La COB fue creada el 17 de abril de 1952; el pintor muralista Miguel Alandia fue el responsable por la primera convocatoria que le dará origen a la entidad.
De este congreso inaugural saldrá la dirección encabezada por Juan Lechín, el más grande burócrata sindical que dio Bolivia en el siglo XX, que tenía el objetivo de hacer de la central una base de sustentación política del nuevo gobierno burgués del MNR. En contraposición a esto, la COB tenía la difícil tarea de aglutinar a los trabajadores, y en parte la realizó, para disputarle el poder al gobierno del MNR, constituyéndose en una seria amenaza a la nueva burguesía.
Este doble poder que existía y que se representó en la COB tenía, por un lado, a la clase obrera que había derrotado al ejército y conformado milicias armadas en las calles. Y por el otro lado, al gobierno del MNR, que al principio en cierto modo se “supeditó” a lo que decidiera la central obrera.
Veamos en qué consiste esta dualidad de poderes y cuáles son los elementos para que estas contradicciones se presenten. Para esto volveremos una vez más a Zavaleta Mercado: “Mientras la teoría de la dictadura del proletariado, es decir, la de la construcción del estado proletario, se funda en la elaboración teórica de la experiencia de la Comuna de París, la cuestión de la dualidad de poderes debe ser trabajada desde la proximidad en el tiempo, o entrecruzamiento, entre la revolución burguesa y la revolución socialista en el mismo año de 1917” (El poder dual: 31).
Es en este período cuando se ven confrontadas dos posiciones de construcción del Estado: burgués o socialista. Esta dualidad de poderes tuvo lugar en los primeros meses después de la revolución de abril.
Esta etapa de la revolución en que todavía no se consuman los hechos es cuando se definen las revoluciones: una etapa en que el tiempo vale oro, y el tiempo perdido puede ser cobrado y muy caro.
Uno de los dos rivales tomará parte del otro para reafirmarse como alternativa de poder. En esta relación de disputa, la conocida consigna de Lenin “todo el poder a los soviets” es un paso más lejos, deja atrás el período de que era una potencia no comprobada y pasa a ser un acto concluido que resuelve esa dualidad.
Esta consigna traducida a Bolivia sería “todo el poder a la COB”. Pero con la política seguidista del POR hacia el sector más a la izquierda del MNR se pierde un tiempo precioso para cambiar las cosas de raíz.
Es este organismo de poder que crearon los trabajadores el que le dará el contenido de clase a la revolución. Si bien el proletariado había conformado un organismo que nucleaba a los trabajadores mineros en 1944, la necesidad de aglutinar a todos los explotados y oprimidos hace llevar a la conformación de la central obrera.
Incluso hoy, aunque a veces la COB pierde el sentido de independencia de clase ante el gobierno del MAS y fluctúa su representatividad, queda en la memoria colectiva el poder que tiene la clase obrera cuando se moviliza, y particularmente el proletariado minero.
El problema fundamental, como hemos señalado ya, es que el partido revolucionario que tenía las posibilidades de traspasar esta barrera de los dos poderes mantenía una política oportunista “dentro del otro poder”, confiando en que podría atraer a las direcciones movimientistas hacia la revolución socialista. Pero, como dice Zavaleta, sin partido proletario no hay estado proletario; porque el proletariado sólo llega a ser realmente clase para sí cuando su impulso espontáneo se fusiona con el marxismo, en el partido proletario.
Este doble poder tenía fuertes ligazones entre lo que era el gobierno y la COB. El “cogobierno” que introdujo el MNR, con sus ministros obreros y la burocracia dirigiendo, hizo que cada día que pasaba se fuera perdiendo el doble poder y pasara a conformarse un solo poder: el de la burguesía. Este arrebato del poder que sufrió la clase obrera se produce porque el partido revolucionario, el POR, no estuvo a la altura de las circunstancias y tuvo una lógica de capitulación.
Igualmente, lo que más nos interesa aquí es develar cómo actúan estos gobiernos que se enfrentan a un poder dual, acorralados por la clase obrera con sus organismos de poder. En concreto, cómo se produjo el traspaso por el que Paz Estensoro dejó de ser un “prisionero” de la COB hasta que la misma COB pasa a ser prisionera del gobierno del MNR. O, como se pregunta Zavaleta: “¿Cómo se produce la resurrección del poder de la burguesía, que aparentemente no era nada en un mundo político en el que los obreros parecían serlo todo?” (El poder dual: 103).
La clase obrera no dependía en absoluto de la pequeña burguesía, se manejaba sola y a su manera, este poder de facto terminaba sobrepasando el poder burgués. Una de las preguntas que muchos se hacían es porqué no tomar el poder si ya el proletariado había destruido todo indicio de fuerzas represivas.
La cuestión es que el trabajo ideológico que realizó el MNR en años anteriores le sirvió para que los obreros de buena o mala gana le entregaran el poder a esta pequeña burguesía. “La ideología burguesa dominaba tanto en el polo burgués como en el polo proletario (…) Aquí se muestra cómo incluso el triunfo físico de la clase obrera significaba muy poco cuando no está acompañado de la imposición de la ideología proletaria” (ídem: 104).
Esta ideología proletaria faltaba porque el POR había orientado su política para el lado contrario. Más allá de la poca organización que poseía, el movimiento los había superado en gran medida. Pero lo que terminó de definir que el proletariado no tenga dirección revolucionaria fue la política del POR de entrismo al MNR.
En realidad la COB termina haciendo la función de un partido; no era un mero organismo corporativo, sino que tomaba las tareas del partido. Pero con esto no bastaba para la toma del poder, siendo que desde adentro se encontraba Lechín, elemento fundamental para la conformación del nuevo Estado (burgués).
Fue Lechín el que cortó toda vía de elevar la conciencia de los trabajadores. Al contrario de lo que tendría que suceder para que la clase obrera terminara de tomar el poder, el trabajo de la burocracia fue convertir este poder dual en el cogobierno MNR-COB (claro que no puede haber tal “cogobierno” burgués-obrero; el gobierno es obrero o es burgués).
Esto no duraría mucho tiempo. Ya en el 1º Congreso de la COB se define la reconstitución del ejército, que se daría pocos años después de realizada la revolución. En este congreso el MNR tenía controlado los sindicatos y se disponía a hacer negocios con el imperialismo yanqui.
La nacionalización de la minería
Por otro lado, este doble poder que venimos detallando tuvo sus repercusiones. El gobierno del MNR tuvo que realizar algunas maniobras y concesiones para calmar el sentimiento revolucionario. Así es como se da la nacionalización de las minas en el 52 y la reforma agraria en el 53. El impulso que dio la conformación de la COB trajo como primera medida la nacionalización de las minas. El MNR retrasó lo más posible la nacionalización; mientras tanto, negociaba con el imperialismo el tenor de estas nacionalizaciones.
En parte, es algo muy parecido a cómo actúa hoy el MAS. Cuando la presión rebasa todos los limites es cuando estos gobiernos de tinte “popular” aceptan, a contramano de su política, nacionalizar algún sector de la producción.
El MNR se negó a nacionalizar la minería hasta último momento, y cuando lo hizo buscó dar todo tipo de garantías al imperialismo: “La nacionalización de las minas, para nosotros, no es un punto programático consignado por influencias extranjeras, o una copia fiel que hacen en otros países (…) Es nuestro deseo y necesidad nacional que no se entorpezca la explotación de las minas de modo que pueda perjudicar la economía boliviana. Por eso, buscaremos, en lo posible, un acuerdo con los actuales poseedores, y habremos de colocarlo en un terreno de equidad. Tenemos confianza en que seremos comprendidos no sólo por los empresarios sino por los gobiernos de los países cuyos ciudadanos tengan compradas acciones de las tres grandes empresas que irán a ser nacionalizadas”, (discurso de Paz Estenssoro en mayo de 1952, citado por Luis Antezana).
La nacionalización es objeto de grandes deformaciones en la historia boliviana, porque luego el MNR lo traduce como una gran victoria, siendo que fue realizada por las presiones que el gobierno sufría de los mineros. Las grandes movilizaciones que acontecían antes de la nacionalización hicieron ver que el gobierno estaba atrapado sin salida, como lo da a entender el mismo Paz Estensoro. En su discurso hace un pedido de “perdón” por algo que lamentablemente tiene que hacer para apaciguar los ánimos…
Estas movilizaciones de masas hacían peligrar la integridad del MNR y debían ser frenadas antes de que tomaran rumbos que no podían ser controlados por la burocracia.
En septiembre del 52, el periódico Rebelión de la COB decía lo siguiente: “La COB reivindica la ocupación de fábricas y las minas por los trabajadores como única alternativa para prevenir sabotajes y desocupación… Nacionalización de las minas sin indemnización y con control obrero. Los trabajadores no aceptamos ninguna otra forma de nacionalizar las minas… El pueblo boliviano no puede cargar el peso que significa el pago de fabulosas indemnizaciones”, (en E. Olvera de Andrade, La revolución boliviana: 102)
La ocupación de las minas estaba compuesta también por el sector del ala izquierdista del MNR; el propio Lechín estaba a la cabeza de estas movilizaciones. Pero el gobierno ya proyectaba la maniobra de terminar de cooptar a gran parte de los trabajadores.
La primera gran medida fue recién en julio de 1952, y consistía en quitarles a las grandes empresas mineras la potestad de la exportación: el Estado se hacía cargo de monopolizar la exportación a través del Banco Minero. La medida tenía la función de fortalecer los sectores de pequeños empresarios. Era una forma engañosa de contener el ánimo revolucionario. En cierta forma se puede comparar con la política masista de fortalecimiento de las cooperativas en detrimento de los asalariados hoy día.
Luego, cuando la “tranquilidad” empezó a sentirse, el gobierno tomó las primeras medidas. El 2 de octubre se crea la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), una entidad minera al servicio del Estado. Ya con la corporación desarrollada por el Estado y comandada “por arriba”, la nacionalización podía realizarse sin peligro de ningún desborde “izquierdista”.
El 7 del mismo mes, las empresas de Patiño, Hoschild y Aramayo son ocupadas por el Estado. Más tarde, el 31 de octubre se firma el decreto de nacionalización, fecha simbólica para el proletariado minero. La Comibol pasa a tener 29.000 trabajadores. Mientras tanto, la indemnización de estas empresas se fija en 27 millones de dólares (ídem: 103)
Es así como el partido de gobierno se va apoderando de la situación, y cómo ese doble poder que se había iniciado en las jornadas de abril del 10 y el 11, que lleva a los trabajadores armados a las calles y luego a la conformación de la COB, va perdiendo cada vez más espacio en beneficio de otro poder que inicialmente no existía pero tenía la visión de conquistarlo: el del MNR.
La división del POR
Es importante entender por qué y cómo se fracturó el POR para luego entender cómo se dio el primer congreso de la COB. Ese congreso delineará los pasos a seguir en el fin del doble poder y la reconstitución, dos años más tarde, del ejército, política del MNR.
La Cuarta Internacional atravesaba la primera gran crisis; de aquí saldrán las grandes divisiones del movimiento trotskista internacional. Bolivia no escapó a esa crisis, que pegó justo en el proceso revolucionario más importante de Latinoamérica en esa década, y uno de los más estratégicos de toda la posguerra. Un proceso que, como hemos señalado, iba a contramano de las tendencias dominantes de la segunda posguerra de base campesina y encuadramiento burocrático, y cuya centralidad estaba en manos de la clase obrera y sus métodos de lucha.
Las resoluciones más importantes surgieron en el 9ª Congreso del POR, en septiembre de 1952 (ídem: 120). La división ya estaba consumada. Entretanto, el partido que tenía que dirigir la revolución se vio inmerso en un sinnúmero de internas partidarias.
La dirección de la Cuarta Internacional de aquella época fue parte responsable de que esta transición del doble poder a revolución socialista no se consumara. Dejó pasar esta oportunidad histórica de que la COB comandara el futuro de la revolución, como producto de la orientación del “entrismo” en las organizaciones nacionalistas del Tercer Mundo.
El POR se termina de dividir en el 10º Congreso de 1953. La fracción mayoritaria seguía con la intención de trabajar en el ala izquierdista del MNR. La esperanza de que Lechín pasase a las filas trotskistas hizo dividir al partido revolucionario. Con esto se dio un gran paso para la consolidación del ala más conservadora, que pasó a aglutinarse en el MNR.
En realidad, esta vana esperanza puesta en la evolución de Lechín se reveló como un de los desaciertos más trágicos de este sector del trotskismo en la posguerra. Se trató de un seguidismo abyecto que no estaba en la literatura ni enseñanzas del marxismo revolucionario y que, para colmo, se estrelló contra la pared de un dirigente sindical de los más astutos e inteligentes que dio la burocracia sindical en la segunda posguerra.
En cualquiera caso, la fracción mayoritaria liderada por Hugo González Moscoso y Víctor Villegas (la más oportunista), se alinea con la dirección de la Cuarta Internacional pablo-mandelista.
Por el otro lado, Guillermo Lora y Edwin Moller organizan lo que hoy es el único POR que tiene alguna representación en Bolivia, con una posición más a la izquierda. Sin embargo, estuvo y está marcado por una permanente oscilación entre un izquierdismo abstracto, elementos de oportunismo y sindicalismo casi patológicos y un discurso delirante acerca de la “excepcionalidad” boliviana, que no es más que un acendrado nacionalismo.