Entre el martes 11 y el jueves 13 de julio, ciudad lituana de Vilna fue testigo de una Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que será seguramente histórica. Los mandatarios de las principales potencias occidentales discuten planes militares para los próximos años mientras se cumplen 500 días desde el inicio de la guerra en Ucrania.
Ya el lunes comenzaron a circular versiones encontradas sobre las discusiones que tendrían lugar en Vilna. Los temas centrales estaban claros. La reorganización de la Alianza para los años que vienen y que, según todas las expectativas, serán de una mayor confrontación bélica. Las tratativas para desbloquear el ingreso de Suecia en la Alianza. Y por último la posibilidad de acelerar el ingreso de Ucrania a la OTAN, suspendido desde la Cumbre de Bucarest en 2008.
La nueva situación
La Cumbre de Vilnius es la cuarta desde el inicio de la guerra en Ucrania y la más importante desde entonces. Sucede que la invasión rusa sobre Ucrania generó fuertes cambios en el terreno geopolítico global. No sólo generó estragos en la economía mundial con la inflación y la falta de alimentos. También trasladó al terreno bélico las tensiones acumuladas durante años entre las principales potencias imperialistas.
A ese nuevo escenario corresponde una composición particular en las delegaciones. Además de los 31 países integrantes del Tratado del Atlántico Norte participarán Ulf Kristensson, primer ministro de Suecia (país solicitante), el presidente ucraniano Zelensky y representantes de las «democracias del Pacífico»: Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Ninguna de estas presencias es casual. Las solicitudes de Suecia y Ucrania de ingresar a la OTAN son obviamente parte de la expansión de la zona de influencia militar de las potencias occidentales sobre Europa. Y la entrada de las «democracias del Pacífico» remite a la otra preocupación de Estados Unidos: China. La guerra en Ucrania tiene razones económicas concretas: la competencia de las potencias internacionales. Y el principal competidor global de EEUU no es Rusia, sino China.
El (pospuesto) ingreso de Ucrania
Es evidente que el punto más candente de toda discusión en la OTAN, con implicancias mundiales, era el posible ingreso de Ucrania. Pero, pese a los gestos de avance y acuerdo en ese camino, en los hechos quedó pospuesto al menos hasta el final de la guerra con Rusia.
Este último punto fue despejado durante el primer día de la Cumbre, tras una serie de reuniones bilaterales protagonizadas por el presidente norteamericano Joe Biden. El mandatario demócrata logró pactar un acuerdo dentro de la Alianza con el acompañamiento de los gobiernos británico (Biden se había reunido con el premier Sunak el mismo lunes), francés y alemán.
Por un lado, Stoltenberg confirmó que la OTAN garantizará mecanismos de seguridad a Ucrania para hacer frente a la guerra con Rusia, que parece lejos de terminar. En los últimos días se había hablado de una posible «garantía de seguridad» que finalmente no será tal.
El tecnicismo no es menor. Una garantía de seguridad implicaba según el estatuto de la OTAN el ingreso de los aliados a la guerra. Los mecanismos de seguridad, por otro lado, incluyen asistencia armamentística, de inteligencia y logística por parte de los Ejércitos aliados.
Bajo el patrocinio de Biden, la OTAN eliminará el requerimiento de un MAP (Plan de Acción de Membresía) para el caso ucraniano. Así, el gobierno de Zelensky podrá saltarse largos pasos protocolares en la solicitud de membresía. Se trata de una excepción histórica nunca antes contemplada para ningún país ingresante. Una demostración de la relevancia que la guerra en Ucrania tiene para los intereses futuros del imperialismo yanqui y europeo.
Según Stoltenberg, quedan dos condiciones restantes para el ingreso de Ucrania. Por un lado, deberá readecuar su sistema militar e institucional para posibilitar la interoperabilidad militar con el resto de los países de la OTAN.
Segundo (y más importante) está el pequeño problema de que Ucrania está en guerra. Según Stoltenberg «las fuerzas ucranianas han demostrado valor, destreza, competencias, que han impresionado a todo el mundo, pero, al mismo tiempo, hay una guerra en toda regla». Mientras sea así, los aliados del Atlántico Norte consideran que «no es el momento para convertir a Ucrania en miembro pleno de la Alianza».
Este era en realidad el centro de la cuestión. En las últimas horas, el propio Zelensky había declarado que es «absurdo» que la Alianza no de una fecha concreta para el ingreso de Ucrania. Biden le concedió privilegios de membresía, pero no una fecha.
We value our allies. We value our shared security. And we always appreciate an open conversation.
Ukraine will be represented at the NATO summit in Vilnius. Because it is about respect.But Ukraine also deserves respect. Now, on the way to Vilnius, we received signals that…
— Володимир Зеленський (@ZelenskyyUa) July 11, 2023
Está claro que las potencias de la OTAN quieren efectivizar el ingreso de Ucrania a la Organización. Pero también está claro que ninguna de esas potencias, comenzando por EEUU, tiene deseos o intenciones de embarcarse en una guerra directa con la Rusia de Putin. Y mucho menos en el centro del continente Europeo.
Apenas se convierta en miembro pleno de la OTAN, Ucrania gozará de todas las garantías (y obligaciones) del Tratado. Entre ellas se cuenta la obligación de auxilio mutuo en caso de guerra. Si la membresía se concretara hoy por hoy, las potencias de la OTAN estaría obligadas a declararle formalmente la guerra a Rusia.
Y las consecuencias de una decisión como esa serían explosivas. En sus declaraciones, Zelensky se queja amargamente, denunciando que dejaron una ventana abierta para «usar la membresía de Ucrania a la OTAN para negociar con Rusia».
Es decir, la posición del gobierno de Kiev es que la Alianza militar encabezada por Estados Unidos debería entrar en guerra abierta con Rusia lo más rápido posible. La irresponsabilidad absoluta de semejante posición es evidente: implica la posibilidad de una guerra nuclear si las cosas escalaran de esa manera. Y, sin embargo, Kiev ya está armada hasta los dientes con las armas de la OTAN. No habría podido sostener la guerra hasta ahora sin esa «ayuda».
Mientras tanto, en su proyecto de convertirse en potencia imperialista, Moscú mantiene ocupadas zonas enteras de Ucrania, sojuzgando la independencia y la voluntad de los pueblos aplastados por su bota militar. No hay otra posición socialista o de izquierda que no sea la exigencia de que sus tropas se retiren inmediatamente de las zonas ocupadas (con la posible excepción de Crimea, donde debería poder hacerse un referéndum no condicionado). Pero esta posición es muy diferente a la del gobierno ucraniano: Zelensky quiere una guerra directa entre potencias imperialistas, en la que el pueblo ucraniano y su soberanía solamente pueden ser aplastados por uno u otro bando.
Suecia y Turquía
Otro tema que generó discusiones fue la solicitud de ingreso de Suecia, bloqueada desde hace algunos meses por Turquía. A pesar de cumplir con las condiciones formales, Erdogan sigue mostrando resistencia por lo que el llama la falta de «combate al terrorismo» del Estado sueco. En concreto se trata del asilo diplomático de Suecia a muchos refugiados kurdo – sirios que escapan de la invasión turca sobre el Kurdistán.
En 2019, el gobierno sueco (junto a Finlandia, hoy ya dentro de la OTAN) habían declarado un embargo de venta de armas a Turquía luego de que Erdogan realizara una incursión bélica contra las milicias kurdas del YPG en Siria.
Para ganar la simpatía turca, Suecia levantó el embargo el año pasado. Y esta última semana un tribunal sueco condenó a un hombre por intentar aportar dinero al PKK, el Partido Democrático Kurdo ligado a las YPG. Parece que las famosas «democracias nórdicas» dejaron atrás los años de abstencionismo bélico y de progresismo institucional para dejarle paso a la represión anti–kurda a cambio de un asiento en dentro de la Alianza.
Es cierto que también hay otras cuestiones (menos diplomáticas y más concretas) detrás de las tensiones entre Erdogan y la mayoría de la Alianza.
«El bloqueo a Suecia se sobrepone por supuesto a otras cuestiones. Turquía presiona desde hace tiempo para obtener armamento avanzado de producción estadounidense, especialmente modernización para los aviones de combate F-16 de los que ya dispone y la compra de nuevos. La Casa Blanca aprobó un paquete de venta de softwares de mejora de los F-16 después de que Turquía diera luz verde a la entrada de Finlandia, pero la cosa se atascó en el Congreso. Las partes sostienen que los asuntos son separados de las negociaciones de adhesión, pero muchos expertos entreven un vínculo entre ambas» (El País, 9/7).
A último momento, sin embargo, Jans Stoltenberg, presidente de la OTAN, anunció un principio de acuerdo con Erdogan. Tras una serie de reuniones, Turquía aceptó «desbloquear» la entrada para Suecia. A cambio, el país nórdico le haría algunos favores diplomáticos a Erdogan, como renegociar las relaciones aduaneras entre Turquía y la UE.
Buenas noticias para la industria de la guerra
Pero la principal noticia real de la Cumbre fue seguramente el lanzamiento de «Planes de Defensa Regionales». Esto significa concretamente dos cosas. En primer lugar, cambios en la coordinación militar y de inteligencia entre los aliados. Los expertos en el campo militar lo marcan como la mayor reestructuración de la Alianza desde la Guerra Fría. Este sólo dato da cuenta de un cambio histórico en las expectativas de las potencias.
La guerra en Ucrania demostró claramente que las tensiones geopolíticas existentes están lejos de resolverse pacíficamente. Durante los próximos años, no harán más que agudizarse en paralelo con las tensiones económicas. Ahora la OTAN da los primeros pasos preparatorios para lo que se esperan serán años convulsionados.
Por esto se espera también una renovación de las políticas de gastos militares. En 2014, la OTAN estableció un objetivo de presupuesto militar del 2% del PBI para los países miembros, que debía cumplirse hacia el año 2024. Ahora ese objetivo será establecido como nuevo piso de gasto.
Sin embargo, datos de la propia OTAN muestran que solo 11 de los 31 países miembros estarían en condiciones de cumplir ese objetivo este año. Se trata de Estados Unidos, el Reino Unido, Polonia, Grecia, Estonia, Lituania, Finlandia, Rumania, Hungría, Letonia y Eslovaquia.
El resto de los países debería pensar cómo explicarle a su población que habrá menos dinero para gastos sociales y desarrollo y más para la industria bélica. Recordemos que hace pocos meses los gobiernos europeos le pidieron «austeridad» a su población, cuando la escasez de energía llevó las tarifas de la calefacción a precios impagables para la mayoría de los hogares.
El retorno de la guerra a Europa ya generó fuertes problemas en la economía y las condiciones de vida internacionales. Pero el mensaje de la OTAN es claro: las potencias se preparan para años de más y mayores conflictos bélicos.