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“¡Lamento mucho su muerte! ¡Lamento mucho que se murió sin decir nada! Lamento mucho que no dijo dónde están los desaparecidos, no dijo dónde está Clara Anahí. ¡Se fue sin aceptar su culpa, se fue sin terminar de ser juzgado por otras causas!” (Rubén López, hijo de Jorge Julio López, La Nación, 2/7/22)
“(…) Ante semejante noticia, no puedo imaginarme lo que sentirán quienes lo sufrieron y menos todavía quienes deberán convivir con él, en el mismo barrio marplatense. Sólo dos tipos de personas conocen verdaderamente a un sujeto como él: sus víctimas y sus hijos. Por eso, a mí que no me lo vengan a contar. Nadie puede venderme el discurso de la reconciliación, ni el cuento del viejito enfermo que merece irse a su casa. (…)” (Infonews, Mariana Dopazo, ex hija de Miguel Etchecolatz, 2/7/22)
Un día donde se agolpan sentimientos de alegría por logros históricos, con penas y bronca por lo que se guardaron genocidas y cómplices. Un día controvertido para sobrevivientes, familiares y luchadores/as contra los autores y estrechos colaboradores del genocidio en nuestro país.
Un día que hace vibrar todas las cuerdas de nuestro cuerpo, aquéllas que nos producen inmensas alegrías y tristezas, que se unen y agigantan cuando leemos, en este día en particular, las declaraciones del hijo de Jorge Julio López y de la ex hija de Miguel Etchecolatz.
En ellos dos es donde más se condensa y agiganta el tremendo infortunio que provocaron señores como este que acaba de fallecer en cárcel común y, al mismo tiempo, las alegrías que provocaron los enormes pasos adelante dados en nuestro país.
Contra viento y marea, que tuvieron nombres y apellidos: los genocidas y sus cómplices que juraron un pacto de silencio y lo cumplieron a rajatabla, los sucesivos gobiernos de la democracia que promulgaron leyes de impunidad (Punto Final, Obediencia Debida, Indulto), los fugados a otros países que tardaron años en encontrar… a algunos, los juicios en cuentagotas, la catarata actual de domiciliarias (que incluye a un condenado a perpetua en Mar del Plata de la organización de ultraderecha CNU [Concentración Nacional Universitaria]), el fallo de la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal que consideró “suicidio” un crimen de lesa humanidad y revocó la sentencia dictada (*).
A ese viento y a esa marea la enfrentamos con tenacidad y la dimos vuelta en parte, no en su totalidad. Quedan cuentas pendientes, pero en esa mezcla de orgullo y dolor, podemos decir que hoy es un día de un paso adelante. Porque un genocida murió en cárcel común por los valientes testigos como Jorge Julio López, por la lucha denodada de los vecinos de Mar del Plata que lo escracharon cuando a este señor le dieron la domiciliaria y le duró menos que un suspiro, por los/as trabajadores del Hospital Posadas y organizaciones de la zona que impidieron que este señor se atendiera al lado del lugar donde él había comandado un centro clandestino.
A pesar de las penas y el dolor que compartimos, hoy es un día de un gran logro. Éste nos debe servir para continuar la pelea sorteando todos los obstáculos que aún tenemos por delante.
Condenas por crímenes de lesa humanidad en el Chaco
El Tribunal Oral Federal de Resistencia condenó por crímenes de lesa humanidad, en la causa Conscriptos, a nueve militares y policías retirados con penas de 9 y 18 años de prisión por secuestros y torturas. A tres de ellos, que ya habían recibido la condena de prisión perpetua, se unificó el dictamen con esa sentencia de 2011. Uno de los acusados fue declarado absuelto y recuperó la libertad.
La semana próxima, el día 6 de julio, se espera la lectura de la sentencia en el juicio denominado Megacausa de Campo de Mayo, en el que se juzgan a 22 acusados por el destino de 350 víctimas.
La pelea sigue, dentro y fuera de las instituciones de la Justicia. Junto con el recuerdo y la fatiga, la fuerza de la lucha inquebrantable es nuestro norte y hacia allí seguiremos peleando aún más por Memoria, Verdad y Justicia!
¡Todos los genocidas y sus cómplices civiles y eclesiásticos a cárcel común y efectiva!
(*) Los jueces consideraron que una de las secuestradas y asesinadas, Adela Esther Fonrouge, había fallecido por la ingesta de una pastilla de cianuro, no por los tormentos y ataques recibidos.