
Para explicar sintéticamente quién es Boris Johnson, diremos que se trata de una especie de “Donald Trump” británico. Conservador, nacionalista, racista, xenófobo, neoliberal a rabiar, usuario asiduo de fake news, y apoyado desde EEUU por el Donald Trump original. Es partidario de rebajar impuestos a los ricos y desregular aún más la economía. Fue dos veces alcalde de Londres, y en los últimos años utilizó esa visibilidad para convertirse en uno de los principales defensores de un “Brexit duro”, dirigido centralmente contra los inmigrantes y contra el “proteccionismo comercial” de la Unión Europea (en esto sí se diferencia de Trump: Johnson abraza por completo el libre comercio mundial y se opone a las tarifas aduaneras y regulaciones). Prometió que como Primer Ministro se encargaría de llevar adelante el Brexit, cumpliendo así la tarea que el gobierno de May no quiso o no fue capaz de completar.
Además de su contenido reaccionario, el nuevo gobierno tendrá un carácter profundamente antidemocrático: en la última elección en la que participó la población del Reino Unido (la votación de mayo para elegir parlamentarios de la Unión Europea), el Partido Conservador de Johnson sacó solamente el 9% de los votos y quedó relegado al quinto lugar, tras el desastre del gobierno de May. Pero luego de ese duro golpe, que demolió la legitimidad del Partido Conservador, no fueron convocadas nuevas elecciones generales para renovar el Parlamento: los parlamentarios votados en 2017 siguieron atornillados a sus cargos, por lo que formalmente el Partido Conservador sigue siendo el partido gobernante. Por esa razón al nuevo gobierno lo eligieron solamente los propios miembros de su propio partido, en vez del conjunto de la población: lo votaron poco más de 90.000 personas[1] para gobernar a 66 millones.
Es por este motivo que Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista (hasta el año pasado el segundo partido más votado del Reino Unido, y que se perfilaba como posible recambio para el gobierno) exigió la convocatoria de nuevas elecciones generales.[2] Esto podría ocurrir, entre otras posibilidades, si el nuevo gobierno fuera sometido en el parlamento a un voto de confianza y lo perdiera.
Pero inclusive el propio Partido Laborista se encuentra muy debilitado en los últimos meses: en las elecciones europeas perdió gran cantidad de votos frente a los liberal-demócratas y los ecologistas (partidos opuestos al Brexit), quedando relegado al tercer puesto con menos del 14% de los votos. Por lo cual, toda la representación política británica se encuentra en un estado de fragmentación e indefinición que puede resolverse en direcciones insospechadas: unas nuevas elecciones generales se disputarían en condiciones relativamente paritarias entre cuatro partidos diferentes.
El nudo sin resolver del Brexit
“Brexit” es el nombre que recibe la ruptura del Reino Unido con la Unión Europea, aprobada en un referéndum popular en 2016 con el 52% de los votos. Desde ese entonces, el Brexit se trata del problema político central de la situación británica, que se llevó puesto al gobierno de Theresa May, que debilitó fuertemente el bipartidismo tradicional británico y que también puede hacer volar por los aires al nuevo gobierno de Johnson.
Según acordaron el Reino Unido y la UE, el Brexit tiene como fecha límite el 31 de octubre del año corriente, luego de lo cual automáticamente el Reino Unido quedaría afuera de la UE, sea que haya llegado o no a un acuerdo de cómo continuar sus relaciones con la misma. Boris Johnson sostuvo en discursos que se compromete a cumplir con el plazo del 31/10, y que intentaría buscar “un acuerdo mejor” con la Unión Europea para continuar sus relaciones luego de esa fecha.
En caso de que se llegue a la fecha del 31 de octubre sin un acuerdo con la UE, ocurriría automáticamente un “Brexit duro” con importantes consecuencias. Por un lado, un Brexit duro rompería todos los acuerdos comerciales con la UE, y el Reino Unido sería tratado por ella como un país externo, con las mismas barreras arancelarias que los demás, propinando un duro golpe a sus industrias de exportación y a sus empleados. Este es el principal argumento en contra del “Brexit duro” que esgrimen los sindicatos y el Partido Laborista. También se vería dificultada la libertad de movimiento hacia el continente, cuestión que preocupa especialmente a la juventud, a sectores de las clases medias profesionales, intelectuales y artistas que circulan habitualmente en dicho espacio (sectores que en las elecciones europeas se inclinaron mayormente por el apoyo al partido liberal-demócrata o al ecologista).
Por otro lado, el Brexit duro significaría el regreso de una barrera física entre Irlanda del Norte (parte del Reino Unido) y la República de Irlanda (parte de la Unión Europea), rompiendo los acuerdos de paz alcanzados entre los diferentes sectores de la población luego de décadas de conflicto. En ese escenario, es de esperar que un amplio sector de la población de Irlanda del Norte prefiera ir a una reunificación de las Irlandas (separándose del Reino Unido) antes que volver a la división interna y los conflictos. De esta manera, quedaría amenazada la propia unidad e integridad del Reino Unido.
Este peligro se ve agravado porque tanto Irlanda del Norte como Escocia tienen una mayoría de personas que se oponen claramente al Brexit y lo manifestaron en el referéndum de 2016. En el caso de Escocia, el país ya viene de realizar en 2014 un referéndum de independencia del Reino Unido, que aunque resolvió permanecer allí, lo hizo ya en ese entonces con un 45% de su población votando retirarse. En la actualidad, está planeado realizarse un nuevo referéndum para volver a decidir sobre la cuestión, sobre la base de la nueva situación creada por la crisis del Brexit. Los dirigentes escoceses plantean acelerar esa consulta popular a la vista del nuevo gobierno de Johnson[3].
Pero, ¿cuánta legitimidad popular sigue teniendo el Brexit hoy en día, a tres años del referéndum? Esta pregunta es muy difícil de responder, ya que existen señales contradictorias al respecto. Por un lado, diferentes medios de comunicación reflejan elementos de arrepentimiento de sectores que habían votado a favor del mismo (en una votación que ya de por sí había resultado muy pareja). Pero al mismo tiempo, el “Partido del Brexit” del derechista Nigel Farage fue el partido más votado por los británicos en las elecciones europeas de mayo, lo que parece indicar un importante núcleo duro de apoyo. Sin embargo, inclusive sumándole los resultados de los Conservadores y otros partidos pro-brexit, todos ellos juntos apenas llegaron a la mitad de los votos: la otra mitad siguió perteneciendo a los partidos anti-brexit o que apoyan un “Brexit moderado”. Es decir, en la práctica existe una especie de “empate técnico” entre las fuerzas que quieren una ruptura con la Unión Europea y las que no la quieren.
Ese mismo problema es el que viene trabando la cuestión del Brexit desde el resultado del referéndum de 2016. Ninguna propuesta sobre el tema logró hasta ahora obtener una mayoría parlamentaria que le permita ser aprobada. La primera ministra saliente, Theresa May, había llegado a un pre-acuerdo de Brexit con la Unión Europea (que le permitía salir del bloque comunitario manteniendo ciertas relaciones y a partir de determinados plazos transicionales), pero fue rechazado en tres ocasiones diferentes por el parlamento de su propio país. Era impugnado tanto desde los sectores opositores al Brexit como por los que exigían una variante aún más dura del mismo. Fue precisamente este fracaso el que determinó el colapso de su gobierno.
Al momento actual, no hay ningún indicio de que el gobierno de Boris Johnson vaya a tener mejor suerte que la que tuvo May para resolver la cuadratura del círculo. En ese marco, la situación se polariza cada vez más entre dos opciones diametralmente opuestas: una de ellas, propuesta por el Partido Laborista y otras fuerzas, implica realizar un nuevo referéndum popular donde esté planteada la posibilidad de anular el Brexit y continuar formando parte de la Unión Europea como hasta ahora. La otra opción implica no hacer nada y simplemente esperar a que se cumpla la fecha límite del 31/10 para que se produzca en los hechos un Brexit duro.
El gobierno de Boris Johnson tiene todos los condimentos para ser un gobierno de crisis, polarización y choques políticos-sociales. Es necesario que los trabajadores, la juventud, el movimiento de mujeres, los inmigrantes y todos los sectores populares lo derroten con la movilización e impongan en las calles una salida propia.
[1] “Farage insta a Johnson a cumplir su promesa de lograr el Brexit el 31 de octubre: ‘Es hacerlo o morir’”, Europa Press, 23/7/19. En https://www.europapress.es/internacional/noticia-farage-insta-johnson-cumplir-promesa-lograr-brexit-31-octubre-hacerlo-morir-20190723151021.html
[2] “Jeremy Corbyn pide elecciones anticipadas”. EuroNews, 23/7/19. En: https://es.euronews.com/2019/07/23/jeremy-corbyn-pide-elecciones-anticipadas
[3] “Nicola Sturgeon may «accelerate» Scottish independence referendum plan after Boris Johnson victory”, The Scotsman, 23/7/19. En https://www.scotsman.com/news/politics/nicola-sturgeon-may-accelerate-scottish-independence-referendum-plan-after-boris-johnson-victory-1-4969607
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