El 7 de marzo Bahía Blanca amaneció bajo los efectos de un fortísimo temporal que castigó severamente a la ciudad y localidades aledañas. En un lapso de 48 horas cayeron más de 400 mm de agua, prácticamente la cantidad total de precipitaciones anuales en la región.
De la catástrofe climática a la tragedia social en Bahía Blanca
Este evento climático extremo se transformó en una tragedia social. Las fotografías y videos reflejan un escenario de muerte y destrucción. Al momento de escribir esta nota se reportan 16 personas fallecidas (una aún sin identificar), de las cuales seis eran personas adultas mayores que se encontraban en centros geriátricos que fueron alcanzados por las inundaciones. En algunos lugares el nivel del agua sobrepasó los dos metros de altura.
También fallecieron trabajadores. Es el caso de Rubén Salazar, un chofer de 43 años y padre de dos hijos, quien trabajaba para la empresa de correo privado Andreani. Las inundaciones lo tomaron por sorpresa en la localidad de Cerri mientras hacía un recorrido de rutina. Murió cuando intentó refugiar a dos niñas en su camioneta, las cuales estaban atrapadas por las corrientes de agua en el auto en que viajaban junto con sus padres.
El martes 11 de marzo, el fiscal general de Bahía Blanca, Juan Pablo Fernández, declaró que había 94 personas desaparecidas tras el paso del temporal. Dichosamente la cifra disminuyó significativamente en el transcurso de los últimos días; a esta altura hay dos personas no localizadas, Delfina y Pilar Hecker, las dos niñas que intentó rescatar Rubén Salazar.
Pero las consecuencias de la catástrofe van más allá. Todavía es prematuro para medir la destrucción en infraestructura que dejó la tormenta, pero los relatos de los vecinos son poco alentadores. Muchas zonas de la ciudad resultaron muy afectadas por las inundaciones y sus efectos colaterales, como los daños producidos por las decenas de autos que fueron arrastrados por las corrientes de aguas que se formaron en las calles.
Se calcula que una de cada cuatro escuelas presenta daños graves: 131 instituciones fueron afectadas por la inundación, entre las cuales 56 están en estado crítico. También se reportan problemas con los puentes que comunican hacia partes estratégicas de la ciudad. De un total de trece estructuras levantadas sobre el canal Maldonado, la mitad se encuentran cerrados y en peligro de derrumbe. Asimismo, muchos vecinos desconfían de utilizar lo que están habilitados, pues denuncian que se mueven cuando son transitados.
Lo anterior impide que los habitantes de Bahía Blanca retomen sus actividades cotidianas, pues tienen dificultades para desplazarse hacia sus trabajos o enviar sus hijos para la escuela.
Junto con eso, la sensación de destrucción perturba a sus residentes, quienes construyeron un sentido de pertenencia con la localidad y lamentan la situación de la ciudad. “Te soy sincera: me duele porque es mi ciudad. Yo vi cómo se construyó todo esto, todo este barrio. No era nada antes. Iba a la escuela, cruzaba ese puente, toda mi vida crucé ese puente, y cuando lo vi derrumbado, no lo podía creer. Viste cuando llega la angustia”. Esas son las palabras de Beatriz, una mujer de 50 años que vive en los alrededores del puente de Don Bosco, para quien la tormenta del 7 de marzo marcó un antes y un después.
Después de la tormenta…continúa la tragedia
Pero la tormenta fue tan sólo el comienzo de los problemas para los residentes de Bahía Blanca. Los vecinos de los barrios populares denuncian que no les llega ayuda por parte del gobierno municipal y, además, denuncian que ni siquiera están recorriendo las zonas afectadas para auxiliar a las personas damnificadas.
Más absurdo aún, los vecinos tienen que completar un formulario digital para reportar su caso y solicitar ayuda oficial, algo difícil de hacer debido a los problemas de conectividad derivados de un desastre natural. La otra opción es desplazarse directamente hacia alguno de los 24 centros de ayuda habilitados por el municipio, pero eso también es complejo debido a que muchos caminos y calles están cerradas por los escombros que dejaron las inundaciones.
Ante la desidia de las autoridades, la respuesta de las comunidades fue impulsar acciones de solidaridad desde abajo. “Es admirable lo que está haciendo mi hermana y todos los vecinos que nos ayudamos para ayudar al otro, al invisible, al que el municipio le da la espalda. ¿Te parece que con las toneladas que llegaron, los vecinos tenemos que estar juntando para repartir mientras el municipio se lo acovacha?”, declaró Carolina Rodríguez.
Por ello, no sorprende que la población de Bahía Blanca recibiera con “escraches” a Patricia Bullrich y Luis Petri, ministros de Seguridad y Defensa, respectivamente. Los asocian con un Estado que no se preocupa por atender las demandas de los de abajo, un rasgo profundizado exponencialmente bajo el actual gobierno de extrema derecha de Javier Milei.
En la memoria de la población todavía están presentes las horrorosas declaraciones del presidente en diciembre de 2023, cuando viajó a la ciudad tras el azote de otro temporal que dejó 13 muertos y miles de personas damnificadas, ante lo cual aseguró que confiaba en la “resiliencia” de la población y de que estaba “perfectamente confiado en que ustedes van a lograr poder resolver esta situación de la mejor manera posible con los recursos existentes”. En otras palabras, como Poncio Pilato se lavó las manos y se desentendió de la resolución de la crisis humanitaria en la región.
En esta ocasión, Milei nuevamente se mostró indiferente ante la tragedia e, inicialmente, el gobierno se comprometió a girar diez mil millones de pesos para atender la crisis. Pero a sabiendas de que su imagen está a la baja tras el escándalo con la “cripto-estafa” y, ante el peligro de que la oposición peronista capitalizara la crisis, hizo un giro táctico para producir un “golpe de efecto”: realizó una visita sorpresa a Bahía Blanca cinco días después de que tuviera lugar la tormenta, durante la cual desplegó un fuerte operativo de seguridad para evitar escraches por parte la población y anunció la creación de un fondo de 200 mil millones destinado a la Agencia Federal de Emergencias.
En todo caso, no faltó quien le gritara que “viajó solo para la foto”. De hecho, pocas horas después de su visita, comenzó a circular una denuncia de que el ejército comenzó a instalar un puente táctico la noche anterior a la visita de Milei, de forma tal que estuviera listo para ser inaugurado por el presidente. Los vecinos llevaban cinco días sin poder cruzar el arrojo para buscar comida y agua en los centros de ayuda municipal.
En cuanto al gobierno provincial, Kicillof fue más astuto que Milei y se desplazó a la zona el mismo día de la catástrofe, a la vez que anunció la creación de un fondo de emergencia por 270 mil millones. También, demandó que el gobierno federal destinara parte de los fondos del acuerdo con el FMI para reconstruir el municipio, una exigencia demagógica porque dicho organismo otorga préstamos condicionados a la realización de fuertes ajustes contra el pueblo trabajador. Por tal motivo, lo más coherente sería cuestionar de entrada el acuerdo con el FMI, al cual la Argentina deberá pagar en 2026 aproximadamente USD 3.715 millones. Pero eso escapa del horizonte político del peronismo.
La crisis climática y el negacionismo irracional de Milei
La catástrofe de Bahía Blanca pone en evidencia la gravedad de la crisis ecológica en curso, dentro de la cual son cada vez más recurrentes los eventos climáticos extremos. Su origen está en la lógica ecocida del capitalismo, bajo el cual la acumulación de riqueza para unos pocos se realiza a costa de la explotación de millones de trabajadores y trabajadoras, así como de la expoliación irracional y continua de los recursos naturales.
A todo eso se suma la desidia de los gobiernos, cuya gestión se concentra en garantizar los intereses de los más ricos. En el caso de Bahía Blanca, las autoridades locales conocían de antemano el peligro de inundaciones en la ciudad por la confluencia de factores geográficos y la falta de planificación urbana. Esa fue la conclusión que expuso la doctora en geografía Paula Zapperi, docente en la Universidad Nacional del Sur e investigadora del Conicet, quien en 2012 publicó un trabajo sobre la hidrografía urbana de la ciudad y, desde ese entonces, ya alertaba del peligro de una inundación de grandes dimensiones en caso de un temporal.
Asimismo, el gobierno federal no está exento de responsabilidad. En su afán por pasar la “motosierra” en el Estado, en octubre de 2024 disolvió por decreto el Fondo Nacional de Emergencias, cuyo objetivo era financiar acciones de respuesta inmediata ante situaciones de emergencia. De igual manera, sus recortes a la obra pública impiden que el Estado adecue las ciudades ante los peligros derivados de la crisis ecológica, ya sea para la prevención de inundaciones o garantizar el suministro eléctrico durante las olas de calor.
La zona de Bahía Blanca va a necesitar mínimo $400 mil millones en obras, y el gobierno lumpen de Milei se jacta que van a destinar solo $10mil millones!
¡La gente perdió todo @JMilei, hay 16 muertos, más de 120 desaparecidos, miles de evacuados!
El Conicet que querés cerrar… pic.twitter.com/UF9hzGYeGe— Juan Cruz Ramat (@juancruzramat) March 9, 2025
Por último, pero no menos importante, es reconocido el negacionismo de Milei al respecto del cambio climático, una bandera que comparte con la extrema derecha internacional, pero con el agravante de que en la Argentina es un “criterio” irracional bajo el que se conducen en la Casa Rosada. Esa irracionalidad en el poder se traduce en la pérdida de vidas y el sufrimiento innecesario de personas, debido a la ausencia de políticas públicas preventivas ante los eventos climáticos extremos.
En vista de lo anterior, la salida ante la crisis climática tiene que ser desde abajo y en clave anticapitalista. La solidaridad de los vecinos en Bahía Blanca es un ejemplo a destacar, el cual dialoga con lo que se expresó en la última marcha de los jubilados (12), la cual recibió el apoyo solidario de las hinchadas de los clubes, movimientos sociales, partidos de izquierda y de amplios sectores de la población. Asimismo, es de destacar las campañas de recolección de insumos para Bahía Blanca que están realizando desde varios centros de estudiantes, como fue el caso del Nuevo CEAA, el CEDHA y el CETS, por citar algunos ejemplos. Eso no implica dejar de exigir soluciones concretas a los gobiernos de turno, tanto a nivel local como federal, los cuales están en la obligación de asistir a las miles de personas damnificadas y, además, presentar medidas para adecuar la ciudad ante el peligro de nuevas inundaciones, algo factible en medio de la crisis climática global.
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