Editorial | Cara a cara con el FMI

0
73

“La nueva misión del Fondo tendrá ahora como tarea central elaborar un nuevo diagnóstico sobre la economía argentina y el futuro del acuerdo stand-by, que quedará plasmado en el informe del staff que debe elevar al directorio ejecutivo. Es un informe clave para el país: si el board decide postergar o mantener en suspenso el próximo giro por 5400 millones de dólares, la crisis empeorará, coinciden los economistas”. (La Nación, 21/08/19)

Alberto Fernández ya ganó. Esa es la conclusión que se desprende del mazazo del domingo 11 de agosto según reconocen todos los analistas.

Esa realidad se expresa, también, en las encuestas que se han dejado trascender estos días, donde se da ganador a la fórmula de los Fernández por amplísimo margen:algo en torno al 54%, un porcentaje de balotaje.

Esta realidad le pone límites muy precisos a la “crisis de gobernabilidad” que pareció esbozarse el lunes poselectoral. No es que en las próximas semanas no vayan a haber sobresaltos, incluso agudos, si el FMI no gira los 5400 millones comprometidos (volveremos sobre esto enseguida).

Pero el hecho que Fernández haya obtenido el 47% de los votos y se proyecte ya al sillón presidencial, sumado al hecho que el 75% del padrón fue a votar, hace, repetimos, que la crisis se procese dentro de ciertos límites: se trata, sobre todo, de una aguda crisis de un gobierno en retirada más que una crisis del régimen como tal.

Además, aun si Macri no parece haber desistido todavía de la agónica posibilidad de reelección (un show para que Cambiemos mantenga posiciones como futura oposición), los contactos telefónicos entre Macri y Fernández, la reunión de sus equipos económicos, etcétera, muestran que la transición ya ha comenzado.

¿Cuál podría ser el elemento desestabilizador? Es dudoso que sea el movimiento de masas, que mayoritariamente depositó esperanzas en Fernández. Tampoco los sindicatos y/o movimientos sociales jugados a la contención.

La desestabilización podría venir, “paradójicamente”, de las decisiones que tome, durante las próximas semanas, el FMI. Todavía faltan desembolsar 5400 millones de dólares este año, por no hablar de una renegociación de los pagos de la deuda, renegociación que debería encararse para darle un margen de maniobra al gobierno que viene…

En estas condiciones, la tarea principal de la izquierda pasa por presentar un programa alternativo a cualquier variante de ajuste capitalista. Un programa que le marque la cancha, desde ahora mismo,al próximo gobierno de Alberto Fernández.

Alberto ya ganó

Las elecciones ya están resueltas. Producto del mecanismo distorsionado de las PASO, se mantiene un presidente formal sin los atributos del poder y el que tiene los atributos reales, todavía no está formalizado[1].

Más allá de esto, la diferencia entre Fernández y Macri es irremontable. Y no sólo por una cuestión de “matemática electoral”. Sino porque la inmensa mayoría de los trabajadores expresó electoralmente su odio a Macri.

Como ya hemos señalado,las encuestas que están apareciendo estos días le están dando a Fernández algo en torno al 56%. Las elecciones parecen así liquidadas; un mero trámite que se verá si logran levantar en algo el “amperímetro político” en cuanto comiencen nuevamente los spots y los debates presidenciales.

La histórica caída de los activos argentinos, títulos y acciones,el lunes 12/08, la mayor en la historia del país, sumadas a la macro devaluación, expresaron, en el fondo, el brutal cambio de frente que se operó el domingo electoral; un cambio de frente que se venía cocinando desde diciembre del 2017,cuyas jornadas hirieron de muerte al gobierno.

El resultado electoral terminó siendo así,una expresión distorsionada y “laberíntica” de las relaciones de fuerzas. Trump, el empresariado y el FMI habían creído que, en definitiva, el país seguiría la dinámica regional;que de una u otra manera Macri sería reelecto.

Esto es lo que ocurre, por lo demás, en los países “normales” con regímenes presidencialistas: los gobiernos en funciones suelen ser reelectos para un segundo mandato.

Sin embargo, Macri no pudo pasar por encima de la experiencia de la lucha de clases. Y dicha experiencia dictó que en la Argentina no están dadas las condiciones para una aplicación directa y abierta de las recetas neoliberales; el ajuste debe ser aplicado “indirectamente por así decirlo” (tarea para la cual se postulan los K).

Y no se trata solamente de la Argentina donde los experimentos neoliberales encuentran limitaciones[2]. Francia es un caso similar, como se puede apreciar en la bamboleante gestión de Macron y la rebelión de los “Chalecos amarillos”, que asoló al país galo durante meses[3].

Es que en la situación internacional conviven dos tendencias contrapuestas. Una, que sigue siendo dominante, inclina las cosas a derecha o extrema derecha –caso este último de Bolsonaro-.

Pero así como hay una tendencia dominante,existe una contratendencia que golpea por la izquierda o centro izquierda(el caso de la votación a Fernández es por centroizquierda, evidentemente).

Es verdad que esta última tendencia no es la dominante en la coyuntura mundial. De ahí el mazazo de las elecciones del domingo pasado; la profunda desazón con la cual los “factores de poder” recibieron el resultado.

Alberto Fernández es la versión más a la derecha que podría haber concebido el kirchnerismo el cual, incluso, es difícil todavía precisar si será una versión renovada kirchnerista o, más bien, pos-kirchnerista[4].

Sin embargo, no se trata de lo que Alberto Fernández vaya a hacer. Se trata, fundamentalmente, del sentido del voto a su candidatura; un voto que sin ser anticapitalista, evidentemente, sino más bien posibilista,es decir, enteramente dentro de los límites del sistema, de cualquier manera configuró un voto castigo –muy progresivo- al ajuste capitalista de libre mercado.

Las duras declaraciones de Bolsonaro al otro día de la elección (“La Argentina se hundirá en el caos”) expresaron, en realidad, su temor: que la contra tendencia que dejó el electorado argentino se meta como un “virus” en su país.

Es que la Argentina tiene enorme influencia política y cultural en todo el continente y Bolsonaro tiene fundado temor a que el ejemplo de nuestro país cunda en el suyo.

Aun si Fernández se la pasa dando garantías suplementarias, y aun si su gobierno vaya a ser una versión mucho más conservadora de lo que los trabajadores esperan,el problema van a ser las expectativas muy difíciles de satisfacer de los que lo votaron.

El cruce de coordenadas nacionales y regionales que significa el resultado electoral se pondrá en juego a partir del minuto uno de la asunción de Fernández. Quizás esto ocurra de manera mediada; una experiencia que exprese un tiempo de espera bajo el corsé de un “pacto social”;se verá.

Pero lo que es seguro es que, en algún momento, dicha experiencia comenzará y se expresará en un fuerte choque entre las expectativas y la realidad.

¿A qué juega el FMI?

En lo inmediato, la contradicción en el esquema de intentar mantener la estabilidad de acá a octubre (y diciembre), es lo que vaya a hacer el FMI.

Christine Lagarde pasó al BCE y su reemplazante aún no ha sido nombrada. Por lo demás, e independientemente de esto, el FMI tiene en cartera devengar un último envío de fondos por 5400 millones de dólares. Pero el problema es que siquiera funcionarios encumbrados como Guido Sandleris, actual presidente del BCRA, confirmaron que esos fondos llegarían.

Si por alguna razón el Fondo no los gira, se produciránnuevas y agudas tensiones sobre el tipo de cambio, los bonos argentinos y el riesgo país.

Pero la cuestión va más allá de esto. La realidad es que el acuerdo con el Fondo está caído; el plan económico de déficit cero ha fracasado. Por lo demás, el año que viene vencen 24.000 millones de dólares y en el 2021 todavía más: 32.000 millones de dólares.

Esto quiere decir que en los próximos dos años vencerían algo en torno a unos 55.000 millones de dólares y el Fondo, el último prestamista que le queda al país, no sólo no giraría más fondos sino que habría que comenzar a pagarle…

Esta es la explicación de la corrida contra el peso y el derrumbe de las acciones y títulos: el país está al borde del default. Y el plan económico de ajuste brutal que se había acordado con Macri para evitarlo, quedó sepultado por los resultados electorales.

Esto es lo que instala escenarios alternativos, unos más delicados que los otros. Primero, que el Fondo se niegue a girar los últimos 5400 millones de dólares (¿para qué si el plan está caído?).

Segundo y tercero, que se logre una renegociación de los pagos y/o que se vaya a una reestructuración general de la deuda con quita, como ocurrió a comienzos de los años 2000.

Que este escenario no es descabellado surge directamente de hacer los números gruesos que muestran un país sin crédito externo y una balanza comercial, que si este año se ha transformado en superavitaria, el superávit es demasiado exiguo para afrontar los pagos necesarios.

Y esto sin referirnos al deterioro del escenario económico internacional, que adelanta una recesión para el año que viene o, más tardar, el 2021. Es este escenario el que tiene enfrentados a Trump con el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powel, al que acusa de haber tardado demasiado en bajar las tasas de interés y haberlo hecho de manera demasiado limitada.

La guerra creciente comercial entre Estados Unidos y China, sumada a las tensiones geopolíticas crecientes, la cuestión latente del Brexit, etcétera, no parecen augurar buenas perspectivas para la economía mundial, y esto constituye una presión suplementaria sobre la dificultad argentina de conseguir divisas para sumir sus obligaciones.

Macri, Fernández, las direcciones sindicales tradicionales y los movimientos sociales pueden hacer todo lo que esté a su alcance para intentar garantizar la gobernabilidad. Pero si la economía mundial y/o el FMI patean el tablero, la precaria estabilización de estos días puede saltar por los aires en el primer suspiro.

Muchos analistas adelantan que el FMI giraría los fondos pendientes. Nosotros no sabemos qué hará. Pero sí podemos afirmar que cualquier creencia en un tratamiento más “humanista” de las crisis por parte del Fondo,es una estupidez.

El FMI viene de destruir Grecia. La idea de que en Portugal el ajuste fue “exitoso”, esconde la realidad del fuerte retroceso en las conquistas sociales y laborales en dicho país, amén de la enorme migración hacia el exterior de sus jóvenes generaciones[5].

Por otra parte, la Argentina no es Grecia. Y más allá de la “capacidad de persuasión” al comienzo de la gestión de Fernández, los trabajadores no comen vidrio: si se comienza a hacer carne que su gestión configura un nuevo ajuste, el choque entre sus exceptivas y la realidad, repetimos,puede ser duro…

Como señalamos en una reciente reunión partidaria, de nada serviría hacer especulaciones acerca de cuál será la dinámica bajo el nuevo gobierno.

En todo caso señalar, sí, que los márgenes de maniobra serán limitados. Nada que ver con el súper ciclo de commodities de comienzos de los años 2000, que disfrutaron los esposos Kirchner, ni las ventajas de un default ya consumado, que les permitió no pagar deuda por algunos años.

En estas condiciones, la resultante final de las políticas económicas de Fernández podría ser no muy diferente a las de Macri abriendo, eventualmente,un escenario de importante conflictividad social.

Un nuevo protagonismo

Esto nos lleva a nuestra política para la actual coyuntura. El centro es el programa: formular un claro programa alternativo no solamente a Macri, que está en retirada, sino al ajuste por “pacto social” e inflación que prepara y del que ya es partícipe Fernández(como se vio con el pedido del dólar a $60).

Un programa anticapitalista como agitamos durante la campaña electoral, que dialogue con las expectativas que tienen amplios sectores de trabajadores: que plantee la reincorporación de todos los despedidos bajo el macrismo; aumento generalizado del salario del 100%; la expropiación de toda empresa que vaya al cierre; la eliminación del aberrante impuesto al trabajo y del IVA; el monopolio estatal de las divisas, la banca y el comercio exterior; el control de precios y abastecimientos; que imponga retenciones a las exportaciones agrarias e hidrocarburiferas y fuertes impuestos a la riqueza; que rompa con el FMI e imponga el no pago de la deuda externa.

Es clave explicar este programa desde ahora mismo, como forma de “marcarle la cancha” al gobierno que viene. Y en relación a esto mismo, llama la atención que el FITU, sobre todo el PTS, se haya lanzado ya a una campaña oportunista de “tijeretear” la boleta para votar a Bregman o cualquier otro y dejar de lado a Del Caño…

De nuevo, los objetivos poroteros se subordinan a los políticos, que tienen que ver con poner en pie un polo independiente y de clase que vaya contra la tendencia de la confianza en Fernández, en vez de este llamado vergonzante a votar a Fernández y cortar boleta a algún diputado del FITU.

En cualquier caso, se trata de enfrentar la espera pasiva a que asuma el próximo gobierno: hay que plantear la salida a las calles en apoyo a los conflictos en curso. Y, también,marchar a la Secretaría de Trabajo en oportunidad del próximo Consejo del Salario Mínimo,postergado maniobreramente para el 30 de agosto, con la exigencia del paro general.

Los dirigentes sindicales plantean que “exigirán un aumento del 150%”… Y corresponde, porque actualmente es una migaja de 12.500 pesos,miserables 200 dólares al mes.

Sin embargo, el reclamo no lo acompañan con ninguna medida de fuerza; es puramente declarativo: sin medidas de fuerza el gobierno y los empresarios dirán que no y punto. De ahí que haya que levantar el planteo de paro general de 36 horas; que no se debe esperar a que asuma Fernández.

Por lo demás, en caso que se reabra una crisis de gobernabilidad, la clave pasa por plantear la medida más democrática bajo este régimen político: que el pueblo decida en una Asamblea Constituyente Soberana.

Bajo estos ejes políticos y partiendo de la histórica campaña electoral que acabamos de realizar, que instaló a nuestra compañera Manuela Castañeira como quizás la figura más ascendente de la izquierda, además de permitirnos profundizar en calidad y cantidad la construcción de nuestro partido, la tarea más importante para las próximas semanas es avanzar en dicha construcción: sumar a nuestras filas, abrir nuevos equipos, nuevas zonas, fundar nuevas regionales, etcétera, incorporar al partido los cientos de nuevos compañeros y compañeras que nos acompañaron en la campaña electoral y en las más diversas actividades.

Avanzando hacia un mayor protagonismo, dejando atrás una ubicación meramente “propagandística”, nuestro partido ha quedado al filo de un salto histórico y se trata de “pavimentar” desde ahora ese camino.

 

 

[1]Una falencia institucional que la burguesía tendrá que afrontar a futuro para ver cómo la elimina.

[2]El ajuste neoliberal directo se aplicó y aplica en multitud de países y su ejemplo clásico es la Gran Bretaña de la Thatcher, los Estados Unidos de Ronald Reagan y el Chile de Pinochet, por nombrar algunos países, a los que podría sumarse ahora un Bolsonaro, si tiene éxito.

[3]Señalemos que Francia es uno de los países de mayor tradición política del mundo, algo similar a lo que ocurre en la Argentina.

[4]Es prematuro para saber esto. Por lo demás, más allá del gabinete inicial que se anuncie, quizás al compás y desarrollo de las crisis, haya varias variantes de esta “formula química” que ha unido a Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa.

[5]Portugal se encuentra ahora en una campaña para repatriar a los que se fueron…

Seremos directos: te necesitamos para seguir creciendo.

Manteniendo independencia económica de cualquier empresa o gobierno, Izquierda web se sustenta con el aporte de sus propios lectores. Sumate con un pequeño aporte mensual para que crezca una voz anticapitalista.

Me quiero suscribir

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí