Con su peor demostración de fuerza en las calles y al borde de ser procesado por el intento de golpe de Estado, Bolsonaro y el bolsonarismo reflejan, hasta la fecha, muchos más elementos de desmoralización que de resiliencia y capacidad de movilización de masas. Sin embargo, en el “otro lado”, el lulismo se niega a movilizar en las calles y sigue en decadencia, lo que confirma una doble crisis política nacional de los movimientos políticos de de masas en el país. Artículo de Esquerda Web.
El pasado domingo 16 de marzo, Bolsonaro y la extrema derecha volvieron a llamar a las calles. Ahora a la defensiva por su condición de inculpado por intento de abolición violenta del Estado democrático de derecho y a punto de convertirse en imputado junto a otros 33 (entre ellos Braga Netto, Augusto Heleno, ex comandante de la Marina, militares de alto y medio rango y policías), la manifestación fue mucho menor de lo esperado por los partidarios de Bolsonaro: ¡esperaban, con cierto cinismo, un millón de manifestantes!
Hubo 18,3 mil manifestantes en el apogeo de la movilización según investigadores de la USP (Datafolha trabaja con el número de aproximadamente 30 mil participantes). El contingente en las calles de Copacabana-RJ fue indiscutiblemente insuficiente para que avanzaran para dar algún paso adelante con la principal consigna del bolsonarismo y la extrema derecha hoy: “¡amnistía ya!” (léase, impunidad para Bolsonaro y todos los golpistas).
No sólo eso, los números indican categóricamente la cristalización de una crisis para el bolsonarismo y la extrema derecha ante la posible prisión de su líder. Aunque la extrema derecha está dividida respecto al nombre que sustituirá a Bolsonaro en las elecciones de 2026 –varias figuras de la derecha no estuvieron presentes en el evento–, la extrema derecha ya está haciendo movimientos para levantar a Tarcísio de Freitas como su representante para 2026. Además de la agitación principal de “¡amnistía ya!”, el evento también levantó de forma secundaria la bandera de “fuera Lula 2026”. Se trata de una operación para cambiar la forma más que el propio contenido: aunque Tarcísio y las otras alternativas sean ultrarreaccionarias, la idea es transmitir una apariencia de más “normalidad”, es decir, menos botas de combate y más trajes y corbatas.
Los números demuestran claramente poca fuerza del bolsonarismo en la manifestación, y por eso no es casualidad que Bolsonaro abriera su discurso diciendo que era “uno de los días más difíciles” de su vida… Para darnos una idea del dinamismo político del bolsonarismo, en febrero del año pasado, ya fuera del gobierno, Bolsonaro reunió a aproximadamente 185 mil personas en la Avenida Paulista contra las investigaciones de la Policía Federal sobre el intento de golpe de Estado. También podemos hacer una comparación de actos en la misma ubicación geográfica que expresan la misma tendencia: el 7 de septiembre de 2022, casi 70 mil personas ocuparon las calles de Copacabana en un acto por la reelección de Bolsonaro. Sin embargo, en esa ocasión las manifestaciones ocurrieron simultáneamente en varias capitales y ciudades de Brasil, en São Paulo aproximadamente 35 mil salieron a las calles el mismo día.
No es de extrañar que el clan Bolsonaro y las principales figuras de la extrema derecha hayan reivindicado patéticamente la cifra divulgada por la Policía Militar del estado de Río de Janeiro: 400 mil. Además de las risas que esa cifra mentirosa genera, demuestra también la férrea lealtad bolsonarista de la corporación militar de Río de Janeiro y de su jefe y gobernador del estado, Cláudio Castro (PL). Pasemos ahora a los movimientos desde arriba, a través de las instituciones burguesas del Estado.
En noviembre de 2022, tras la derrota electoral de Bolsonaro, el entonces diputado federal, mayor Vitor Hugo (PL-GO) presentó un proyecto de ley que pretendía dar amnistía a los manifestantes de las primeras movilizaciones golpistas del 30 de octubre, cuando cortaron carreteras en todo el país. Desde entonces, este proyecto se ha actualizado a la luz de nuevos hechos políticos y nuevos movimientos golpistas. Al año siguiente, en 2023, con la Cámara Federal renovada, el proyecto pasó a contemplar la amnistía para todos los involucrados antes y después del 8 de enero.
En resumen, el presente proyecto pretende brindar la amnistía más amplia e irrestricta para todos aquellos que participaron directa o indirectamente en los actos golpistas. La amnistía se concedería, por tanto, a todos aquellos ya juzgados o que estén aún siendo juzgados. Es decir, sería una amnistía preventiva y con extinción de la pena de todas las personas ya condenadas.
Otro mecanismo para tal garantía (que sienta un precedente para cualquier acción golpista futura) es el cambio en el Código Penal que requeriría la tipificación del uso de violencia grave contra personas en casos en que los sospechosos sean procesados por intentar abolir el estado democrático de derecho. Por último, el proyecto de ley también garantizaría los derechos políticos de los condenados o investigados, un dispositivo que favorece exclusivamente a Jair Bolsonaro. En otras palabras, todo este montaje no es más que otro golpe a los derechos democráticos dentro de la institucionalidad burguesa. Sin embargo, en la actual situación no parece poder avanzar sin que el bolsonarismo salga realmente de la defensiva y demuestre una vez más su capacidad de movilizar sectores de masas.
Bolsonaro dice que cree en un regreso al poder, una declaración que contradice su postura victimista en la manifestación de ayer. Afirma tener el apoyo político de Gilberto Kassab, presidente del PSD (el partido que más alcaldes eligió en todo el país el año pasado), para garantizar el indulto en forma de ley de amnistía. Además, el diputado federal y líder del PL en la Cámara Federal, Sóstenes Cavalcante, dijo que solicitará que se tramite con urgencia el referido proyecto. A priori, ambas declaraciones nos parecen más síntomas de la situación defensiva del bolsonarismo que cualquier otra cosa.
Así, si a Bolsonaro le resulta muy difícil salir de las cuerdas desde abajo, no podría ser diferente desde arriba dada la demostración de debilidad política en la movilización en las calles. Por tanto, entendemos que implementar este proyecto de amnistía parece bastante improbable en la situación actual.
Pero, incluso si el proyecto logra llegar al Plenario del Congreso, hay otro elemento ya mencionado que le pone dificultades a Bolsonaro y a los golpistas por la vía institucional: la inclinación de la clase dominante brasileña a no querer financiar otra aventura bonapartista, es decir, su oposición (sobre todo de sectores vinculados a la industria y al capital financiero) a apostar nuevamente a una receta que puede hacer estallar al país en una nueva y más profunda crisis política. Y esto no es casualidad, la burguesía brasileña es históricamente preventiva y mueve el tablero político con profunda sensibilidad hacia sus intereses y, en consecuencia, busca una salida más aceptable para la sociedad a través de la centro-derecha.
Además, sin descartar a Tarcísio como su interlocutor político de la extrema derecha para el 2026 y otras elecciones (parece que de hecho será su candidato), la burguesía recibe sin falta todo lo que exige del actual gobierno liberal-social burgués de Lula. Éste, para no chocar con la clase dominante, ha sido despiadado con los explotados y oprimidos, y un león de circo desdentado con una carpa rota que soporta los azotes de la derecha y la extrema derecha como parte de la estrategia utópica para superar la crisis política del país sin confrontación abierta.
De la izquierda del orden a la izquierda socialista independiente
A principios de este año, afirmamos que la situación nacional se estaba procesando por el fortalecimiento del Centrão y un cambio en la práctica del régimen político brasileño hacia un semipresidencialismo reaccionario, alimentado de punta a punta por el lulismo y el bolsonarismo. Pero que la síntesis de esta situación se expresa en la doble crisis de las organizaciones políticas de masas.
Si el bolsonarismo y la extrema derecha están contra las cuerdas, esta situación no hace nada para rehabilitar al actual gobierno de Lula, que enfrenta sus peores niveles de popularidad de la historia desde que ejerció su primer mandato en 2003 (para nosotros, esto no es sólo un fenómeno circunstancial, meramente momentáneo). Ya hemos señalado las razones de tal descenso en nuestras últimas notas sobre el tema.[1] Por eso, ahora queremos centrarnos en el papel intrascendente y traicionero que desempeña el lulismo y sus satélites, como el posibilismo que se apoderó del PSOL, frente a la posibilidad histórica de derrotar categóricamente a la extrema derecha. También en la esterilidad economicista que se apoderó de la izquierda socialista independiente, como es el caso del PSTU y MRT.
La primera definición es que utópicamente (una utopía reaccionaria), para normalizar el régimen democrático burgués y enfrentar al bolsonarismo, el lulismo, como el PSOL, apuestan única y exclusivamente en negociaciones de posiciones políticas y en la burocracia judicial, ésta como el sujeto que debe o no determinar el castigo (y en qué escala) a Bolsonaro y los golpistas. Es una posición condescendiente que, a lo largo del ciclo histórico de amnistía a golpistas, asesinos y torturadores, jugó un papel central en la elección de Bolsonaro y su intento de golpe.
En segundo lugar, al formar un gobierno liberal-social burgués con duros ataques a los trabajadores y oprimidos (no social-liberal como pretende el PSTU, repitiendo mecánicamente viejas fórmulas como si la historia se repitiera cíclicamente) -apoyado e integrado por el PSOL, que muy probablemente anunciará pronto a Boulos como ministro- combina la desmovilización consciente (limitándose a un discurso cínico de defensa abstracta de la democracia) con una agenda económica agresiva que resulta en el mantenimiento de una pésima calidad de vida para los de abajo.
Aquí destacamos que la estrategia de conciliación de clases se apoya única y exclusivamente en la falsificación de la realidad como autojustificación de todo tipo de cretinismo parlamentario y traiciones de clase. Según Valério Arcary, líder de Resistencia-PSOL, nos enfrentamos a la llegada de un invierno siberiano, una derrota histórica para la clase trabajadora, y por eso necesitamos, en sus palabras: «un Lula moderado, el Lula que negocia con el Centrão por la gobernabilidad del Congreso Nacional. El Lula que apoyó a Hugo Motta [en las elecciones a la presidencia de la Cámara Federal] (…) para derrotar a la extrema derecha, porque estamos al borde del abismo, de una catástrofe histórica».[2]
No sólo eso, según Arcary, “(…) estamos en un escenario internacional aún peor que el de los años 1930, que desembocó en el fortalecimiento del nazismo y la Segunda Guerra Mundial.»[3]En otras palabras, ante una crisis estratégica objetiva del capitalismo a nivel internacional, que está poniendo a prueba una nueva forma de gobernar que podría desencadenar un movimiento de masas infernal para la burguesía -como es el caso del nuevo gobierno de Trump), Arcary se limita al rol del ala izquierda del socialliberalismo burgués que mide la correlación de fuerzas unilateralmente y descarta cualquier perspectiva de reversibilidad dialéctica de la lucha de clases. Se convierte así en una especie de neurótico obsesivo, temeroso de su propio deseo —el socialismo—, pero sin hacerse cargo de sus riesgos ni posibilidades disruptivas.
Al final, todo se resolverá sin lucha, si Dios nos ayuda. ¿Es posible que los fascistas decidan pasar de las palabras a los hechos? Los socialdemócratas nunca lo hemos decidido, y sin embargo, no somos peores que los demás.[4]
Mariucha Fontana, en una nota reciente del PSTU, afirma que Valério genera miedo e impotencia y, de hecho, lo hace. Pero pensamos que va más allá. Lo que hace Arcary es más profundo que una mera agitación defensiva: de la mano del lulismo, de Boulos y compañía, Valério -al no entender que hay peligros, pero también posibilidades, ya que no estamos en medio de una derrota histórica como la que tuvo lugar a fines de la década de 1930- termina alimentando, teórica y paradójicamente, la construcción de verdaderas derrotas y la desmoralización política de las nuevas generaciones. Se ha convertido en un ex teórico de la revolución permanente que hoy teoriza exclusivamente sobre una revolución pasiva utópica en la que Lula y la dirección lulista ni siquiera tienen la intención de hacer ninguna “revolución” desde arriba. Lo cierto es que Valério se está convirtiendo cada vez más en un teórico de la política mezquina.[5]
Por un lado, es clarísimo el papel de contención y traición del lulismo y del PSOL respecto a la posibilidad histórica de una victoria de los explotados y oprimidos saliendo a las calles para detener a Bolsonaro y a todos los golpistas y revertir la correlación de fuerzas entre las clases sociales. Del otro lado, la izquierda socialista independiente se limita, desde otro ángulo, a una posición también estéril frente a la realidad. Veamos.
Tanto el PSTU como el MRT han adoptado una orientación política saturada por el par dialéctico de economicismo y sectarismo. ¿Y eso qué significa? Que ambas organizaciones se limiten a agitar y construir la lucha de manera excluyente bajo banderas económico-sindicales (fin de la escala 6×1, de las contrarreformas como la fiscal, etc.). Para estas organizaciones, no existe una relación inseparable entre la necesidad de castigar a los partidarios de Bolsonaro y la extrema derecha con las reivindicaciones inmediatas mencionadas anteriormente. Es al menos sintomático que hayamos sido la única organización en el plenario nacional por el fin de la escala 6×1 en plantear la necesidad de combinar la lucha por el fin de esta escala con la prisión de Bolsonaro y todos los golpistas; por unificar agendas económicas y democráticas.
Para el PSTU, parece que la historia ya ha dictado sentencia: Bolsonaro ya fue arrestado y, por lo tanto, no hay necesidad de luchar por esta causa, ni por la detención de todos los demás golpistas, ni por la expropiación de sus bienes, ni por el fin de los tribunales militares y la ley de amnistía de 1979. Lo que queda por delante, por lo tanto, son agendas económicas y una burda explicación de la forma política del partido para explicar la capitulación política del PSOL ante el lulismo.
Para los compañeros, el retorno del PSOL al PT, su liquidación como alternativa de izquierda, ocurre exclusivamente porque asume la forma de un partido amplio de tendencias y no específicamente por su orientación – por su contenido político-programático. Una idea no dialéctica en la que se transmite que la forma predetermina el contenido: es una interpretación organizacionista sobre el tema.
Es decir, evidentemente el PSOL nunca fue un partido revolucionario, siendo su naturaleza desde el principio intermedia, táctica, que pudo haber desembocado en un partido revolucionario en su proceso de disputa política interna. En este sentido, es un error que el PSTU en la época se negara a la formación de un partido con los sectores que rompían con el PT y las corrientes formadas a partir de la antigua Convergencia Socialista, hecho que, contradictoriamente, impulsó la formación de un PSOL con un desequilibrio entre corrientes reformistas y revolucionarias, que acabó en su completa liquidación política. Además, si no fuera por la existencia de tendencias internas, el proceso liquidacionista, una batalla que lamentablemente perdimos por varias razones, se habría materializado mucho antes.
Queda la impresión de que, para el PSTU, el problema del PSOL podría haberse resuelto adaptando un “proyecto de partido revolucionario, socialista y leninista”[6]en contraposición al modelo de “partido amplio”[7]. Una “conclusión” que podría venir de los campos más vulgares del “marxismo”, como la tradición estalinista que se dice “marxista-leninista”, que hace la misma crítica al PSOL, y al trotskismo, de manera casi idéntica.
Nos parece que los camaradas han olvidado una lección elemental de Trotsky sobre el partido revolucionario, cuando afirmó que los conceptos organizativos del partido, como la «democracia» y el «centralismo», pierden toda su grandeza [eficacia] al superponerse a abstracciones generalizadas en relación con el programa revolucionario del partido para los explotados y oprimidos: «Una política de clase correcta es la condición principal para una democracia de partido sana. Sin ella, todo discurso sobre democracia y disciplina es vano; peor aún, se convierte en un arma para la desorganización del movimiento proletario». También olvidan que la forma del partido revolucionario, bajo un programa revolucionario asertivo, puede encontrar cierta ductilidad dependiendo de las circunstancias históricas.
Consideremos ahora la naturaleza sectaria del PSTU. Al economicismo del mencionado partido se le une el sectarismo como su otra cara. Como alternativa y construcción de una oposición de izquierda al gobierno Lula no hay para ellos perspectiva real de construir frentes socialistas independientes ni de unidad en la acción, incluso con los sectores reformistas, para enfrentar a la extrema derecha en las calles. Desestiman completamente esta tarea, casi dando a entender que basta con exigir la independencia de clase y formar una oposición de izquierda para que las tareas democráticas se resuelvan automáticamente.
El MRT también asume esta misma posición sectaria, con exactamente los mismos matices en relación a la táctica de la unidad en la acción. Sin embargo, respecto de la construcción de un frente de izquierda socialista, no hemos encontrado nada que nos permita afirmar que los compañeros luchen por esta herramienta de acción común.
En cuanto al economicismo del MRT, tomemos como ejemplo las consignas de las compañeras en el último Día Internacional de la Mujer Trabajadora (8M): «Contra Trump y los capitalistas, de manera independiente del gobierno, para enfrentar el 6×1 y el marco fiscal. ¡Palestina libre ya!». En primer lugar, lo que llama la atención es la falta de cualquier consigna contra Bolsonaro en la agitación, como si él y su base social hubieran desaparecido de la lucha de clases del país y no fueran, de hecho, una enorme barrera en la lucha para acabar con la escala 6×1, por ejemplo. En segundo lugar, ¿cuál sería la justificación política, además de la misma orientación economicista, para dejar fuera de su agitación la bandera democrática por la legalización del aborto seguro y gratuito en los hospitales precisamente en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora?
Por eso, es llamativa que ambos sectores caen, una y otra vez, en una posición también estéril frente a la magnitud histórica de las tareas planteadas por la lucha de clases en el país. Frente al eje reformista, destacan la otra cara del impresionismo: la complacencia. Su orientación subestima el bolsonarismo y la extrema derecha a tal nivel que no hay necesidad de ninguna agitación contra ellos, una posición inversa que se acerca al mismo resultado estéril del oportunismo derrotista del PSOL, que sobreestima la fuerza de nuestros enemigos. En el fondo, pecan metodológicamente y de manera opuesta al PSOL, una vez más, en su modo de medir la correlación de fuerzas sociales: en milímetros y de forma permanente.
Por eso, el economicismo de estas organizaciones no es inofensivo, se basa en limitar la acción de la clase obrera y los oprimidos a las cuestiones inmediatas (sindicales), como si estas fueran en sí mismas capaces de conducir a la movilización revolucionaria de las masas. Nada podría ser más antileninista y ajeno a la experiencia histórica de nuestra clase. Al negarse a entrar en el debate sobre la detención de Bolsonaro, el fin de la Ley de Amnistía y los tribunales militares, están entregando toda la acción política actual a la clase dominante a través de sus instituciones políticas. Abortan la posibilidad de unificar la vanguardia de la clase trabajadora en torno a un tema con gran capacidad de conexión e impacto en la base social de Lula.
Para nosotros, la corriente Socialismo o Barbarie y la juventud ¡Ya basta!, es necesario afrontar la actual situación nacional con la mayor consecuencia política. Una vez más, insistimos, se abre una posibilidad histórica para llevar adelante una tarea que estaba pendiente en nuestro país desde 1979 cuando se decretó la Ley de Amnistía. ¡Para ello es necesario utilizar una táctica de unidad de acción con la demanda común de los revolucionarios a los sindicatos de Lula, a las organizaciones del movimiento estudiantil, a los movimientos sociales y a las entidades democráticas para llamar a un plan nacional de lucha por la prisión de Bolsonaro y todos los golpistas y financiadores, con la expropiación de sus bienes materiales, así como por el fin de los tribunales militares, de las fuerzas policiales y de la Ley de Amnistía!
Finalmente, entendemos también que ante las feroces presiones que plantea la nueva etapa del capitalismo internacional, la necesidad de combinar la lucha anticapitalista con la lucha antiimperialista, el estallido social y el salto cualitativo en la lucha de clases que seguramente se materializará, es necesario refundar estratégicamente la izquierda socialista en nuestro país y construir frentes políticos que den pasos en esa dirección.
Por eso, más que nunca, es esencial extraer lecciones estratégicas del pasado: revisar críticamente las experiencias del siglo XX es, dialécticamente, proyectar el futuro. De ahí el lanzamiento del primer volumen de nuestra obra “El marxismo y la transición socialista: poder estatal y burocracia”, una obra que no tiene nada que ver con el pasado, sino con los problemas filosóficos que se plantean para las sociedades futuras, las postcapitalistas. La obra próximamente se publicará en portugués, pero que ya circula en librerías de Europa y América Latina.
Por eso, invitamos a todos aquellos que perciben cada vez más la relevancia del marxismo, la necesidad de su ciencia y arte, a unirse a nosotros –nuestra organización– en la batalla para relanzar la lucha revolucionaria frente a un mundo que nos “invita” a levantarnos, a levantarnos en las calles contra la extrema derecha con medidas anticapitalistas concretas para nuestra clase!
[1]https://esquerdaweb.com/brasil-una-situacion-politica-adversa-que-combina-peligros-y-posibilidades/
[2]https://www.instagram.com/pgmfaixalivre/reel/DGN6XlkPklx/
[3]https://www.brasildefato.com.br/colunista/valerio-arcary/2024/12/18/el-paradójico-de-la-historia-una-situación-reaccionaria-numa-epoca-revolucionaria-e-possivel/
[4]Rebello, Carlos Eduardo. “Trotsky y la Europa occidental de entreguerras”.
[5]El concepto de pequeña política de Gramsci sería aquel que se limita a las cuestiones parciales y cotidianas de la vida, a las cuestiones cotidianas del poder, de los pasillos, de las disputas de palacio con sus maniobras, astucias e intrigas. (Machado, Antonio. 2024.)
[6]https://www.opiniaosocialista.com.br/o-psol-o-pt-o-governo-lula-ea-extrema-direita/
[7]Ídem.