“En 1923 apareció el escrito sobre «el problema de la relación entre el marxismo y la filosofía, de gran importancia en la teoría y en la práctica», que, a pesar de su carácter estrictamente científico, no negaba de manera alguna su correlación practica con las luchas radicales de la época. Era de esperarse que este ensayo encontrara también por parte de la corriente por él combatida en la práctica, manifestaciones teóricas de prejuicios y disconformidad. En cambio, podía esperarse que la corriente cuya tendencia práctica apoyaba con los medios teóricos, sometiera al escrito a un examen objetivo e incluso benévolo, también como teoría. Sucedió lo contrario (…) los representantes autorizados de las dos corrientes principales del actual «marxismo» oficial, con seguro instinto, reconocieron al punto en el documento aparentemente inofensivo la rebelión herética contra ciertos dogmas que (…) son comunes a los dos cultos de la vieja iglesia ortodoxa marxista”
(Karl Korsch, “El estado actual del problema «marxismo y filosofía», «Anticrítica», en Marxismo y filosofía, Ediciones Era, México, 1971. Es bastante obvio que las dos “iglesias marxistas” a las que se refería Korsch en 1923 eran las iglesias socialdemócratas y la estalinista en ascenso).
El 31 de mayo se llevó a cabo la mesa-debate “Crisis, guerras y revoluciones: ¿Cómo construir el socialismo en el siglo XXI?”, en la Casa Rosa Luxemburgo en San Pablo, Brasil. Dicha actividad fue organizada por Socialismo o Barbarie y la juventud Já Basta! de Brasil.
Contó con la participación de Renato Assad, dirigente de SoB-Brasil y fundador de la agrupación Entregadores unidos pela base; de Henrique Carneiro, profesor de Historia Moderna de la Universidad de San Pablo (USP) y militante trotskista de larga trayectoria, y de Roberto Sáenz, dirigente del Nuevo MAS de Argentina y la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie y autor del libro El marxismo y la transición socialista (Editorial Prometeo, 2024). La mediación estuvo a cargo de Maria Cordeiro, estudiante de Geografía de la USP y referente de Já Basta!
A continuación, presentamos los videos y la versión transcrita de la intervención de Roberto Sáenz, en la que analiza las características y desafíos planteados por la nueva etapa de la lucha de clases que se abrió a nivel internacional y, además, problematiza los desafíos teóricos y políticos para el relanzamiento de la perspectiva socialista en el siglo XXI.
Agradezco la presencia de todos, todas y todes en esta charla. Henrique aportó un conjunto de elementos, y entonces la tarea mía es tratar de ordenar y entender este conjunto de elementos para interpretar la lógica que está detrás de estos acontecimientos, su lógica profunda.[1]
Apertura
El siglo XXI, en cierto modo, ha dejado atrás la herencia de las problemáticas del siglo XX y trae problemáticas propias. Es importante entender la especificidad de estos desarrollos, porque el siglo XXI está adquiriendo una fisonomía y una identidad propia, que no es exactamente la del siglo XX.
Esto se puede entender desde varios ángulos. Por ejemplo, el conflicto geopolítico que marcó la relación entre los Estados en el siglo XX, y que fue resuelta finalmente con la hegemonía norteamericana con su apogeo en los años 90, hoy retorna como uno de los elementos fundamentales del siglo XXI. Porque hay un conflicto geopolítico que no es el de la Primera y Segunda guerras mundiales, ni tampoco el de la segunda mitad del siglo XX, con la guerra fría entre EEUU y la ex URSS. El de hoy es un conflicto entre naciones capitalistas e incluso imperialistas en ascenso como China; un nuevo conflicto geopolítico entre EEUU y China. Ese elemento es estructurante.
La reapertura de la crisis geopolítica trae en forma derivada elementos nuevos que para las generaciones militantes de los 80 y para las nuevas generaciones que están acá, no existían. Por ejemplo, la militarización, el retorno de la producción militar y del servicio militar, en algunos casos obligatorio, y el retorno de grandes conflictos militares como el de Ucrania.
Este retorno de la crisis geopolítica con todo lo que trae aparejado, es un elemento específico del siglo XXI, que tiene antecedentes históricos en otras crisis, pero que no estaba presente en los 90 por ejemplo, una década de dominio tan extremo de los EEUU que Negri y Hardt escribieron ese libro tan ingenuo llamado Imperium, donde decían que ya no había más Estados, que no iba a haber más guerras mundiales, porque había un dominio de un imperialismo desterritorializado. Y lo que vemos ahora es un retorno del dominio territorializado, un retorno de la teoría de Lenin del imperialismo, donde se empieza de nuevo a discutir el reparto del mundo y de los recursos naturales. El tema de quién se queda con Groenlandia (o Panamá), por ejemplo, es un elemento nuevo.
Por detrás de la cuestión geopolítica hay otros elementos más fundantes desde el punto de vista de un análisis materialista. Primero, hay una crisis en la relación de la humanidad con la naturaleza como nunca hubo; la humanidad capitalista tiene una capacidad de actuar –benéfica o maléficamente– sobre la naturaleza que nunca fue tan poderosa. Esto puede traer circunstancias de barbarie brutal (destrucción planetaria); por supuesto que en otras épocas también las hubo, hubo campos de concentración y bombas atómicas, pero la relación de la humanidad con la naturaleza, que estaba presente ya en el siglo XIX en problemas que habían estudiado Marx y Engels (como el problema de la desertificación de los suelos y otros), en el siglo XXI adquiere un carácter de urgencia que en los siglos anteriores no tenía.
También por eso se adquiere una difusa conciencia social sobre el medio ambiente, que antes no existía: la conciencia social percibía que la naturaleza era infinita, como aparecía en los análisis del estalinismo, que ni siquiera consideraba los recursos naturales como costo. En el siglo XXI aprendimos que la naturaleza no es infinita y que la están rapiñando los imperialistas como locos por los recursos naturales (ver el caso de las tierras raras, por ejemplo).
Otro elemento nuevo es que algo pasa en la economía mundial por lo que el capitalismo exige hoy no sólo mecanismos de extrema explotación del trabajo, como se ve en el caso de los repartidores, o en la nula perspectiva para la juventud de tener una vivienda y los derechos sociales del siglo XX como la jubilación; todas esas conquistas han sido retiradas. Además, el capitalismo incorpora elementos de expoliación, nuevas formas de acumulación primitiva, que se llaman “acumulación por desposesión” (David Harvey).
Cuando el capitalismo recurre a métodos como los de Trump o Putin –en realidad a Trump se le impuso una dinámica estilo Putin o hasta cierto punto estilo China–, estamos hablando no solamente de los mecanismos clásicos de explotación, sino de cómo la política se impone en la economía (Polanyi) y sobre la base de la violencia se apropia de recursos naturales o materiales (carácter clásico del imperialismo tradicional o de los imperios).
Pasamos de “la mano invisible del mercado” del capitalismo neoliberal –¡que continúa a full al interior de los países!– a la mano visible del Estado y la violencia estatal -la eventualidad de mayores guerras por territorio y recursos naturales. No hay ninguna “mano invisible” que les permita poner la bandera yanqui en Groenlandia, ni los garfios de Putin en Ucrania. Con la misma lógica, y efectivamente como un extremo fascistoide del mundo, la mano del ejército sionista es muy visible; en este caso es razonable hablar de un régimen neofascista (Netanyahu), aunque, como decía Henrique, es un gran error hablar tan livianamente de “fascismo” en todos lados como hacen livianamente Valerio Arcary y un montón de otra gente.
Hay otro nuevo elemento en la subjetividad de la clase trabajadora, que tiene también una doble cara. Los que ya mencioné, la crisis geopolítica y el paso de la mano invisible del mercado a la visible del Estado, son elementos reversibles, de ataque pero también de crisis: el recurrir a medidas excepcionales por parte del capitalismo significa también una crisis del capitalismo.
Desde el punto de vista de la subjetividad, lo que mencionaban Renato y Henrique sobre la fragmentación de la izquierda en Brasil, en realidad expresa más cosas: el siglo XXI inicia con una búsqueda, con un reinicio de la experiencia histórica de los explotados y oprimidos. Un escéptico diría que el siglo arranca con la derrota histórica de los 90 –nosotros opinamos que la derrota fue en los 30–, y nosotros, que somos razonablemente optimistas, decimos que existe la emergencia de una nueva clase trabajadora que, a diferencia de la de comienzos del siglo XX, no tiene todavía en su horizonte la alternativa socialista, pero es la que puebla las luchas del mundo.
Que en Brasil el breque de los repartidores los haya ubicado como el sector más dinámico de la clase obrera brasileña, algo está significando: emerge una nueva clase obrera que está buscando una alternativa; Arcary afirma “no hay ninguna lucha en Brasil”, y le preguntamos si se olvidó del breque de los repartidores. Ese fenómeno es internacional, y abarca no sólo a repartidores. China es una “caja cerrada”, pero sabemos que el elemento de legitimación de China es el crecimiento; hay una clase obrera inmensa, de cientos de millones de trabajadores y trabajadoras, y si el país sigue lentificando su crecimiento puede haber una crisis muy grande. Hay una nueva clase obrera mundial que desde el punto de vista subjetivo arranca desde más atrás, pero desde lo objetivo es descomunal.
Todos estos elementos configuran el capitalismo del siglo XXI. La dominación capitalista clásica es de estabilidad, la democracia burguesa estable; la inestabilidad es un síntoma de crisis. Al mismo tiempo, la crisis no se traduce mecánicamente hacia la izquierda, no implica automáticamente lucha ni mejores condiciones políticas. Pero la crisis es una oportunidad, la apertura de un campo de posibilidades donde se puede perder o se puede ganar; aparece un polo de extrema derecha y puede aparecer uno de extrema izquierda.
Ese panorama es la totalidad en la cual entra Trump. Trump no es el generador de esa totalidad, es esa totalidad lo que genera a Trump, un personaje cuyas formas son ofensivas, pero su contenido es defensivo. Trump es la expresión de un deterioro hegemónico e interior de los EEUU, y una de las posibilidades de respuesta a ese deterioro; es una totalidad reaccionaria nacional e internacionalmente, que es una respuesta defensiva frente al mundo. Expresa a un sector de la burguesía que cambia el método del imperialismo y a una población blanca que le tiene miedo a lo diferente. Tiene miedo a los inmigrantes, entonces hay una política contra los inmigrantes; tiene miedo al elemento cosmopolita, entonces hay un ataque a Harvard; tiene miedo a las personas lgbt que rompen la idea tradicional de la familia; tiene miedo a la libertad, aunque se llamen libertarios, miedo al libre desarrollo de las personalidades.
Internacionalmente, ese mismo carácter reaccionario se expresa en una política de regateo en el reparto del mundo: Ucrania, te defiendo si me das las tierras raras. Se acaba la diplomacia y las relaciones políticas se transforman en relaciones mercantiles, es una mercantilización de la política internacional.
Junto con eso, hay una deslegitimación de EEUU, y también de Putin, no solo en Ucrania sino en Rusia, es un régimen represivo con muy pocos factores de legitimidad, todos son factores de fuerza. También hay poca legitimidad en el proyecto de Xi Jin Ping más allá del crecimiento, que va cayendo y hay una diferenciación social inmensa en China.
El mundo creó a Trump a imagen y semejanza de la ruta de la seda, de la invasión a Ucrania, de Netanyahu; en vez de poner sobre la mesa una nueva política, se adapta a la “mercantilización” de la política internacional. Entonces se produce una inversión de determinaciones: estamos acostumbrados bajo el neoliberalismo a que la economía domine a la política, y ahora la política y los asuntos de Estado dominan a la economía.
Esto necesariamente se traduce a los regímenes políticos y a las representaciones del mundo. El capitalismo neoliberal en la fase más alta de la mundialización, a la vez que era súper explotador, transmitía una lógica cosmopolita, que además opera a modo de compensación: viajamos por el mundo, tenemos pasaporte europeo, una lógica globalizadora que tiene un factor progresivo, algo del repertorio liberal en el mejor sentido del término. En un mundo donde las relaciones interimperialistas están territorializadas, esa representación del mundo se transforma en una lógica nativista: si sos de otro país, si sos trans, si sos de otro color, sos mi enemigo. Y eso es reaccionario obviamente, todo ese discurso de la extrema derecha tiene esa lógica.
Pero esa lógica tiene una contradicción muy grande que hay gente que no ve o no quiere ver. En el mundo del movimiento de trabajadores y trabajadoras, en el mundo de la juventud, choca con otra sensibilidad que es una conquista de las últimas décadas, donde por ejemplo las marchas lgbt son las más grandes en todo el mundo. Entonces, ¿cómo hacer para combinar las dos cosas? Un monstruo idiota como Milei fue a Davos a decir que los gays son pedófilos y en Argentina se armó una manifestación enorme y tuvo que cerrar el pico. No sé si va a ganar o no las elecciones (es muy probable que sí), pero puede terminar colgado en Plaza de Mayo como Mussolini… La Argentina es un extremo donde la lucha de clases sigue siendo muy dinámica, pero es parte de la realidad (lo que quiere decir que no podemos negar el deterioro que también está ocurriendo).
Entonces, hay como dos consensos en choque, y no está claro que el consenso de Trump y Bolsonaro sea mayoritario, lo que pasa es que entra a jugar el reformismo que desmoraliza a todo el mundo. Hay una situación estructural que el capitalismo intenta resolver con una terapia muy agresiva pero muy peligrosa para el capitalismo.
Y hay una cosa muy importante: no hay que confundir el carácter de los gobiernos con el carácter de los regímenes políticos; es un debate interesante porque se le dice “fascismo” a cualquier cosa. En 1933 Hitler es nombrado canciller; había una República de Weimar todavía, que era una democracia burguesa. Al mes se incendia el Reichstag –el parlamento–, Hitler impone leyes de excepción y liquida el régimen político. No es tan fácil liquidar el régimen político: hablar de fascismo superficialmente te quita todas las mediaciones que hay entre el gobierno, el parlamento, el poder judicial y la calle.
Brasil ha tenido una tremenda contradicción en esta última etapa, que hay poca calle, porque el PT y el PSOL han desmoralizado a una generación; es un problema grave, y a los problemas hay que reconocerlos y enfrentarlos; por eso hay que apostar a las nuevas generaciones, al balance, a la refundación del trotskismo en Brasil. El PT no solo frustró a la militancia, también confundió a toda la clase trabajadora porque no cumplió ninguna de sus promesas; el gobierno de Lula 3 ni que hablar, firma todo lo que el centrao le pone adelante.
La polarización internacional que trae este ensayo de rediseño político, geopolítico y económico del mundo impacta sobre el movimiento de masas y genera esta situación, que aparece en esta coyuntura con la extrema derecha dominando, pero que puede desatar procesos de lucha. Los procesos de lucha también son complejos: es progresivo que haya caído Assad en Siria, pero el nuevo gobierno no es ni siquiera nacionalista burgués, es un gobierno que está disimulando pero es confesional, es una contradicción. En el movimiento palestino también, no es lo mismo Hamas que la OLP de Arafat, que era un movimiento nacionalista burgués.
Es obvio que ha habido un retroceso en la experiencia, no se puede ser objetivista y decir que todo va para adelante; hay dificultades y contradicciones, pero también hay vida. El libro que editamos intenta ser un punto de apoyo para el relanzamiento de la perspectiva socialista, que quedó cuestionada con el estalinismo, sobre la base material de que en la humanidad hay vida, nuevas generaciones con aspiraciones de vida que se chocan con el capitalismo.
Un factor clave es el anticapitalismo, el reformismo ya no sirve para nada, no hay ninguna posibilidad de reformas en un capitalismo territorializado donde se matan para repartirse Groenlandia; ¿qué concesión van a dar? La única forma de lograr una concesión es con la lucha revolucionaria. Esto no quiere decir que no hay que elegir parlamentarios, sino que eso es algo importante pero auxiliar; lo central es la lucha extraparlamentaria y los parlamentarios son los voceros de nuestra lucha.
En un capitalismo que se reparte países y recursos naturales, el reformismo es una utopía totalmente reaccionaria. En la segunda posguerra no era una utopía tan reaccionaria; no iba a liquidar al capitalismo pero había concesiones, también porque se estaba en el horizonte histórico de la Revolución Rusa. Ahora hay que crear un nuevo horizonte histórico anticapitalista y socialista.
En Argentina logramos polarizar el debate con Milei porque ellos son anticomunistas, ellos mismos traen el fantasma del comunismo polarizando con “los comunistas”, que en mucho de las nuevas generaciones es una palabra nueva.
La conciencia se forma en función de la experiencia, y el capitalismo es una experiencia de mierda. Hay una forja de la conciencia que tiene que ver con lo que decía Althusser de los aparatos ideológicos del Estado. Pero hay otra forja que Althusser no veía, que es en la experiencia y que es más fuerte. No hay que entender al movimiento de masas como gente alienada que vive en otro planeta; la clase trabajadora y la juventud no son marcianos ni idiotas, no forjan su conciencia sólo con los aparatos ideológicos del Estado, también con su experiencia de vida.
La gente dice “no tengo tiempo para ideologías, tengo que trabajar, soy precario”; por supuesto, la fragmentación del trabajo, la heterogeneidad, la uberización, fragmentan la conciencia y obligan a la gente a vivir corriendo para llegar a la noche y comer. Eso atrapa la posibilidad de pensar, pero también va dejando un sedimento de experiencia; y es difícil que el sedimento de experiencia sea pro capitalista. Tampoco es automáticamente anticapitalista, pero es un sedimento de experiencia con una vida de porquería.
Lógicamente, hay que construir corrientes revolucionarias, de manera no tacticista, de manera estratégica, y no es fácil, porque vivimos en un quiebre, en una bisagra histórica: se cerró el siglo XX y se abrió el siglo XXI. Las nuevas generaciones tienen crisis de alternativas, pero no llevan sobre sí mismas todas las derrotas del pasado. Necesitamos “alfabetizar políticamente”, y para eso hay que tener herramientas. Hay que entender qué es lo que pasó hasta acá, y las nuevas generaciones tienen pocas herramientas políticas.
En Brasil se terminó el festejo, hay un vacío político, puede ganar la derecha o la extrema derecha las elecciones. Lula se va a morir, y en el PT dicen “no me puedo imaginar el país sin Lula”; bueno, justamente, hay que imaginar el país sin Lula, sin el PT, sin la CUT.
Está la tarea de relanzar el marxismo revolucionario. Cuando Marx y Engels escribieron “Del socialismo utópico al científico”, no es que no había elementos de futuro o de “utopía” en Marx y Engels, sino que trataban de darle una carnadura material al proyecto socialista. Ellos vivieron la experiencia de la Comuna de París, de la revolución del 1848, pero no vivieron la Revolución Rusa, China, Cubana, etc. Cuando los paleontólogos descubren un yacimiento de dinosaurios hacen una fiesta y se ponen a investigar 40 años. Nosotros tenemos un “yacimiento histórico”, que no es de dinosaurios porque es de recuerdos del futuro, que son las sociedades burocratizadas pos capitalistas; hay que trabajar sobre ese tesoro de experiencias para relanzar la perspectiva de la revolución socialista y la construcción del partido militante.
Cierre
Respecto de la cuestión constructiva, dos cosas. Primero, hay que tener paciencia compañeros y compañeras. No hay que pensar que las salidas a las problemáticas de la lucha de clases y del mundo son voluntaristas. Hay una mecánica entre factores objetivos y subjetivos que tienen que ver con elementos de la realidad y con la lucha de clases.
Por ejemplo, hay varios grupos revolucionarios en Brasil, pero tiene que explicarse porque existen varios grupos. No hay una fusión mecánica de los grupos, existen como subproducto de un proceso histórico y de la falta de un balance estratégico del estalinismo, como subproducto del reformismo y de PT. No es un tema -o problema- exclusivo de Brasil.
En la I Internacional tuvo la lucha de marxistas, proudouninista, bakuninistas, en fin, de varias corrientes que la fundaron sobre la base de una experiencia; por ejemplo, del momento de ascenso del capitalismo; de la Comuna de París, donde también hubo diversas corrientes y donde el marxismo era minoritario.
El problema no es que haya varias corrientes. Nuestra concepción no es de partido único. Hay varias corrientes en Brasil porque una experiencia histórica se está cerrando y otra experiencia se está abriendo. Se está cerrando la experiencia histórica del PT, de la CUT (y del PSOL y el PSTU). Y se está abriendo la experiencia histórica de un nuevo movimiento obrero y de la posibilidad de la reconstrucción de la izquierda revolucionaria en el país.
Hay que ser paciente. Hay una combinación de elementos objetivos, de las luchas, como los entregadores en Brasil. Y tiene elementos subjetivos, que tienen que ver con la construcción del partido y de los grupos. Arcary dice que está en contra de los “partidos imaginarios”, pero eso es una abstracción. “Yo quiero un partido construido”, Eso es idealista. Hace como Bejamin Buttom, “quiero nacer con mayoría de edad”, pero no es así, usted nace después de nueve meses y tiene un primer día. No es un “bebé imaginario”, es real y crece en interacción con la realidad. El bebé forja su personalidad en interacción con la sociedad.
Arcary quiere una organización construida, que no tiene “chupete”, que no nace, que no crece ni se desarrolla. ¡Eso es idealista! “Yo desprecio todos los partidos imaginarios”, es como decir “yo desprecio todos los «bebés imaginarios», solamente reconozco a las personas cuando tienen 50 años”. Pero bueno, ¿cómo llegaron las personas a tener 50 años?
La tarea de reinicio de la experiencia histórica y de refundar un nuevo marxismo revolucionario, pasa por una “etapa de bebé”, o infantil si se quiere, porque así nace el nuevo movimiento obrero. Así nacen las experiencias de la clase trabajadora; a partir de sus luchas empieza a sacar conclusiones de su experiencia, es un proceso histórico.
La crítica a los “partidos imaginarios” es una idiotez anti-dialéctica. No hay forma de llegar al máximo desarrollo, sin pasar por periodos y fases de la experiencia. Eso es simpático, porque hay tareas concretas: de trabajo de acumulación constructiva en la USP, de politización de la militancia, de organización en los entregadores, en fin, una serie de tarea históricas, etc.
No hay como escapar de la etapa “imaginaria” del partido, es ridículo. Hay que construir un núcleo que va interactuar con la realidad.
Es como el aprendizaje, que es interacción. Pero si usted no nace y no existe en el espacio infinito no tiene interacción. Igual pasa con el partido, en cuanto empieza a existir tiene interacción y en ese proceso va madurando. Nada ni nadie puede madurar sin interacción.
Una organización revolucionaria tampoco, porque es una relación social que se constituye en relación con la clase obrera, la burguesía, la juventud y las demás corrientes. Obviamente, todos queremos tener más envergadura, sistematización y organización. Pero nadie nace “puesto” o “realizado”.
El partido es como la relación de aprendizaje. Justo charlábamos de Piaget sobre asimilación y acomodación (es decir, los diversos mecanismos de “adaptación” a la realidad). Su idea de aprendizaje es la siguiente: usted crece y se desarrolla en interacción con la realidad. Cada persona aporta elementos a la realidad, pero también la realidad le aporta elementos a la persona. ¿Cómo crece el partido y cómo es su interacción? Es una interacción activa con el medio (esto reenvía a las enseñanzas de Marx, lo señalo justo ahora porque hay marxistas que estan insistiendo mecanicamente en el elemento pasivo de la relación). Si el partido no es una secta, aprende de la experiencia y se construye con los procesos más dinámicos. Luego, reactúa sobre la experiencia en un escalón superior. La construcción de partido es muy dialéctica.
Tenemos que tener sensibilidad de los procesos y atravesar esa interacción. ¿Cómo entra el libro en esto? Lo hace en el sentido de que hay una historia que nos precede. La historia ES, no es buena ni mala. No nacemos en el vacío, lo hacemos en un contexto determinado. En el caso determinado actual, la clase obrera pasó por un siglo de experiencias no capitalistas fallidas. Si no sacamos conclusiones de esto, quedamos analfabetos; una especie de analfabetismo político.
La corriente trata de aportar con esta elaboración a la “alfabetización política” de la clase obrera, la juventud y la vanguardia. La extrema derecha crece porque el PT es una mierda. El anticomunismo crece porque la burocratización de la revolución lo dejó en la mierda. No es por generación espontánea que crece la extrema derecha. Hay dificultades, en eso tengo matices con Henrique que ve todo para adelante… Pasa que Arcary y otros intelectuales marxistas exageran demasiado para el otro lado.
Cuando hay dificultades hay que enfrentarlas. Hacer balance es no hacer una fuga hacia adelante, es enfrentar las dificultades. Si hay extrema derecha en el mundo es porque fracasó el estalinismo y el reformismo es una porquería.
¿Cómo hacemos para que el pueblo trabajador salga de la extrema derecha y gire a la izquierda? Es una tarea que no es nada sencilla. Parte de la tarea es ir a huelga, hacer agitación en la USP y demás universidades contra la extrema derecha. Pero también lo es hacer una elaboración teórica-estratégica que ayude a nuestra alfabetización, no como algo externo al estilo de la relación maestro-alumno, sino como una “auto-alfabetización”.
Estamos construyendo una corriente revolucionaria en el siglo XXI, no en el siglo XIX, y se pasó por las frustraciones del siglo XX, es simple. Y hay una primera tanda de experiencias anticapitalistas que terminó fracasando y tenemos que sacar las conclusiones.
Hay que ser pacientes. Hay que militar mucho, pero no ser impacientes. Es como decía Hegel con relación al estudio: “si usted quiere estudiar y aprender, tiene que tener paciencia”. Porque tenemos la ansiedad de ya sacar el artículo, sacar una conclusión o de ya avasallar el texto. Pero el texto te dice que no, pará, tenés que leerme bien y entenderme, hacer fichas, subrayar. Aprender y apropiarnos de la realidad, y eso requiere trabajo; hay que esforzarse y militar.
No se puede juntar a todos, porque empiezan a pelearse. Se ocupa síntesis y no hacer frente único sin principios. Aprehender la nueva realidad en que la que estamos inmersos requiere esfuerzo, tesón, paciencia y sistematicidad.
[1] Recomendamos leer esta intervención junto con “Brasil contemporáneo. Apuntes sobre una «sociología política»”, en esta misma edición de nuestro suplemento Marxismo en el siglo XXI.