“El humano de la burguesía no es la gran figura unitaria detrás de la cual se ocultaría la explotación; en su mismo principio está desdoblado; la ideología práctica de la burguesía, aquella que se trama en la reproducción de las relaciones de poder burgués, no es la ideología de la persona libre y del humano creador de la historia, sino la ideología de la vigilancia y la asistencia. El humano de la burguesía no es fundamentalmente el sujeto conquistador del humanismo, sino el humano de la filantropía, de las humanidades y de la antropometría: el hombre al que se forma, se asiste, se vigila, se valora (Jacques Ranciere, La lección de Althusser, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1975)[2]
A propósito del estudiantazo [1] en curso en la Argentina y del resto de las luchas contra los despidos en el país, colocamos este título inspirado en el Mayo Francés en rechazo expreso a los intelectuales marxistas que abordan los gobiernos de extrema derecha del mundo con un nuevo “fin de la historia”.
1- El pesimismo de los intelectuales[3]
Intelectuales marxistas provenientes del mandelismo o ex mandelismo (es imposible saber cómo nombrar esta corriente, quizás hoy en día bensaidismo), del SWP inglés (Callinicos también se caracteriza por su falta de tersura dialéctica), de la revista Jacobin en inglés y castellano, organizaciones como Resistencia en Brasil y sus autores (Arcary, Henrique Canary), etc., forman un bloque compacto de “llorones” que pierden de vista lo que hay detrás de la formación de este tipo de gobiernos en el mundo, que por otra parte es, efectivamente, dominante: Trump podría ganar las elecciones en los EE.UU. dentro de dos semanas y seguramente los sermones de esta gente aumentarán. Y lo que está detrás es, básicamente, que la historia no termina con ellos. Que el escenario es de una polarización geopolítica y social que, aun siendo asimétrica, es creciente.
Por estas mismas razones es interesante seguir la coyuntura internacional; le da un sabor más universal a la cosa. Y esto, sencillamente, porque detrás del gobierno de Javier Milei hay vida: la lucha de clases en la Argentina continúa y está dando lugar a fenómenos nuevos como el actual estudiantazo, que ha impactado sobre la coyuntura nacional aunque no haya logrado cambiarla de momento.
Ejemplos como el argentino sirven para tener la medida de las cosas. Ver solamente el carácter reaccionario de los gobiernos y no ver la reversibilidad dialéctica que este tipo de gobiernos provocadores suponen, es no ver nada. Hemos leído artículos dramáticos en este sentido, de una ceguera monumental, que no se sabe si son escritos por pavura política o simplemente por cinismo ante la capitulación política que viene después: el uso espurio de la palabra “frente único obrero” para ser parte de frentes de conciliación de clases, que son lo opuesto.
Dedicaremos entonces este artículo a la actual dialéctica de la lucha de clases internacional, a propósito, sobre todo, de la coyuntura argentina y del estudiantazo en curso en el país.
2- La situación mundial a debate
Hay una palabra que sirve como marco internacional para la Argentina, que es la reversibilidad de los desarrollos de la lucha de clases a nivel internacional. No significa caer en el relativismo; nadie podría subestimar el hecho de que Trump puede ganar en EEUU, y no es lo mismo si gana Trump que Kamala Harris en muchos aspectos; como no da lo mismo que el bolsonarismo y otros de extrema derecha hayan arrasado en las elecciones municipales en Brasil, como una contra-tendencia a la tendencia de Lula, que es agónica por responsabilidad del propio PT y el Frente Amplio –que incluye desde Lula y Alckmin hasta Resistencia y el MES, pasando por Boulos–; y tampoco da lo mismo que en la Argentina gobierne Milei que si gobernara Massa: son, potencialmente, otras relaciones de fuerzas, otro régimen político, otras libertades democráticas, otro tipo de ataques a la clase trabajadora, etc.[4]
Pero si nos quedamos sólo con esa parte del análisis, como se quedan la mayoría de las corrientes –salvo los “orangutanes” facilistas, que son más superficiales que los pesimistas–;[5] si no vemos la reversibilidad o las contra-tendencias que también están en obra, quedamos ciegos y no podemos entender nada. Por ejemplo, no tendríamos forma de entender el estudiantazo en la Argentina, con sus alcances y sus límites.[6]
Hay definiciones que tienen su agudeza pero son unilaterales. Está la definición de que estamos viviendo una “era de las catástrofes” como señala el marxista inglés Alex Callinicos, que atrapa una parte de la realidad porque efectivamente estamos rodeados de las catástrofes del siglo XXI. Pero si nos quedamos con la definición de la era como de puras catástrofes y no, también, como una era de recomienzo de la experiencia histórica, de crisis, guerra, revoluciones, barbarie y reacción, quedamos unilaterales. Esa definición es una pura distopía donde desaparece la utopía, y eso está mal.
Sin embargo, en esta obra –que no alcanzamos a leer porque no la tenemos a mano– parece incluirse una idea que está en un artículo recientemente publicado en Jacobin, pero que el autor no desarrolla (son doce renglones de un artículo de 200): “En los masivos enfrentamientos con los liberales guerreristas en las universidades o en las calles puede forjarse una nueva izquierda antiimperialista que retome la lucha contra el sistema, aquella que iniciaron Luxemburgo, Lenin y sus camaradas a principios del siglo XX. De esta manera, la nueva era de las catástrofes puede ser también una era de la revolución” (“La nueva era de las catástrofes”, jacobin lat).[7]
Ese es el gran debate internacional que hay, y está muy en auge, porque encontrarles la vuelta dialéctica a los acontecimientos no es un tema menor. Tiene que ver con cuál es el signo del periodo. El ejemplo clásico lo hemos estado diciendo pero no se entendía –y en la vieja corriente morenista se entendía de manera mecánica, objetivista–: cuando Lenin hizo su definición de que se abría una época de crisis, guerras y revoluciones (1915), y cuando Rosa actualizó el pronóstico de Engels de “socialismo o barbarie” (folleto Junius del mismo año), fueron definiciones con reversibilidad revolucionaria, y tenían que ver con que la Primera Guerra Mundial, al sacar a la gente de su cotidianeidad, generaba revolución (y también contrarrevolución).
El historiador francés y cineasta Marc Ferro cuenta en su obra La gran guerra que al sacar a los jóvenes campesinos de su cotidianeidad aburrida en la campiña francesa, potencialmente los revolucionaba. Recordemos que para 1916 o 1917, el Mariscal Pétain, que en la Segunda Guerra se entregaría a los brazos de Hitler, mandaba fusilar a los soldados que se sublevaban contra esa guerra sin sentido. Y ejemplos del mismo tipo valen para la Revolución Rusa, o para los soldados del Ejército Rojo burocratizado cuando entran en Alemania en abril de 1945 y descubren sus autopistas de asfalto y las comparan con las calles de tierra de la Rusia supuestamente “socialista”…
Por lo demás, que la revolución y la contrarrevolución son hermanas gemelas lo afirma Arno Mayer en su obra Las furias, tomándolo de una idea de Hannah Arendt en ese sentido. Decir que no hay revolución sin contrarrevolución es más fáctico, se puede apreciar sencillamente con conocimientos elementales del siglo XX. Pero afirmar que no hay contrarrevolución sin revolución parece más “contra-fáctico”. Entonces uno lee a Arcary y a gente como la de Jacobin, y se pone a llorar: “Teníamos razón, vino la extrema derecha”. ¿Razón en qué? ¿Contra quién? ¡Qué payasada! Arcary incluso nos responde directamente –aunque de manera cobarde– porque en un texto escribí que “no hay que sobrestimar ni subestimar a la extrema derecha” (“Un mundo más peligroso, un mundo más polarizado”, izquierda web), y dice, palabras más o menos, que “sí hay que sobrestimarla porque está todo mal”. La consecuencia práctica, además del oportunismo, es que el de Valerio es un grupo que no milita, totalmente adaptado al juego institucional.[8]
Y no se trata de un análisis instrumental para que “la gente milite” (¡esta gente tiene desprecio por la militancia!), sino de algo de lo que siempre hablamos, la “física” política: toda acción genera una reacción. Y esto es más profundo de lo que se cree, porque la ola de extrema derecha que estamos viviendo en el mundo es una ola en cierto modo preventiva en defensa del orden neoliberal en crisis, y en medio de la apertura de una histórica crisis geopolítica que más que multipolar va transformándose en una nueva bipolaridad inter-imperialista (imperialismos viejos y nuevos). Por supuesto, la bipolariadad social, en la lucha de clases, es más aplicable a países con una cierta relación de fuerzas como la Argentina, y menos a otros que son un “agujero negro de la historia” como todavía es Rusia y casi todo el este europeo, que es pura barbarie.[9]
Esa dialéctica es muy útil para Medio Oriente, porque Israel está masacrando a los palestinos, mata, como Estado terrorista que es, a quien se le canta; no tiene ningún límite. Sin embargo, Ilan Pappé afirma que, no por sus sentimientos sino como científico especialista en el tema, el Estado de Israel está condenado a desaparecer a pesar de sus actuales “triunfos militares”. Porque tiene que estar en estado de guerra permanente, y la clase media alta askenazi se va del país; desde Tel Aviv ya se están yendo a vivir a Europa, van a quedar los judíos pobres, los magrebíes, los de color, los sefaradíes, y el resto se va porque es un país donde no se puede vivir. Y están más lejos que nunca de ser un país donde se pueda vivir, a pesar del martirio de los palestinos.[10]
Entender el mundo de manera dialéctica es muy importante en este momento, y va a saltar en todos los debates. También está la mirada facilista que no se hace cargo de nada. Este es el estilo del PTS. Sacaron un “nuevo libro” de Emilio Albamonte, una colección de artículos ya publicados para competir con la publicación de nuestro libro El marxismo y la transición socialista. Estado, poder y burocracia, tomo 1. La colección de textos es prolija, pero tiene dos problemas. Primero, como ya escribimos, poco se rozan sus análisis con la realidad. Si gente como Arcary sobreestima a la extrema derecha, el PTS la ignora, así como ignora muchísimos otros problemas de la realidad. Más grave aún, el “Chipi” Castillo, en el debate entre las corrientes argentinas en el marco del Encuentro León Trotsky, dijo muy suelto de cuerpo que Bregman es “una de las tres figuras con mejor imagen del país”, algo que no es verdad desde el punto de vista fáctico y además extremadamente electoralista, porque el peso electoral de todas las figuras de la izquierda y de la izquierda misma está todavía en una enorme desproporción con nuestra fuerza orgánica. Lo cual también habla del periodo que estamos recorriendo, todavía sin radicalización entre la amplia vanguardia y las masas como herencia de la crisis de alternativas generada por el estalinismo. Pero en su facilismo, esta corriente tampoco toma en cuenta este elemento faltante en la subjetividad de las masas –¡ni que hablar de su total falta de interés por el balance del estalinismo!–; para colmo, se deslizan hacia una socialdemocratización, porque el PTS ha puesto todo el peso de sus esfuerzos en el aparato mientras se vacían cada día más por abajo.[11]
En fin: ¡el mundo de hoy no es sencillo pero es apasionante, y está preñado tanto de graves peligros como de inmensas revoluciones en el horizonte!
3- La Argentina de Javier Milei
Vayamos ahora a la actual coyuntura bajo Javier Milei, un laboratorio de la extrema derecha internacional. Da la impresión de que hay una preocupación entre los analistas políticos mainstream de que el gobierno esté un poco sobrado. No parece que la coyuntura adversa haya cambiado, ni que estemos fuera del contexto que describimos hace un mes, donde afirmamos que el gobierno no había perdido el control de la coyuntura; en efecto, no lo perdió luego de las zozobras de abril y mayo. Tampoco parece que se haya abierto una crisis política, por ahora, a causa del proceso universitario; al parecer, los sindicatos no docentes acaban de entregar su pelea por chirolas. Pero hace unos días el editorialista argentino Joaquín Morales Solá se quejó de que el gobierno está “perdiendo el tiempo dedicándose desde ahora a las elecciones” cuando falta todavía un año, y afirma que todo el mundo sabe que un año en la Argentina es una eternidad (todo el mundo menos las fuerzas del FITU, sobre todo el PTS que ya sueña con las elecciones).[12]
Y todas las editoriales se quejan de que la economía parece andar bien (enseguida volveremos sobre esto), pero pasó lo de Pettovello: un grupo espontáneo de gente empezó a cantarle “universidad de los trabajadores” en un ómnibus camino al avión; la masacraron. Era un vuelo de cabotaje, es la clase media, no los que viajan a Europa, pero es significativo porque la clase obrera todavía va a Retiro y toma el micro, con suerte. Pettovello estaba acompañada por Torrendel, que se llamó a silencio, no la defendió: “yo, argentino” (es decir: mejor me callo la boca y me hago el boludo).
La otra preocupación que hay, por ahora relativamente soslayada pero que está presente, es por qué el gobierno se metió con la universidad, que significa el 0,14% del PBI. Lógicamente, tienen a favor a las direcciones sindicales y universitarias, y a las autoridades que quieren negociar como sea con el gobierno. Le temen más al estudiantazo que a cualquier otra cosa y cuidan la gobernabilidad. Y sin embargo, que se cante “universidad de los trabajadores” o “unidad de los trabajadores” masivamente en las ocupaciones de facultades o en las luchas por despidos que comienzan a despuntar, es todo un dato. Se trata de consignas más clasistas que las cantadas en el 2001 y se las enarbola masivamente, lo que no es menor: ¿no es sorprendente lo que se puede descubrir por detrás de los gobiernos de extrema derecha?
La burguesía no es tonta y afirma a su manera: “está fantástico casi todo, pero no vemos que hayan cambiado las relaciones de fuerzas en la Argentina”… Esto tiene muchas expresiones, por ejemplo que el gobierno está condenado a gobernar por decreto, y los decretos son mucho más fáciles de revertir que las leyes. La preocupación de la burguesía es la inseguridad jurídica, que el gobierno que venga después dé vuelta los decretos. Sin embargo, la experiencia de Brasil es aleccionadora, porque Lula no cambió nada de la herencia de Bolsonaro y el kirchnerismo hace profesión de fe de lo mismo para la Argentina.[13]
También, a pesar de lo anterior y aunque son traidores al cubo, está el problema del peronismo, que tiene una base social estructural mayor que la del PT en Brasil, que a nivel del tipo de Estado es mucho más epidérmico. Cristina lo acaba de “matar” a Kicilloff afirmando que es un “judas” (traidor); Kicilloff da a entender que si ella se corriera el peronismo sería más potable para la burguesía, y tiene razón. El peronismo kirchnerista es un problema para el país burgués, sigue siéndolo por su estructura estatizada, aunque al mismo tiempo es un enemigo jurado de la izquierda revolucionaria y del movimiento obrero.[14]
Hay otro problema: el termómetro en la calle muestra más bronca contra el gobierno que las encuestas. En las encuestas se invirtió la tendencia, estaba 52 a 48% en el índice de popularidad y rechazo; ahora está 48 a 52. Pero el apoyo de los vecinos a las compañeras y compañeros de la UnLu marchando por San Miguel, o lo que pasó en el ómnibus de Aerolíneas Argentinas, parecen indicar otra cosa, que hay un crecimiento de la bronca que se expresa en el sector activo de la sociedad; hay expresiones visibles de mucho descontento.
En la economía hay una contradicción evidente: el país es un robo en dólares, delirantemente caro. No se resuelve el problema de la competitividad de la Argentina ni siquiera transformando a la clase obrera en esclava, porque hay otros aspectos de la competitividad: las rutas tienen pozos, los puertos y aeropuertos son viejos, destruyeron los trenes y viajar en camiones es carísimo. Y encima ahora abrieron las importaciones. La Carrió, que es loca pero inteligente, dijo “este es el plan de Martínez de Hoz, quieren destruir a la clase media”. También IDEA, que saludó las medidas económicas en general, se quejó del juez Lijo.
Entonces, está la duda sobre la capacidad del gobierno de transformar en leyes lo que por ahora son decretos; hay problemas que se acumulan vinculados a la economía; problemas vinculados a la bronca; y por supuesto el conflicto estudiantil. Todo esto no alcanza para cambiar la coyuntura, pero introduce un “ruido” que hace que la ida a las elecciones no sea tan directa como quisiera la burguesía, y dependiendo del desarrollo de estos elementos, las elecciones se acercan o se alejan.
Obviamente hay un frente único para llevar todo a las elecciones, con Cristina en primer lugar. Esa es una contradicción –el electoralismo– a la que la izquierda no puede sobreponerse; el PTS está con las cuatro patas en las elecciones también. “Electoralismo” que Milei abraza con fervor, porque quiere que el periodo electoral se abra lo antes posible para que no crezca la bronca. Además, como no renueva ningún legislador, todo lo que gane le sumaría en bancada propia, y claro está, por ahora no está cuestionada su continuidad, lo que es un triunfo en su haber –recordemos que durante los primeros meses de su gobierno estuvo en duda si explotaba o no el país. Nuestro partido también tenía esa duda pero, evidentemente, no explotó, aunque tuvimos el acierto de señalar que las relaciones de fuerzas no estaban probadas–.[15]
Toda esta situación es lo que le da medida al gobierno de Milei; todo tiene medida, no solamente en política, y es lo que permite apreciar los alcances y límites de las cosas.[16] Brasil no tiene nada que ver, es un país apasionante pero “insoportable”; en Brasil hubo una derrota, “no pasa nada” –exagero para que se vea el contraste; pasa de todo pero hay que saber encontrarlo–. Es muy diferente que el país más austral del continente, porque la extrema derecha es mucho más fuerte en Brasil que en la Argentina, el PT es mucho más débil que el peronismo como contrapeso, en gran medida porque está más desbastado por su política sistemática de entrega y capitulación;[17] no hay plaza-palacio porque el palacio está a miles de kilómetros, en Brasilia, una obra de Niemeyer en homenaje al Estado brasileño, no a las masas populares de ese país –el PC ha sido un cáncer internacional tremendo; ¡es increíble que las sectas no vean el impacto desmoralizador y destructor que tuvo durante el siglo XX, cuyas consecuencias se extienden hasta hoy!–.[18] Hay que convocar a veinte millones de personas para hacer una movilización como la gente. Y es la ley: países grandes, marchas chicas; países chicos, marchas grandes, con Bolivia dando la pauta de ello en el continente latinoamericano; un país pequeño con marchas inmensas como afirmaba Zavaleta Mercado, importante sociólogo nacionalista burgués de izquierda boliviano.
4- El verdadero análisis de clase de la irrupción estudiantil
Ese es el contexto en la Argentina, lo que no quita que el gobierno venga sacudiendo con un paquete de despidos tras otro; pero donde hay un conato de resistencia, se “para” temporalmente la cosa y empieza el lío. Esto nos lleva al movimiento estudiantil. Estamos viviendo una irrupción histórica del movimiento estudiantil, inicial y de base, y por ahora de muy bajo nivel político y muy baja radicalidad (mucha base, poca vanguardia). Pero como fue una irrupción tan de base, no vanguardista –aunque en algunos lugares como La Matanza se radicalizó más–, podría ser un proceso súper profundo que dé lugar a la radicalización en las próximas semanas o el año próximo, se verá. Lo seguro es que el proceso llegó para quedarse, porque el ataque del gobierno también llegó para eso.[19] Y tampoco es tan mecánico que lo vayan a poder frenar por los exámenes y los parciales –obviamente con las vacaciones el proceso se va a frenar–. En el texto de Weber y Bensaïd que publicamos, dice que estaban esperando el conflicto estudiantil para el siguiente semestre porque en mayo y junio son los exámenes, y sin embargo estalló igual.
En la Argentina no tenemos mucha elaboración sobre el movimiento estudiantil porque hace décadas que no pasa nada en ese sector. Hubo algunos conflictos parciales, pero nunca desde los 70 un proceso nacional de esta envergadura. Siempre fue un sector constructivo para la izquierda, pero no un actor que nos obligara a pensar teóricamente como ahora (ver “La belleza está en las calles”, izquierda web).
Lo significativo es que a nosotros nos agarra en las mejores condiciones, como en ningún otro conflicto donde hayamos jugado un rol de dirección o codirección. En otros casos el conflicto nos agarró de manera “agónica”, con una orgánica muy chica para lo que se venía. Aportamos a la lucha de clases en la Argentina jalones importantes, como el inicio clasista de la experiencia del Sutna, la ocupación del puente grúa en Gestamp (una de las acciones obreras más radicalizadas del ciclo abierto en el 2001), Pilkington (otra acción radicalizada de ocupación de fabrica),[20] y apostamos contra viento y marea a la instalación de Manu Castañeira como figura, y lo logramos con muy poca orgánica. Ahora no: entramos al proceso con orgánica como nunca, y se nota, los grupos del FITU lo sufren; son tan cobardes que nos enfrentamos a palos en Filosofía y Letras en 2022, solos contra una horda coaligada de todos ellos.[21] Somos la corriente que –aunque con desigualdades– mejor entra al proceso estudiantil.
Hay un relevo completo. En las interfacultades del pasado, íbamos, peleábamos, pero estaban el PCR, el PO, etc. En esos procesos ganamos compañeros que hoy son cuadros del partido. Pero ahora tenemos diez o quince voceras y voceros, es impresionante; cada intervención que escuchamos nos emociona, sobre todo las de los chicos y chicas del CNBA: Tinta Roja volvió con todo al colegio.[22] Llegamos tipo tsunami en Capital, en Norte y Sur del Conurbano y en Córdoba. También llegamos con la juventud trabajadora del Sitrarepa, con los no docentes, etc.
Es una “tranquera de desborde” que se abrió, y se están jugando a cerrarla pero con muchas contradicciones. Hay un frente único reaccionario, contrarrevolucionario, para meter de nuevo al movimiento estudiantil detrás de la tranquera, que va desde el peronismo hasta el PTS. Cada día vale, la semana pasada se dieron estos reaccionarios paros pasivos, que intentaron desactivar las tomas, pero no está claro que puedan meter al proceso en el corral tan fácilmente: “Lo que la experiencia alemana permitía suponer lo confirmaron los acontecimientos de mayo. Al movilizarse de modo independiente, con el riesgo de quedarse separados de la ‘clase’, el movimiento estudiantil halló los puntos reales de unión: en la calle, en las barricadas, en las facultades ocupadas, en los comités de acción. Esta unión fue una unión militante, no obrerista ni parasitaria. No se operó con el aparato ni con proletarios aislados, sino en la acción, con los jóvenes militantes de vanguardia de la clase obrera” (Bensaïd y Weber, Mayo 68: un ensayo general, Era, México, 1969).
Bullrich atacó pero dijo “no voy a ser tan estúpida para reprimir”. ¿Por qué estalló el Mayo Francés? Iban a ir los fachos –hay fachos desde siempre en Europa– al Barrio Latino a enfrentarse con la juventud. Entonces las corrientes de izquierda –está bueno lo que dice Bensaïd de cómo transformarse de grupúsculo en grupo, no ser una secta– fueron al Barrio Latino como “servicio de orden”, y los fachos no aparecieron. Se metieron en el patio de La Sorbona unos mil estudiantes a tomar cerveza y fumar porros, porque no había pelea con los fachos. Al idiota del rector se le ocurrió cerrar la facultad –como lo que está pasando acá– dejando a mil estudiantes encerrados, y llamó a la policía, aunque no estaban tomando la facultad, sólo boludeando. Cuando la policía empezó a meterlos presos, del Barrio Latino –que debía ser un barrio universitario en ese entonces– salieron a la calle veinte o treinta mil personas, dirigidos por nadie, fue espontáneo. Dieron vuelta los coches, y ahí empezó el ascenso, por la idiotez del rector (esto ocurrió entre los días 10 y 11 de mayo del 68).
Por eso Bullrich lanza diatribas pero no reprime. Si llegan a reprimir, polarizan, es una ley. Por ahora con Milei no ha habido ningún muerto, son pícaros, manejan bien la represión (¡raro “fascismo” sin muertos!). No se puede saber en qué momento el proceso se empezará a polarizar, pero evidentemente, el hecho de que haya entrado la base significa algo; en algunas facultades ya comenzaron las piñas con los anti-toma. En algunos lugares la vanguardia son las corrientes, pero en otros lugares la vanguardia independiente las desborda porque las corrientes son débiles, como pasó en La Matanza.
En La Matanza hubo no un error, sino un horror: hubo docentes que les pegaron a los estudiantes, sobre todo docentes de Educación Física. ¿Cómo van a mandar a los docentes a pegarles a los estudiantes? Es delirante. Y eso fue lo que radicalizó el conflicto allí.
Hay un patrón común en el proceso: votan la toma mil estudiantes y después se quedan cincuenta… Para la mayoría, ingenuamente, parece todavía que la toma les toca a otros, signo de lo inicial del proceso. Políticamente sucede más o menos lo mismo, porque también actúan los “grupúsculos”; por ejemplo, ¿a quién se le ocurre hacer la interfacultades en Plaza de Mayo?
Entonces, se abren varias discusiones. Primero la teórica, la caracterización del movimiento estudiantil. Nosotros tenemos la caracterización menos sectaria de todas: opinamos que el movimiento estudiantil en la Argentina tiene una especificidad. Por ejemplo, en Brasil la Universidad de San Pablo es muy de élite, de clase media, aunque es pública y el centro de la vanguardia y la politización, donde hay que estar para construirse sí o sí; la relación entre la composición social y el grado de compromiso y politización se da de patadas con todo análisis marxista mecánico u obrerista-populista. Pero van 90 mil estudiantes, o sea nada a comparación de las de acá: ¡la UBA tiene casi 400.000 alumnos! La universidad pública es minoritaria en Brasil, y la mayoría de la gente estudia en las privadas. Acá hay dos millones de estudiantes universitarios, una mayoría abrumadora en la universidad pública. Mirta Legrand lo dijo muy bien: en EEUU hay veinte universidades públicas, y en la Argentina hay setenta.
Es parte de las conquistas estructurales que quieren destruir, aunque Milei no lo diga porque no puede. Es uno de esos bastiones que tienen que liquidar, pero es mucho más difícil liquidar al movimiento estudiantil que al piquetero, como dijimos siempre. Por ejemplo, una cosa es despedir, otra cosa sería cerrar la Ford o la Fiat, o trasladarlas a Misiones o al Chaco, como hicieron en Brasil, donde además trasladaron la capital a Brasilia… Cualquier burgués avispado diría que hay que trasladar la Capital a Tierra del Fuego; mil veces señalamos que la Argentina es un país demasiado centralizado, lo que es una herramienta estratégica central para la revolución.[23]
El movimiento estudiantil argentino combina hoy dos rasgos: es de masas, y el 70% labura. Los estudiantes del Mayo Francés no trabajaban en su mayoría; la universidad también era de masas, pero eran de clase media (todavía tenía elementos del viejo “mandarinato” como señala Bensaïd). Tampoco hay una mecánica entre el origen obrero y la radicalización, más bien sucede lo opuesto, los que más se radicalizan y se politizan son las y los jóvenes de origen en la clase media. Igualmente, ese cantito que le cantaron a Pettovello en el ómnibus es impresionante. ¿Cómo puede ser que toda la Argentina cante “universidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”? En La Matanza cantaron también “que se vayan todos” el primer día. Son cantos que expresan un estado de conciencia no organizado, sin radicalización todavía pero profundo: lo espontáneo como forma embrionaria de la conciencia, no de la inconsciencia.[24]
Hay también un problema programático, que es la correlación de clases en la universidad. Para nosotros, tienen que mandar los estudiantes, no los docentes y no docentes. ¿Por qué hay que someter el estudiantado a los docentes?, estamos en contra. Estamos a favor de la unidad de clase, queremos un movimiento estudiantil pro obrero, desde ya, no corporativo; pero la reacción de los sindicatos es corporativa, los paros sin estudiantes son corporativos, es reventar las tomas; son reaccionarios. ¿Por qué no hacen paro activo, con la facultad abierta y unidad de estudiantes, docentes y no docentes? “Sustentado por el incremento general de las luchas, el movimiento estudiantil ha desempeñado el papel de vanguardia, abandonado por los partidos obreros. Su resistencia encarnizada ha quebrado el mito del Estado burgués todopoderoso (…) y ha abierto nuevas perspectivas ante los millones de trabajadores que buscaban en vano el camino de la resistencia (…) Jamás se ha ‘teorizado’ esta ‘sustitución’ en el sentido marcusiano” (Bensaïd y Weber, ídem).
Acá conviene aclarar tres cosas: a) Bensaïd insiste en que se trata de otro movimiento estudiantil que el conocido en la época de Lenin y Trotsky, de la pirámide invertida que éste conformaba, con pocos trabajadores en la base y mucha burguesía y “señoritos” en la cúspide. La pirámide de la universidad argentina actual tiene muchos trabajadores y trabajadoras en la base y muchos menos chetos en la cúspide: ¡así es la universidad de masas que el neoliberalismo se esfuerza por destruir!; b) también señala que el populismo de los ex althusserianos maoístas de la ULM querían abandonar La Sorbona e ir a los “barrios obreros”, y que esto era un crimen: los obreros asistieron a la universidad como el único centro organizador independiente que había –esto se parece a la idea de hacer la interfacultades, no en una facultad, sino en Plaza de Mayo para intentar aparatizarla–; y por último c) que la unidad con el movimiento obrero era estratégica para el triunfo de la lucha, pero que eso no significaba la subordinación a los aparatos burocráticos sindicales, sino el desborde por abajo de la clase y la autoorganización común con el estudiantado.
Nuestro análisis de clase de la universidad es “los estudiantes primero” (la Juventud Comunista Revolucionaria sostenía lo mismo para el Mayo Francés).[25] Con docentes y no docentes, solidaridad total, pero que acompañen a los estudiantes haciendo paros activos, y no paros pasivos que vacíen las universidades. Que los docentes den por aprobado el cuatrimestre para que las tomas no se interrumpan por los parciales. Esa posición no la tienen ni el PO ni el PTS; el PTS parece que sacó una nota avergonzada corrigiendo un poco, pero la posición anterior empezaba “como decía Trotsky…”, y es ridículo repetir lo que decía Trotsky del estudiantado sin tener en cuenta que la universidad en esa época era una pirámide invertida respecto de la de ahora: los estudiantes que laburaban eran muy poquitos, y la mayoría pertenecía a la clase media o a las clases dominantes. Trotsky no conoció esta universidad de masas y de trabajadores/as.
Después está el problema del frente único. No es un gran momento para hacerlo, no se puede hacer frente con los K porque son enemigos de este proceso. Puede haber acuerdos puntuales para hacer cosas, pero, por ejemplo, no fuimos a la marcha-velorio cuando el resto del trotskismo fue. Unidad de acción sí, exigencia y denuncia sí, desborde y organización sí; frente único no.
No es solamente el movimiento estudiantil: empezó a haber conflictos contra los despidos, cosa que no había. En Aerolíneas dirige la burocracia pero el gobierno tuvo que frenar un poco; en el Bonaparte hay conflicto, en Petroquímica también. Y vergonzosamente, en el Sutna no hay conflicto.
En cuanto a lo programático, queremos oponer la plaza al palacio. Hay que seguir con la consigna de “abajo el veto”, porque ir al presupuesto de 2025 es mentiroso: Milei ya dijo “ojalá que no haya presupuesto, seguimos con el de 2023”. “Basta Milei”, “ninguna confianza en el Congreso”, “ocupación por tiempo indeterminado” aunque después salga reconducible, “interfacultades”, “triplicación del presupuesto”. En cada cosa hay una línea del partido más radicalizada, sin ultraizquierdismo.
Y ser los mejores activistas de la toma pero cuidando el flanco constructivo, porque esto es una oportunidad. Todo el mundo da cuenta de que el Nuevo MAS está muy bien en el movimiento estudiantil, lo que fue un acierto del partido. Si esto se radicaliza, puede ser que impacte en el movimiento obrero; se tiene que transformar en una crisis política: “(…) el aluvión huelguista hace olvidar los problemas de los exámenes (…) el campo universitario queda en poder de quienes lo conquistaron, que lo organizan para la huelga (…) se organizan los servicios: de orden, guardería, distribución, despacho de prensa, centro de informaciones libres, barrido, espectáculos, enfermerías. Cada quién encuentra espontáneamente su lugar, su papel, y a él se dedica (…) las comisiones obreras empiezan a celebrar sus reuniones ahí, y cada día llegan camiones con pollos, fruta y verdura” (Bensaïd y Weber, ídem). Los autores agregan que el orden era perfecto, que dominaba la coherencia en las tomas y no el lumpaje; que los activistas y militantes más serios eran los que tenían mayor autoridad.[26]
5- Ninguna confianza en el parlamento
Hay dos problemas que dialogan entre sí y son claves: uno es que no hay ninguna solución al conflicto, no ha habido ninguna concesión. Hay dos caminos: la acción directa o la galletita del presupuesto 2025, porque el gobierno no ofrece ninguna solución y apuesta a que el proceso simplemente se desactive, desaparezca, y al mismo tiempo hay un trabajo de pinzas para llevar todo al parlamento.
Una cosa que es profunda pero muy inicial: si el parlamento no ofrece solución; ¿dónde está la solución?: la autoorganización, tomar las cosas en nuestras manos; es una cosa que está implícita, inconsciente. Nosotros dijimos “luchemos para que no haya veto”, y no dijimos qué pasa después si hay veto porque queríamos evitar primero el veto. Bueno, lo que pasó es que se empezó a hacer una experiencia con el parlamento, por eso hubo tomas, por eso “si hay veto, hay tomas”.
Decirlo antes del veto estaba mal, porque había que evitar que hubiera veto. Pero al estar tan sobrado el gobierno, al no importarle nada, abrió inconscientemente un curso político que va por fuera del régimen –todavía de manera inicial–. Porque si Milei cierra todos los canales institucionales, y hay levadura, la levadura se va por un carril que no es el de las instituciones. Todavía es muy incipiente y muy inconsciente, pero aun así tiene un montón de lógica.
El CIN negoció el diez por ciento del presupuesto en mantenimiento; el 90%, que son los salarios, lo dejó afuera (ahora también negociaron migajas los no docentes parece). No dan aumento, hubo docentes llorando angustiados cuando fue el veto, “no puedo trabajar así, no me alcanza”. Es la reversibilidad de la situación; si las instituciones cierran la puerta pueden pasar dos cosas: o hay derrota o se abre una vía para-institucional. Ese es el elemento revolucionario: que los estudiantes digan “tomemos las cosas en nuestras manos porque estas ratas del Congreso nos arruinan”.
El bonapartismo débil del gobierno abre una cosa que el PTS se niega a ver porque tiene una orientación totalmente de derecha, el frente único por arriba (están “como chanchos” con los K contra nosotros). Abre una vía de autoorganización desde abajo, porque el régimen no da salida.[27]
En la pelea por la legitimidad está jodido el gobierno, porque si las encuestas le dan el 48%, la universidad tiene el 70. Se abre un conflicto de legitimidad también en este sentido: ¿qué es más legítimo, el Congreso o la acción directa? Y la gente se mete, sin mucha conciencia, en la acción directa.
El segundo elemento es un clásico: en general, cuando irrumpe la base los aparatos se ven desbordados por izquierda. El partido está re bien con eso, pero las demás corrientes están muy “superestructuralizadas”, entonces el proceso las corrió por izquierda; por eso están tan mal ubicadas.
También porque no creen que el gobierno pueda mandarse una cagada metiendo una provocación. Y con la represión pueden pasar dos cosas: reprimen y asustan, o reprimen y acicatean más el conflicto; es la gran pregunta para cualquiera que gobierne un Estado. Puede ser que haya mucha heterogeneidad en esto. Por ejemplo, Pullaro se jugó a la represión y le salió la reacción, la marcha de 30.000 en Rosario. Cuando fue el Argentinazo, Néstor Kirchner fue muy piola, dijo “no hay que reprimir”, porque Duhalde había dicho “represión”; a Duhalde le salió el tiro por la culata y hubo una lenta reabsorción del Argentinazo que ni siquiera hoy han logrado completar, cosa que exaspera a la burguesía.
El protocolo tampoco se aplica siempre; sobre todo con los piqueteros y algunas concentraciones o marchas donde sólo está la izquierda. Tampoco tienen capilaridad para aplicar el protocolo en todos lados; en el Congreso sí, pero en una jornada de cien cortes no podrían. Eso también es profundo; la ubicación de izquierda no es izquierdista superficial, son procesos políticos profundos. De momento, la apuesta del gobierno, está claro, es al desgaste del conflicto, a no hacerse cargo del tema, a que las autoridades y los gremios lo desactiven y llevar todo, nuevamente, a la vía muerta del Congreso.
Hay una expresión de lo espontáneo como forma embrionaria de la conciencia, porque hay consignas que son de masas: universidad de los trabajadores, unidad de los trabajadores, paro general, no dependen de ninguna corriente. La lógica de seguir estando a la izquierda está vinculada a que explote la cosa. Este es un momento de polarización del conflicto y para nada parece que vaya a terminar; hay que pelear para que las ocupaciones, que son el centro del conflicto, sigan. Si después la dinámica baja, centraremos los cañones directamente en la construcción (aunque hay que irse construyendo durante la lucha, es elemental). Pero sería un crimen perder de vista que todavía, si hay una provocación, la cosa puede explotar.
[1] “!Sous les paves, la plage!”; se trata de una de las mejores consignas del Mayo Francés, de las más representativas e inspiradas. Podría aplicarse a la crítica de la idea de que vivimos un periodo de paz de los cementerios, como veremos inmediatamente: detrás de ese supuesto “cementerio” amenaza la revolución.
[2] Ranciere era de esos alumnos de la escuela althusseriana que con el Mayo Francés vieron quebrarse hasta los cimientos la visión objetivista-estalinista de Althusser, y rompieron brutalmente con él. Ranciere, por su parte, se hizo maoísta como muchos otros y tuvo una política populista durante las jornadas de Mayo, lo que no quita que el folleto que estamos citando contenga algunas justas y lapidarias críticas al filósofo francés.
[3] Hay marxistas que señalan que optimismo y pesimismo son “un puro estado del espíritu”. Y en cierto modo es verdad. Sin embargo, el estado del espíritu es fundamental, porque ayuda o desalienta para la mirada dialéctica de los asuntos. La realidad tiene siempre varias caras y requiere de un esfuerzo del análisis, y de la voluntad también, ver todos los ángulos de este “poliedro” que es la realidad, inclinando la vara según las circunstancias.
[4] La palabra “potencial” es importante, porque a pesar de los ataques crecientes a la clase trabajadora argentina, por ejemplo, las relaciones de fuerzas no han cambiado en el país hasta el momento. Otro cantar es Brasil, donde las relaciones de fuerzas sí parecen haber cambiado, aunque eso no quiere decir que todo esté perdido ni mucho menos. Es verdad que en Brasil se aprecia una tendencia al declive de la lucha de clases desde comienzos de los años 90, revertida cuando las movilizaciones por “Fuera Collor” y luego en torno al 2013, pero la cosa decantó hacia la derecha. Brasil es, evidentemente, un país mucho más “complejo” desde el punto de vista de la lucha de clases que la Argentina, donde las alzas y bajas de la lucha han sido continuas desde la misma década: un alza democrática con la caída de la dictadura militar, un largo período reaccionario con Menem, Argentinazo en el 2001, gobierno de Milei ahora pero con una importante acumulación de vanguardia de la izquierda trotskista.
[5] Causó gracia la intervención de Miguel Sorans, dirigente histórico de IS de la Argentina, cuando señaló que desde 1898 “no ha cambiado nada”, que hablar de la conciencia obrera es “idealismo” y que el mundo está “lleno de revoluciones”. Lo decimos con respeto por la trayectoria del compañero, pero esto no quita el objetivismo decadente que expresa; está claro que es el objetivismo que viene de un morenismo demasiado anquilosado.
[6] Es factible que ahora el estudiantazo universitario termine contagiándose a los colegios secundarios.
[7] De paso señalemos nuestra crítica a Callinicos, que ve en Ucrania una pura guerra por procuración entre imperialismos rivales, perdiendo el elemento de autodeterminación nacional ucraniana que también se juega en ella. La IST, como corriente situada en un país imperialista, es rara, porque siempre ha perdido de vista las cuestiones nacionales. Ve el problema de su propio imperialismo pero no ve la cuestión nacional de los países dependientes.
[8] En el conjunto de textos sobre situación internacional de nuestra autoría, “Situación internacional: hacia una nueva era de los extremos”, en izquierda web, hablábamos justamente de los nuevos Kautsky’s de nuetra época y Valerio Arcary es uno de ellos: un marxismo evolucionista falto de radicalidad y de dialéctica.
[9] En el reciente “3@ Encuentro León Trotsky” en la Argentina sus participantes hablaron una y otra vez de la caída del Muro de Berlín como señal de largada de la restauración capitalista en dichos países pero a ninguno se le paso por las mientes que la derrota de la clase obrera en la ex URSS ya venía desde los años 30 y sigue presenta hasta hoy, casi 100 años después. Hay una relación de proporciones entre la “espectacularidad” de la Revolución Rusa y la espectacularidad de su derrota que esta gente en su ceguera no ve (¡o no quiere ver!).
[10] Como corriente nos debemos un sentido ensayo humano sobre el gueto de Varsovia en que se ha transformado el Gueto de Gaza. Una vergüenza universal para el judaísmo que nunca podrá redimir el Estado racista de Israel.
[11] Castillo insistió en algo que es real: que el país donde hoy parece tener más oportunidades de hacer historia el trotskismo es la Argentina, algo que compartimos plenamente. Sin embargo, pierde de vista que los cargos parlamentarios le están obnubilando la vista a su organización, a la cual se la ve sumamente degradada en el trabajo de base y autoengañándose. Por ejemplo: Castillo afirmó que su juventud es la más grande hoy de la izquierda, y puede ser que esto sea así en el orden nacional. Pero hay algo que Castillo no dijo y que todo el mundo ve: que es el ¡Ya Basta! la corriente juvenil más dinámica en el AMBA, el centro del país. El NMAS es el partido que más milita hoy en la Argentina; esto no hay cómo desmentirlo y ni siquiera las maniobras electorales del FITU del año próximo frenarán nuestro ímpetu.
[12] En está última tanda de artículos de análisis internacionales y nacionales hemos repetido varias veces acerca del electoralismo del PTS. Pero no podemos dejar de hacerlo porque ellos no dejan de ser electoralistas ni por un segundo. Ya hemos señalado arriba que en el panel del día de ayer marte 23 en el marco del Encuentro León Trotsky Castillo se jactó de la popularidad de Myriam Bregman en detrimento del retroceso orgánico de su grupo como organización. Todo el resto de las fuerzas del mismo frente lo corrieron por la izquierda en ese sentido como teniendo más proporciones que el propio PTS que es una caricatura hoy de organización revolucionaria. (Hay una degradación social de su militancia por responsabilidad de su dirección: toman vino en los escrutinios y ocupaciones de facultades, no se ocupan de ninguna tarea colectiva de la lucha, habilitan el consumo de lo que todo el mundo sabe desde sus mesas de facultad, son defensores acérrimos de la prostitución, etc., un asco de organización.)
[13] Sólo cretinos como Arcary podían imaginarse que Lula iría a revertir algo.
[14] Antiguamente se definía al peronismo como “el hecho maldito del país burgués”, obviamente una exageración de los socialistas nacionales. La miga de verdad de esta definición es que el peronismo está atado a una cierta forma de Estado que la mayoría de la burguesía rechaza. Esto incluye los sindicatos estatizados, que siguen agrupando a cerca del 38% de la clase obrera –la que, sin embargo, está fragmentada más que nunca antes en la historia moderna argentina–.
[15] Nuevamente, ocurrió lo siguiente entre los intelectuales marxistas. Claudio Katz, que es serio pero tiene posiciones extremadamente oportunistas y de centroizquierda socialista nacional, no se impresionó y alertó que las relaciones de fuerzas estaban abiertas en el país. Arcary, en su desenfreno oportunista y pesimista, señaló que el triunfo de Milei mostraba que la clase obrera argentina estaba derrotada y que “la derrota provenía de mucho tiempo atrás”; lógicamente, militaba el voto a-crítico a Massa… ¡Una vergüenza sin igual de desbarranque anti-revolucionario! Demás está decir que el marxista brasileño no volvió a escribir una letra más sobre la Argentina.
[16] La cuestión de la medida es una de las categorías de Hegel en el primer tomo de su Lógica. Los alcances y límites de las cosas es lo que nos lleva a señalar que no hay que subestimar ni sobrestimar el peso de la extrema derecha. No existen fenómenos sin medidas, sin límites, salvo el infinito. Por eso está mal hablar de “fascismo” para este tipo de gobiernos, es un exceso sin medida respecto del enemigo que enfrentamos. Y sobrestimar sus fuerzas solo puede ir en proporción con subestimar las nuestras, lo que lleva de cabeza al oportunismo político.
[17] El PT está sumamente degradado. Lula sigue presente en la conciencia de las masas, pero el PT no tuvo contrapunto alguno con el sistema y el régimen después de los años 80, a diferencia de lo que significó acá el kirchnerismo, que como producto bastardo del Argentinazo, sí los tuvo. Eso le dio cierta personalidad que el lulismo no tiene. Tampoco la tiene la izquierda revolucionaria brasileña, a la que a esta altura habría que refundar, porque su dinámica es un “barranca abajo” sin fin. En eso estamos desde nuestra corriente con SoB Brasil: en un proyecto estratégico de refundación del socialismo revolucionario en el gigante latinoamericano.
[18] Paradójicamente, en el 3er Encuentro León Trotsky en la Argentina, la única corriente que insistió en la importancia del balance del estalinismo fue la nuestra. Las demás vuelan bajo en querellas de quinto orden o problemas de coyuntura. El encuentro tuvo cero densidad teórico-estratégica. Deberían aprender algunas lecciones del siglo pasado: “Seguramente [Louise Althusser, R.S.] hace bien en ser categórico. Porque en lo referente a esta cuestión –y a Vico en particular– Marx también es categórico; pero para decir exactamente lo contrario a él [Althusser defendía la tesis de que era más fácil conocer la naturaleza que la sociedad, R.S.]: ‘¿Y no será más fácil llevar esta empresa [la del conocimiento de la historia, R.S.] a buen fin puesto que, como dice Vico, la historia de los humanos se distingue de la historia de la naturaleza en el hecho de que hemos hecho a aquella y no a ésta?’” (Ranciere, ídem).
[19] La Universidad reclama 7,5 billones de pesos para funcionar y el presupuesto 2025 planifica la mitad: 3,7 billones. Son cifras irrisorias en materia del PBI, del 0,25% al 0,50%, lejos del 1% que es la aspiración básica histórica para las 60 universidades nacionales del país. Hay que recordar que los EE.UU. sólo tienen diez universidades públicas. La Argentina debe tener uno de los sistemas universitarios de mayor acceso y mayor nivel educativo del mundo, con dos millones de estudiantes universitarios en las estatales. También en esto Brasil es lo opuesto, y ni hablar de los EE.UU. o Chile.
[20] Efectivamente, nuestra corriente es fanática de las ocupaciones de fábrica y facultades como forma de romper con la normalidad tan instalada hasta estos tiempos. El PTS hizo un “show” fuera del perímetro de Lear que sólo sirvió para exhibir a su secta pero no para ganar el conflicto (se pueden comparar ambos conflictos estudiando los textos respectivos de 2014.
[21] Producto de este enfrentamiento, dialécticamente, nuestra juventud se fortaleció muchísimo y la del PTS y el PO se debilitó. Sólo tuvimos la ruptura de un grupito cobarde en La Plata que salió llorando de ese enfrentamiento… del que cobardemente no participaron, solo para irse corriendo al regazo del “gordoemilismo” tirando por la ventana todas las posiciones que decían defender. Pero no pasa nada: cobardes hay, lamentablemente, en todas las corrientes revolucionarias que se prueban y seleccionan en la experiencia de la lucha.
[22] Este es un gran homenaje a nuestro compañero Ale Bustamante, al que perdimos en las tareas de fundación de nuestra corriente en Francia y que ya es parte de la tradición de nuestra corriente internacional.
[23] Es delirante pero, efectivamente, la Argentina es uno de los países mejor “candidateados” para la revolución socialista en el siglo XXI. De cualquier manera, esto no se alcanzará sólo con elecciones como cree el PTS. Aunque Bregman tenga “la mayor popularidad” del mundo entero, para que los votos y la construcción orgánica lleguen (sobre todo esta última), hace falta un ascenso de la lucha de clases que rompa al peronismo. Desde el viejo PST, hace 50 años que se viene diciendo que “el peronismo agoniza bajo una montaña de votos”. Pero si algo enseñó el siglo pasado es que las formaciones “reformistas” resisten más de lo esperado, sencillamente porque para quebrarlas hace falta una radicalización revolucionaria y socialista de la vanguardia de masas y las masas mismas, que no es tan fácil de lograr. Lo ridículo es que supuestamente el PTS se especializó en el estudio crítico del reformismo, la hegemonía y todo eso, y no ha aprendido esta simplísima lección. Tiene más diputados que partido. Su militancia debe andar por los mil integrantes reales, cuando el viejo MAS tenía entre ocho y diez mil, y están recayendo en errores similares a los del partido de los años 80 del cual surgimos ambas corrientes. Jactarse de izquierdistas, ser una secta, no significa ser realmente de izquierda.
[24] Solo las sectas infumables creen que los de abajo son “inconscientes”. La conciencia real, inicial, es una mezcla de elementos falsos y verdaderos, como afirmaba agudamente Gramsci, quien, contra lo que se dijo burdamente en algunos paneles del 3er Encuentro León Trotsky, tenía un pensamiento profundo alrededor del tema de partido, forjado en polémica con el ultraizquierdista Bordiga. Una cosa elemental es leer y estudiar antes de hablar boludeces (caso Miguel Sorans, dirigente de IS).
[25] En el Mayo del 68 las principales corrientes –los “grupúsculos” como los llama agudamente Bensaïd– eran básicamente los siguientes: el “Movimiento 22 de Marzo” de Nanterre, dirigido por Daniel Cohn-Bendit, de origen alemán y judío, figura de masas impresionante, de izquierda medio autonomista pero nada posmoderno y bastante antipartido; la JCR, que era una ruptura juvenil del PC dirigida por Bensaïd y Krivine, que luego daría lugar a la formación del partido mandelista en Francia, con una ubicación correcta y a la izquierda durante el proceso; los Ulmistas, por la corriente de la ULM -una escuela universitaria donde dominaba Althusser, que en ruptura con éste se hicieron maoístas–, con una ridícula orientación populista y obrerista; el lambertismo, que también tuvo una política sectaria y obrerista de espaldas al movimiento de mayo, y otras más que acá no podemos desarrollar.
[26] Esto es clásico pero de mucha actualidad porque entre la militancia de algunas corrientes domina mucho el lumpaje.
[27] Volvemos a una cita de Jacques Ranciere, que si bien se hizo maoísta en Mayo, es muy agudo respecto de la pasividad sectaria de Althusser, borrado de Mayo tanto como Foucault y Lacan, verdaderos mandarines de la academia francesa. Lo simpático de la cita de Ranciere es cómo reivindica las verdaderas luces contra el abordaje sectario y unilateral de la ilustración, un abordaje que lo reduce a su forma burguesa y no ve su desbordamiento más allá, y que estaba bien a gusto del estalinismo y el PCF: “La caza de luciérnagas humanistas es el falso semblante que permite restaurar la forma filosófica de la filantropía burguesa; los obreros tienen necesidad de nuestra ciencia [es decir, no pueden tomar las cosas en sus manos, R.S.] (…) [Marx] (…) al mismo tiempo puede afirmar, con Vico, que el hombre puede conocer mejor su historia que la historia de la naturaleza porque él la hace”, una afirmación que luce como de leso objetivismo petesiano, corriente profundamente amante de Althusser (Ranciere, ídem).