente en varios países y continentes, aplana la mirada, cuestión agravada en el mundo pandémico que todavía vivimos hoy y que multiplicó el aislamiento. Sin embargo, la construcción de una corriente socialista revolucionaria sólo puede ser internacional, y el internacionalismo es algo práctico: somete a la militancia a presiones distintas de país a país y eso universaliza; permite entender y abordar los problemas desde un ángulo, v.g., universal, es decir, limitando la ceguera de la unilateralidad.
Lo que sigue, entonces, son algunas notas sobre la coyuntura internacional comenzadas en Sao Paulo y terminadas en Buenos Aires. Guionadas a las apuradas desde Brasil, el ángulo de mira es algo más “cosmopolita” que la Argentina, país este último que si en materia de la lucha de clases y política marca escuela en el ámbito internacional del movimiento trotskista, es demasiado “provinciano” –poco cosmopolita- para apreciar las tendencias más profundas del capitalismo voraz de este siglo XXI y sus principales contradicciones.
Una coyuntura “varada” en el extremo centro
Podemos empezar dando algunas pinceladas generales sobre la coyuntura internacional. Lo primero que podemos decir es que se encuentra en el extremo centro por así decirlo. El “viraje” al centro producto de la derrota de Trump por parte de Biden fue de los más avara que se pueda pensar. Como sabemos, a pesar de ser derrotado hizo una gran elección, el trumpismo sigue “vivo y coleando” tanto en los Estados Unidos como en el resto del globo.
Esto se puede explicar de varias maneras pero una de ellas es que, en realidad, desde hace tiempo que el centro político burgués tiene menos espacio y, por razones tanto económicas como políticas y culturales vinculadas a las características y tendencias estructurales del capitalismo de hoy, crece la presión desde los extremos del arco político.
Esta presión desde los extremos se puede apreciar tanto socialmente como políticamente, por así decirlo. Socialmente la cuestión es que vivimos en un ultracapitalismo: un momento histórico donde la presión de la mercantilización y las ganancias, de la competencia capitalista, no parece encontrar límites. El criterio de la ganancia y mercantil lo invade todo –todas las esferas de la vida, mucho más profundamente de lo que se puede apreciar desde un país económicamente marginal como la Argentina-, y por esta misma razón desata la respuesta a distintos niveles como veremos más adelante. Ante la respuesta y los problemas del sistema, la derecha extrema y la extrema derecha pugnan por reafirmar el credo neoliberal y el centro imperialista burgués intenta disfrazar algunas cosas pero va en un sendero similar: “El proyecto neoliberal es una utopía cosmopolita, un fantasma, pero con una promesa de futuro construida sobre el mito de cuestionar el estatismo y el burocratismo para camuflar las destrucciones sociales. Los sectores capitalistas como la burguesía financiera y el Sillicon Valley son los proponedores de la trilogía de la modernidad liberal: producir, consumir y enriquecerse. Esta utopía liberal oculta las transformaciones antisociales y antidemocráticas de la mercantilización mundial” (“¿What´sgoingon?. Rapport sur la situationinternationale, Comité international de la IV Internacional”, internationalviewpoint[2]).
Por otra parte, también está en juego un problema “socio-cultural” por así decirlo: como expresión distorsionada de las tendencias agregadas de la lucha de clases y políticas internacional, han crecido las peleas por las representaciones del mundo que los de arriba intenta inocular a los de abajo. Más bien, existen tendencias progresivas que se expresan desde abajo y que tienen que ver –burguesamente hablando- con lo “políticamente correcto” hoy en día. Como la creciente presión por el cambio climático y lo que el capitalismo significa para el medio ambiente así como, por ejemplo, los problemas vinculados a la opresión de las mujeres y comunidad lgbt a lo que se está sumando ahora la crítica a la “uberizacion del mundo” (el emergente movimiento internacional contra el trabajo precario).
Sin embargo, también está en curso un movimiento de profunda reacción ideológica que se expresa, por poner un solo ejemplo, en cierto retorno retrógrado de la religión. Es una conquista de la revolución burguesa haber separado la religión del Estado, como así también difundido masivamente una visión crecientemente laica de los asuntos (desde ya que en todo esto hay inmensas desigualdades entre regiones y países; el mundo es muy grande).
En las tendencias contradictorias en este plano –progresivas y regresivas- figuras como Trump, Bolsonaro, Vox en España, etcétera, alimentan connivencia con determinadas redes sociales, iglesias evangélicas, que una parte de la población -en general pobre-, ante la crisis de alternativas subsistente y la dificultad de emerger todavía de la clase obrera como alternativa tal, sean presos de discursos conspirativos de la historia –algo ligado a la religión o a determinadas religiones-, a la espera de Mesías y cosas así, así como el desarrollo de una lógica individualista, del emprendedurismo, la expresión retrógrada de los anti-vacunas (70 millones de estadounidenses aún se niegan a vacunarse)[3].
La polarización social, política e ideológica que se vive internacionalmente y el adelgazamiento del centro imperialista burgués, aun de todos modos dominante hasta cierto punto y en ciertas regiones, es uno de los datos de la coyuntura mundial larga que vivimos en los últimos años y que sigue teniendo rasgos reaccionarios -a pesar de la ola de rebeliones populares que oficia de bipolo[4]. Una coyuntura agravada por el impacto reaccionario de la pandemia que ya cumple dos largos años (¡hecho inédito si los hay del capitalismo en el siglo XXI!).
El dato entonces es que la derrota electoral de Trump por Biden, la enorme rebelión antirracista en los Estados Unidos en 2020, las rebeliones populares extendidas a los cuatro puntos cardinales del globo –algunas de ellas mediadas por la pandemia misma, un dato a considerar-, la emergencia de movimientos de lucha “anticapitalistas” contra el cambio climático, el movimiento de mujeres, contra la precarización laboral y por la sindicalización de toda la inmensa rama del “reparto” (movimientos con trazos internacionalistas donde este último es el más reciente y, quizás, el de mayor significación estratégica por apuntar a la puesta en pie de una nueva clase obrera), no han impedido que la derecha extrema y la extrema derecha se sostengan como tendencias actuantes y presentes.
Y sin embargo, considerando la enumeración de elementos diversos que acabamos se señalar, lo mismo vale para la bipolaridad mundial de la lucha de clases; los manotazos reaccionarios no pasan sin respuesta, estallidos y puestas en pie de nuevos movimiento emergentes de los de abajo razón por la cual, si el péndulo político y de la lucha de clases se ha corrido muy levemente al centro y los manotazos reaccionarios –por llamarlos de alguna manera- no han sido derrotados y operan como una de las tendencias actuantes, la tendencia a la polarización crece simultáneamente en todo el mundo –dicho en términos muy generales.
La resultante es un equilibrio muy inestable en el extremo centro de la cual terminan beneficiándose estás coaliciones centristas que acaban con un espacio de maniobra muy reducido (ver, por ejemplo, la dificultades de Biden para aprobar su paquete presupuestario en un congreso empatado entre Demócratas y Republicanos).
Repetimos: el péndulo de la lucha de clases está levísimamente corrido al centro en relación a la presidencia de Trump lo que significa que, paradójicamente, han habido pocos cambios en la coyuntura internacional general de los últimos años, que podríamos definirla –globalmente, otra cosa es como se expresan dichas tendencias de país a país- como una coyuntura donde los elementos reaccionarios y de ataque a las conquistas populares siguen presentes, pero donde también crece la polarización social, política e ideológica en el marco estructural del ultra capitalismo del siglo XXI[5].
Un mundo pandémico
Si se quiere, el segundo elemento universal para apreciar la dinámica internacional –amen de la economía internacional, que veremos en el punto siguiente- es la inédita experiencia pandémica que está viviendo la humanidad. El año pasado escribimos sendos textos para abordarla; es hora de retomar –aun someramente- el tema. Dos años de pandemia internacional no son cualquier cosa: es un producto universal del capitalismo globalizado de hoy. Lógico que no se trata de las primera pandemia vivida por la humanidad; no hay que olvidarse de la “gripe española” al final de la Primera Guerra Mundial que pasó sin pena ni gloria porque se sumó a la carnicería de la guerra imperialista misma, o, también, las pestes que asolaron la Europa del medioevo entre otras en otros puntos del globo y las recientes pandemias de las ultimas dos décadas pero que no llegaron a asolar el mundo entero.
Sin embargo, hay dos cuestiones específicas de esta pandemia de coronavirus: a) primero, su universalidad en los cuatro puntos cardinales del globo, algo que no ocurrió siquiera con la gripe española y que habla de lo interconectado que está hoy el mundo[6] y b) del hecho que al ser una zoonosis, es decir, una transmisión de enfermedades animales en las personas humanas, y aunque toda pandemia tenga esta fuente, sólo puede hablar de la relaciones perversas del capitalismo con la naturaleza en la actualidad y como su lógica irracional de las ganancias a como dé apuntan a la destrucción del medio ambiente y la humanidad misma[7].
La pandemia parece estar retrocediendo en el ámbito internacional pero sería un error definir que ya se ha ido (imposible evaluar por anticipado como seguirá su dinámica). Por ejemplo, acaba de anunciarse el confinamiento durante 11 días en Moscú (es real que, aparentemente, el grado de vacunación en la Rusia de Putin sigue siendo muy bajo). Por otra parte,la pandemia ha tenido y sigue teniendo enormes consecuencias de las cuales aquí sólo señalaremos algunas. Amén del trastrocamiento de las cadenas productivas y de los abastecimientos que están haciendo crecer la inflación internacional –ya volveremos sobre esto- el trastrocamiento en la sociabilidad ha sido, quizás, el efecto más perverso de la misma –amen de los fallecimientos, claro está-. Las 7000 millones de almas que componen la humanidad hoy fueron afectadas de una u otra manera por esta pandemia, claro está que mil veces más afectados los trabajadores y trabajadoras, las personas de color, las personas habitando los países en desarrollo, las mujeres, la juventud, etcétera. Los tres fenómenos más englobantes de esta pandemia podemos resumirlos someramente así: a) un efecto depresivo y desorganizador en la lucha de clases aprovechándose todos los gobiernos y las organizaciones sindicales burocratizadas –y no sólo ellas, la izquierda en su generalidad se sumió también en la pasividad- para desmovilizar lo reclamos desde abajo, b) el aprovechamiento de los aspectos adversos del trabajo o estudio virtual –decimos aspectos adversos porque también los tiene positivos- para atomizar al colectivo de trabajadores y estudiantes para mejor explotarlos y dominarlos, para reducir los presupuestos educativos y desmasificar la universidad (un peligro real[8]), etcétera, c) los agudos problemas en la juventud que fue estigmatizada como “vector del contagio”, a la cual se le cerró en la cara colegios y universidades y se les quitó, de la noche a la mañana, sus espacios de socialización “naturales”.
Los efectos agregados de la pandemia han sido reaccionarios sobre todo porque hipostasiaron la tendencia a abordar los problemas aisladamente, “privadamente”, separadamente de los demás, aunque también es verdad que, en el otro extremo, desataron elementos de cooperación y solidaridad[9].
No podemos olvidarnos, tampoco, del incremento de los elementos de “panóptico” y control social que significa que, con la excusa de la pandemia y el contagio, muchísimos Estados –la Argentina está mucho más atrás en este aspecto, lo que es progresivo[10]– hayan avanzado en el control represivo-policial de su población. Se viven casos extremos de dicho control de la población como los de China o Corea del Sur, por poner un par de ejemplos, pero los mecanismos de reconocimiento facial, el manejo electrónico de los datos -hasta los más íntimos-, etcétera, el que una persona pueda ser filmada hasta 40 veces al día en Londres o Moscú, habla de un peligro potencial mayúsculo para la libertad personal y los derechos colectivos a la protesta social, peligro agravado -¡y nada potenciales!- en el caso de regímenes reaccionarios por no decir dictatoriales[11].
El cercenamiento a la sociabilidad no solamente ha limitado la capacidad de lucha y respuesta colectiva –algo que, de todas maneras, comienza a recuperarse a partir de que se ingresa en aperturas y una “nueva normalidad”-. Ha inhibido el desarrollo madurativo, por ejemplo, de los niños/as y los jóvenes, y por una razón muy evidente: la construcción de la personalidad y la educación son hechos sociales por antonomasia; solamente ocurren en “espejo” en los ámbitos de socialización con el resto de sus pares y no pares. Encerrados entre las cuatro paredes de su casa –en su mayoría abrumadora, casas pobres-, sin otro vinculo, quizás, que con los padres y los hermanos/as, esta socialización se ha distorsionado dramáticamente por no hablar del aumento de los casos de violencia domestica hacia las mujeres.
Paralelamente, en el llamado “mundo del trabajo” se han desarrollado nuevas ideologías como si la “virtualización laboral” –una potencial fuerza productiva en varios aspectos pero que el capitalismo revierte de manera destructiva- pudiera reemplazar, per se, la relación laboral con el colectivo de trabajadores (una virtualidad técnica se está utilizando para quebrar dicho colectivo y crear las más diversas ideologías posmodernas). Las redes sociales son herramientas formidables e imprescindibles de información y relacionamiento, de formación y coordinación y lucha pero, como tales, no pueden reemplazar lo que significa el trabajo y la lucha colectiva bajo “un mismo techo”.
Que se nos entienda bien que, junto a Marx, repetimos que las necesidades son históricas y hoy el teléfono móvil, por poner un ejemplo masivo, es una necesidad vital[12]. También, que se entienda, que dicho teléfono inteligente y las redes sociales en general, son formidables avances y fuerzas productivas aunque el problema bajo el capitalismo es que también tienen su cara oscura: son puestas al servicio de la explotación, dominación y alienación de las personas trabajadoras.
Se ha dado lugar a todo tipo de ideologías, entre otras, la de la auto-explotación (también podríamos llamarla “emprendedurismo”, ya volveremos) que trabajando encerrados en la casa es más cómodo, etcétera. Pero el problema es que también alienta la “muppetización” de las personas, su aislamiento y estupidización, así como ideológicas individualistas que, sin embargo, es verdad, no puede anular el hecho material que la lucha de clases puede haber sido “adormecida” durante determinada coyuntura, pero no puede ser extirpada porque es segregada día y noche por la explotación que genera -de manera sistémica- el sistema[13].
Recuperación y crisis económica simultáneas
La coyuntura económica internacional podríamos decir que es de recuperación y crisis simultáneas (una definición no apta para esquemáticos[14]). La economía internacional vive este 2021 una recuperación del producto. El año pasado, año extraordinario si los hay, fue la primera vez desde la crisis de los años ’30 (la Gran Depresión) que la economía mundial cayó 5 puntos (es decir, debajo de cero). Incluso en la grave crisis del 2008, cuyos efectos aún se hacen sentir, el producto mundial había quedado en 1 o en cero, pero no había caído globalmente. Si es real que, en este caso pandémico, la crisis provino de un factor si se quiere “externo” a la economía misma, también es verdad que la economía no es un compartimiento estanco.¡Y vaya sino lo es a la vista de los efectos de la pandemia[15]!
2021 es un año de recuperación pero también de crisis porque la pandemia afectó–y sigue afectando, aunque en una medida menor en este momento- los circuitos productivos y de la distribución, que hoy día están en el punto más alto de la mundialización económica del capitalismo y de todo régimen social anterior. Las subas y bajas en la producción nacional y regional por la afectación del contagio y las cuarentenas, el atascamiento global en la cadenas de aprovisionamiento, su lentificación y aumentos de los costos, el reimpulso abrupto de la producción que no encuentra las materias primas y las partes para seguir su ritmo ahora febril, etcétera, están generando una suba generalizada de los costos que se expresa en un aumento de la inflación internacional, y en cierta tendencia al aumento de las tasas de interés (últimamente Estados Unidos, por ejemplo, pasó de casi cero % de interés al 4.5).
Dentro de esto está la tendencia al alza de las materias primas que, por un lado, enriquece a las empresas vinculadas al sector –petrolíferas, gasíferas, de la minería, el agro, etcétera-, y por el otro lado encarece los costos. Por ejemplo: uno de los componentes más importantes para la producción son los semiconductores, los micro-chips; sin embargo escasean actualmente en todo el mundo y paralizan la producción en ramas enteras como la automotriz (Husson había sido de los marxistas más agudos en interpretar el efecto de la pandemia sobre la economía mundial en materia de la alteración de los circuitos normales de la producción y la circulación): “(…) los precios están subiendo porque las cadenas de suministro se han roto, los precios de la energía están aumentando o hay escasez de mano de obra [calificada y no calificada, R.S.]. (…) ‘La política monetaria no aumentará el suministro de chips semiconductores, no aumentará la cantidad de viento, ni producirá más conductores de vehículos pesados” (Michael Roberts, “Estanflación: ¿una cuestión de demanda o de oferta?”, izquierdaweb).
También de magnitud histórica han sido los paquetes de asistencia a las empresas y bancos para sostener la economía (mayores incluso a los del 2008/9). El llamado “relajamiento cuantitativo”, es decir, la emisión monetaria que tan mal vista está para las instituciones tipo el FMI que regentean a los países dependientes, ha sido la receta normal de los Bancos Centrales y los gobiernos de los países centrales para dar asistencia monetaria a empresas y bancos así como “plata en mano” (“dinero helicóptero” le llaman) a las personas trabajadoras de a pie (a determinados sectores, no a los inmigrantes por ejemplo) para que no se hundan en plena cuarentena.
Sin embargo, pasada la pandemia –o soslayada transitoriamente, se verá- las cosas vuelven a su cause normal salvo por razones geopolíticas que veremos enseguida. La precarización laboral continúa y da un salto con la pandemia; una nueva generación llega a los lugares de trabajo en precario mientras la generación más vieja y con más conquistas, se jubila anticipadamente. Las privatizaciones, la liberalización económica extrema, etcétera (amén que hay intentos de regulación en algunas ramas como las empresas de redes sociales), dan continuidad al dogma neoliberal (no por otra razón es que están de moda, también, los relatos ultraliberales, como para reafirmar que la ofensiva antiobrera de los últimos 40 años continua –o se quiere que continué).
Llega el momento de afrontar las “deudas pandémicas” (al 100% del PBI en los países centrales, el 64% en los emergentes[16]); vuelve el “ajuste económico”. Aunque también es verdad que los mismos no son de exactamente igual naturaleza y magnituden los países imperialistas tradicionales (hay matices entre Estados Unidos, Japón, los países nórdicos de la Unión Europea, España, Francia, Italia, etcétera), en China o Rusia (capitalismos de Estado, imperialismos en construcción[17]) y en el mundo en desarrollo (como le llaman a los países dependientes extra grandes como Brasil o Sudáfrica o medianos como la Argentina).
Es verdad, también, que existen elementos relativamente nuevos que parecerían contradecir la continuidad del credo neoliberal.Pero esto ocurre más por razones geopolíticas que estrictamente económicas –aunque también las hay económicas vinculadas a los paraísos fiscales, etcétera-, además de las inmensas dificultades de pasar de las palabras a los hechos. Biden, por ejemplo, está insistiendo en queel Congreso de los Estados Unidos apruebe su paquete a diez años por 5 billones de dólares de asistencia e inversión pública con la idea de financiarlo –entre otros instrumentos- con un aumento impositivo a los ricos o súper ricos. También es un hecho que el G-20 acaba de acordar –con un plazo de aplicación de algunos años- un piso internacional del 15% de tributación por las ganancias empresarias. Las preocupaciones aquí tienen que ver tanto con redirigir los flujos de capital a los países centrales y sacarlos de los paraísos fiscales y demás, como a cuestiones estratégicas en el caso estadounidense vinculadas al re-direccionamiento de la política exterior yanqui: la renovación de la infraestructura de los Estados Unidos -muy retrasada en relación a China[18].
De cualquier manera, y sin embargo, aun con matices y “correcciones”, el orden mundial capitalista neoliberal no va a ser revertido sin un choque inmenso de la lucha de clases; pensar otra cosa sería una ingenuidad política porque dicho orden significa determinadas relaciones de fuerzas, el acaparamiento de porciones inmensas de plusvalor que en las décadas de la inmediata posguerra eran dejadas a los trabajadores como concesiones para evitar el real o virtual “peligro rojo”, etcétera. Una cuestión que se hacer ver, incluso y de manera más menuda, en las dificultades de aprobar su propio paquete de 5 billones que parece haber sido degradado ya a 1.5 billones amén del rechazo Republicano a aumentar los impuestos etcétera.
Es real que existe analistas y revistas imperialistas (desde Thomas Piketti hasta TheEconomist) de alertan por los peligros de la sobreexplotación y el aumento de la pobreza que significa el capitalismo mundial hoy. Pero con las palabras no alcanza: cuando se aprecia el mundo del trabajo y el crecimiento de la llamada “Gigeconomy” (ya iremos a ese punto) se aterriza en la economía real tal cual es. Incluso un dato político como la leve recuperación de la socialdemocracia alemana en las últimas elecciones (salió primera con el 25% de los votos pero lejos de sus guarismos históricos y sin enamorar a nadie) subproducto que la clase obrera todavía le factura a dicho partido las contrarreformas laborales de comienzo de siglo[19], se aprecia el grado en que el capitalismo neoliberal ha llevado la explotación del trabajo, su precarización, la redistribución regresiva de los ingresos, etcétera, todos datos estructurales que sólo se pueden revertir con una ola internacional de radicalización política en la lucha de clases como todavía no se aprecia desde los años 1970 del siglo pasado (aun si han crecido las rebeliones populares, cuestión de enorme riqueza y que marca el recomienzo histórico de la lucha –algo que veremos más adelante).
También es cierto que continua, y quizás haya aumentado, cierta preocupación relocalizadora de las empresas tanto porque la precariedad laboral avanza en el centro del mundo y recupera márgenes de ganancia, como porque la dependencia de China por parte de Estados Unidos y la Unión Europea conlleva crecientes peligros geopolíticos (están más preocupados con esto los primeros que los segundos) como, también, dato económico fundamental, porque la producción puede hacerse en menores cantidades y más al “detalle” si los circuitos de aprisionamiento son más cortos.
De ahí que la pandemia, sin haber retrogradado cualitativamente las cosas en materia de globalización,venga a sumarse a las tendencias agregadas que apuntaban ya antes a ponerle algunos límites; limites que no son fáciles porque el grado de internacionalización de la producción es colosal: cualquier bien de consumo durable, por ejemplo, y no hablamos de los más complejos como autos, camiones o maquinaria agrícola o de cualquier tipo, tiene partes de 20 países distintos[20]…
Sin embargo, algunas tendencias relocalizadoras hacia los países centrales convive con nuevas tendencias deslocalizadoras en el mundo emergente (por ejemplo, desde China hacia otros países del sudeste asiático o México). El dato acá, en realidad, más allá de los flujos en uno u otro sentido e, incluso, de tendencias también regionalizadoras según los casos, es lo interconectada que está hoy la producción, la distribución y las finanzas mundiales: “La entrega de productos a gran velocidad depende de la infraestructura. A partir de la década de 1980, las autopistas se ensancharon, los puertos se profundizaron y se agregaron pistas adicionales aquí y allá para mantenerse al día con el ritmo de cambio. Los almacenes del siglo XXI se transformaron de lugares de almacenamiento en vastos centros de distribución y envió. Pero la velocidad, como le dirá cualquier piloto de Fórmula Uno, conlleva sus riesgos. Las inundaciones, los cortes de energía, las carreteras bloqueadas, los conflictos laborales y, por supuesto, las pandemias pueden detener el sistema. Debido a que el modelo justo a tiempo ha erradicado las existencias, una crisis imprevista puede provocar una escases peligrosa” (Kim Moody, “Por qué es hora de superar las cadenas de suministro ‘justo a tiempo’, izquierdaweb).
Un punto clave aquí es la emergencia de una nueva clase trabajadora, cuestión que continuaremos en el próximo punto. Ocurre que los nuevos lugares o nichos de la acumulación capitalista siempre generan nuevos sectores de trabajadores; el desarrollo capitalista también crea a su enterrador –es su reverso dialéctico- como señalaran Marx y Engels en el Manifiesto Comunista (¡el topo que escarba desde abajo la historia y el sistema!).
Si se ha creado y se sigue creando una nueva clase obrera colosal en China y todo el sudeste asiático –amén de las clases obreras colosales existentes ya en Japón, Corea del Sur, etcétera- la novedad que trajo la pandemia fue poner en el centro de la escena a los trabajadores/as esenciales. En realidad, muchísimos sectores como los de la salud han sido esenciales y, en su generalidad, los trabajadores fabriles siguieron asistiendo a sus lugares de trabajo como si tal cosa…
Pero estos temas ya los hemos desarrollado en otras intervenciones y textos. De ahí que nos queramos referir aquí a lo que es un tema emergente, relativamente nuevo, que es el sector masivo de trabajadores/as por aplicación, la llamada “uberización” del mundo del trabajo (el trabajo bajo aplicación o algoritmo), es decir, por un lado, al nuevo nivel mundial alcanzado en materia de precarización del trabajo –sobre todo en la juventud trabajadora, pero no solamente en ella- así como, específicamente, al mundo del reparto por aplicación que se multiplicó sideralmente a partir que las personas estaban en sus casas -por la pandemia y las cuarentenas- y eran asistidas ahí por los repartidores.
Si tomamos específicamente el mundo del reparto por aplicación,se trata de un sector que crece mundialmente. Por ponerlo en números: en Brasil alcanza unos 200.000 nuevos trabajadores, en México unos 100.000 y en la Argentina unos 50.000, todas proporciones en función –con sus más o sus menos- de la población de cada país.
El “mundo” del trabajo por aplicación es uno de los mundos laborales más novedosos,pero hay muchos más. Antes del reparto están los grandes depósitos como los de Amazon que juntan las mercancías a ser distribuidas, es decir, son grandes centros de concentración y distribución de mercancías, y donde, en su generalidad,sus trabajadores/as no están sindicalizados[21]. Todas estas empresas trabajan mediante aplicaciones y abstractos algoritmos, y son eslabones sin las cuales las mercancías –grandes y pequeñas- no se pueden distribuir;el plusvalor no puede ser realizado en la venta[22].
Este lugar de monopolio en la distribución les permite acaparar plusvalía, trabajo no pagado, eventualmente producido en el punto de la producción, aunque al respecto hay un debate creciente entre los marxistas acerca de si el trabajo de reparto es productivo o no lo es (es decir, si agrega valor o es solo gasto).
Desde el vamos decirle a toda una enorme rama de nuevos trabajadores precarizados en lucha por sus derechos que no son productivos, no parece políticamente auspicioso[23]… Pero, por lo demás, además de la falta de sensibilidad política, está el hecho señalado por Marx de que trabajador productivo es cualquier trabajador que directa o indirectamente agrega valor. En el ejemplo clásico de El capital con los docentes, Marx señalaba que todo lo que hacía a calificar la fuerza de trabajo, a hacer más complejo su trabajo, agregaba valor, y que, por lo tanto, al menos una parte de los docentes eran trabajadores productivos (y no un mero gasto para el capital).
Vis a vis en relación al transporte y la distribución, por ejemplo, todo transporte que introduce mejoras en el producto es productivo; si no introduce mejoras o lo deteriora, claro está… De ahí que calificar a toda esta categoría de nuevos trabajadores como “improductivos” sea abusivo. Es una vulgaridad en el terreno del marxismo además que, en las condiciones del capitalismo de hoy, el reparto por aplicación llegó para quedarse; no es algo que pueda retrotraerse así porque sí. Es evidente que, al menos una parte de esta nueva clase trabajadora, es productiva.
Nueva clase trabajadora y despertar de clase
Como venimos señalando, la pandemia puso en el centro de la escena nuevos sectores de trabajadores. Inclusive el mismo concepto de “trabajadores esenciales” muestra la importancia (su carácter irreemplazable para la producción de valor), de la clase trabajadora en la producción capitalista. Resulta que aunque haya robots y sistemas automatizados (que no son más que el concepto de máquina del marxismo llevado hasta su extremo lógico[24]), el trabajo humano es esencial para mover el mundo. Y esto se hizo presente en uno de los momentos más dramáticos de este todavía comienzo del siglo XXI que es la pandemia misma.
Por otra parte, dentro de la nueva clase trabajadora no entran solamente los trabajadores de reparto por aplicación, claro está. Ya señalamos los trabajadores de los inmensos almacenes de Amazon y otras macro-empresas de distribución de productos, de mercancías, que son otro de los elementos constitutivos nuevos de la nueva clase obrera. Los Amazon o Alibaba que en el mundo hay, las inmensas empresas de distribución de mercancías, tienen el lugar que tienen porque son hoy el eslabón imprescindible en la intermediación producción-consumo de este mundo globalizado. Está claro que en dichos galpones no solamente de almacenan y se distribuyen productos minoristas sino mayoristas y también eslabones intermedios: no solo mercancías finales sino medios de producción así como también materias primas, componentes, etcétera.
Lo que se vive, entre otras cosas, es un revolucionamiento de todo el sistema del transporte y la distribución mundial de productos, revolucionamiento que tiene varias décadas –pensar que los containers nacieron en los años ’50 del siglo pasado- pero a lo que se le ha dado una “vuelta de tuerca” en las últimas décadas:
“Lo que estos incidentes tienen en común [el autor se refiere a los quiebres que se están viendo en la cadena de aprovisionamiento, R.S.] es la velocidad con la que un solo evento puede interrumpir las cadenas de suministro que se entrecruzan en todo el mundo. Casi cada vez que se realiza un pedido en línea, se transporta a través de una red de fábricas, rieles, carreteras, barcos, almacenes y repartidores que, en conjunto, forman el sistema circulatorio de la economía global. Esta infraestructura estrechamente calibrada está diseñada para el movimiento perpetuo. Una vez que un eslabón se rompe o se detiene, el impacto en las cadenas de suministro justo a tiempo se puede sentir de inmediato” (Kim Moody, ídem).
Muchas de estas empresas de logística o stockeo de productos tienen que ver con los sistemas del “just in time”, justo a tiempo, que es, precisamente, la producción sin stock. Pero sin stock o con stock ajustado en las empresas terminales, lo que ocurre es que en algún punto del pasaje de la producción a la distribución o a los sistemas de distribución, tiene que haber nudos logísticos donde tal stock existe aun si las existencias, como tales, existencias varadas por más tiempo que el necesario, es parte de lo que el sistema “justo a tiempo” pretende evitar (¡de ahí la debilidad estratégica a la que se refiere Moody que es una herramienta en manos de los trabajadores/as cuando bloquean portones de fábrica, circuitos logísticos o lo que sea que detiene la producción y circulación global![25]).
Así las cosas, toda una nueva clase trabajadora se ha formado en los nuevos núcleos –nexos, nichos, ramas, o lo que sea- de la acumulación capitalista; trabajadores involucrados en este complejo mecanismo o “rama sanguínea de la circulación de las mercancías». Y esto por no olvidarnos de las deslocalizaciones de la producción décadas atrás a China, al sudeste asiático, al norte de México, la emergencia proletaria de África, etcétera, como así también el desarrollo inmobiliario mundial de las últimas décadas –parte de él, improductivo- con la explosión de la construcción de mega emprendimientos en los Emirato Árabes Unidos y Arabia Saudita –la mayoría con mano de obra migrante y súper explotada- y un enorme etcétera que incluye el lugar que tiene la India en la producción electrónica y demás rubros afiliados.
Esta nueva clase trabajadora inmensa que emerge y contiene 3000 millones de almas de las cuales 1000 millones son trabajadores productivos en sentido estricto, componen esta nueva clase obrera en general joven, precarizada en mayor medida que en las generaciones anteriores y, en lo posible dependiendo de los capitalistas, siquiera sindicalizada (¡de ahí la importancia hoy de los organizadores sindicales o de la puesta en pie de nuevos sindicatos de base en estos sectores!): “Hubo una huelga extraordinaria que obtuvo una importante victoria, basada en dos factores. En primer lugar, utilizó las mejores tradiciones del frente único obrero. De hecho, la huelga fue apuntalada por la estrecha coordinación entre el Sindicato de Trabajadores de la Alimentación y el turismo (un sindicato sectorial de larga tradición en el que el Partido Comunista es la fuerza dominante) con la ‘Asamblea de Trabajadores de Dos Ruedas’ (SVEOD, por sus siglas en griego). El SVEOD es una de las ‘nuevas’ formas de sindicalismo activo de trabajadores, tienen un fuerte arraigo entre los repartidores y cuenta con una gran implicación de las fuerzas anarquistas y autónomas” (AntonisNtavanellos, 10/10/2020, sinpermiso).
En una charla realizada el 1° de Mayo pasado, señalábamos que la fuerza material de esta clase obrera mundializada no tiene antecedentes históricos, amén de que su grado de organización sindical elemental y de conciencia política está muy por detrás de su precedentes históricos (contradicción si las hay de la clase obrera mundial del siglo XXI).
Pero esta misma y sencilla definición ya es una agenda de trabajo. Porque las tareas de la organización sindical, del auto-reconocimiento de los trabajadores/as mismos como trabajadores/as y no simples “emprendedores” autónomos, y, ni hablar, el avance en su conciencia política y de clase, socialista, y su organización en partido, son tareas que se desprende de este gigante social “dormido” –en términos generales- que es la clase obrera mundial hoy.
Parte fundamental de lo anterior es lo “cosmopolita materialmente” que es la nueva clase obrera. Esto se puede registrar en los países donde existe variedad de “colores”, orígenes nacionales, géneros, orígenes regionales dentro del propio país, etcétera, una cuestión que se aprecia poco en la Argentina, por ejemplo, más “homogénea” en este sentido (salvo por la inmigración de los países limítrofes y africana en cierto punto), pero muchísimo más en San Pablo o, más aún, cualquier capital del centro imperialista tradicional o emergente (Nueva York, Tokio, París, Berlín, etcétera, por no hablar de Hong Kong, diversas ciudades de China, etcétera).
La clase obrera mundial y las luchas que emergen en las rebeliones populares «hablan varios idiomas» decía un experimentado compañero de nuestra corriente años atrás y es así: existe una multiculturalidad que si es manipulada prejuiciosamente por las fuerzas ideológicas “restauracionistas” de extrema derecha, desde el punto de vista revolucionario es un elemento de modernidad y progresos para una clase trabajadora mundial potencialmente inmensa (las tendencias modernas y antimodernas son de los elementos que más polarizan el mundo capitalista y las clases sociales hoy)[26].
Por lo demás, existe un elemento fundamental y estratégico que crece: el internacionalismo en determinados movimientos de lucha -que va a la par, con sus más y sus menos, del anticapitalismo. Porque el movimiento ecológico que tiene elementos anticapitalistas es internacionalista –comienza a forjarse una tradición de jornadas mundiales de lucha-, lo mismo que el movimiento de mujeres también lo es. Pero la novedad internacional mayor en este sentido son los lazos internacionales que comienzan a tejerse en el movimiento de trabajadores de reparto por aplicación donde crecen los vínculos de país a país, el intercambio de experiencias y, también, las convocatorias a jornadas internacionales de lucha que si aún son muy desiguales y minoritarias por la desorganización del sector, es el elemento nuevo que estamos viendo en estos momentos; el tercer movimiento o tendencia internacionalista anticapitalista entre los de abajo, una cuestión que tiene inmenso valor estratégico –atentos que el movimiento sindical tradicional es corporativo y estrictamente nacional-.
Y ocurre que cuando se habla de internacionalismo y anticapitalismo ya no se trata, solamente, de un ángulo reivindicativo, sino de elementos que transitan hacia una conciencia política si bien emergente, lo que no es poco. “Proletarios del mundo unidos” había estampado Marx en las banderas de la I Internacional. Y no es casual porque el puente de lo reivindicativo y nacional a lo político e internacional, al anticapitalismo, es un puente en la conciencia de clase que, repetimos, si en los países dependientes no puede obviar el elemento antiimperialista, el socialismo revolucionario contiene y supera ese elemento como elemento aislado, etapista, en función de la revolución socialista.
En fin: junto a los elementos de incipiente organización y politización de la nueva clase obrera también recomienza la experiencia política de toda una nueva generación militante obrera y estudiantil, que es la que debe nutrir nuestras organizaciones revolucionarias y nuestra corriente, cuestión que abordaremos en la segunda parte de ese texto.
[1]Aclaramos que este texto aun está en estado de “borrador” y que la semana que viene publicaremos las dos partes enteras en su versión definitiva.
[2]Se trata de un informe de coyuntura de la corriente mandelista bastante sobrio en los análisis aunque, como siempre, muy genérico y débil en dar cuenta de las tendencias al reinicio de la experiencia histórica de los explotados y oprimidos amén de políticamente oportunista.
[3]“(…) finanzas e influencereconomy se cruzan. No solamente en el sentido que los influencerson grandes dispositivos de manipulación de la opinión, sino porque ambos planos tienen exactamente el mismo objetivo: la gestión de la percepción pública como mecanismo de generación de valor” (“Pequeños fascismos, grandes negocios. El bolsonarismo como empreendedorismo –e o que issodiz sobre a naturaleza da direita e do capitalismo hoje”, Piaú, 181, octubre 2021).
[4]Recordemos que nuestro concepto de bipolaridad remite a la lucha de clases internacional, no a la cuestión geopolítica. Nuestro análisis es que el giro reaccionario internacional de los últimos años está generando una creciente respuesta y cuestionamiento al capitalismo tal cual es hoy, acción y reacción o reacción y acción que configura un escenario de polarización corrido hacia la derecho pero no por ellos con menos riqueza y oportunidades políticas y constructivas.
[5]El concepto de “ultracapitalismo” lo venimos se subrayar no solamente por el imperio omnímodo –es decir, casi sin límites- de las leyes de valorización del capital sino, también, para dar cuenta que a pesar de los “cantos de sirena” y eventuales llantos de alerta de revistas liberales como The Economist sobre los peligros de apretar sin límites a los de abajo con las leyes de la explotación desatando la rebelión, la orientación general del capitalismo internacional –con más o menos elementos reaccionarios o “friendlys” en materia de derechos democráticos- sigue siendo el neoliberalismo capitalista rampante y precarizador amén de un grado de desigualdad en el “reparto” de la riqueza no visto desde el siglo XIX.
Que esto termine resultando en un retorno no solamente de rebeliones populares como viene ocurriendo desde hace dos décadas sino, también, de las nuevas revoluciones sociales que están en el horizonte, es algo que remite casi “esquemáticamente” a la lógica de la lucha de clases (una lógica de acción y reacción) y, por tanto, a pesar de las mediaciones en materia de direcciones y conciencia, podríamos decir que es algo inevitable. (Como nota de color, señalemos que esto remite a nuestra “teoría” del “gato socialista” que hemos explicitado en muchas charlas para la militancia: ¡si le quemas la cola al gato te va a arañar!)
[6]El grado de interconexión del mundo, de las cadenas productivas y de la producción, de los movimientos migratorios humanos y de los desplazamientos turísticos, como vuelan las noticias y las finanzas mundiales, etcétera, es el más alto que haya vivido nunca la humanidad; una humanidad potencialmente más cosmopolita que nunca, aunque bajo las relaciones de explotación y dominación capitalista dicho cosmopolitismo en sí mismo progresivo, sea revertido, utilizado contra la clase trabajadora alentando prejuicios de todo tipo para súper-explotarla amén de ser fuente de respuestas reaccionarias y conservadoras (dato de “color”: el estalinismo también rechazaba el “cosmopolitismo” –el internacionalismo- en mor de un abordaje nacional-nacionalista).
[7]Hemos tratado este tema en sendos textos en el 2020.
[8]Con la excusa de la pandemia y de la virtualidad que, como sabemos, es tanto una potencialidad como una regresividad bajo el capitalismo, se han rebajado los presupuestos educativos en todo el mundo y los gobiernos hacen hipótesis de dejar hasta el 50% del estudiantado antes presencial en virtual lo que además de ser una aberración, apuntaría a quitarle fuerza disruptiva al movimiento estudiantil. No hace falta agregar mucho más como para subrayar que nuestra corriente es “presencialista” en materia educativa en todos los niveles (concebimos la educación como un hecho social y no solo individual).
[9]Nuestra corriente internacional fue una de las pocas que tomó la línea solidaria aunque desde sectores del marxismo anglosajón y otros se subrayó la importancia de la ayuda mutua de los de abajo en los momentos más dramáticos de la pandemia.
[10]Esto es algo progresivo, desde ya, aunque este tipo de desarrollos inerciales que se dan en el país con respecto al mundo sea, al mismo tiempo, un elemento inhibidor para apreciar el mundo de hoy tal cual es (la Argentina es, literalmente, el “culo” del mundo en muchos aspectos aunque, culturalmente, reste como un país de avanzada lo mismo que en sus tradiciones de lucha).
[11]Corea del Sur parece ser respecto de los modernos mecanismos de explotación y dominio un país “futurista” donde los últimos gritos del desarrollo en ambos sentidos están sobremanera desarrollados hasta el punto que películas como Parasite o ahora la serie de Netflix “El Juego del Calamar” se dedican a retratar la circunstancia. Por suerte, también es un hecho que su clase trabajadora tiene fuertes tradiciones de lucha vigentes.
[12]Es conocido uno de los aspectos más importantes de la teoría de las necesidades en Marx. Este señalaba que las necesidades son históricas; que cada período de la humanidad tiene las suyas, que se van creando conforme se desarrolla y que una vez creadas ya no se puede ir para atrás.
[13]La ideología del “emprendedurismo” es uno de los elementos que está por detrás de fenómenos como los de Bolsonario en Brasil, Vox en España y también de las campañas de que los repartidores no serían trabajadores sino “asociados” amén de otras ideologías antiobreras por el estilo (la “uberización” del mundo laboral es parte de esto).
[14]Resulta ser que la dialéctica, tan denostada por ciertos “marxistas”, es una herramienta fundamental del análisis y la política revolucionaria.
[15]El lamentablemente fallecido economista marxista Michel Husson fue el primero en marcar este elemento, lo mismo que Rolando Astarita en nuestro país. Una discusión interesante sobre lo embebida que está o no está la economía en la sociedad se puede ver en Polianyi. Este señala que bajo el capitalismo la misma está menos embebida que en cualquier otro régimen social pero es evidente que, aun así, no es una abstracción ni un compartimiento estanco algo que está visto por las pandemias o las guerras pero muchísimo más orgánicamente aún por las relaciones económicas capitalista con la naturaleza, una cuestión que están hoy sobre la mesa (la destrucción por parte de una economía basada en combustibles fósiles del medio ambiente).
[16]Véase la injusticia del dato.
[17]Existe un debate en el marxismo alrededor de la caracterización de China que, siguiendo a Au Loong Yu y Pierre Rousset, nos lleva a ubicar al gigante oriental como país capitalista de Estado o capitalista de Estado burocrático (por el entrecruzamiento en los negocios entre Estado, burocracia y capitalistas propiamente dichos), así como un imperialismo en construcción. Al mismo tiempo, lo anterior no niega que convivan en China elementos de nacional-imperialismo expansivo y también, todavía, elementos de reclamos nacionales legítimos (un tema complejo es Taiwan, que a estas alturas Au Loong Yu señala que debería defenderse su autodeterminación; no tenemos claridad sobre el tema en nuestra corriente y, además, la presión reaccionaria e imperialista en dicho país es inmensa. Hong Kong es otro cantar: defendemos su derecho a la autodeterminación de manera incondicional).
Por otra parte, no coincidimos con Michael Roberts, economista marxista ingles y con otros autores como Claudio Katz en la Argentina, que consideran que China todavía es una economía no capitalista… Se basan en una idea de la propiedad estatal que no compartimos, así como en cierta mediación en la operación de la ley del valor subproducto de la intervención del Estado en la economía, mediación que hasta cierto punto es real, pero no puede ser elevada como dato independiente -como una abstracción-: China es hoy una de las economías principales del capitalismo mundial (¡y si no preguntémoselo a su clase trabajadora súper explotada migrante a ver qué nos dice! Sobran los intelectuales -incluso dentro de las corrientes militantes- que no les interesa escuchar las percepciones de la propia clase trabajadora para definir el régimen social sobre el cual teorizan).En todo caso, como aporte a la caracterización de China por parte de nuestra corriente ver el excelente ensayo de Marcelo Yunes(izquierdaweb).
Por otra parte, aunque la cita se haga demasiado larga y con disculpas del lector, queremos agregar algunas pinceladas comparadas entre la China de Xi Jinping y la de Mao por lo agudas: “La China de Mao nunca avanzó hacia el ‘socialismo’ o el ‘comunismo’, y su ‘Revolución Cultural’ supuso la destrucción de la cultura. Sin embargo, entonces era su régimen definitivamente anticapitalista, incluso antimercado (…) La idea y la praxis de Mao de la ‘revolución’ contenían fuertes dosis de la idea clásica china de ‘Yixinggeming’, o ‘una revolución cuyo único propósito es reemplazar una antigua dinastía por una nueva’. Por eso estaba obsesionado por aferrarse al poder personal absoluto. Aún así, fue un revolucionario con gran visión y talento [revolucionario no socialista, anticapitalista, R.S.], y gozó de gran popularidad debido a sus logros. Xi, por otro lado, es simplemente el jefe de la burocracia estatal y no tiene imaginación. Leer su obras es tortuosamente aburrido (…) El supuesto ‘igualitarismo’ económico de la era de Mao era una verdad a medias, ya que los funcionarios de rango medio y superior disfrutaban de enormes privilegios. En términos de igualitarismo político, era completamente falso. Aun así, la China de Mao era anticapitalista” (“La China de Xi Jimping”, Au LoongYu, izquierdaweb).
[18]Los datos comparados de infraestructura son dramáticos: un análisis en su momento realizado por Roberto Ramírez señalaba que las últimas inversiones masivas en los Estados Unidos databan de los años 1930 del siglo pasado o, en todo caso, de la década de 1950… Por ejemplo, en materia de trenes bala China a sobrepasado de manera sideral no solo a los Estados Unidos sino al resto del mundo. Y así es en muchas otras cosas: Estados Unidos atrasa en puertos, aeropuertos, autopistas, etcétera.
[19]Dichas contrarreformas precarizaron hasta ¼ de la fuerza laboral alemana liquidando el paraíso supuesto que dicho país era en materia laboral. Se llamaron Hartz y fueron impuestas en la gestión de Schroeder y crearon sistemas laborales como el “zero hour” por el cual los 7 días a las semanas las 24 hs. El trabajador tiene que estar al teléfono si lo llaman a trabajar… (“Alemania: unas elecciones tan complicadas como la economía del país”, Roberts, sin permiso).
[20]Un dato -estúpido como tal- del ensamblado de lavarropas en España pero que es un ejemplo gráfico del grado de globalización de la producción.
[21]La reciente pelea por la sindicalización de un gran deposito de Amazon en el sur de los Estados Unidos es conocida por todos.
[22]Comprendemos esto desde los grandes centros de logística –que almacenan medios de producción o bienes durables- hasta el reparto de bienes de consumo.
[23]¡Típica teorización desde las “torres de marfil” de la academia!
[24]El concepto de máquina en Marx reúne dos elementos básicos: a) una fuente “artificial” de energía que genera auto-movimiento, b) la reunión en un mismo mecanismo, la máquina, de varias herramientas. Claro que el concepto de robot es una estilización de la definición básica de máquina. Y, por lo demás, en las condiciones del capitalismo, de la explotación del trabajo y la creación de valor, el trabajo humano es irreemplazable. La existencia de robots y sistemas automatizados en una punta de la producción, significa la existencia de una masa de trabajo precarizado en la otra, así como transferencias de valor entre uno y otros sectores (ver a este respecto el estudio de Marcelo Buitrago en izquierdaweb).
[25]Volveremos sobre esto en la segunda parte de este trabajo.
[26]Podríamos desarrollar muchísimo más el elemento cosmopolita que se aprecia hoy en lugares centrales del mundo claro que sin perder de vista la subsistencia de los elementos de autodeterminación nacional y antiimperialistas que siguen vigentes también en el mundo dependiente. Sin embargo, antiimperialismo e internacionalismo de ninguna manera se oponen; son parte de la tradición del marxismo revolucionario (el Colletti marxistas recordaba como la tradición de Marx y Engels, Lenin y Trotsky, así como la ChendiuXiu en China, agregamos nosotros, era, es, cosmopolita en el sentido revolucionario del término, del internacionalismo y la critica de todo prejuicio u relación de opresión cualquiera sea ella).