
Por Pablo Perez
El Gobierno de Brasil a través del portavoz Otávio Rego Barros declaró que “Nuestro presidente ya determinó que el ministerio de Defensa realice las conmemoraciones debidas relacionadas con el 31 de marzo de 1964” a lo que sumó que la jornada contará con un documento patrocinado por el mismo ministerio y con la supervisión de Jair Bolsonaro.
Esta aberrante decisión significa una respuesta política contundente frente a la conexión entre la familia presidencial y los detenidos por el asesinato político de Marielle Franco.
Bolsonaro es un acérrimo defensor del golpe militar que torturó y asesinó cientos de luchadores. Es un negacionista que expresó en varias oportunidades que no hubo un golpe de estado sino un acuerdo civil y militar contra el gobierno de Goulart y que incluso ha declarado que la dictadura cometió un error al “torturar y no asesinar”. No hay que olvidar que llegó a reivindicar al militar encargado de la tortura de Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil.
En un país donde el golpe militar sigue impune, donde hay más de 200 agentes estatales responsables de violaciones a derechos humanos que caminan libres por las calles, donde las fuerzas armadas son parte cotidiana de la vida del pueblo trabajador brasilero, este llamado a celebrar el golpe militar busca alimentar a los sectores reaccionarios y acallar las gigantescas reservas democráticas y de lucha del pueblo como en el último carnaval y en el 8M.