¿Cristina 2023?

Posiblemente, la novedad más rutilante de la semana sea el indicio de lanzamiento de Cristina como candidata presidencial en el 2023.

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Foto: Radio Gráfica.

Su discurso en la Universidad Austral del Chaco, donde fue a recibir el titulo honoris causa, se terminó convirtiendo en una plataforma con una serie de cuestionamientos al rumbo económico del gobierno y que dejaron instalado el aroma una posible candidatura para la ronda electoral del año próximo.

Sin haberse resuelto ninguno de los problemas estructurales del país, que sigue sumergido en una inmensa crisis social y política, hay una serie de factores mediadores que tienden a estabilizar la situación, y que son los que utilizan las grandes fuerzas burguesas para una apertura incipiente de la campaña electoral, con la consiguiente danza de nombres y candidatos.

¿Desborde o no?

Hace algunas semanas, decíamos que Argentina acumula una serie de elementos de crisis propia de una “situación objetiva prerrevolucionaria” (dado la suma de la escalada inflacionaria, con sus consecuentes efectos sobre la economía y la situación social; y la crisis política abierta en la coalición gobernante, sumada a la que expresa Juntos por el Cambio). Estos elementos, sin haber salido de escena en absoluto, se combinan con una serie de factores mediadores que hasta el momento han logrado que la situación no se salga de sus cauces tradicionales.

El primer elemento es el acuerdo con el FMI, al cual el gobierno encadena su suerte con Martin Guzmán a la cabeza. Con la situación atada con alambre, el acuerdo estabiliza momentáneamente la economía. El FMI ya está revisando las metas del programa acordado en marzo, y el Ministro de Economía se esfuerza por cumplir con lo acordado.De hecho, ya sobrecumplió el compromiso de reducción del déficit fiscal, la baja de la emisión monetaria y la acumulación de reservas.Más allá de todas las tensiones que puede acumular el plan (recorte de subsidios, aumento de tarifas, aumento de la inflación, etc.), funciona desde el punto de vista político para dar un horizonte de certidumbre a la burguesía.

El segundo elemento es la contención que ejercen las direcciones sindicales y de los movimientos sociales oficialistas, que se esfuerzan por que no se exprese por ninguna vía las demandas de sus representados. Pactaron con el gobierno paritarias mentirosas de alrededor del 60%, en comodísimas cuotas, y con supuestas cláusulas de revisión, que dan por resultante recibos de sueldo que son verdaderos arcanos para la mayoría de los trabajadores, que solo ven que van al supermercado y la plata se esfuma de las manos. Mientras tanto, las fábricas y lugares de trabajo son el reino de las horas extras y la superexplotación para compensar, más no sea parcialmente, el deterioro del nivel de vida. Las direcciones sindicales trabajan a conciencia para ser un sostén fundamental del gobierno en esta etapa. Por fuera de esto, quedan una porción inmensa de la clase obrera tercerizada o precarizada que se encuentra sin representación, y que es un factor dinámico que puede operar como elemento de desborde (ver el caso de los tercerizados de la empresa Comahue en el Ferrocarril San Martin).

El tercer elemento, es la ya señalada apertura de la campaña electoral. Este apuro por empezar a plantear candidatos, tanto en el oficialismo como en la oposición, opera de manera de contener la incertidumbre de la mayoría de la población que ve día a día deteriorarse su situación, que se consume en la incertidumbre del rumbo del país, y que no encuentra un canal por donde plantear sus demandas y necesidades. Es la remake del “hay 2019” kirchnerista, pero ahora tomada por todo el arco político-electoral. Volveremos sobre esto.

Podemos sumar a esto un elemento más: el aumento de la represión y la persecución a activistas y trabajadores que vimos en las últimas semanas. Podemos contar los presos por la movilización contra el FMI del 8 de febrero, la represión al movimiento ecologista en Aldalgalá (Catamarca), y la represión a los ferroviarios tercerizados de Comahue que protagonizaron un corte de vías del ferrocarril San Martin (acompañadas por el Nuevo MAS, la Corriente Sindical 18 de Diciembre y el SiTraRepA) hace algunas semanas, donde se llevaron detenido un compañero que se encuentra judicializado. De esta manera el gobierno responde a la presión que viene desde la derecha que pide más mano dura, menos cortes de calle y conflictividad social; pero que también le sirve para marcar la cancha a los sectores que quieran salir a luchar.

En síntesis, sin haberse eliminado ninguno de los factores de potencial desestabilización política y económica (se espera para el jueves 12 de abril el nuevo índice de inflación, que se acercaría al 6%, mientras el numero para el año se proyecta en alrededor de un 70% -“si todo sale bien” como afirman funcionarios oficialistas-), la suma de los elementos de contención desplegados desde las instituciones burguesas, con un peso cada vez más importante de la carrera electoral, conforman una coyuntura de “eterno impasse”, donde ningún problema estalla, pero tampoco se resuelve.

Se abre la carrera electoral

Como señalamos más arriba, las fuerzas burguesas vienen desde hace semanas en sus aprestos electorales. Las discusiones en Juntos por el Cambio, que muestra 3 o 4 posibles presidenciables – sumados a la discusión por los candidatos para la Provincia de Buenos Aires-, el proyecto opositor por la boleta única en el Congreso (con el voto aprobatorio vengonzosamente del Partido Obrero, junto a la derecha y Milei), e incluso la “vuelta” de Macri al debate público, apuntan al intento de resolver de manera ordenada una disputa con matices reales. Estos matices se escenificaron durante las últimas semanas en los foros, conversatorios y congresos de la burguesía nacional y transnacional, donde tanto “palomas” como “halcones” se calzan la pilcha para convencer a lo más granado del capitalismo. En ese marco, hay dos grandes problemáticas. En primer lugar, hay presión real que ejerce la figura de Javier Milei sobre el ala dura del PRO (Macri, Bullrich), quienes ven peligrar su espacio político en manos del candidato liberfacho, que viene siendo “inflado” de manera creciente por los medios de comunicación, pero logrando una instalación progresiva –sin una fuerza social que lo encarne, por ahora- en los ámbitos de debate. El segundo problema, es la propia presión de la burguesía, que si bien sostiene a Martin Guzmán como garante del acuerdo con el FMI mientras pide certidumbres hasta el 2023; empieza a seleccionar posibles presidenciables para el año próximo, en busca de un programa que resuelva de manera capitalista –es decir, redoblando la explotación, quitando derechos, etc.- la crisis del país para poder seguir acumulando ganancias.

Sin embargo, lo más novedoso sucede en la propia coalición oficialista. Mientras se instala un clima de crecientes cruces verbales, que ya incluyen al propio Alberto Fernández y a Cristina, el conflicto interno parece tender a hacerse más pautado. Fue significativa la ausencia de alguna mención al acuerdo con el FMI por parte de Cristina en su alocución en Chaco. La disputa se ha vuelto sobre el rumbo económico, donde el kirchnerismo tiene poco para ofrecer. En las últimas semanas ha ensayado algunos gestos, como pedir que se adelante el aumento del salario mínimo, vital y móvil al 1º de junio (llegando a $48 mil, mientras el costo de la canasta básica sobrepasa los $90 mil). Todo parece demasiado poco, pero alimenta el relato épico con el que intentan contener al sector social “desesperanzado con el gobierno”, mientras hay señales cada vez más claras de que no va a haber una ruptura en el gobierno (“si el Gobierno es nuestro. Nosotros constituimos esta fuerza política, lo convocamos a Alberto y ganamos las elecciones” declaróLarroque hace unos días). El doble juego de “oficialismo/oposición” del kirchnerismo apunta a desgastar al albertismo –en particular a su equipo económico-, mientras en el fondo se lo sostiene sin plantear un rumbo alternativo. El nuevo “operativo clamor” a Cristina, aunque de baja intensidad, se basa en una hipótesis donde, siguiendo la regla internacional, la licuación del centro político, la fragmentación electoral y la tendencia a los extremos, abran una situación electoral donde se pueda acceder a un posible ballotage con una porción menor de votos de la que estamos habituados en el sistema bicoalicionista argentina (donde tradicionalmente se llevan entre el 80 y 90% de los votos).

La respuesta del Alberto a esto, en su gira por Europa, fue inmediatamente lanzar su reelección, amparado en que el acuerdo con el FMI puede resultar fructífero y que en los próximos meses se verán mejoras en la situación económica que le permitan llegar con vida al año próximo.

Las tareas de la izquierda

Mientras tanto, se está desarrollando la Marcha Federal, que culminara en Plaza de Mayo con decenas de movimientos sociales de todo el país. Esta inmensa marcha de desocupados pone en el centro el flagelo de la desocupación y la pobreza en las filas de la clase trabajadora. Más allá del debate que sostenemos con organizaciones como el Partido Obrero (ver “El PO y el movimiento de desocupados: una estrategia equivocada”), debemos apoyar todas las movilizaciones que encarnen demandas de los más necesitados, con un programa que plantee como solución el trabajo genuino. En el mismo sentido, el apoyo a la lucha de los precarizados como los trabajadores de Comahue, que vienen peleando por el pase a planta permanente, mientras ponemos en pie una campaña nacional por un salario de $130 mil, ante el avance de la inflación y el deterioro de las condiciones de vida. La izquierda tiene el deber de plantar una voz que acompañe el reclamo de los trabajadores y los sectores más postergados de la sociedad, mientras disputa la conciencia de millones con ideas anticapitalistas como solución a la crisis crónica en que la burguesía y los partidos tradicionales tienen sumido al país.

 

 

 

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