Análisis marxista en el siglo XXI

Explotación capitalista: la producción de valor y plusvalor en la industria informática e internet

El capitalismo, la informática y la explotación del trabajo en el siglo XXI. Un análisis marxista. Artículo originalmente publicado por su autor en Science Open con el título «Old wine, new bottles and the Internet» (Viejo vino, nuevas botellas y el internet).

Traducción: Federico Dertaube.

Este trabajo usa las herramientas de la teoría marxista para entender la explotación del trabajo en las nuevas industrias tecnológicas, como internet y los videojuegos. Refuta además teorías como las del «capitalismo cognitivo» o el operaísmo. Hacemos algunas aclaraciones de la traducción en letras resaltadas entre corchetes.


Viejo vino, nuevas botellas y el internet

Internet le ha dado una nueva forma al capitalismo moderno. Estos nuevos rasgos han llamado la atención de numerosos estudios y se han convertido en el foco de preguntas de gran actualidad y controversia. Sin embargo, por regla general, la literatura no ha tomado como punto de partida el desarrollo de una epistemología marxista. La razón es que este es quizás el área menos desarrollada del marxismo, posiblemente como consecuencia de la incapacidad de derivar una teoría marxista del conocimiento a partir de la teoría del valor de Marx. A diferencia de esa literatura, esta es la tarea que se plantea este artículo. La primera sección conceptualiza los procesos de trabajo mental versus los objetivos y rechaza la noción de la inmaterialidad del conocimiento. La segunda sección se basa en esta conceptualización y trata tres cuestiones interrelacionadas, a saber, si el trabajo mental puede ser productor de valor y plusvalor y si las distinciones, por un lado, entre trabajo productivo e improductivo y, por otro, entre producción y consumo mantienen su validez en la producción mental. La tercera sección explora la naturaleza de clase del conocimiento con especial referencia a Internet. Algunas consideraciones finales se presentan en la última sección.

1- Algunos elementos de una epistemología marxista.[1]

Pensemos en el trabajo. Es un proceso transformador, es decir, una secuencia de transformaciones. Pueden ser de dos tipos. Las transformaciones objetivas transforman la realidad objetiva, la realidad que existe fuera de nuestra percepción, incluso si necesitamos percibirla para transformarla. Más precisamente,

(1) OT = (L -> MO, OO) = ON

donde OT son las transformaciones objetivas cuyo resultado es ON, los nuevos valores de uso objetivos, o producto; L es la fuerza de trabajo; MO son los medios objetivos de las transformaciones objetivas (por ejemplo, un martillo); y OO son los objetos objetivos de transformaciones objetivas (por ejemplo, el mármol). El símbolo -> indica transformaciones.

En las transformaciones mentales, la fuerza de trabajo transforma tanto su propio conocimiento –y por tanto a sí misma- y también el conocimiento contenido en la realidad objetiva (por ejemplo, en libros, ordenadores) en nuevo conocimiento.

(2) MT = (L -> KL, KO) = KN

donde MT son las transformaciones mentales cuyo resultado es un nuevo conocimiento, KN. KL es el conocimiento existente en la fuerza de trabajo y KO es el conocimiento contenido en fuentes objetivas de conocimiento (libros, computadoras) fuera de KL. KL es a la vez un medio mental de las transformaciones mentales y uno de los dos objetos mentales de la transformación mental (se transforma a sí mismo), siendo el otro KO. KL como uno de los insumos de una transformación mental no es lo mismo que su producto, KN porque KN es el resultado de la combinación de L, KL y KO (los insumos). Dado que KN se incorpora inmediatamente a KL, KN como producto de una MT se convierte inmediatamente en el KL de la siguiente transformación mental.[2]

Sería un error considerar las transformaciones mentales como «inmateriales». Tanto las transformaciones objetivas como las mentales son materiales. De hecho, ambas requieren el gasto de energía humana, que es material, como lo demuestra el metabolismo humano. Más concretamente, el gasto de energía humana que constituye el proceso cognitivo, el pensamiento, provoca un cambio en el sistema nervioso, en las interconexiones entre las neuronas del cerebro. Eso se llama sinapsis. Son estos cambios los que hacen posible una percepción diferente del mundo. El conocimiento, aunque sea intangible, es material. Negar esto significa ignorar los resultados de la neurociencia. Después de todo, si la electricidad y sus efectos son materiales, ¿por qué no habrían de ser materiales la actividad eléctrica del cerebro y su efecto (el conocimiento)? No existe el trabajo «inmaterial», con perdón de los autores operaístas.[3]Pero, por supuesto, si bien las sinapsis hacen posible percepciones (modificadas) del mundo, lo que se percibe es eminentemente social: es la miríada de relaciones y procesos sociales que constituyen una sociedad. El conocimiento es siempre a la vez material y social.

Las transformaciones son transformaciones de valores de uso. En (1) los valores de uso transformados son valores de uso objetivos, MO y OO. En (2) los valores de uso transformados son los valores de uso mentales, el valor de uso de formas específicas de conocimiento, el uso al que se presta una forma de conocimiento. Los valores de uso mentales transformados por la fuerza de trabajo son KL y KO.

La distinción entre ambos tipos de transformaciones es sólo analítica, porque en realidad las transformaciones objetivas requieren transformaciones mentales y viceversa. Sin embargo, esta distinción es necesaria para conceptualizar el proceso de trabajo y, por ende, el trabajo.

Un proceso de trabajo es siempre una transformación de valores de uso, tanto objetivos como psíquicos. Pero es objetivo o psíquico según qué tipo de transformaciones sean determinantes. La relación de determinación requiere un análisis detallado. Aquí basta con decir que ser determinante significa ser la condición de existencia de la instancia determinada y ser determinado significa ser la condición de reproducción o superación de la instancia determinante. Entonces, el proceso de trabajo objetivo es

(3) OLP = (OT => MT) = ON

donde ON, el producto objetivo, es el resultado del proceso de trabajo objetivo (OLP), la interacción de las transformaciones objetivas y mentales en las que las primeras determinan las segundas. Por tanto, es un error pensar que el trabajo objetivo, a veces llamado trabajo físico o manual o material, está separado de la actividad mental.[4]

En el proceso de trabajo mental (MLP) las transformaciones mentales que son determinantes

(4) MLP = (MT => OT)  = KN

donde KN es el nuevo conocimiento. Se ha considerado que KN es el resultado únicamente de transformaciones mentales, como en (2) arriba, sólo como primera aproximación. En realidad, KN es el resultado de un proceso de trabajo mental que requiere transformaciones tanto mentales como objetivas. Por ejemplo, la producción de un videojuego (MLP) requiere una transformación objetiva, digamos la transformación de papel en blanco en papel impreso a través de una impresora. La impresora es un medio objetivo de transformaciones objetivas. Pero dentro del contexto de un MLP, también es un medio objetivo de transformaciones mentales, una condición para la (re)producción de esa forma de conocimiento, el videojuego.

Se desprenden tres puntos: primero, el conocimiento como insumo del MLP no es el resultado de ese proceso.[5]En segundo lugar, el conocimiento nuevo no es necesariamente un conocimiento diferente. Es un conocimiento producido de nuevo, incluso si es una réplica de uno antiguo. En tercer lugar, la clave para distinguir un proceso de trabajo objetivo de uno mental es si en general se utiliza para su contenido objetivo (un zapato) o mental (un libro).

2- Valor e Internet.

La determinación social de Internet como red de ordenadores y como técnica de tratamiento de la información es bien conocida: la Guerra Fría.[6]La controversia se centra más bien en si la teoría del valor de Marx sigue siendo válida en las condiciones modernas. Es necesario hacer dos observaciones preliminares.

En primer lugar, en el capitalismo, el proceso de trabajo (intelectual u objetivo) es uno de los dos aspectos del proceso de producción, siendo el otro el proceso de producción de plusvalor, o explotación. Esto último significa que los trabajadores deben transformar valores de uso objetivos o mentales durante un tiempo mayor que el necesario para la producción de sus medios de consumo objetivo o mental socialmente determinados. Así, una parte de la jornada laboral debe utilizarse para producir valores de uso objetivos o mentales para los capitalistas. Para ello, los trabajadores deben ser obligados a entregar plustrabajo por aquellos agentes que, como dice Marx en el volumen III de El Capital, realizan la función de capital (o trabajo de control y vigilancia) sin ser capitalistas, sin ser propietarios de los medios de producción objetiva o mental.[7]Si los trabajadores internalizan la conveniencia de proporcionar trabajo excedente, internalizan la función del capital. Como veremos, hoy en día esta última opción es más fácilmente aplicable a ciertos tipos de procesos de trabajo mental, especialmente en Internet.

En segundo lugar, al abordar Internet, debemos distinguir tres categorías de productores mentales, aquellos que antes hemos llamado, como primera aproximación, trabajadores mentales.

a) El primero está constituido por los productores intelectuales al servicio del capital. Son los trabajadores mentales propiamente dichos.

b) El segundo grupo está formado por aquellos productores mentales que utilizan Internet con fines lucrativos sin ser capitalistas. Son trabajadores autónomos mentales. No nos ocuparemos de ellos aquí, tanto por razones de espacio como porque son los residuos que se originan de la colisión entre las dos clases básicas.

c) El tercero está formado por aquellos productores mentales que utilizan Internet con otros fines (recreación, educación, investigación, etc.) que no están al servicio del capital sino en su tiempo libre. Son agentes mentales.

La distinción entre trabajadores mentales y agentes mentales, entre aquellos empleados por el capital y aquellos que no lo están, es esencial para revisar las tres cuestiones debatidas en la literatura sobre el tema.

IIa.

La primera pregunta es si los trabajadores mentales de Internet producen valor. Puesto que el valor es trabajo gastado bajo la relación de producción capitalista (trabajo para el capital), la producción de conocimiento (trabajo mental) puede ser productiva de valor y plusvalor porque es trabajo intelectual realizado para el capital. En este caso, la cantidad de nuevo valor generado durante el proceso de trabajo intelectual está dada por la duración e intensidad del trabajo mental abstracto realizado, dado el valor de la fuerza de trabajo de los trabajadores mentales. La explotación, entonces, es la diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo de los trabajadores mentales y el valor que generan. Este valor puede estar incorporado en una envoltura objetiva o no. En ambos casos es una mercancía intangible pero material cuyo valor está determinado por la cantidad de trabajo mental necesario para producirla.[8]

Además de estas características generales, la producción intelectual en Internet tiene sus propias especificidades, a saber, nuevos procesos de trabajo, nuevas posiciones y nuevas formas de explotación. Pero estas especificidades no anulan su naturaleza capitalista. Tomemos el ejemplo de un nuevo proceso de trabajo estudiado por Legault (2013, p. 84): la producción de videojuegos.[9]Cada videojuego es una pieza única, las tecnologías cambian rápidamente y el personal está altamente calificado. El desarrollo de cada videojuego es un proyecto. La función del capital como coerción externa bruta, como en la cadena de montaje taylorista, no es adecuada para el control de un proceso de trabajo basado en la creatividad relativamente espontánea del trabajo. Son necesarias nuevas formas de control del trabajo. Los capitalistas se encargan de que sus trabajadores completen sus tareas dentro del tiempo asignado. Los gerentes de proyecto controlan el progreso de los desarrolladores y les pagan cuando el proyecto ha alcanzado ciertos puntos importantes (hitos). Pero dentro de estos límites, los trabajadores son libres de tomar sus propias decisiones. Los trabajadores han interiorizado la función del capital. Por lo tanto, el control ha cambiado de forma. Pero esto no cancela la explotación ni libera al trabajo del capital.

Así, la mayor autonomía de estos trabajadores mentales está lejos de ser absoluta. Un trabajo flexible y gratificante intelectual y emocionalmente esconde largas horas de trabajo (se dice que America on Line es un taller clandestino electrónico), largas y frecuentes horas de trabajo extra no remunerado (Legault, 2013, p. 79) y la maximización de la intensidad del trabajo (Pitts, 2013, p. 102). No se trata sólo de una autonomía disciplinada (Pitts, 2013, p. 101), como bien dice Pitts. También es una creatividad moldeada por el capital. El capital paga a los trabajadores para que sean creativos, pero esta creatividad debe estar en consonancia con los objetivos del capital y no con el desarrollo pleno e integral de los trabajadores.

Surgen nuevas divisiones de tareas. Por ejemplo, algunos trabajadores que trabajan para los motores de búsqueda analizan los blogs, tanto cuantitativamente en términos de número de visitantes, como cualitativamente en términos de los comentarios que dejan los visitantes y, por lo tanto, en términos de sus ideas, preferencias, etc. Otros trabajadores navegan por la web en busca de ideas útiles para campañas publicitarias, por ejemplo analizando líneas de chat. Y otros transforman este material en conocimiento como mercancía para ser vendida a agencias de publicidad. El capital marca la estructura del proceso de trabajo al crear una jerarquía burocrática que incluye tanto tareas más como menos cualificadas.

Algunos comentaristas han hecho hincapié en otro aspecto: la difuminación de la frontera entre el tiempo de trabajo y la vida privada. Por ejemplo, los trabajadores resuelven «problemas creativos» relacionados con sus trabajos en su tiempo libre (Pitts, 2013, p. 95). O bien, los trabajadores pueden responder correos electrónicos o mantener su correspondencia con blogueros desde casa, también en su tiempo libre. Esto no es explotación. Si el capital es una relación de producción, esta relación se suspende en el tiempo libre del trabajador y se reanuda cuando este regresa a su trabajo. Durante este tiempo, los trabajadores no son explotados. Los correos electrónicos que un trabajador mental responde desde su casa en su tiempo libre, digamos en una hora, cuentan como si hubieran sido respondidos durante su tiempo de trabajo. Pero el tiempo durante el cual trabaja para el capital, digamos ocho horas al día, sigue siendo el mismo. Sin embargo, cuando regresa a su trabajo, su trabajo se vuelve más productivo. Es como si en el primer instante de su trabajo hubiera respondido a esos correos electrónicos. Su productividad ha aumentado, pero el plusvalor que produce sigue siendo el que se produce en ocho horas de trabajo. Esto exige un análisis de la productividad del trabajo intelectual y de la relación entre el aumento de la productividad y el aumento de las ganancias.

Los críticos sostienen que la productividad de la producción mental no se puede medir porque supuestamente es “inmaterial”. El conocimiento, supuestamente, “se resiste a la cuantificación” (Terranova, 2000, p. 43). Ahora bien, en la producción objetiva la productividad se mide en unidades de producción por unidad de capital invertido. Esto también se aplica a la producción mental, por ejemplo, un videojuego. El producto mental puede estar contenido en una carcasa objetiva (un DVD). Los DVD producidos se pueden contar. Pero también se pueden descargar de un ordenador a otro. También se puede contar el número de descargas. En resumen, se puede contar la producción mental. Éste es el numerador. El capital invertido, el denominador, también se puede calcular.

En primer lugar, el capital invertido en el prototipo. No se trata sólo de capital constante fijo (ordenadores, locales, instalaciones, fundiciones de chips, plantas de montaje, etc.), sino también de capital constante circulante (materias primas) y de capital variable, los salarios, que van desde muy altos (para los desarrolladores altamente cualificados) hasta bajos. Luego están los costes de administración, de publicidad previa a la venta y otros costes. A todos estos costes los llamaremos (a).

El otro elemento es el capital adicional invertido en la producción de las réplicas del prototipo. Se trata de los costes adicionales de tipo (a) más el capital variable y constante necesario para la producción y entrega del soporte objetivo del producto mental (por ejemplo, los DVD) durante todo el ciclo de vida del MLP. Llamemos a estos costes (b). El capital total invertido es, por tanto, (a) más (b). Se puede calcular la productividad de la producción mental.

Otro mito relacionado es que el valor unitario de las copias es o tiende (prácticamente) a cero. En realidad, el valor total de las réplicas puede ser alto. Viene dado por (a) más (b), más (c), es decir, el plusvalor generado durante todo el ciclo de vida de la MLP. El valor unitario viene dado entonces por el valor total dividido por el número de réplicas realizadas. Es directamente proporcional al valor total e inversamente proporcional a la cantidad de réplicas.

El tamaño del producto es variable, depende de la tecnología utilizada. Su límite es la obsolescencia, punto en el que, debido a la intensa competencia, la demanda cae hasta el punto en el que ya no resulta rentable producirla. En el sector de los videojuegos, esto provoca una ““Alta tasa de fracasos empresariales” (Dyer-Witheford y de Peute, 2009, pág. 64). Si la producción se detiene cuando los ingresos son menores que el capital invertido, se sufre una pérdida. Si la producción continúa después de ese punto, las ganancias obtenidas son la realización del plusvalor producido. Si la producción continúa más, las mayores ganancias se derivan de la apropiación, más que de la producción de plusvalor. Entonces, el valor de las réplicas no puede ser ni tender a cero porque los costos del tipo (b) son constantes y no disminuyen a medida que aumenta la masa de producción, a diferencia de la reproducibilidad sin costo de la «mercancía cognitiva» operaísta.[10]En cuanto a los costos del tipo (a), cuanto mayor sea la productividad, menor será el valor unitario, pero mayor será el plusvalor extra apropiado.

¿Qué alternativas presentan los críticos de este modelo? Tomemos un ejemplo. Para Jodi Dean (2010), “así como el capitalismo industrial se basaba en la explotación del trabajo, el capitalismo de las comunicaciones se basa en la explotación de la comunicación”. Aquí hay dos problemas. En primer lugar, se pueden comparar diferentes valores de uso porque tienen un elemento en común, el trabajo abstracto. ¿Cuál es el elemento común que hace posible la comparación de diferentes tipos de información? En segundo lugar, la información es conocimiento y el conocimiento es el producto del trabajo mental. Por lo tanto, la explotación de la información es simplemente la explotación del trabajo mental (abstracto).

Para Arvidsson y Colleoni (2012), la teoría del valor de Marx no es aplicable a Internet. Para los autores, el valor es el apego afectivo a una mercancía, a una marca. Presumiblemente, cuanto mayor sea el número de clientes apegados a una marca (y por lo tanto comprando ese producto), mayor será su valor. Esta es la visión de los capitalistas que buscan maximizar su participación en el mercado manipulando la demanda, es decir, influyendo en la redistribución del valor. No refleja la visión del trabajo cuyo interés básico radica en descubrir la fuente del valor y, por lo tanto, del plusvalor antes de que se redistribuya. Los autores deberían explicar cómo la (des)acumulación de inversiones afectivas puede explicar, por ejemplo, las crisis económicas.

Lo anterior requiere algunas breves observaciones sobre el llamado trabajo afectivo, es decir, el trabajo que produce o manipula afectos (erróneamente llamado trabajo inmaterial). Aquí no me refiero al trabajo doméstico, que no se realiza para el capital y por lo tanto merece un análisis aparte. Más bien, los autores autonomistas se refieren a la publicidad, el trabajo de cuidado, los auxiliares de vuelo, los trabajadores de restaurantes de comida rápida, etc. Todas estas categorías pueden acomodarse fácilmente dentro de la ley del valor. La publicidad es un ejemplo de trabajo mental improductivo. El trabajo de cuidado es un ejemplo de trabajo productivo objetivo porque preserva y reconstituye la mercancía fuerza de trabajo (que es material). Los auxiliares de vuelo son un elemento de transporte (que para Marx es a la vez objetivo y productor de valor) y, por lo tanto, su trabajo es a la vez objetivo y productivo. Y los trabajadores de restaurantes de comida rápida también son parte de un trabajo productivo objetivo cuyo producto se vende a los clientes de comida rápida para obtener ganancias. En cuanto a los asistentes de ventas amables cuyas cifras de ventas son mejores que las de sus colegas menos amables, son más calificados y, por lo tanto, más productivos. Su fuerza de trabajo tiene, por lo tanto, un valor mayor. Pero no producen valor.

IIb

La segunda pregunta se refiere a si la distinción entre trabajo productivo e improductivo sigue siendo válida en la producción mental y, especialmente, en Internet.

Consideremos primero el trabajo objetivo. Para Marx, si está inmerso en la relación de producción capitalista, es productivo si transforma valores de uso en nuevos valores de uso. Por lo tanto, es improductivo en los cuatro casos siguientes. Primero, el trabajo empleado en el comercio. Como sostiene Marx, mientras que el trabajo productivo transforma valores de uso objetivos, el trabajo improductivo se ocupa de ellos sin transformarlos. Si uno intercambia valores de uso objetivos, no puede transformarlos. Segundo, el trabajo empleado en las finanzas y la especulación porque no se ocupa en absoluto de valores de uso objetivos. Tercero, como explica Marx en el Tomo III de El Capital, el «trabajo» de quienes realizan el trabajo de control, la función del capital. Se los puede llamar «no trabajadores». El hecho de que sean necesarios para el proceso de producción capitalista no los hace productivos de valor. En los procesos laborales complejos, la función del capital la desempeña una estructura jerárquica que va desde los directores ejecutivos hasta los supervisores de primera línea. No pueden producir valor porque no se pueden transformar los valores de uso si se obliga a otros a realizar esa transformación.[11]Finalmente, el trabajo que destruye los valores de uso objetivos no puede ser productivo de valor porque destruye la forma específica (los valores de uso) en que está contenido el valor.

De manera similar, la producción de conocimiento es productiva de valor porque transforma valores de uso mentales. Pero, sobre la base del análisis anterior, no es productiva de valor si teoriza (a) el intercambio de valores de uso objetivos; (b) las finanzas y la especulación; (c) el desempeño de la función del capital; y (d) la destrucción de valores de uso objetivos.[12]  La cuestión no es si la generación de conocimiento tout court es productiva o no.[13]La cuestión es cuándo lo es y cuándo no. El problema reside en las limitaciones de los datos oficiales. La distinción entre trabajadores mentales productivos e improductivos se aplica también si operan a través de Internet.

Consideremos ahora los agentes mentales.[14]También ellos son improductivos, pero por una razón diferente: no son empleados por el capital. Pensemos, por ejemplo, en los «botones sociales» de Facebook. Los agentes mentales que pulsan botones sociales, o que discuten sobre diversos temas en blogs, o que desarrollan innovaciones tecnológicas mediante su interacción, transforman valores de uso mentales. Al mismo tiempo, proporcionan conocimiento a quien esté interesado en él. Este conocimiento es gratuito, no porque no cueste nada (pensemos en el desgaste del ordenador, en la energía consumida, etc.), sino porque cualquiera puede apropiárselo sin coste alguno. En Internet, esto es lo que hacen los motores de búsqueda, una forma específica de producción mental capitalista, a través de sus trabajadores mentales.[15]Transforman este conocimiento en conocimiento vendible, es decir, cuantifican datos sobre gustos, deseos, intereses, etc. Luego venden estos datos a otros capitalistas que los utilizan para planificar campañas publicitarias e inversiones, para evaluar la solvencia de los clientes, etc. Aquellos capitales que sean más hábiles en apropiarse del conocimiento generado por los usuarios mentales pueden aumentar su rentabilidad. Se trata de una nueva forma de competencia intercapitalista que probablemente aumentará en importancia en los próximos años.

O pensemos en el caso de los agentes mentales que contribuyen voluntariamente a proyectos de código abierto (OS) a través de Internet. Si no son empleados por el capital son improductivos. Gozan de gran libertad para aplicar su creatividad. Sin embargo, las contribuciones individuales requieren coordinación y, por lo tanto, una organización más o menos formal. Esta coordinación es tarea del iniciador del proyecto o de aquellos programadores con habilidades particulares y compromiso con el proyecto. Ellos deciden qué contribuciones aceptar y dan forma y dirección al proyecto (Ross, 2013, p. 214, Riehle, 2007, p. 30). Wikipedia y Linux son dos ejemplos (Kostakis, 2010).

Los coordinadores suelen ser empleados por empresas de IT.[16]Estos coordinadores son improductivos porque, aunque sean pagados por el capital, participan en un MLP improductivo. Esta aparente paradoja se explica por una serie de ventajas que obtienen las empresas que «prestan» trabajadores para este proyecto común. En primer lugar, la empresa puede aceptar sólo aquellas contribuciones que se ajusten a sus técnicas e intereses. En segundo lugar, paga sólo una fracción de los costos totales (West y Gallangher, 2006, p. 329) mientras se apropia de toda la tecnología. En tercer lugar, considera que las ventajas que obtiene de tales tecnologías son mayores que las que obtienen sus competidores. En cuarto lugar, al observar a través de sus trabajadores mentales cómo se pueden controlar y gestionar los agentes mentales, la empresa puede extraer indicaciones útiles sobre cómo controlar y gestionar a sus propios trabajadores.

Algunos autores (Fuchs, 2010) niegan que los agentes mentales sean improductivos y, siguiendo los pasos de Negri, extienden la noción de explotación más allá del trabajo asalariado y a toda la sociedad. Supuestamente, la plusvalor se crea cada vez más en la esfera de la reproducción y el consumo. Toda la vida, entonces, se convierte en la fuente de plusvalor. Estos autores pasan por alto que las condiciones para la producción de plusvalor no son su producción real. Como todo trabajo es una condición para la reproducción del capital y, por lo tanto, para la producción de plusvalor, todo trabajo sería productivo y el capital explotaría a todos los miembros de la sociedad, incluidos los usuarios de Internet (op.cit. p. 188). Pero entonces, uno puede sostener igualmente que, directa o indirectamente, todo trabajo es una condición para la destrucción del capital (crisis, guerras, etc.) de modo que todo trabajo es destrucción del capital. Además, si todo trabajo es productivo, ¿por qué el capital debería tratar de aumentar el tiempo que los trabajadores trabajan para él y reducir el tiempo libre de los trabajadores?

Fuchs sostiene también que, dado que los usuarios (agentes mentales) no reciben remuneración por la producción de valor, el valor de su fuerza de trabajo es nulo. Por lo tanto, todo el valor que producen es plusvalor que va al capital. La tasa de plusvalor es infinita (ibid.). Pero entonces, ¿cómo puede algo que no tiene valor (fuerza de trabajo) producir valor y plusvalor? Además, si todo el valor fuera plusvalor, los usuarios tendrían que vivir del aire.[17]

En realidad, el capital paga a los trabajadores por suministrar su trabajo durante, digamos, ocho horas diarias. Si la tasa de explotación es del 100%, se necesitan cuatro horas para producir los bienes salariales (y, por lo tanto, para reconstituir la fuerza de trabajo durante 24 horas) y cuatro horas son trabajo excedente que produce plusproducto y, por lo tanto, plusvalor. La reconstitución de la fuerza de trabajo implica también actividades recreativas, incluidas las que se realizan en Internet durante, digamos, una hora diaria. La misma persona que es un trabajador mental durante ocho horas es un agente mental en Internet durante una hora. Como el agente mental no trabaja para el capital, no es explotado y no produce valor ni plusvalor. La cuestión de la tasa de explotación del agente mental carece, por lo tanto, de sentido. Ese agente mental no es explotado como tal, sino como trabajador mental.

IIc.

La tercera y última cuestión se refiere a la distinción entre producción y consumo, que Internet habría dejado obsoleta. El argumento se apoya en una nueva figura, el llamado prosumidor.[18]  Este término se refiere a un agente mental cuya producción de conocimiento codetermina las características de un bien objetivo que encarga a través de Internet y que luego compra y consume. Sin embargo, una cosa es afirmar que la misma persona es a la vez productora de un valor de uso mental y consumidora de un producto objetivo, y otra es llegar a la conclusión de que la distinción entre producción y consumo ha desaparecido.

El conocimiento producido por ese agente mental es un valor de uso mental que entra en el proceso objetivo de trabajo y producción del capitalista y lo configura. Ese agente mental participa en el diseño del proceso de producción capitalista, pero no participa en la producción de valor y plusvalor porque no está empleado por el capital. El consumo del producto del proceso de producción capitalista por parte del agente mental le sucede temporalmente a su producción. El productor mental actual (agente) es el futuro consumidor. Cuando el futuro consumidor especifica al capitalista las características de esa mercancía, es un productor mental improductivo. Cuando compra y consume esa mercancía, es un consumidor. Las dos fases son temporalmente distintas, incluso si la misma persona puede ser un productor mental hoy y un consumidor objetivo mañana. La tesis del prosumo se equivoca porque cancela el tiempo.

Lo anterior no significa negar que los «usuarios», es decir, los agentes mentales, sean la fuente de innovaciones en muchos campos (Lakhani y Wolf, 2005; Banks y Deuze, 2009;Prahalad y Ramaswamy, 2000). Pero detrás de todo el bombo publicitario, la verdad del asunto es que los agentes mentales son una nueva fuente de ““competencia” para las corporaciones (Prahalad y Ramaswamy, 2000). Un ejemplo es el modding, las modificaciones de los videojuegos por parte de los consumidores (agentes mentales) que utilizan las herramientas proporcionadas por los fabricantes de los juegos. Son “una fuente de valor cada vez más importante para la industria de los juegos” (Küklich, 2005). El personaje detrás de la cara de Jano del prosumidor no es el consumidor empoderado sino el capital con sus nuevas técnicas para aumentar la eficiencia, las ventas y la rentabilidad sin costo alguno.[19]La idea de que esta nueva tecnología pueda sustituir a la producción en masa debe tomarse con una buena dosis de escepticismo, dado que el futuro consumidor suele aportar sólo modificaciones (marginales) a los productos producidos en masa. «En 2011… la economía de internet sólo aporta el 3,8% del PIB de la UE 27” (Pfeiffer, 2013, p. 15).

3- El conocimiento de clase e internet

La esencia del capitalismo es la contradicción entre dos clases fundamentales, los propietarios y los no propietarios de los medios de producción, y por tanto entre los productores y los apropiadores de plusvalor. Esta contradicción surge también en el nivel del conocimiento. La apropiación de la plusvalor requiere una visión de la realidad que racionalice la explotación, la desigualdad y el egoísmo. Ésta es la racionalidad del capital. El trabajo, para librarse del yugo del capital, debe expresar la racionalidad opuesta: la racionalidad del trabajo debe basarse en la cooperación, la solidaridad y la igualdad. Los capitalistas, para serlo, deben secretar una variedad de formas de conocimiento cuyo rasgo común sea el de estar moldeados por la racionalidad del capital. Los trabajadores, para resistir al dominio del capital, deben generar formas de conocimiento con un contenido de clase opuesto. [El autor habla de la racionalidad del labour. Es una palabra de difícil traducción a otros idiomas por significar tanto «trabajo» como «trabajadores» o «movimiento obrero»]

Este antagonismo cognitivo tiene sus raíces en las dos clases fundamentales y se extiende a la inmensa variedad de formas individuales de conocimiento. Cada individuo internaliza las racionalidades en conflicto a su manera, dando lugar así a un caleidoscopio de formas de conocimiento individual. Dado que tienen un carácter de clase antagónico, el conocimiento que los individuos internalizan suele ser internamente contradictorio. Ambas racionalidades coexisten de manera conflictiva dentro del conocimiento de cada individuo. Pero sólo una de estas dos racionalidades suele ser dominante. No existe un espacio cognitivo neutro.

Las formas individuales de conocimiento se agregan para formar formas de conocimiento social. El conocimiento social no es la suma de formas individuales de conocimiento, ya que estas últimas son por definición diferentes y, por lo tanto, no pueden sumarse. Debe haber un elemento común que haga posible esa agregación. Este es el contenido de clase de las formas individuales de conocimiento.[20]Es por esto que los grupos sociales y las formas sociales de conocimiento pueden reproducirse independientemente de qué individuos específicos y, por tanto, de qué características específicas de las formas individuales de conciencia, compartan ese contenido de clase.[21]

La agregación de formas individuales de conocimiento necesita agentes agregadores que, siguiendo a Gramsci, son llamados aquí intelectuales orgánicos.[22]Los intelectuales orgánicos transforman la variedad de las formas específicas de conocimiento individual de los miembros de un grupo en su propia visión. Sus representaciones se convierten en su interpretación individual y personal de un conocimiento colectivo; se convierten en las formas específicas de una generalidad. Los intelectuales orgánicos y aquellos a quienes representan forman el intelecto colectivo de ese grupo, la subjetividad colectiva, o el conocimiento, de ese grupo.[23]Dada la interacción constante entre el intelectual orgánico y los demás miembros de ese grupo, el conocimiento colectivo de ese grupo es producto del intelecto colectivo y no sólo de los intelectuales orgánicos. Los intelectuales orgánicos contribuyen y dan forma unificada a ese conocimiento colectivo.[24]

Dentro de un grupo puede surgir más de un intelectual orgánico. Cada uno tiene una interpretación diferente del conocimiento de ese grupo y cada punto de vista compite por convertirse en dominante. También puede haber subgrupos dentro de un grupo. Cada uno puede estar representado por uno o más intelectuales orgánicos que operan en un nivel inferior de capacidad de agregación. Así, el intelecto colectivo de un grupo puede resultar de la interacción de los intelectos colectivos de los diversos subgrupos. Pero esto no es todo. El intelectual orgánico de un grupo interactúa con el intelecto general y, por lo tanto, con los intelectuales orgánicos de otros grupos. Un intelectual orgánico puede interiorizar elementos de un conocimiento colectivo desde una perspectiva de clase diferente hasta que el conocimiento colectivo original experimente un cambio radical. La lucha continua entre estas dos racionalidades para convertirse en dominantes dentro de cada una y todas las formas de conocimiento es la lucha de clases cognitiva, la lucha de clases como producción de conocimiento.

Ahora podemos ver que cuando los individuos internalizan formas de conocimiento, internalizan también formas de conocimiento social. A través de su internalización por parte de los individuos, esas formas de conocimiento social se reducen nuevamente a formas individuales de conocimiento, que a su vez se transforman en nuevas formas de conocimiento social mediante el surgimiento de un intelecto colectivo. El conocimiento individual se agrega al conocimiento social y este último se reduce nuevamente al conocimiento individual mediante la internalización de los individuos. Las teorías que se centran en las necesidades, preferencias, elecciones, etc. individuales como plataforma para una teoría de la conciencia de clase son erróneas y en realidad nocivas.[25]

En lo que respecta al trabajo, esto significa que la defensa y el fomento de la racionalidad del trabajo puede asumir diferentes formas según quiénes se conviertan en sus representantes intelectuales y que la capacidad de sus intelectos colectivos para defenderse de la racionalidad del capital depende no sólo de las capacidades intelectuales del intelecto colectivo sino también, y principalmente, de la interrelación entre las múltiples formas de manifestación de todas las relaciones y procesos sociales que expresan e influyen en la lucha de clases (por ejemplo, la fase económica ascendente o descendente de largo plazo, las relaciones de poder político, la naturaleza de las instituciones y organizaciones de los trabajadores desde las más pequeñas a las más grandes, como los sindicatos, etc.) y, por tanto, del conocimiento de la naturaleza de esa lucha.

La tesis de que el conocimiento no es socialmente neutro, sino que tiene un contenido de clase, es rechazada incluso por numerosos marxistas, sobre todo si se trata de ciencias naturales. Se sostiene que lo que está socialmente determinado es el uso del conocimiento, no su naturaleza. Pero si las personas internalizan contenidos de clase, el conocimiento que expresan también debe tener un contenido social, de clase. Esto es suficiente para poner en duda la tesis de la neutralidad de clase del conocimiento. Pero para defender la tesis contraria, son necesarias algunas aclaraciones.

Si aplicamos la noción del contenido de clase del conocimiento al análisis del MLP como en la sección I anterior, el contenido de clase del conocimiento como resultado de un MLP está determinado por el contenido de clase del conocimiento (insumos mentales) que intervienen en su generación. Entonces, el análisis de cómo el contenido social del resultado se deriva del contenido social de los insumos implica el análisis del contenido social de los insumos. Dado que el insumo de un período es el resultado del período anterior, ¿no caemos en la trampa del retroceso ad infinitum?

Elijamos un punto de partida, por ejemplo el tiempo t1 como punto final del periodo t0-t1. Este periodo produce un nuevo conocimiento, llamémoslo KN(t1).[26]En t1 podemos analizar el contenido social de KN(t1), pero no el de su insumo mental, el conocimiento contenido en t0 en la fuerza de trabajo, es decir, KL(t0). El siguiente período de producción, t1-t2, produce KN(t2). Su insumo es KN(t1), los productos del período anterior, cuyo contenido social es conocido. Como el producto de un período se convierte en el insumo del período siguiente, KN(t1), como producto de t0-t1, es al mismo tiempo KL(t1), el insumo de t21-t2. Entonces podemos analizar cómo KL(t1) determina el contenido social de KN(t2). A partir de t2, podemos seguir cómo los contenidos sociales de los insumos mentales determinan el contenido social del conocimiento recién generado.[27]

En base a lo anterior, consideremos una de las acusaciones favoritas de los críticos, es decir, que 2+2 es siempre igual a 4. Entonces, dado que el contenido social cambia y dado que 2+2 = 4 es inmutable, 2+2 = 4 no podría tener un contenido social. Pero, en primer lugar, 2+2 no siempre es igual a 4. Todo depende de lo que queramos medir y de cómo queramos medirlo. Por ejemplo, nuestro sistema de registro del tiempo del día va de 0 a 23, 24 = 0 y 24+2 no es 26 sino 2. En matemáticas esto se expresa como 26º2, modulo 24. O considere relojes que usan los números del 0 al 12. Entonces, 12 = 0 y 10+6 = 4. O considere un sistema numérico que va del 0 al 4. Entonces, 4 = 0 y 2 + 2.º0, módulo 4. Pero una vez que elegimos un módulo, por ejemplo módulo 24, 2+2 siempre es igual a 4. ¿Cuál es entonces su contenido social?

Un conocimiento social, una forma de conocimiento compartido por un número de personas, debe satisfacer una necesidad social, por ejemplo la protección de los intereses de un grupo. Una necesidad social puede expresarse desde la perspectiva de la racionalidad del trabajo o de la racionalidad del capital.[28]En su origen, esta forma de conocimiento puede ser el resultado de una concepción individual, pero si no satisface una necesidad social, es socialmente inútil y no se transforma en el resultado de la teorización del intelecto colectivo, por lo que es ignorada por ese grupo o por la sociedad. Así pues, un conocimiento social tiene por definición un contenido social, la necesidad común que satisface. ¿Y qué sucede con las matemáticas? La necesidad social que satisfacen las matemáticas, y por tanto su contenido social, es que pueden cuantificar haciendo abstracción de las características específicas de lo cuantificado, pero no es una necesidad inmutable, como suele pensarse, sino que surge sólo en un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. El siguiente ejemplo debería aclarar este punto.[29]

Para los antiguos griegos, el mundo era una disposición bien ordenada de cosas concretas. El orden de los números era una sucesión de entidades discretas. Por tanto, era natural concebir los números como números de algunas cosas, como números discretos y concretos que podían ordenarse y contarse. Dada su naturaleza discreta, los números podían representarse como puntos y, por tanto, ordenarse en formas triangulares, cuadradas u otras. En consecuencia, los griegos desarrollaron la noción de números con forma (por ejemplo, triangular). Los números tenían cuerpos visibles y tangibles. Además, como los números podían ordenarse, su posición revelaba su ser y naturaleza, las cosas tenían propiedades aritméticas y estas propiedades se referían al ser de las cosas. La clasificación de los números era entonces un medio para captar el sentido de la vida. Una idea abstracta de los números era incompatible con la ontología de los antiguos griegos.

Con la llegada del capitalismo, los números pasaron a cumplir una nueva función: indicar la propiedad de los procesos de cambio activos y en movimiento. Esto exigía la búsqueda de relaciones generales, lo que, a su vez, exigía que los números se convirtieran en números abstractos, separados de las cosas que miden. Esto implica que los números se deben asociar con una línea recta continua de entidades homogéneas, en lugar de una sucesión de puntos discontinuos y heterogéneos. La noción de números sobrevivió a la llegada del capitalismo sólo porque pudo convertirse en un elemento de una visión de la realidad con un contenido social y de clase mutado.

Volvamos ahora a 2+2 = 4. Este sistema ya se había desarrollado antes del capitalismo. Las civilizaciones antiguas no concebían números mayores que 2. Utilizaban expresiones como «mucha gente». Los sistemas numéricos, y por tanto, presumiblemente 2+2 = 4, se determinaron con la aparición del intercambio y el comercio.[30]Ésta es su determinación social original. Su contenido social es que a partir de un determinado punto del desarrollo de la especie humana comparte con las matemáticas la necesidad de cuantificar independientemente de lo que se mida. Es un elemento transepocal del conocimiento porque, por una parte, su contenido social original no cambia a lo largo de las épocas, porque la necesidad de cuantificar de manera abstracta surge en diferentes épocas y sociedades (pero no en todas). Por otra parte, este contenido social cambia porque las razones específicas de la cuantificación abstracta cambian según los diferentes contextos históricos y sociales. Este contenido social general se vuelve específico en diferentes épocas y sociedades.

Pero las matemáticas son también un elemento transclasista del conocimiento, porque todas las clases en el capitalismo necesitan de las matemáticas para expresar su racionalidad. Sólo que este contenido de clase no se hace visible si se lo saca de un contexto social específico. El contenido de clase de las matemáticas y, por tanto, de 2+2 = 4 sólo puede hacerse visible si se lo inmerso en una MLP en el ámbito de la realidad social y, por tanto, en el contenido de clase de la MLP de la que se ha convertido en un elemento. La necesidad general de cuantificar de manera abstracta se vuelve específica, adquiere un contenido de clase específico. Esto es válido también cada vez que se demuestra que 2+2 = 4. Su contenido social específico deriva de la MLP en el ámbito de la realidad social en la que está inmersa esa prueba, por ejemplo, en la enseñanza escolar. En resumen, las matemáticas pueden ser utilizadas en diferentes épocas y por diferentes clases no porque sean socialmente neutrales, sino precisamente por su determinación y contenido sociales.

Lo anterior ha tratado la producción de conocimiento en general bajo el capitalismo. Consideremos ahora el ejemplo específico de las MLP llevadas a cabo por trabajadores mentales al servicio del capital. Los primeros deben transformar el conocimiento existente en conocimiento nuevo con medios de producción mental que son propiedad del capital. ¿Qué significa esto? Los capitalistas poseen los medios objetivos de las transformaciones objetivas, por ejemplo, locales, computadoras, etc. Dentro del contexto de una MLP, también son los medios objetivos de las transformaciones mentales (véase la sección I anterior). Por lo tanto, los capitalistas se apropian la fuerza de trabajo de los trabajadores mentales. En consecuencia, los capitalistas pueden decidir qué conocimiento debe producirse, cómo debe producirse y para quién. O bien, tienen el poder de definir y resolver problemas para sus propios fines. Es en este sentido que poseen los medios mentales de las transformaciones mentales (KL en la relación 2 anterior). El conocimiento que sus trabajadores mentales producen debe estar informado por la racionalidad del capital y no por la racionalidad del trabajo.[31]Se trata de una lucha de clases cognitiva. La falsa conciencia del trabajo no es un reflejo distorsionado de la realidad, sino la aceptación por parte de los trabajadores de la racionalidad del capital.

Por lo general, los capitalistas no tienen la competencia necesaria para organizar y gestionar un MLP. Ésta es la tarea del intelecto colectivo puesto a su servicio. En su interior, los intelectuales orgánicos planifican la estructura del MLP y formulan las tareas del resto del intelecto colectivo y, por tanto, la estructura del MLP. Esta estructura está fragmentada de tal manera que el intelecto colectivo no puede reconstruir la visión global del proceso de trabajo. La estructura de la producción de conocimiento por el trabajo bajo el capitalismo es, por tanto, un instrumento de la dominación del trabajo por el capital. Ésta es la estructura jerárquica analizada primero por Marx y, más recientemente, por el debate de Braverman. Pero también existe una forma diferente de proceso de trabajo, un MLP en el que los trabajadores mentales son libres de expresar su creatividad sujetos a la aprobación y coordinación final de un agente del capital, por ejemplo, un coordinador. La jerarquía se reduce al mínimo, pero sigue estando ahí para garantizar que esos trabajadores produzcan plusvalor. Para ello, los intelectuales orgánicos deben haber interiorizado los objetivos del capital y haberlos hecho suyos.

La producción de conocimiento bajo el dominio del capital tiene una característica específica: en la producción objetiva, el capital se apropia del plusproducto (valor) y no le queda nada al trabajo. En la producción intelectual, el capital posee los medios de producción intelectual y, por lo tanto, se apropia del resultado de ese proceso.[32]Pero ese conocimiento también lo conserva el intelecto colectivo. El capital se apropia del original, por así decirlo, y la copia le queda al trabajo. Entonces, el intelecto colectivo puede utilizar la copia del conocimiento que produce para sus propios fines y, de ese modo, también para resistir el dominio del capital.

Sin embargo, la racionalidad del capital predomina sobre la racionalidad del trabajo porque ese conocimiento ha sido producido por trabajadores mentales con los medios de producción intelectual del capital. El trabajo puede utilizarlos para resistir el dominio del capital, pero esa resistencia permanece dentro de los límites de ese dominio. Por ejemplo, el ritmo de la cadena de montaje sólo puede ralentizarse. O el uso de un arma tanto por parte del capital como del trabajo no se debe a la neutralidad de clase del conocimiento necesario para su producción, sino a su doble determinación de clase.[33]O tomemos como ejemplo el conocimiento necesario para la cooperación dentro de un equipo de trabajadores. Las reglas no son las que maximizan el desarrollo de las potencialidades de los trabajadores o el poder de desafiar la dominación del capital, sino las que incrementan la productividad y, por lo tanto, las ganancias. La solidaridad, tal como la entiende el trabajo, se ha transformado en un arma de dominación capitalista. Las empresas farmacéuticas no producen los medicamentos que maximizan el bienestar humano, sino los que maximizan las ganancias.

Por último, pasemos a la producción de conocimiento en Internet. Si lo producen trabajadores mentales, se aplica el análisis anterior. Esto explica el conocimiento procapital inherente, por ejemplo, a los videojuegos.[34]Si es producido por agentes mentales, puesto que no se produce dentro de la relación capitalista (de producción mental), puede tener un contenido social contradictorio en el que la racionalidad del trabajo puede predominar (pero no necesariamente). Este conocimiento puede entonces utilizarse para resistir el dominio del capital. Ésta es la verdadera importancia de Internet.

También en este caso se cuestiona la tesis de la no neutralidad del conocimiento. Por ejemplo, Stalder (2013, p. 30) sostiene que “Los commons [mantenemos la palabra en inglés por no tener una traducción directa. Se trata de los «contenidos comunes» de internet] no son capitalistas, pero tampoco anticapitalistas. Son, ante todo, acapitalistas. Una posición tenue”. Pero, en esencia, no hay nada nuevo en los procesos no jerárquicos de producción de conocimiento sobre la base de la solidaridad. Esto ha sido una característica del capitalismo desde que éste surgió por la sencilla razón de que no hay dominio capitalista sin resistencia contra él y, por lo tanto, sin la producción de conocimiento pro-trabajadores como arma contra ese dominio. La diferencia es el uso extensivo e intensivo de Internet y, por lo tanto, las nuevas y específicas formas contradictorias de conocimiento.

La producción de conocimiento por parte de unos pocos agentes mentales puede tener inicialmente un impacto limitado porque es el resultado de la interrelación entre sólo unas pocas personas. Sin embargo, sería un error subestimar su importancia. Esos agentes mentales interactúan también con el resto de la sociedad y su conocimiento interactúa con las miríadas de otras formas individuales y sociales de conocimiento. Esta producción limitada de conocimiento es, por tanto, una condición para el surgimiento de formas más amplias de conocimiento pro-capital o pro-trabajo. Su impacto, posiblemente inicialmente relativamente modesto, se amplifica así. La generación de conocimiento en Internet es una batalla por el conocimiento. Es parte de la lucha de clases cognitiva más amplia, entre la racionalidad del capital y la del trabajo en sus múltiples y siempre cambiantes formas de manifestación.

4- Los delirios del “capitalismo cognitivo”

Los análisis apologéticos de Internet están estrechamente vinculados a la noción de sociedad de la información y capitalismo cognitivo. Se trata de conceptos altamente ideológicos. El significado habitual de información es que es comunicación de conocimiento operativo. En esta perspectiva, la información no tiene contenido de clase. Esta noción refleja y reproduce el mito de la neutralidad de clase del conocimiento. Por eso se ha utilizado el término conocimiento en lugar de información. El concepto de sociedad cognitiva es igualmente ideológico. Como señala Henninger (2007, p. 173), la imagen de la sociedad cognitiva es la forma en que “ciertos sectores relativamente privilegiados de la población trabajadora mundial” perciben el capitalismo contemporáneo. Incluso si, por el bien del argumento, todos los procesos de trabajo objetivos desaparecieran en todo el mundo y solo quedaran trabajadores mentales, las características antiguas y debilitantes del capitalismo resurgirían, aunque bajo una nueva apariencia. En lo anterior se han considerado algunos ejemplos.

En Internet, algunos trabajadores mentales, por ejemplo, algunos programadores de empresas de tecnología de la información, pueden y deben utilizar su creatividad para resolver problemas conceptuales. Se trata de una actividad psicológicamente gratificante, a menudo bien paga. Sin embargo, lejos de ser una prefiguración de la clase trabajadora del futuro, podrían ser considerados como una nueva forma de aristocracia laboral. Como tales, a pesar de sus privilegios, están sujetos al dominio del capital. Deben aplicar su creatividad (trabajo altamente calificado) también en su tiempo libre (en su mayoría no remunerado). Las habilidades que se ven obligados a desarrollar son aquellas que pueden ser utilizadas por el capital, es decir, sus concepciones están informadas por la racionalidad del capital. Su empleo está sujeto al flujo y reflujo del ciclo económico. Como en los procesos laborales objetivos, los puestos altamente calificados recién creados están bajo un hilo constante de descalificación. Surge una nueva forma de proletarización. Los siguientes pasajes son esclarecedores:

Mechanical Turk es la innovación detrás del “crowdworking”, el fenómenos de trabajo virtual de bajos salarios que ha reinventado el trabajo a destajo para la era digital. Creado por Amazon en 2005, sigue siendo una de las principales plataformas (mercados, en realidad) donde se compra y vende el trabajo colectivo. Unos 500.000 «trabajadores colectivos» impulsan la máquina Mechanical Turk, mientras que millones más (nadie sabe cuántos exactamente) alimentan sitios de la competencia como CrowdFlower, Clickworker, CloudCrowd y docenas de otros más pequeños. En un día cualquiera, en un minuto cualquiera, estos trabajadores realizan millones de pequeñas tareas para empresas grandes (pensemos en Twitter) y humildes. Aunque pocas de estas personas tienen alguna idea del producto de su trabajo terminado, lo que están haciendo es ayudar a impulsar las partes de Internet que la mayoría de nosotros damos por sentado.

 

Como Biewald, de CrowdFlower, le dijo a un público de jóvenes profesionales de la tecnología en 2010, en un momento de franqueza desenfrenada: “Antes de Internet, era muy difícil encontrar a alguien, sentarte con él durante diez minutos y conseguir que trabajara para ti, y luego despedirlo después de esos diez minutos. Pero con la tecnología, puedes encontrarlo, pagarle una pequeña cantidad de dinero y luego deshacerte de él cuando ya no lo necesites”. (Marvit, 2014)

Su tasa de explotación puede ser incluso mayor que la de muchos procesos de producción objetivos (sean conscientes de ello o no). Como dice Marvit (2014) al hablar del crowdwork: «Desde 2005, Amazon ha ayudado a crear una de las fuerzas laborales más explotadas que nadie haya visto jamás.»

También el conocimiento generado por los agentes mentales puede ser moldeado por la racionalidad capitalista. Es el caso de los proyectos SO [Sistemas Operativos] que se basan en la contribución de un número de agentes mentales. Un gran número de ellos aspira a ser contratado por el capital. Las habilidades que desarrollan deben entonces adaptarse a las necesidades del capital. La libertad de su creatividad y su tan cacareado «trabajo de ocio» se ven así limitadas (Phoebe y Taylor, 2009). Pero en la medida en que su producción mental no está influida por la racionalidad del capital, pueden generar un tipo de conocimiento cuyo contenido de clase es alternativo al del capital. Un ejemplo lo proporciona el documental político de trece minutos La democracia francesa sobre el levantamiento de los jóvenes inmigrantes en 2005 en los suburbios de París. Este video ““Se realizó por un costo de unos 60 dólares, se descargó muchas veces, de forma gratuita, se subió a YouTube, atrajo la atención generalizada de la prensa y se mostró en festivales de cine, lo que lo convierte quizás en el communiqué [en francés, en el original] más eficaz desde los banlieux [en francés, en el original. «Suburbios] que ha cruzado el Atlántico y ha dado la vuelta al mundo”.Dyer-Witheford y de Peute 2009, pág. 187).

Los estudios de caso revisados ​​en este trabajo han puesto de relieve novedades específicas. Esas novedades son las nuevas botellas que contienen vino viejo, el capitalismo y su racionalidad doble y contradictoria. Esta tesis se ve reforzada y definitivamente confirmada si observamos el panorama más amplio. En palabras de The Economist, “La prosperidad desatada por la revolución digital ha ido abrumadoramente a parar a los dueños del capital y a los trabajadores más calificados. En las últimas tres décadas, la participación de la mano de obra en el producto se ha reducido globalmente del 64% al 59%. Mientras tanto, la proporción de ingresos que va al 1% más rico en Estados Unidos ha aumentado de alrededor del 9% en la década de 1970 al 22% en la actualidad. El desempleo está en niveles alarmantes en gran parte del mundo rico, y no sólo por razones cíclicas. En 2000, el 65% de los estadounidenses en edad de trabajar estaban empleados; desde entonces, la proporción ha caído, tanto en los años buenos como en los malos, al nivel actual del 59%” (2014). Esto es exactamente lo que Marx habría predicho. Lo que The Economist olvida mencionar es que en los últimos treinta años el capitalismo cognitivo ha sido puesto a prueba por una serie de crisis, una peor que la otra. Y que después de 15 años de crecimiento explosivo de Internet, conocida como Web 2.0, la economía mundial nunca ha estado en tan mala situación desde la crisis de 1929-33. Marx también lo habría predicho porque, a diferencia del capitalismo cognitivo operaísta, él tiene una teoría de las crisis.

La literatura sociológica contemporánea ha generado numerosos ejemplos de cómo la interacción de los agentes mentales a través de Internet y las formas de conocimiento que surgen de esta interacción ofrecen atisbos de una estructura social basada en la racionalidad del trabajo, así como formas específicas de resistencia contra el dominio del capital. Pero sería una ilusión peligrosa pensar que una simple multiplicación de estos intentos puede conducir a un cambio social radical si la relación de producción capitalista no es arrojada al basurero de la historia. Internet no anula la división entre capital y trabajo y, por lo tanto, no modifica la ley del valor. Internet sólo ofrece un espacio global específico para el conocimiento y reconfigura la multitud de formas cognitivas de manifestación de la contradicción capital/trabajo. Para analizarlas, no es necesario descartar la teoría del valor de Marx; basta con aplicarla.

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[1]Para un análisis más completo véase Carchedi, 2012, capítulos 1 y 4. Véase también Carchedi, 2005.

[2]Se trata del enfoque temporalista cuya aplicación resuelve el llamado problema de la transformación. Véase Carchedi, 1984, 2001 y 2012.

[3]Una crítica completa del operaísmo queda fuera del alcance de este trabajo. Véase Carchedi, 2012; Henninger, 2007, Starosta, 2012. Para algunos autores, especialmente los de tendencia operaísmo, la noción de “inmaterial” parece asemejarse a la de “mental” en este trabajo. Aun así, el abismo es insalvable porque el operaísmo rechaza la teoría del valor-trabajo de Marx, mientras que el presente trabajo la conserva y construye una epistemología marxista sobre ella.

[4]Rey (2012, p.406) es uno de los muchos que sostienen esta opinión.

[5]No hay circularidad, sino una sucesión de MLP. Esto es diferente de la visión de que “la información es circular, en el sentido de que es a la vez entrada y salida… por lo tanto, se vuelve muy difícil distinguir la producción, la distribución y el consumo de información” (Kostakis, 2012, p. 2). Esto se acerca mucho a argumentar que la información es a la vez entrada y salida de la misma MLP, un error cometido por un gran número de autores, marxistas y no marxistas por igual, especialmente cuando tratan la transformación de valores en precios.

[6]Véase, por ejemplo, Denton, PH y Restivo, S. (2008), págs. 160-171.

[7]La noción de propiedad de los medios de producción mental se abordará más adelante.

[8]Como señala correctamente Pfeiffer, “en el estado actual de la investigación, no se puede hacer una afirmación clara y concluyente de que la fuente de creación de valor haya cambiado realmente” (2013, p. 19).

[9]Para un análisis exhaustivo de la producción de videojuegos, véase Dyer-Witheford y de Peute, 2009. Se trata de un trabajo valioso, a pesar de su dependencia de la perspectiva operaísta, ya que destaca la interacción de los juegos virtuales y el contexto social en el que se desarrollan.

[10]Para una crítica de la mercancía cognitiva en algunas de las líneas planteadas en este trabajo, véase Starosta, 2012.

[11]Asimismo, algunos agentes pueden desempeñar alternativamente el trabajo productivo y la función del capital. Véase Carchedi, 1977.

[12]Véase Carchedi, 2012, págs. 220-225.

[13]Ross (2013) es uno de los muchos que sostienen esta opinión.

[14]Para Kostakis (2012, p. 6) “los usuarios producen valor para las empresas”. Para Reveley (2013) los usuarios no son productores de valor. Los usuarios generan datos de manera pasiva e inconsciente (p. 515), y no son “productores primarios” (p. 516).

[15]Esto es también lo que hacen algunos blogs. Véase Geert Lovink, Colectiva Ossessioni, Università Bocconi Editore, 2011, p. 22.

[16]Según una encuesta realizada por Lakhani y Wolf (2005, pp.9-10), el 40% de los desarrolladores entrevistados reciben un pago por participar en proyectos de código abierto (OS) o pueden participar en esos proyectos en su tiempo de trabajo.

[17]Véase también Henninger, 2007

[18]Véase Rey, 2012, pero también muchos otros autores.

[19]O a costa de sus «profesionales creativos», es decir, trabajadores mentales cualificados, en la medida en que los «prosumidores» los sustituyen (véase Banks y Deuze, 2009).

[20]Esto está en consonancia con la noción de Marx de que las mercancías son reemplazables debido a su sustancia social común, el trabajo abstracto. Marx 1967, pp. 28-9;

[21]Un tratamiento más completo de estas cuestiones presupone una distinción entre individuos concretos y abstractos y una teoría de los mismos, y por tanto entre fenómenos individuales y sociales. Véase Carchedi, 2012, capítulo 1.

[22]A diferencia de Gramsci, aquí el intelectual orgánico agrega la visión y representa los intereses de cualquier grupo social.

[23]Esto no tiene nada que ver con la noción operaísta del intelecto general que genera conocimiento a través de un misterioso, porque nunca analizado, proceso colectivo de producción mental.

[24]Así pues, nada podría estar más lejos de la verdad que decir que la subjetividad colectiva cancela la identidad individual.

[25]EOWright es un ejemplo de este enfoque erróneo. Véase Carchedi, 1989.

[26]Para los símbolos KN, KL y KO, véase la relación (2) anterior. Para simplificar, se descarta K0.

[27]El mismo procedimiento permite resolver la regresión ad infinitum en el llamado problema de transformación. Véase Carchedi, 2012.

[28]Pero, como veremos en breve, las dos racionalidades suelen coexistir en la misma forma de conocimiento. La cuestión es cuál de las dos racionalidades es dominante.

[29]Los dos párrafos siguientes están tomados de Carchedi, 2012, pp. 258-9, donde se pueden encontrar más detalles.

[30]Véase Dirk J. Struik, 1948; véase también Wichita State University.

[31]Los capitalistas pueden perseguir sus propios objetivos también indirectamente, defendiendo los intereses colectivos específicos de aquellos grupos sociales en cuyo conocimiento colectivo la racionalidad del capital es dominante.

[32]“La acumulación de conocimientos y habilidades, de las fuerzas productivas generales del cerebro social, [son] absorbidas por el capital” Marx, 1973, p. 694.

[33]Esto plantea la cuestión del papel de la no violencia en la estrategia de los trabajadores, cuestión que excede el alcance de este artículo.

[34]Dyer-Witheford y de Peute (2009) ofrecen un excelente análisis de la naturaleza ideológica de los juegos virtuales. Sin embargo, este estudio se inscribe en un marco operaísta, un enfoque radicalmente diferente del seguido en este trabajo.

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