“Otra hipótesis que hay que ver es si la cuestión pañuelo verde-pañuelo celeste tiene algún impacto en la intención de voto. También, la cantidad de gente que vota en las PASO. Temas que por ahí no son tan visibles en términos de la polarización, pero que por debajo pueden estar generando alguna dinámica en la opinión pública”. (Sergio Berensztein, Clarín on line, 21/07/19)

Al cierre de esta edición nos aproximamos a las últimas dos semanas de campaña. Aunque, a priori, el objetivo de la burguesía suele ser vaciar las elecciones de agosto, porque serían una “mera estadística”, y las de octubre, porque “ya agosto marcó tendencias”, la lucha político-electoral se ha ido agudizando conforme se acerca el 11 de agosto.

El operativo es sencillo: reducir toda la contienda a los dos polos patronales, con una mayoría de los medios encolumnados en el oficialismo. De cualquier manera, el kirchnerismo -o poskirchnerismo- trabaja junto a los medios que le son afines por igual objetivo: aplanar todo el debate político a esta falsa alternativa binaria.     

Tan repartida está la cosa que gane quien gane la elección en octubre o noviembre, tendrá márgenes estrechos para imponer su agenda.

Sin desconocer la “legitimidad” que pueda darles el triunfo electoral, ni las fuerzas sociales que volcarán la burguesía y el imperialismo para aplicar el ajuste (sea esto vía contrarreformas explícitas o un “pacto social”), el 2020 será un año de crisis y duras luchas populares.

Si Macri y Fernández pretenden polarizar el campo electoral, como análisis de la realidad esta fotografía es falsa. El “extremo centro” burgués reúne las preferencias de la mayoría; pero una amplia franja electoral se les escapa por los extremos (Espert y la izquierda).

Esto se organiza alrededor de dos clivajes: uno, el de la pelea por el derecho al aborto. Dos, más genéricamente, pero de importancia estratégica invalorable, la irrupción de un cierto debate en torno al capitalismo.

Si Espert se presenta como un candidato “antisistema” (en realidad, un fascistoide ultracapitalista), la campaña electoral de nuestro partido ha acertado en colocar, además del derecho al aborto, pelea central de esta elección, el cuestionamiento al capitalismo introduciendo, a la par, un programa alternativo desde los trabajadores, las mujeres y la juventud[1].

Que esta discusión no es caprichosa se expresa hasta en las bizarras declaraciones de Cristina Kirchner acusando al gobierno de “anticapitalista” por reducir el consumo. Cristina parece ignorar que son las ganancias y no el consumo el rasgo definitorio de este sistema, amén de haberse autodefinido como la figura política “más capitalista” de la Argentina…

La campaña de nuestro partido no para de crecer. Una campaña que ya es histórica, independientemente de que logremos romper el piso proscriptivo del 1.5%. Un objetivo extremadamente difícil para el cual la actividad incansable del partido podría inclinar la balanza.

Un juego binario

Comencemos por el operativo polarizador. Se trata de una expresión de cómo funciona la democracia patronal. La elección se presenta como un “espacio aplanado”, donde los únicos que valen son los que “pueden ganar”[2]

Y este esquema se construye, entre otras cosas, mediante los propios mecanismos electorales, que en nuestro caso son las PASO proscriptivas, la primera vuelta y el balotaje.

Para evitar el balotaje, entre el primero y el segundo debe haber una diferencia de 10 puntos o, en su defecto, el primero debe alcanzar el 45% de los votos. Un escenario, hoy por hoy, improbable[3].

En la factibilidad de que se llegue al balotaje, la elección pretende ser condicionada desde ahora de sólo dos alternativas, ambas patronales, expresión de dos tipos de ajuste económico.

De ahí que Cambiemos y el kirchnerismo pretendan reducir toda la elección a este juego binario, juego que, por lo demás, es falso. Esto porque ambas fuerzas militan en las filas de los capitalistas, del ajuste económico, de la regimentación de la lucha de la clase obrera, de la denegación y/o postergación sine die del derecho al aborto, de la precarización laboral.

El operativo polarizador es antidemocrático porque alienta el “voto útil”. La falsa idea que el voto individual tendría un determinado valor que se “echaría a la basura” si se votara fuerzas minoritarias que “no llegarán”…

Sin embargo, y como ya hemos escrito en estas páginas, esta reducción del juego político a un esquema binario compite con una tendencia contrapuesta a la “ideologización” del debate político; una tendencia internacional que es sumamente progresiva y que en nuestro país tiene enorme fuerza: “Los acontecimientos de 2001 demostraron que uno de los principales rasgos de nuestra cultura política es la alta politización. Se trata de un rasgo más o menos estructural. Entre los jóvenes, alcanza umbrales inimaginables en otras sociedades. La juventud local es exportadora de repertorios de acción colectiva, de lenguajes y símbolos. Se habla de política hasta en los programas de entretenimiento”. (La Nación, 14/07/19).

Lo “binario” desde el punto de vista de la oposición al gobierno, y que tiene fuerza en amplios sectores de trabajadores, se refuerza con el (progresivo) rechazo al ajuste y la idea de que “nadie puede ser peor que Macri”…

En este nivel de conciencia lo que pesan son las necesidades inmediatas y la expectativa de que un nuevo gobierno kirchnerista recree, al menos en parte, las relativamente mejores condiciones de vida que se tuvieron bajo su mandato.

Si estas relativas mejores condiciones de vida se debieron a condiciones económicas internacionales y nacionales que hoy no están (amén de la presión de la rebelión popular del 2001), y que, por lo demás, en ningún caso cuestionaron la explotación capitalista, no es algo que esté presente en esta franja de trabajadores y trabajadoras (caracterizados por una falta de radicalización política más de conjunto).

Desde ya que, por el otro lado, en el voto de los capitalistas agrarios y de las clases medias altas de las grandes ciudades y el interior del país, un voto sin duda clasista-capitalista, pesen tanto las consideraciones ideológicas de clase como materiales también: se trata de los grandes beneficiarios del gobierno de Macri.

Pero lo interesante de esta elección, que los medios y muchos encuestólogos se niegan a dar cuenta, tiene que ver con los clivajes más “ideológicos” que comienzan a pesar entre importantes franjas de la juventud, del movimiento de mujeres, de las clases medias progresistas, del público de la izquierda e, inclusive, franjas de los trabajadores en condiciones laborales precarias.

Este voto parece escapar a la polarización en el centro y se refiere a otra polarización: la que opone a los extremos. Es la que desde las clases medias atrasadas y/o conservadoras expresan figuras como Amalia Granata y la que, por otro lado, expresan campañas como la de nuestro partido por el derecho al aborto.

Es, también, el ultra-capitalismo fascistizante de un Espert (que atrae a un sector de varones de la juventud) y la que, por otra parte, se expresa en la simpatía por el trap anticapitalista elaborado por la juventud de nuestro partido, simpatías anticapitalistas crecientes entre franjas de la juventud que poseen un gran valor estratégico[4].

Es imposible anticipar si, por el peso de los aparatos burgueses, estas tendencias se terminarán expresando en las PASO. Pero es un hecho que vienen expresándose camino al 11/08. Nuestro partido las está detectando en la enorme actividad militante que estamos desarrollando a lo largo y ancho del país: en las mesas en cada esquina, en las recorridas y caminatas de nuestros candidatos y candidatas, en los actos y cafés, en los volanteos en puerta de fábrica y lugares de trabajo, en los secundarios, en la ida a los medios, en las redes sociales.

Esta polarización que cuestiona al sistema o pilares del mismo como la opresión de la mujer y la flexibilización laboral de los trabajadores y la juventud, se conecta, además, con la polarización social -larvada hoy en multitud de conflictos- que seguramente hará irrupción ni bien pase la temporada electoral.

Ajuste recesivo vs. ajuste devaluatorio 

Lo real, en todo caso, es el debate entre ambas fórmulas, Macri-Pichetto y Fernández-Fernández, alrededor de qué tipo de ajuste imponer.

El gobierno recuperó la iniciativa las últimas semanas con un claro discurso de ajuste neoliberal. Por su parte, la campaña de Alberto Fernández ha salido últimamente a prometer el oro y el moro para recuperarse de un inicio demasiado “afectuoso” hacia los mercados…

Promesas demasiado livianas cuyas bases materiales –en tanto que un programa realmente alternativo-, no se ven por ningún lado.

La base de la recuperación oficialista tiene que ver con algunos logros iniciales de Bolsonaro en Brasil (la media sanción de la reforma jubilatoria), el acuerdo con la Unión Europea, así como la falsa estabilización de dólar y los mercados que se ha vivido últimamente.

Aunque el gobierno viene corriendo la elección desde atrás (una diferencia de 5 puntos en las PASO con los K parece realista, así como el peligro cierto de que Vidal pierda la Provincia de Buenos Aires), tiene a su favor el hecho que   surfea sobre la ola reaccionaria internacional (tendencia que sigue siendo la dominante).

Este entorno internacional es el que sostiene las chances de Cambiemos a pesar del cachetazo de las jornadas de diciembre del 2017, la corrida cambiaria sin fin del último año (hoy contenida artificialmente), y el hecho que una mayoría de los trabajadores se haya pasado sin duda alguna a la oposición.

Sin embargo, el papel traidor de la burocracia sindical y el mismo kirchnerismo en darle gobernabilidad todo este tiempo al gobierno, lo mismo que aplanar todas las luchas en el período electoral, no tiene solamente que ver con una pleitesía al régimen político: expresa la falta de un verdadero programa alternativo (esto más allá de consideraciones “tácticas” alrededor de qué tipo de ajuste llevar adelante).

La explicación de esta carencia es sencilla: la ola de gobiernos “neo reformistas” de la primera década del siglo se forjó sobre la base de la irrupción de una oleada de rebeliones populares amén de determinadas condiciones económicas y sociales que hoy, luego de la crisis económica mundial del 2008, no están.

Nuevas rebeliones siguen ocurriendo en el mundo expresando la vitalidad de movimientos de lucha como se aprecia hoy en países tan dispares como Hong Kong o Puerto Rico. Sin embargo, el fenómeno político burgués al que dio lugar como resultado de la reabsorción de dichas rebeliones populares en muchos países, está en franca decadencia.

Una expresión franca y simbólica de esto ha sido, últimamente, la derrota electoral de Syriza en Grecia, una derrota que si bien no fue por aplastamiento[5], expresó la defraudación de las ilusiones por la aplicación, por parte de Tsipras, del ajuste neoliberal a pie juntillas.

En Latinoamérica, más allá de la gestión de AMLO en México, cuyo derrotero es errático y defensivo en relación a las políticas agresivas de Trump, lo que queda del chavismo, el propio PT con Lula preso, el FA en Uruguay, e incluso, quizás, el MAS de Evo Morales, todas las fuerzas de este sector están en crisis y retroceso.

¿Cuál es la razón de esto?: la incapacidad para presentar un verdadero programa alternativo, que en las estrechas condiciones de la crisis económica mundial de hoy, requeriría de medidas al menos antiimperialistas sino anticapitalistas, medidas que de ninguna manera están dispuestos a tomar (y, mucho menos, movilizar a las masas detrás de ellas).

¿Qué les queda entonces? La apuesta a alguna versión del ajuste capitalista. Si Macri expresa un gobierno agente directo de los mercados, la perspectiva de continuar un ajuste explícito, recesivo, con contrarreformas sancionadas legalmente, desinhibido ya en cierta forma de las veleidades del “gradualismo”, el kirchnerismo apuesta por un ajuste “indirecto”, basado en impulsar una mayor devaluación de la moneda consagrado luego por un congelamiento de precios y salarios (el famoso “contrato social” de Cristina), reformas laborales negociadas por gremio y, como frutilla del postre, una regimentación de la protesta social garantizada por la burocracia y, porqué no, la Iglesia Católica y evangélica, a las cuales se agraciaría con el rechazo al derecho al aborto así como, aun soterradamente, a la “ideología de género”…

Conclusión: en caso de imponerse, escenario que sigue siendo el más probable más allá del vaivén en las encuestas, la muchachada K volvería con una versión más dura y reaccionaria que la que se le conoció en sus mandatos anteriores, esto aun cuando siempre presentará mayores condicionamientos y mediaciones, dadas sus bases sociales en los sindicatos y movimientos.

Sopesando todos estos elementos, es que la burguesía y el imperialismo se han vuelto a inclinar por Macri. Pero, en todo caso, lo que nos interesa aquí es dar cuenta que pasando de la polarización falsa a la verdadera, cualquiera sea el que asuma el 10 de diciembre, Macri o Fernández, la polarización real hará su irrupción enfrentando a cualquiera de las dos variantes del ajuste.

¡Que nadie nos robe la elección!

Desde que largamos nuestra campaña electoral ésta ha venido creciendo sistemáticamente. Mientras el FIT-U ensaya salir de su situación defensiva y falta de iniciativas, nuestro partido ha desplegado todas sus fuerzas a lo largo y ancho del país, afinado políticamente una sólida campaña, multiplicado los esfuerzos que se ven recompensados por reflejos que permiten entrever una ola de simpatía por la candidatura de nuestra compañera Manuela Castañeira.

Como señalamos arriba, independientemente de los resultados, esta campaña ya es histórica. Si romper el piso proscriptivo es muy difícil, es ahora, cada vez más el objetivo: ¡lograr que la única precandidata mujer esté en el debate presidencial!

De aquí en adelante tenemos varias tareas, pero una se comienza a poner, con los días que pasan, por encima de todas las demás, una tarea que tiene un sentido práctico así como constructivo: nuestro partido debe organizar el más amplio y sistemático operativo de fiscalización que haya puesto en pie en toda su historia.

El ataque a nuestras boletas puede venir de varios lados; entre ellos, de aquellos sectores pañuelos celestes que la consecuencia de nuestra pelea por el derecho al aborto y la polarización de este u otros debates los lleve a atacar nuestras boletas.

No podemos permitirlo. No podemos permitir que este u otros sectores pongan en riesgo una votación que podría dirimirse en relación al 1.5% por pocos votos.

Las tareas que tenemos por delante pasan por continuar con nuestras iniciativas en todos los frentes para, eventualmente, terminar de ganar los votos que nos faltan para llegar al 1.5%, así como organizar la defensa férrea de nuestros votos el domingo 11 de agosto para que nadie pretenda robarnos una elección que puede ser histórica.

 

 

[1] El FIT expresa una cierta pobreza de ejes políticos: arrancaron por el cuestionamiento al FMI, un aspecto correcto que también nuestra campaña tiene como uno de sus centros, y ahora se han deslizado a sólo motivo de la “unidad”, en gran medida defensivamente porque les fracasó rotundamente el operativo para aparecer como la “única izquierda”.

[2] Las elecciones burguesas son el imperio del aparato: amplias masas de electores que solamente se pueden alcanzar con millones de dólares y territorialidad.

[3] Si bien la fórmula de los Fernández sigue arriba, la diferencia no parece ser mayor de 5 puntos, razón por la cual en octubre el kirchnerismo no podría evitar la segunda vuelta. De cualquier manera y como los resultados electorales siempre son difíciles de anticipar, la argumentación que desarrollamos aquí tiene más que ver con los mecanismos antidemocráticos puestos a rodar en el camino hacia las PASO que cualquier previsión electoral.

[4] Anticipémonos a señalar que el FIT-U fue incapaz de incorporar cualquier perfil más estratégico a su campaña.

[5] Syriza retuvo algo en torno al 33% del electorado, sólo explicable por la falta de radicalización política, porque su gestión fue desastrosa.

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