En el último mes, el dólar informal aumentó en torno al 25% ($1.040 a principios de mayo, $1330 al 24 de junio). Ya el 22 de mayo la cotización paralela había tocado su pico nominal récord ($1.300). Tras un mes de zigzags, la cotización vuelve a llegar a los $1.300 ante una presión devaluatoria que no cede.
Incluso el Fondo Monetario Internacional (el primer aliado del gobierno mileísta) solicitó una devaluación oficial y advirtió que el tipo de cambio acumula atrasos. En los primeros seis meses del año, el tipo de cambio oficial subió un 12%, frente a una inflación en pesos que aceleró brutalmente un 75%.
La devaluación es una verdad anunciada a gritos por todos los actores del mercado financiero. Los grandes tenedores de divisas, los especuladores, los patrones del agro y todos los analistas financieros le reclaman al gobierno que la devaluación se oficialice, terminando con el ritmo del 2% mensual del crawling peg.
Caputo parece pretender atrasar lo más posible la devaluación, ganando tiempo para resolver los factores macro que impulsan la devaluación. Sucede que una nueva devaluación dispararía inmediatamente todos los precios de la economía, terminando definitivamente con el relato antiinflacionario del mileísmo y sumando argumentos al descontento popular.
El problema del gobierno es que no alcanza con tiempo para resolver las irracionalidad macroeconómicas. De hecho, el plan económico de Milei y Caputo no hace más que exacerbarlas. Pero veamos los síntomas de la enfermedad.
Las razones de la corrida
- Atraso ante la inflación y especulación. Como ya señalamos, el tipo de cambio oficial aumentó ostensiblemente por debajo del IPC (una brecha en torno al 60%). El resultado es que todos los sectores que mantienen posiciones en dólares obviamente presionarán financieramente para que la devaluación se materialice.
- Presión del agro. Los patrones del campo argentino son los mayores tenedores de dólares locales. Todo su negocio se basa desde hace décadas en producir en pesos y vender en dólares en una dinámica de saqueo cipayo que concentra las divisas del país en manos de un puñado de familias terratenientes. Obviamente, a los sojeros les conviene más vender su cosecha con un dólar alto y un peso devaluado. Por esa razón vienen reteniendo granos (y dólares) desde hace varios meses, una táctica clásica del campo para forzar una devaluación. Como si no alcanzara con eso, el propio Milei lanzó al aire la promesa de «eliminar retenciones» al campo durante los próximos meses. Una señal clara para que los agroexportadores retengan sus cosechas y atrases la liquidación de divisas. «Hasta ahora, el campo evidentemente no le cree (que no va a devaluar) a Caputo, y por eso no acelera la liquidación», comenta el analista Zirulnik. No es ninguna sorpresa.
- Baja de las tasas de interés del BCRA. Esta medida del mileísmo llevó las tasas al 40%, muy por debajo de la inflación anual que superó el 200% y el 75% en los últimos seis meses. Esto generó obviamente un abandono de posiciones en pesos para migrar hacia posiciones en dólares y, fundamentalmente, al blue. Nueva muestra de que las propias medidas del gobierno presionan hacia una devaluación, por más que retrasen el momento de efectivizarla.
- Escasez de reservas. Este es el elemento más estructural del combo devaluatorio. La escasez de reservas es expresión de la escasez crónica de divisas en la economía argentina, marcada por un modelo productivo supeditado a las potencias imperialistas y con un grado de desarrollo industrial bajo. A pesar de los cantos de triunfo del gobierno en relación a «un acopio rápido de divisas» que permita salir del cepo en el segundo semestre, las reservas netas del Central siguen siendo negativas. Hasta el momento, el plan blindaje está fracasando.
La escasez crónica de reservas no parece pronta a resolverse de la mano de los patrones del campo, que ya demostraron su voluntad devaluatoria. Tampoco las fantásticas inyecciones de crédito que pregonó el gobierno están prontas a realizarse. El FMI dejó en claro que no desembolsará nuevos dólares para que el gobierno estabilice la macro en base a deuda.
En suma, la corrida contra el peso tiene sus raíces en el atraso de la economía argentina y, sobre todo, en la política económica de Milei y Caputo. La estrategia de convertir a la Argentina en tierra arrasada para los grandes capitales internacionales y la burguesía agraria presiona y no puede dejar de presionar hacia una devaluación.
Para direccionar la economía en sentido contrario y fortalecer el peso haría falta realizar un plan económico diametralmente opuesto al de Milei, que afecte los intereses de los grandes capitalistas, los tenedores de divisas y los especuladores financieros.