Amazonía

Brasil en llamas: crónica de un ecocidio anunciado

«[…] no nos quedemos demasiado lisonjeados con nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por toda victoria de ese tipo […] Y, así, a cada paso nos recuerda que no dominamos de modo alguno la naturaleza como un conquistador domina un pueblo extranjero, o sea, como alguien que se encuentra fuera de la naturaleza, sino somos parte y estamos dentro de ella con carne y sangre y cerebro y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, distinguiéndonos de todas las otras criaturas, somos capaces de conocer sus leyes y aplicarlas correctamente.»

Dialéctica de la Naturaleza, F. Engels.

Las últimas semanas nos dejó imágenes estremecedoras en Brasil. El humo generado por los incendios forestales envolvió al 60% del país, tiñendo de naranja los cielos de las ciudades del interior de Goiás y, en el caso de São Paulo, durante varios días consecutivos fue la metrópoli con peor calidad del aire del mundo, según el sitio web suiza IQAir.

Pero la catástrofe medioambiental no se detuvo ahí. Mientras nuestros pulmones se llenaban de humo, el fuego devoraba gran parte de los bosques de la Amazonía, el Cerrado y el interior de São Paulo. Además, los expertos advierten de que el estado del Amazonas se encamina hacia la peor sequía de la historia en 2024, debido a una sequía extrema que afecta a gran parte del estado.

Todo esto recuerda a escenas de películas distópicas, como Mad Max. Pero en este caso, los acontecimientos no tienen lugar en una pantalla de cine, sino en territorios donde viven cientos de millones de personas y sufren los efectos de la crisis ecológica.

La magnitud de la catástrofe

Según el Cemaden (Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Catástrofes Naturales), la «epidemia» de incendios se produce en medio de la peor sequía del país desde 1950. Desde principios de año y hasta el 8 de septiembre, se registraron por satélite 165.000 focos de incendio, el 82% de los cuales tuvo lugar en los biomas de la Amazonía y el Cerrado. En total, 11,39 millones de hectáreas se vieron afectadas por los incendios durante este periodo.

Sin embargo, en los últimos meses, la crisis se agravó aún más y alcanzó proporciones catastróficas: en agosto de 2024, la superficie quemada en Brasil sumó los 5,65 millones de hectáreas, lo que supone un aumento del 149% en comparación con el mismo período del año anterior.

La Amazonía, por ejemplo, registró el mayor número de incendios de los últimos catorce años y, como consecuencia, perdió 2,5 millones de hectáreas de bosque en menos de un mes. En el caso del Pantanal, los incendios devoraron aproximadamente 1,9 millones de hectáreas, es decir, el 12,5% del bioma. En el Cerrado se registraron más de 18.000 focos de incendio, los cuales consumieron el 44,6% del total de hectáreas quemadas en todo el país.

En lo que respecta a São Paulo, el estado registró 2.600 incendios activos, lo cual representa el mayor número registrado desde 1998 (cuando comenzaron las mediciones por satélite). En agosto se quemaron 370.400 hectáreas y los incendios aumentaron un 2.510% en comparación con la media de los últimos seis años.

Para empeorar la situación, los llamados “ríos voladores” que se forman en la selva amazónica y que transportan el vapor de agua a otras regiones, ahora se transformaron en «ríos de humo» que propagan la contaminación generada por los incendios hacia el sur y el sureste del continente. Por este motivo, São Paulo tuvo durante varios días la peor calidad del aire de todas las metrópolis del mundo y, como la naturaleza no conoce de fronteras, la nube de smog se extendió a otros países de la región, como Argentina, Uruguay, Paraguay, Perú y Bolivia.

En resumen, estamos ante una verdadera catástrofe medioambiental de dimensiones continentales. La sequía extrema que afecta a los ríos amazónicos y que deja a pueblos ribereños aislados; el cierre de aeropuertos y puertos que paralizan la actividad económica e impiden la movilidad de millones de personas; la suspensión de clases en varios estados y el aumento de enfermedades respiratorias que saturan los servicios de salud; la pérdida inconmensurable de bosques y de la biodiversidad que contienen; son algunas de las consecuencias que exponen la cruda realidad del Antropoceno.

A continuación, analizaremos las causas que nos han llevado a este estado de barbarie.

La lógica ecocida del agronegocio

Por ecocidio se entiende cualquier acto ilegal o arbitrario que cause daños graves y duraderos al medio ambiente. Esto es precisamente lo que está ocurriendo en Brasil. Aunque la sequía extrema y la consiguiente falta de lluvias contribuyen a la propagación de los incendios, por sí solas no explican el gran número de incendios que se produjeron simultáneamente, así como los que surgieron en biomas donde, debido a la elevada humedad, los incendios no son un elemento natural, como el Pantanal y la Amazonía.

El salto exponencial y la localización de los incendios, demuestran que la mayoría de ellos fueron provocados intencionadamente y, como es usual en estos casos, el principal sospechoso es el agronegocio. Veamos algunas estadísticas que confirman esta sospecha.

En comparación con agosto de 2023, los focos aumentaron un 103% en el mismo período de este año. En São Paulo, por ejemplo, entre la mañana y la noche del 23 de agosto, el número de focos pasó de 25 a 1.886, un aumento anómalo que revela una operación planificada. Además, más de la mitad de los incendios se produjeron en explotaciones privadas (como São Martinho SA y Raízen SA), de las cuales un 81,29% tuvo lugar en terrenos destinados a la plantación de caña de azúcar.

En el caso de la Amazonía, los incendios fueron provocados con dos objetivos. En primer lugar, para la agroindustria es más sencillo y económico destruir la selva con el fuego que deforestarla; además, para las autoridades ambientales es más difícil fiscalizar estas acciones criminales. En segundo lugar, según funcionarios de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (FUNAI), muchos incendios son provocados por los “garimpeiro” (mineros ilegales que invaden la selva amazónica y territorios indígenas) en represalia por las operaciones de hostigamiento contra sus campamentos: ¡las nubes de humo dificultan la vigilancia aérea!

Lo anterior pone de manifiesto la lógica ecocida de la industria extractivista que, como su nombre indica, se basa en la extracción o explotación de los recursos naturales de las regiones donde se implanta, agotando la fertilidad del suelo y causando enormes daños a la biodiversidad y a las poblaciones humanas circundantes. Funciona bajo un método de «tierra arrasada»: cuando los recursos de una localidad se agotan (lo que puede tardar unos años o décadas, pero siempre ocurre), se busca otra zona donde reubicarse y el ciclo extractivo vuelve a empezar. Esto explica la constante expansión de la frontera extractivista en actividades como la ganadería, la minería, las plantaciones de soja y la tala, por citar sólo algunas.

La industria extractivista brasileña replica al pie de la letra esta lógica de «tierra arrasada». Según el «Informe Anual de Deforestación» (elaborado por Mapbiomas), la pérdida de cobertura vegetal en el país creció un 20% entre 2020 y 2021, siendo el agronegocio el responsable del 97% de esta deforestación (sólo el 0,87% respetó los procesos legales).

Esta presión para expandir la frontera extractiva explica el asedio permanente a los bosques, así como la invasión y los ataques sistemáticos a los territorios indígenas. Se trata de una industria altamente rentable basada en la práctica sistemática de crímenes ambientales para la explotación de los recursos naturales y los incendios pasaron a ser una de sus tácticas ecocidas preferidas.

Junto con eso, el Estado brasileño garantiza la impunidad de los ecocidas. Por citar un ejemplo, en 2019 un grupo de ruralistas se organizó para quemar simultáneamente 478 haciendas en la Amazonía; un crimen ambiental que fue bautizado como el «Día del Fuego», ¡pero por el que nadie fue castigado! Según un informe de Greenpeace, sólo el 10% de las  haciendas involucradas en la quema fueron multadas, mientras que el resto continuó recibiendo recursos de crédito rural, incluso de instituciones financieras gubernamentales.

No es de extrañar, por tanto, que hoy estemos asistiendo a un «Día del Fuego» en una escala aún mayor, pues el Estado brasileño persiste en su política de impunidad y de brindar financiamiento a los criminales medioambientales, algo que no cambió bajo el gobierno de Lula, como veremos más adelante.

Lula en su laberinto (o el fracaso de la conciliación de clases para combatir el extractivismo ecocida)

Aunque el gobierno de Lula se presente ante el mundo como defensor del medio ambiente y de la Amazonia, no rompe con la lógica extractivista del capitalismo brasileño (sometido al imperialismo occidental), que destruye la naturaleza e impone un desequilibrio metabólico entre la sociedad y el medio natural.

Por ejemplo, insiste en desarrollar la exploración petrolífera en la cuenca de la desembocadura del río Amazonas, concretamente en el bloque 59, a pesar de que el Ibama (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables) negó la licencia de prospección petrolífera en este bloque en mayo de 2023, debido al riesgo que supone para la ecología de la zona en caso de fuga. En otras palabras, el gobierno de Lula apuesta por los combustibles fósiles y va a contracorriente (en flagrante contradicción) del discurso climático que expone cínicamente en las reuniones de la COP (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) y otras conferencias internacionales.

Como resultado, cada día resulta más evidente que las acciones del gobierno federal no están a la altura de las expectativas de cambio que generó al inicio de su mandato; se esperaba un mayor contraste con el gobierno de ultraderecha de Bolsonaro. Pero la continuación y profundización de la crisis ambiental confirma el fracaso de la conciliación de clases en el combate a los ecocidios (¡y en la normalización de Brasil, como prometieron!), lo que es comprensible porque no cuestiona la propiedad privada del agronegocio, una frontera de clase que Lula, el PT y la izquierda del orden no están dispuestos a cruzar.

Por este motivo, la respuesta del gobierno a los incendios ha sido muy lenta. Aunque se han producido algunas mejoras para combatir las emergencias climáticas, los avances son escasos en comparación con el desmantelamiento llevado a cabo por el gobierno anterior, que se tradujo en una falta de preparación institucional para hacer frente a la convergencia de tantos focos de incendio.  Por ejemplo, el Ibama (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables) aumentó el número de bomberos de 2.109 a 2.223, pero el ICMBio (Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad) sufrió un descenso mayor en el número de empleados, de 1.415 a 981. Además, el gobierno no ha cumplido su promesa electoral de crear una autoridad climática que centralice las acciones para combatir el cambio climático.

La llamada Bancada Ruralista, es decir, el poderoso «brazo político» del agronegocio que cuenta con 290 diputados y 50 senadores en Brasilia, ha desempeñado un papel destacado en este sentido. Se opone firmemente a la agenda medioambiental y sistemáticamente promueve el desmantelamiento de las instituciones encargadas de la protección del medio ambiente.

La Bancada Ruralista, por ejemplo, fue responsable de recortar 20 millones de reales del presupuesto del Ibama para prevenir y combatir incendios. Aunque el presupuesto se recuperó posteriormente mediante un crédito extraordinario, el ataque reflejó a la perfección la agenda ecocida del agronegocio en el Congreso. También retrasó la aprobación del proyecto de ley para la gestión de incendios, el cual tardó seis años en aprobarse y, durante ese lapso de tiempo, transcurrieron tres temporadas de incendios.

¿Qué está haciendo el gobierno de Lula frente a los ataques del agronegocio? En vez de atacar a los latifundistas que apoyan materialmente a la bancada ruralista y que son los responsables directos de los incendios, intenta conciliar con ellos bajo el pretexto de tratar de ganarlos a su favor y, de esta forma, ponerlos en contra de Bolsonaro. Veamos un ejemplo absurdo que no deja lugar a dudas sobre esto que acabamos de señalar. Según el ministro de Agricultura, Carlos Fávaro, el gobierno autorizará a los «productores» (es decir, a los latifundistas de agronegocio) el «acceder a la línea de crédito para la recuperación de áreas degradadas» y, a través del Plan Safra, pondrán a disposición 6.500 millones de reales para las haciendas afectadas por los incendios. Así, el gobierno de Lula sigue la misma política que Bolsonaro de cara al «Día del Fuego» de 2019, pero a una escala aún mayor.

¡Socialismo o barbarie ecocida!

La crisis de los incendios en Brasil ejemplifica el recrudecimiento de los ataques en el capitalismo del siglo XXI. Desde la corriente Socialismo o Barbarie (SoB) caracterizamos que ingresamos en una nueva etapa de la lucha de clases más recrudecida, donde cada vez es más recurrente el paso de la barbarie de las palabras a la barbarie de los hechos.

Ante esto, el gobierno de Lula no revirtió la tendencia ecocida en el país, pues para ello sería necesario cambiar completamente las relaciones sociales de producción, es decir, implementar un programa con medidas anticapitalistas que cuestionen la propiedad privada, comenzando por la expropiación del agronegocio ecocida y el desarrollo de una reforma agraria radical para construir otro modelo productivo en el campo.

Mientras tanto, los ataques y las catástrofes medioambientales han continuado. El agronegocio es responsable del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero de Brasil, una cifra alarmante teniendo en cuenta que nuestro país es el sexto mayor emisor de carbono del planeta.

La actual crisis ambiental refleja la impotencia política del proyecto de conciliación de clases que está llevando al país a un callejón sin salida. El gobierno liberal-social de Lula, en alianza con sectores de la burguesía y con el apoyo de la “izquierda del orden” (así se denomina a la izquierda reformista en Brasil) agrupada en el PSOL, no normalizó el país y, por el contrario, está allanando el camino para el fortalecimiento de la extrema derecha.

Es necesario salir a las calles a exigir medidas anticapitalistas contra el agronegocio. En este sentido, apoyamos el llamado de la Coalición por el Clima a marchar el próximo domingo 22 de septiembre, saliendo del MASP en la Avenida Paulista. Además, creemos que es fundamental que la izquierda revolucionaria sea parte de las luchas ambientales, ya sea debatiendo un programa ecosocialista para Brasil o colaborando en la construcción de espacios unitarios para promover las luchas ambientales.

Fuentes

“Agro é fogo: o negócio por trás das queimadas e a instituição do marco temporal”. Em https://apiboficial.org/2024/09/06/agro-e-fogo-o-negocio-por-tras-das-queimadas-e-a-instituicao-do-marco-temporal/ (Acesso em 11 de setembro de 2024).

Novo ‘pacote da destruição’ avança no Congresso sob paralisia de Comissão de Meio Ambiente. Em https://www1.folha.uol.com.br/ambiente/2024/04/novo-pacote-da-destruicao-avanca-no-congresso-sob-paralisia-de-comissao-de-meio-ambiente.shtml (Acesso em: 10 de setembro de 2024)

“Resposta de Lula a seca e fogo esbarra em desarticulação, verba, estrutura e Congresso”. Em https://www1.folha.uol.com.br/ambiente/2024/09/resposta-de-lula-a-seca-e-fogo-esbarra-em-desarticulacao-verba-estrutura-e-congresso.shtml?utm_source=whatsapp&utm_medium=social&utm_campaign=compwa (Acesso em 11 de setembro de 2024).

«Onde há fumaça há fogo e falta urgência». Em https://www1.folha.uol.com.br/opiniao/2024/09/onde-ha-fumaca-ha-fogo-e-falta-urgencia.shtml (Acesso em 11 de setembro de 2024).

Área queimada no Brasil cresce 149% em agosto. Em https://www.uol.com.br/ecoa/noticias/ansa/2024/09/12/area-queimada-no-brasil-cresce-149-em-agosto.htm?cmpid=copiaecola (Acesso em 12 de setembro de 2024).

Brasil teve mais de 11 milhões de hectares atingidos por queimadas em 2024. Em https://www.jornaldocomercio.com/geral/2024/09/1171315-brasil-teve-mais-de-11-milhoes-de-hectares-atingidos-por-queimadas-em-2024.html#:~:text=Chama%20a%20aten%C3%A7%C3%A3o%20o%20crescimento,de%20agosto%20de%20anos%20anteriores.  (Acesso em 12 de setembro de 2024).

Ecocídio, crime contra o planeta, ganha definição jurídica e avança rumo à penalização. Em https://brasil.elpais.com/ciencia/2021-06-23/ecocidio-crime-contra-o-planeta-ganha-definicao-juridica.html (Acceso em 13 de setembro de 2024).

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