Breve historia de los últimos 30 años del movimiento estudiantil argentino

Un sintético repaso de algunas de las experiencias de lucha más importantes de los últimos 30 años en el movimiento estudiantil argentino.

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La juventud universitaria acaba de protagonizar un ascenso como hace años no se veía. Asambleas masivas, facultades tomadas, cortes de calle y movilizaciones de miles y cientos de miles marcaron la tónica de este proceso. También asomó, incipientemente, una tendencia a la unidad obrero-estudiantil con comisiones de base y delegaciones de estudiantes apoyando los conflictos y participando de piquetes y actividades impulsadas por los trabajadores. Este movimiento de la juventud universitaria no se produce en el vacío ni nace de un huevo.

El movimiento estudiantil argentino es uno de los sectores con más tradición de lucha en nuestro país. A pesar del corte que significó la dictadura militar, en cada acenso, el movimiento recupera las experiencias y enseñanzas del pasado. Con intención de aportar a una comprensión más de conjunto, escribimos esta nota con un sintético repaso de algunas de las experiencias de lucha más importantes de los últimos 30 años en el movimiento estudiantil argentino.

El avance neoliberal en los ‘90

En los ´90 el gobierno de Carlos Menem, luego de asumir con un discurso populista, arremete duramente con reformas neoliberales contra las masas. Ataca sistemáticamente la educación pública alcanzando su punto culmine en 1995 con la LES (Ley de Educación Superior) que plantea que la educación es un “servicio” y no un derecho, como plantea la constitución nacional. Con ella se conforma la CONEAU (consejo conformado por rectores de universidades públicas, privadas y el gobierno) para acreditar y regular los alcances de los títulos, buscando prestigiar a las universidades privadas al equiparar sus carreras a las de las universidades nacionales, habilitando el avance seminarios y posgrados pagos en las universidades nacionales y dando injerencia a las empresas, el gobierno y los rectores de las privadas sobre los contenidos y carácter de las carreras de grado. La LES viola de esta manera la autonomía universitaria, reivindicación histórica planteada con la reforma de 1918.

Esta avanzada privatista es resistida fuertemente por un movimiento de la juventud universitaria que se pone de pie contra estos ataques y que se caracteriza por la radicalidad de los métodos de lucha, aunque con una impronta más bien limitada a lo reivindicativo. Su consigna es la defensa de la educación pública frente al neoliberalismo. El centro del movimiento se da en la UNLP, UBA, y la universidad del Comahue. La burocrática Franja Morada (brazo estudiantil de la UCR que ganó terreno desde la creación de los centros de estudiantes durante la primavera alfonsinista, luego del corte histórico que significó la dictadura militar) en un inicio acompaña el proceso de lucha, pero ante la inminente sanción de la LES rinde pleitesía a su carácter de corriente patronal y comienza a moderar sus acciones y a tirar agua fría al movimiento. Debido a esto y a un peronismo a la defensiva (por su apoyo al gobierno de Menem) se genera un vacío político que ocupan agrupaciones independientes y la izquierda, impulsando la radicalización del proceso. Los estudiantes tienen que resistir muchas veces la represión y detenciones ilegales como en las movilizaciones de La Plata. Se desbordan las conducciones de los centros de estudiantes y se toman sedes, se realizan cortes de calle e importantes movilizaciones que muestran una implacable fuerza. En los programas de televisión, dirigentes estudiantiles muestran su voluntad de continuar la lucha hasta derrotar la ofensiva del gobierno.

A nivel nacional, luchas importantísimas como la huelga de los ferroviarios resisten las privatizaciones del menemismo, aunque la mayoría terminan con duras derrotas y no confluyen habitualmente con el movimiento estudiantil. El movimiento sufre asimismo un reflujo del que tardará en recuperarse, sin embargo la fuerte resistencia mostrada le pone un límite al avance privatista contra la educación, el cual sólo muy gradualmente va retomando la ofensiva.

1999 – 2001 de la lucha por presupuesto al “que se vayan todos”

A partir de 1999, producto de la recesión, comienzan los intentos de sucesivos ministros de economía para recortar el presupuesto educativo: Roque Fernández en 1999, López Murphy y Cavallo en 2001. La reacción estudiantil no se hace esperar y estalla en fuertes movilizaciones contra los recortes. El movimiento triunfa en su lucha defensiva y evita la reducción del presupuesto, lo cual genera un gran entusiasmo en el movimiento estudiantil que veía una primera victoria luego de décadas de derrotas.

Al calor de este proceso el activismo logra sacarse de encima a la Franja Morada de la FUBA. El deterioro político del gobierno de la Alianza precipitó el derrumbe de su agrupación estudiantil, posibilitando la irrupción del activismo independiente y la recuperación de la federación por sectores independientes y la izquierda (agrupaciones como TNT, cuyos dirigentes luego serían cooptadas por el kirchnerismo, pero que en su momento representan un avance real del activismo frente a la conducción anterior).

“Todas las sedes de la Universidad de Buenos Aires están tomadas por estudiantes. Alumnos secundarios y universitarios cortaron hoy calles y avenidas de la Ciudad y en diversos puntos del país y tomaron los edificios a los que asisten a clase, en el marco de una serie de protestas contra las medidas de ajuste anunciadas el viernes pasado por el ministro de Economía, Ricardo López Murphy.” Informaba Ámbito Financiero el 19 de marzo del 2001.

En unidad con los sectores en lucha (trabajadores desocupados, fábricas recuperadas, Madres de Plaza de Mayo) protagonizan cortes de ruta, movilizaciones y tomas de facultades en medio de un clima nacional sumamente explosivo. En este período el movimiento estudiantil cobra un fuerte carácter político. Su lugar está con el pueblo y contra el gobierno hambreador de De La Rúa. El movimiento estudiantil hace suyo el canto del Argentinazo: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

Los estudiantes participan de importantes movilizaciones y surge un nuevo activismo juvenil, parte del cual se une a los movimientos sociales y a partidos de izquierda. Jóvenes como Kosteki y Santillán, asesinados por la represión de Duhalde en Puente Pueyrredón, son levantados en banderas y murales en las facultades y colegios. El ejemplo de su militancia popular es imitado por miles de jóvenes. Los estudiantes con sus métodos de lucha, acompañando los piquetes y tomando las sedes de estudio son una parte activa en la rebelión popular que tira al gobierno y abre un nuevo ciclo político en nuestro país, conquistando la calle y poniendo fuertes límites a la contención de la protesta por medio de la represión, la cual queda sumamente cuestionada en la opinión pública.

2004-2006 el enfrentamiento a la LES y la pelea por la democratización

El gobierno de Néstor Kirchner asume muy condicionado por la rebelión popular del 2001. Fracasada la contención represiva de la protesta, Kirchner se ve obligado a intentar cooptar y sacar de la calle a los sectores populares en lucha dando ciertas concesiones. En la universidad hubo un aumento presupuestario significativo, aunque el contrapunto fue que se mantuvieron en vigencia los retrocesos de la época neoliberal como la Ley de Educación Superior, la injerencia de las empresas en las universidades nacionales y un crecimiento sustancial de las universidades privadas.

En el 2004 el gobierno retoma la ofensiva para acreditar múltiples carreras de grado a la CONEAU. En muchas universidades las gestiones supuestamente “progresistas” y no tanto empezaron los trámites de acreditación, lo cual implicaba readecuaciones y recortes de los planes de estudio además de vaciamiento de contenido. El descontento estudiantil no se hizo esperar y, recuperando la tradición de la lucha de los ‘90, comenzaron nuevamente las asambleas y movilizaciones. El epicentro del conflicto fue la Universidad del Comahue, donde se tomaron casi todas las sedes.

Las Madres de Plaza de Mayo trasladaron su ronda de los jueves al playón de la facultad. La fábrica recuperada FASINPAT (ex-Zanón) y el sindicato ceramista participaron de todas las movilizaciones estudiantiles, además de sacar un cerámico reivindicando la toma de la facultad. Finalmente el movimiento logró que el Consejo Superior, rodeados por miles de estudiantes, votara una resolución que impedía el avance de la CONEAU en la universidad, un triunfo muy importante al representar un pronunciamiento oficial de la universidad en rechazo a la LES y la CONEAU. Con este importante impulso, la FUC (dirigida por sectores combativos) organiza el “primer congreso Nacional de estudiantes universitarios contra la LES” con el objetivo de nacionalizar la lucha y abrir un debate nacional para que el movimiento estudiantil derrote a la LES.

En Chubut, en la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco (UNP) la Federación Universitaria Patagónica (FUP) se llevan adelante importantes tomas contra la CoNEAU y por presupuesto. Hay asambleas interfacultades masivas en la UNLP. En la UBA se realizan en el Segundo y Tercer Congreso contra la LES. Hacia el conjunto del movimiento se abre un debate acerca de las implicancias de la LES y la CONEAU quedando gran material de archivo que es retomado en cada ocasión por el movimiento estudiantil, además de un bagaje en los activistas. Avanza la comprensión de la pelea contra la LES, desde un enfoque reivindicativo pero sumamente progresivo.

En 2005, el problema presupuestario se ubica en el centro a partir de la huelga de los docentes universitarios en Córdoba, que movilizan al conjunto de la comunidad universitaria en una marcha de más de 30.000 personas. La lucha se expande a la UBA y otras universidades confluyendo con reclamos obreros importantes como los del Hospital Garrahan y los trabajadores del subte, realizando una importantísima movilización el 16 de septiembre por “Salud, Trabajo y Educación”, los manifestantes logran superar un cordón policial e ingresar a la Plaza de Mayo.

En 2006, comienza la lucha por la democratización. Las autoridades de la UBA aprestaban a realizar una nueva elección de rector. El movimiento estudiantil se pone de pie en la UBA denunciando la complicidad del candidato Alterini con la última dictadura militar. Este movimiento realiza importantes concentraciones e impide cinco veces sesionar la Asamblea Universitaria y causa una acefalía prolongada en la UBA. El movimiento no se queda sólo en la impugnación del candidato a rector, sino que cuestiona el conjunto del régimen de gobierno universitario y se expande a otras universidades nacionales (Buenos Aires, La Plata, Rosario, Comahue, Patagonia) donde se replican asambleas masivas, tomas y movilizaciones.

En diciembre, mediante la represión, la gestión logra hacer sesionar a la asamblea y elige a Rubén Hallú como nuevo rector, dando un cierre al conflicto. En Comahue y el resto de las universidades las gestiones logran controlar la situación y asestar una derrota al movimiento estudiantil, aunque como concesión comienza a haber procesos de reforma de los estatutos, que en algunos casos amplían la representación estudiantil en el co-gobierno universitario.

El Estudiantazo de 2010 con epicentro en CABA

En el 2010 el deterioro acumulado de años de desinversión educativa empieza a generar el descontento de la juventud estudiantil. Son los secundarios de Buenos Aires quienes comienzan el proceso en reclamo por escuelas sin gas y con graves problemas edilicios. Estallan las tomas en CABA y se generalizan como un reguero de pólvora incluso llegando al interior del país, aunque de manera más esporádica. La UBA y el IUNA también se suman al proceso tomando sedes y confluyendo en grandes movilizaciones con los secundarios. El proceso no se llega a nacionalizar pero se vuelve muy fuerte en la Capital Federal.

El asesinato del joven militante del PO Mariano Ferreyra durante un corte de vías de los tercerizados ferroviarios es un hecho que marca fuerte al conjunto del activismo que fue parte de ese proceso. Con 23 años y siendo estudiante, en medio del proceso de lucha, Mariano era parte de una nueva generación de jóvenes que se sumaban a la lucha por transformar la sociedad junto a la clase trabajadora. Su caso dejó al descubierto el entramado podrido entre la burocracia, sindical que eran dueños de las tercerizadas ferroviarias, y el gobierno K. El asesinato de Mariano ocurre en momentos en que la izquierda comienza a ganar un gran terreno militante entre la juventud expresando al sector más dinámico del movimiento ante el comienzo del  declive del autonomismo y de corrientes como el MST y el PCR que habían quedado sumamente cuestionadas por su apoyo a las patronales del campo en el 2008.

Al calor de la bronca por el asesinato de Mariano, se realiza una histórica movilización de la Noche de los Lápices desde la terminal de tren donde fue asesinado hasta Plaza de Mayo. Una marea interminable de estudiantes canta consignas contra el gobierno, exige presupuesto educativo y reivindica y pide justicia por Mariano Ferreyra. El punto más alto del proceso a nivel reivindicativo se da cuando se toma del Palacio Pizzurno (Ministerio de Educación). Frente a la amenaza de una represión inminente el movimiento estudiantil acude en masa a rodear el edificio. Los estudiantes acuden desde las tomas de su facultad y llaman a sus compañeros. Adentro del ministerio una asamblea delibera y decide quedarse hasta obtener respuestas. El gobierno desiste de reprimir y reconoce su derrota, firmando inmediatamente el alquiler y construcción de nuevos edificios para paliar el déficit en la UBA y el IUNA. Además hay ciertas concesiones para los secundarios. El Kirchnerismo, luego de la muerte de Néstor, comienza una ofensiva en regla para poner en pie agrupaciones juveniles y estudiantiles como La Cámpora y otras. Con resultados contradictorios logra cierto lugar de importancia entre el estudiantado.

La situación actual, algunas conclusiones

La huelga de los docentes universitarios fue la chispa que, nuevamente, encendió la llama del movimiento estudiantil en la Argentina. En un contexto de suma incertidumbre hacia el futuro, con un gobierno que le declaró la guerra a los sectores populares, la juventud y los trabajadores, se produjo un nuevo acenso, eminentemente político, de la juventud universitaria. Esta vez lo que motorizó el proceso, aunque tuvo su lugar la reivindicación del presupuesto, fue la bronca contra el gobierno de Macri, la sensación de que nos están robando el futuro.

Las medidas de lucha han sido generalizadas. De una u otra manera todas las universidades del país han entrado en el proceso. Movilizaciones masivas, clases públicas, en donde hubo desborde y tomas de sedes como hace años no se veía. Con desigualdades por universidad y facultad, la tendencia fue a la generalización. El carácter político que tomó el movimiento hace que haya sido natural su empalme con las luchas obreras en curso como la de los astilleros, agroindustria y otras. También la fuerte presencia de la izquierda en el estudiantado, que ha cobrado un rol político mucho mayor que en los procesos anteriores, influenció en este sentido.

Aunque todavía no haya un movimiento generalizado de masas contra el gobierno, esta incipiente tendencia a la unidad obrero-estudiantil podría estar marcando un anticipo de un gran estallido popular. La apertura de una crisis de gobernabilidad en regla en nuestro país, que recuerda a la del 2001 pero en circunstancias completamente diferentes, con una clase obrera recompuesta desde el punto de vista económico (sin desocupación de masas) y con una juventud que, en lugar de participar desde el trabajo barrial, intervenga en el proceso con sus herramientas gremiales, en los lugares de trabajo y de estudio, que viene de experiencias sumamente progresivas como la irrupción de la marea verde por el aborto legal, sacando conclusiones acerca del carácter reaccionario del senado y las instituciones del régimen, son algunos de los nuevos elementos puestos en escena por la lucha de 2018.

El movimiento estudiantil argentino es portador de una riquísima tradición que, ante cada acenso, se recupera y vuelve a proyectar hacia el futuro. La dictadura militar intentó dispersar las ideas, mezclar los papeles, quemar los libros, borrar la historia. Obligó al movimiento a volver a empezar, a volver a recomponer las herramientas gremiales, a volver a formar los centros de estudiantes, a recordar cómo se hacían las asambleas, a recuperar los métodos de lucha poco a poco, a empezar a caminar paso a paso, buscando las huellas, el camino ya recorrido y quizás un poco olvidado. Con esfuerzo y dedicación, nuestro movimiento va volviendo a atar el hilo de la memoria histórica. Ese que conduce hacia la unidad con los trabajadores, hacia el clasismo. Esa idea que supo embanderar a la juventud de los ‘60 y ‘70 en gestas heroicas como el cordobazo. El movimiento estudiantil tiene por delante un enorme desafío, el de ser parte de una transformación radical de la sociedad junto a los trabajadores y el pueblo. A esa tarea intentamos aportar con esta y todas nuestras elaboraciones. ¡Manos a la obra!

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