Fernández concurrirá a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles

Fernández amenazó con el faltazo por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Incluso se habló de una "Contra - cumbre" de la CELAC. Pero tras el tirón de orejas de Biden, el presidente argentino parece haber barrido las diferencias bajo la alfombra y concurrirá a la Cumbre. 

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Fernández amenazó con el faltazo por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Incluso se habló de una «Contra – cumbre» de la CELAC. Pero tras el tirón de orejas de Biden, el presidente argentino parece haber barrido las diferencias bajo la alfombra y concurrirá a la Cumbre.

El desplante

La Cumbre de las Américas a celebrarse a partir del 6 de junio es una reunión un tanto atípica. La última edición de la misma, celebrada en 2018, contó con otro faltazo bastante más significativo que el amenazado por Alberto y López Obrador. En esa ocasión fue el propio Trump, entonces presidente de EEUU, quién faltó a la cita.

Ahora, Biden espera resarcir el mal gesto de su antecesor poniéndose al frente de la reunión como país anfitrión. La idea es escenificar la «unidad americana» tras el liderazgo imperialista de los Estados Unidos. Dicho sea de paso, la Cumbre tendrá lugar en California, un Estado que es territorio privilegiado de los demócratas.

Algunos analistas de la derecha argentina le quitaron importancia al «desplante» albertista parándose en este antecedente, señalando que «para Biden, la reunión es un contratiempo» y una obligación por el faltazo trumpista. Es cierto que la diplomacia burguesa está plagada de gestos y escenificaciones. Pero eso no significa que tras los gestos se esconda la política.

La escenificación del liderazgo estadounidense que Biden espera lograr con la próxima Cumbre no responde solamente a cuestiones de «etiqueta». Más bien forma parte de la orientación de Biden al frente de un Estados Unidos que arrastra años de declive geopolítico. Por si hace falta aclararlo, la invasión rusa a Ucrania ha sido el colmo de los desplantes, un desafío abierto al liderazgo internacional de los EEUU y la OTAN en Europa.

En suelo latinoamericano, Estados Unidos tiene otro competidor. Se trata de los capitales chinos que buscan mercados en el Cono Sur, un territorio que supiera ser «el patio trasero» del imperialismo yanqui, pero que ha quedado postergado durante los últimos años.

Fue en ese contexto que las reclamos de Fernández y López Obrador por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua parecían venir a aguar la fiesta de Biden.

Progresismo fallido

«Yo creo en ese eje que comienza en México y termina en la Argentina […]. La OEA entró en decadencia cuando Trump intervino la OEA y apoyó el golpe en Bolivia» decía Fernández hace menos de una semana, en una entrevista con Horacio Verbitsky. La denuncia del papel de la OEA en la región vino de la mano del rechazo del bloqueo a Cuba y el intento de intervención en Venezuela, según se lo comunicó Fernández a Christopher Dodd, enviado de Biden en el país. Con estas llamativas declaraciones, Alberto parecía revivir las veleidades progresistas del oficialismo.

La idea de «pegar el faltazo» a la Cumbre de las Américas organizada por Biden o, incluso, de cuasi – boicotear la misma con una «Contra-cumbre» de la CELAC (es decir, de los países latinoamericanos, sin participación de Estados Unidos y Canadá) puede haber despertado el interés de sectores kirchneristas desencantados con el tibio albertismo de los últimos años. Algún nostálgico habrá recordado incluso los días en que Kirchner y Cháves le hacían otros «desplantes», algo mas ruidosos, a Bush y el ALCA. Sin embargo, las palabras de Alberto se las llevó el viento… una vez más.

El primero en bajarle los decibeles a las cosas fue el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Después de confirmar su ausencia de la Cumbre, AMLO dejó en claro que no participaría de ninguna «Contra-cumbre» auspiciada por el CELAC. Bien por el contrario, le pidió a Fernández que concurra a Los Ángeles para «expresar el malestar por las exclusiones». En pocas palabras, AMLO no quiso entrar en el baile de Alberto, que se quedó solo antes de que empiece la música.

Tirón de oreja del Tío Sam

Tras una charla telefónica de 25 minutos con Joe Biden realizada el miércoles por la tarde, Alberto confirmó su asistencia a la Cumbre del 6 de junio con un plus. El presidente yanqui lo invitó a visitar Washington a finales de julio para una serie de entrevistas bilaterales.

En resumen: Alberto pasó de vocero latinoamericanista de los excluidos a amigo personal de Biden en dos o tres días. ¿Qué pasó en el medio?

Varias cosas. En primer lugar, el terreno geopolítico americano se reveló menos propicio para desplantes de lo que Fernández parece haber calculado. Es cierto que la presencia de Estados Unidos en la región no es igual de fuerte e indiscutible que en otras épocas en términos diplomáticos, y que varios mandatarios (Boric, AMLO, el propio Fernández y Bolsonaro, por distintas razones) no tienen la misma cercanía con EEUU que sus antecesores.

Pero si hay descontento no llega a ser suficiente para ninguna maniobra de boicot o competencia con la Cumbre de Biden. El propio Bolsonaro, que gobierna un país con muchas mas autonomía regional que la Argentina, accedió sin discutir a la invitación de Biden. AMLO, cabeza del «progresismo» en la región, redujo sus quejas a la ausencia al rechazar la invitación pero cerrar cualquier posibilidad de una cumbre del CELAC. Sin aliados, Fernández retrocedió rápidamente y acató el mandato yanqui.

Confusión

Los periodistas cercanos al oficialismo hicieron de flaqueza virtud al elogiar el «pragmatismo» de Alberto.

«La claridad con que se pronunció sobre el tema Alberto Fernández, ha ido acompañada por decisiones que destrabaron el financiamiento chino a las represas Kirchner y Cepernic, lo cual muestra la saludable decisión de no poner todas las fichas a un solo número en el tablero geopolítico mundial y hacer en cada caso lo que el interés nacional aconseje» (Verbitsky, 29 de mayo). El reinicio de las obras en la represa Kirchner es una muestra más de la competencia de capitales chinos que señalamos hace algunas líneas. Pero poco queda de la «claridad» de Alberto tras desdecirse y aceptar la invitación de Biden.

Del otro lado del centro político, los analistas opositores criticaron a Fernández por el mismo supuesto pragmatismo. «[Maduro, Díaz Canel y Ortega] se preguntará si no fueron usados como palancas para que Fernández, al otro lado de su ambigüedad, los salude desde la capital del Imperio» (La Nación, 2 de junio).

Dejando las especulaciones psicológicas de lado, lo que queda claro es que tras los gestos y desplantes de Fernández no hay demasiado «progresismo» verdadero. Los reclamos por Cuba y Venezuela se cambiaron por una reunión en la oficina de Biden como monedas por caramelos. Las negociaciones con capitales chinos, por otro lado, no son ninguna muestra de autonomía ni soberanía argentina. A lo sumo, la discusión gira en torno a qué potencia extranjera se queda con lo mejor de los recursos argentinos.

Tras las idas y vueltas, la foto que queda es la de un presidente desorientado en la liza geopolítica. Lo mismo sucedió con el tema Rusia: después de algunas vacilaciones iniciales al momento de la invasión, Fernández dio un giro de 180 grados al condenar a Putin y proponerse como proveedor alternativo de gas para Europa en su reciente paso por Madrid.

Poco queda en Fernández y la coalición de gobierno de la «épica» kirchnerista que recuerdan los nostálgicos. Las señales de crisis se multiplican a cada paso que da el gobierno. No olvidemos que parte del trasfondo en las conversaciones Fernández – Biden es la incertidumbre por el destino del acuerdo con el FMI en momentos en que se especula con dificultades para cumplir las «metas» pactadas.

Habrá que ver cómo logra maniobrar el gobierno con la crisis económica que sacude al país mientras se inclina ante Biden y el Fondo. Detrás de los gestos, pareciera que el oficialismo no tiene mucho para ofrecer.

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