[Texto publicado en Quatrième Internationale, n” 41 (antigua serie). enero de 1970.]

La aparición del tomo I del Capital de Marx en edición de bolsillo1 es un acontecimiento importante. Atestigua la creciente popularidad del pensamiento marxista; o, para ser más preciso, atestigua el hecho de que las editoriales burguesas son conscientes de la masiva demanda que pueden satisfacer en este terreno, de su capacidad de transformar El Capital en una masa de mercancías cuyo valor de cambio (y la plusvalía que contiene) es fácilmente realizable en el mercado.

Marcuse se lamenta, descubriendo en este fenómeno la capacidad diabólica de la sociedad burguesa de nuestra época para reintegrar a todos los autóres de izquierda, incluso a los ”izquierdistas” (de los que Marx sigue siendo el prototipo). Creemos que está equivocado.

El hecho de que 699 páginas de papel impreso en pequeños caracteres se vendan a decenas de miles de ejemplares con lo que se benefician varias editoriales capitalistas atestigua evidentemente la tendencia de la sociedad burguesa a transformar en mercancía todo lo que cae en sus manos, pero el éxito de venta del Capital en tanto que operación mercantil únicamente es posible porque este libro satisface una demanda social, porque tiene un valor de uso. Pero este valor de uso del Capital no es, por supuesto, la consolidación del sistema socio-económico fundado en la generalización de la producción mercantil, es decir, del modo de producción capitalista. Al contrario, el valor de uso del Capital consiste en la desmitificación de ese modo de producción, contribuyendo de este modo a su desintegración y destrucción.

En este sentido, la aparición del Capital en edición de bolsillo no es una prueba de la fuerza sino de las contradicciones crecientes de la sociedad burguesa – el mismo modo que el chiste de Lenin según el cual el penúltimo capitalista vendería la cuerda con que se colgaría al último no es una prueba de la capacidad de la burguesía para integrarlo todo, incluidas las armas que la combaten. Y al hablar de prueba no pensamos en la acepción más general y abstracta del término, sino en su sentido más preciso.

La creciente boga de ideas y publicaciones marxistas en Francia es una consecuencia de mayo del 68, es decir, un producto de la crisis revolucionaria que ha sacudido a la sociedad capitalista francesa y que ha acrecentado considerablemente el escepticismo en lo referente a las posibilidades de supervivencia de dicha sociedad. Si una fracción de la clase capitalista ve en ello un modo de acumular rápidamente capital antes de que el diluvio se la lleve con el resto de sus compinches, comparsas y competidoras, ¡que le aproveche! No hay motivos para quejarse, al contrario.

Sin embargo, la edición del Capital en formato popular no gana gran cosa con la ”Advertencia” que aparece en su comienzo, firmada por Louis Althusser. Es cierto, no todo es malo en esta advertencia. Hay en ella algunos consejos pedagógicos útiles, aunque sujetos a discusión. El objeto del Capital es circunscrito con precisión: se trata del análisis del modo de producción capitalista, de un modo de producción particular y específico, y no del análisis de algunas ”leyes generales” que regirían la vida económica de la humanidad en cualquier época. La naturaleza de la plusvalía – uno de los descubrimientos económicos fundamentales de Marx es recordada de manera sucinta y correcta. La relación entre El Capital y el análisis del sistema imperialista mundial que hizo Lenin se halla esbozado, aunque de modo incompleto.2 La importancia y la realidad del concepto de capital social global son correctamente tratadas. Althusser conoce a Marx, y evidentemente es preferible que El Capital esté prologado por alguien que sabe, al menos, de qué se trata que por algún escribano que viera en El Capital simplemente la continuación corregida de la Riqueza de las naciones de Adam Smith, o un ensayo sobre la necesidad de reorganizar la sociedad sobre la base de determinados principios morales aprioristas.

Dicho esto, esta advertencia inicial sufre una serie de taras fundamentales que encierra la lectura de Marx por Althusser. Y ello nos da ocasión de esclarecer algunas de estas debilidades– a guisa de advertencia, tanto para los lectores del Capital como para los de Althusser.

Las ”insuficiencias” del tomo I del ”Capital”

Louis Althusser expone un juicio moderado sobre el libro que prologa. Es cierto, el tomo I del Capital es un libro genial, revolucionario, de alcance histórico. Pero también es un libro insuficiente. Nuestro severo crítico resume así su opinión con respecto a tales insuficiencias:

El libro I contiene también otras dificultades teóricas, ligadas a las anteriores o a otros problemas.

Por ejemplo, la teoría de la distinción a introducir entre el valor y la forma-valor,’ por ejemplo, la teoría de la cantidad de trabajo socialmente necesaria; por ejemplo, la teoría de las necesidades sociales, etc. Por ejemplo, la teoría de la composición orgánica del capital. Por ejemplo, la famosa teoría del ”fetichismo” de la mercancía y su ulterior generalización.

Todas estas cuestiones – y muchas más – constituyen dificultades objetivas reales a las que el libro I ofrece soluciones provisionales (sic) o soluciones parciales. ¿A qué se debe esta insuficiencia?”

Althusser contesta a esta pregunta con dos razones. En primer lugar, se debe a que Marx tenia ya in mente todo El Capital en el momento de escribir el tomo I y no podía meter los cuatro volúmenes en uno solo; de ahí el carácter de anticipación del análisis (Althusser procura no añadir que una exposición simultánea de todos los descubrimientos económicos de Marx en un solo volumen se encuentra en los Grundrisse, obra que no aprecia por parecerle excesivamente `influida por el pensamiento de Hegel”). En segundo lugar, se debe a que el propio Capital arrastra consigo determinadas huellas de la supervivencia ”en el lenguaje y en el pensamiento de Marx de la influencia del pensamiento de Hegel”.

Ya tenemos, pues, al Capital y al pobre Marx en el banquillo de los acusados; los dos huelen un poco a azufre y a cuerno quemado. ¿Hay o no que quemar a los herejes? ¿Está preparando el Gran Inquisidor la hoguera, a la que no escaparán ni la Crítica del Programa de Gotha ni las Notas marginales sobre Wagner? Sin duda la reducción del ”marxismo puro” a estas dos obras ocasionales y polémicas de Marx tiene un carácter hasta tal punto incongruente que incluso un hombre como Althusser, generalmente desprovisto de sentido del humor, retrocede ante la enorme carcajada que corre el peligro de provocar. Por ello, El Capital no será quemado; se declará solamente ”insuficiente” el tomo I (no solamente el tomo I, como veremos a continuación).

Pero el Inquisidor, si bien es muy severo, también es un poco torpe. El ejemplo que elige para desvelar la ”influencia hegeliana” sobre el pensamiento del Capital desvela de manera neta la insuficiencia de la asimilación del marxismo por parte de Althusser. Es el principio del Capital lo que pone en tela de juicio como hegeliano:

Preso en una concepción hegeliana de la ciencia (para Hegel no hay más ciencia que la filosófica, y en este aspecto toda verdadera ciencia debe fundar su propio principio), Marx pensaba entonces (sic) que ”en toda ciencia, el principio es lo más arduo”. De hecho, la sección 1 del libro I se pre- senta con un orden de exposición cuya dificultad depende en gran parte de este prejuicio hegeliano. Por otra parte, Marx redactó unas diez veces este principio, antes de darle su forma ”definitiva – como si al hacerlo tropezase con una dificultad que no era solamente del orden de la simple exposición – y con razón.”

¿Pero de qué se trata? Se trata del hecho de que Marx inicie el análisis del Capital con el análisis de la mercancía. ¿Es esto una concesión a la concepción hegeliana de la ciencia? ¡En absoluto! Es la expresión de una concepción de la historia basada en la dialéctica materialista. No se trata de lograr que una ”ciencia” funde su ”propio principio” (dialéctica idealista), sino de buscar el secreto de un modo de producción en sus orígenes históricos materiales y sociales (dialéctica materialista). La debilidad fundamental de Althusser reside en su negativa a distinguir ambos métodos, en su sospecha con respecto a la dialéctica materialista como algo ”hegeliana”, y en su rechazo de hecho de la dialéctica a secas por esas razones.

¿Por qué ha empezado Marx El Capital con un análisis de la mercancía, no en tanto que ”hegeliano”, sino precisamente como marxista? Porque, al contrario que el propio Althusser, no ha querido analizar el modo de producción capitalista como algo estático, como una estructura móvil separada del pasado y del futuro. Lo que ha tratado de hacer ha sido resumido ”con toda exactitud”, según el propio Marx, en la siguiente fórmula: ”Esclarecer las leyes que rigen el nacimiento, la vida, el crecimiento y la muerte de un organismo social determinado, y su sustitución por otro (orden) superior”.3 Y desde el momento en que se comprende de esta manera el proyecto científico de Marx, el principio del Capital deja de ser un simple ”flirt hegeliano”, o lo que es peor, una concesión a la concepción idealista de la ciencia que funda ”en sí misma su propio principio”, para convertirse en una respuesta a la pregunta: ¿de dónde surge el capitalismo? ¿cuáles son sus contradicciones esenciales? El capitalismo es la producción mercantil generalizada; es el modo de producción en que por vez primera en la historia de las sociedades, la fuerza de trabajo y los demás medios de producción se convierten en mercancías. Descubrir los secretos de la mercancía en las relaciones de producción que la crean equivale a desvelar las contradicciones fundamentales del propio modo de producción capitalista. Pues estas contradicciones se hallan contenidas en germen en la propia mercancía.

Althusser se complace en citar una y otra vez a Lenin como el verdadero intérprete y el más puro de los pensadores marxistas (totalmente libre de sus escorias hegelianas). Pero ¿cuál es la opinión de Lenin sobre el tema concreto que nos ocupa? Veamos lo que dice en sus cuadernos sobre la Lógica de Hegel:

Invertir: Marx ha aplicado la dialéctica de Hegel en su forma elaborada a la economía política…

Al igual que la forma simple del valor, el acto singular de cambiar una mercancía determinada por otra mercancía encierra ya, de una forma no desarrollada, todas las contradicciones del capitalismo, también la generalización más simple, la formación más elemental de conceptos (juicios, conclusiones, etc), significa ya la comprensión constantemente progresiva por parle del hombre de las relaciones de interconexión profundas y objetivas del inundo. Es aquí donde debemos buscar el verdadero sentido y la significación real de la lógica de. Hegel”.4

Y también, en el mismo sentido:

Si Marx no ha dejado una Lógica (con mayúscula), si nos ha dejado la lógica del Capital, y esto debería explotarse al máximo en la cuestión que nos interesa. En El Capital se aplica a una disciplina la lógica, la dialéctica ‘y la epistemología del materialismo (no hace falta emplear estos tres términos: se trata de una sola cosa), que se ha apropiado todo lo que de válido había en Hegel y lo ha desarrollado más allá de sus límites idealistas.

Mercancía – Dinero – Capital – producción de plusvalía absoluta – producción de plusvalía relativa. La historia del capitalismo y el análisis de los conceptos que la resumen.

El principio – el elemento más simple, el más habitual, el más inmediato del ”ser”: la mercancía particular. Su análisis como análisis de una relación social. Un análisis bilateral, deductivo e inductivo – lógico e histórico (las formas del valor).

El control por los hechos, es decir, por la práctica, se opera aquí en cada momento del análisis.

Cf a propósito de la cuestión ”esencia” (Wesen) y ”apariencia” – precio y valor – demanda y oferta versus ”valor” – (del trabajo cristalizado) – salario y precio de la fuerza de trabajo”.5

Como vemos, Lenin aprueba y aprecia en su justo valor el método empleado por Marx en la redacción del capítulo I del Capital. Incluso ve en él la característica específica de la dialéctica materialista aplicada por Marx al estudio de las relaciones de producción capitalistas. No define – como Althusser – este método marxista simplemente como una investigación con conceptos abstractos que permitan el análisis de una realidad abstracta (el modo de producción capitalista en general). Lo define como unidad de dos contrarios, deducción e inducción, como la síntesis de dos contrarios: ”Historia del capitalismo y análisis de los conceptos que la resumen”, es decir, a la vez el capitalismo abstracto y general (sin este trabajo de abstracción, nos perdemos en mil detalles insignificantes, no significativos, no podemos captar las tendencias del desarrollo histórico, abandonamos el botín para perseguir una sombra) y el capitalismo concreto e históricamente desarrollado (sin este retorno a lo concreto y a la historia, sin esta ”verificación por la práctica”, es fácil perderse en abstracciones irreales, sin relación con la realidad social que se trata de comprender para poderla cambiar).

Sentimos curiosidad por saber qué piensa Althusser de estos pasajes de Lenin, llenos de profundidad y sabiduría, sobre el método de Marx. ¿También Lenin ha confundido hegelianismo y marxismo? ¿También es sospechoso de herejía? ¿Debe ser quemado juntamente con el capítulo I del tomo I del Capital?

Teoria del valor-trabajo composición orgánica del capital y leyes del desarrollo del capitalismo

La incomprensión que Louis Althusser manifiesta con respecto al capítulo I del tomo I del Capital y su rechazo de la dialéctica materialista que integra análisis abstracto deductivo y análisis histórico genético, le conducen por otra parte a diversos errores teóricos de impor- tancia. Dos de estos errores aparecen en su ”Advertencia” de la edición del Capital publicada por Garnier-Flammarion.

Cuando da cuenta de las ”grandes dificultades” teóricas del libro I, ante todo las que se reúnen en la terrible sección I… en torno a la teoría del valor-trabajo afirma:

Daré en pocas palabras el principio de la solución.

La teoría del ”valor-trabajo” de Marx, que todos los ”economistas” e ideólogos burgueses le han repochado con condenas irrisorias, es inteligible, pero solamente como un caso particular de la teoría que Marx y Engels denominaron ”ley del valor,” o ley de la distribución de la cantidad de fuerza de trabajo disponible por las diversas ramas de la producción, distribución indispensable para la reproducción de las condiciones de producción”.

La ”solución” que propone es particularmente desafortunada; contradice la letra y el espíritu de los escritos de Marx y Engels al respecto. En ninguna parte menciona Marx una ”ley del valor” como teoría general aplicable a todas las sociedades. Lo que Marx explica es que toda sociedad humana debe efectuar una cierta economía en su tiempo de trabajo, una distribución más o menos proporcional de esta fuerza de trabajo entre las diversas ramas de la actividad económica y social. Pero esta ley general – efectivamente, es una ley general – no debe ser confundida con la ”ley del valor”, que no es más que una aplicación particular de esta ley a un tipo específico de organización socio-económica, una sociedad basada en la producción de mercancías.

Althusser se refiere a la Crítica del Programa de Gotha como el texto económico más maduro de Marx. Si hubiese prestado atención a la cuestión de la ”ley del valor” habría podido observar lo que dice Marx en esta obra:

En el seno de una sociedad cooperativa (genossenschaftlich) basada en la apropiación colectiva de los. medios de producción, los productores no intercambian sus productos; tampoco el trabajo necesario para producir estos productos aparece como valor de los mismos, como una propiedad objetiva (sachlich) de dichos productos, va que ahora, al contrario de lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales forman parte del trabajo global de modo inmediato y no mediante un rodeo”.6

En el capítulo I del libro 1 del Capital, Marx afirma explícitamente que la producción mercan- til y la producción del valor únicamente existen porque este trabajo social global se halla fragmentado en trabajos privados ejecutados independientemente unos de otros (p.69 de la edición Flammarion del Capital). Y ahí reside todo el sentido de la famosa ”ley del valor”: esta ley cumple la función de restablecer de modo espontáneo esta distribución proporcional de la fuerza de trabajo entre las diferentes actividades económicas que, en una sociedad no mercan- til se realiza conscientemente por una decisión de la colectividad, tanto si es mediante la rutina, las costumbres o los ritos de una sociedad primitiva, como mediante la planificación socia- lista en una sociedad socialista (basada en los ”productores asociados”, para emplear la fórmula de Marx).

Es inadmisible, por lo tanto, confundir la ley general con su forma particular de aplicación al régimen de producción de mercancías. Lejos de ser una ”aplicación particular” de una ”ley más general” denominada ”ley del valor”, la teoría del valor-trabajo explica precisamente por qué y cómo esta ”ley del valor” sucede a ”la economía directa del tiempo de trabajo” que rige las sociedades pre-mercantiles. Pero para poder admitir esto, Althusser habría tenido que introducir de nuevo la historia en El Capital, cosa que se niega obstinadamente a hacer. Sobre todo, habría tenido que admitir que el capítulo I del tomo I (donde todo esto está explicado de modo profundo, aunque en un lenguaje que hace en ocasiones difícil su comprensión) es algo más que un simple flirt con la terminología hegeliana.

Añadamos que el grave error teórico cometido por Althusser en la cuestión de la ”ley del valor” está relacionado con su formación ideológica estalinista, con su relación ambivalente y ambigua con respecto al estalinismo. Como se sabe, fue Stalin quien aportó un certificado de ortodoxia a esta revisión fundamental del marxismo que consiste en afirmar que la ”ley del valor” es igualmente aplicable a la economía soviética (¡ incluso a toda economía socialista!). Althusser nos promete un análisis de ”lo que se denomina con una expresión que no tiene nada de marxista: el período del culto a la personalidad” (p. 23). Si quiere seguir un buen consejo, le recomendamos partir de esta cuestión – y de la Crítica del Programa de Gotha – para comprender las raíces de la degeneración burocrática del Estado soviético. Tratar de explicarla a partir de este crimen particular de Stalin consistente en convertir el prefacio de Marx a la Contribución a la crítica de la Economía política en su texto de referencia, le llevaría seguramente a un callejón teórico sin salida.

El segundo error teórico de Althusser concierne a la cuestión de la composición orgánica del capital. Descubre ”un gran malentendido que… deriva de la necesidad de leer de cerca el texto de Marx”. Según Althusser, ”la inmensa mayoría de lectores” habría visto en la ”composición orgánica del capital” (la relación entre capital constante y capital variable) una ”teoría de la empresa, o, para emplear una terminología marxista, una teoría de la unidad de producción.

Sin embargo, Marx dice todo lo contrario: siempre habla de la composición del capital social total, aunque lo haga en forma de ejemplos de apariencia concreta…” (p. 23).

Es posible que ciertos economistas burgueses vean en la cuestión de la composición orgánica del capital ante todo, o incluso exclusivamente, una ”teoría de la empresa”. Althusser tiene razón al recordarles su error (le tenemos que recordar, por nuestra parte, que casi todos los co-mentaristas marxistas, o que se creen tales, han evitado esta equivocación tan elemental). Pero Althusser se equivoca cuando de ello deduce que Marx habla siempre de la composición orgánica del capital social, es decir, del capital en su conjunto, y solamente de este capital social.

Toda la teoría marxista de la distribución equitativa de la tasa de beneficio, es decir, toda la teoría marxista de la competencia capitalista, se basa en la existencia de una composición orgánica del capital diferente en cada una de las ramas de la producción. Se puede hallar este concepto en la parte segunda del tomo III del Capital (capítulos 8 a 11). Igualmente desempeña un papel primordial en la teoría marxista de la renta del suelo. Para no fatigar al lector con citas extensas, solamente expondremos una:

Pero… si capitales de un valor igual en diferentes esferas de la producción, producen beneficios desiguales, debido a su diferente composición orgánica, se sigue de ello que los beneficios de capitales desiguales en diferentes esferas de la producción pueden tener una relación distinta a la relación proporcional con sus dimensiones respectivas…”.7

Si mencionamos este error de Althusser, no lo hacemos por pedantería, sino para poner de relieve la debilidad metodológica del autor. Ya lo hemos dicho, la ”Advertencia” de Althusser no menciona el aspecto del objeto del Capital que para el propio Marx es más importante: las leyes de desarrollo del modo de producción capitalista. Pero estas leyes de desarrollo derivan de la competencia (es decir, de la propiedad privada de los medios de producción y de la producción mercantil generalizada). Pero la palabra competencia apenas se menciona en la ”Advertencia”, por ejemplo, no interviene en las páginas 14-15 para explicar las razones por las cuales El Capital desarrolla cada vez más el maquinismo. Althusser tiene razón cuando concede una gran importancia al concepto de ”capital social” creado por Marx. Pero se equivoca cuando pierde de vista que, para Marx, el capitalismo es ”un capital social” que solamente puede aparecer bajo la forma de diferentes capitales, es decir, que presupone siempre la competencia.8 He ahí el error metodológico fundamental que nos revela este ”pequeño” error concerniente a la composición orgánica del capital.9

Althusser y el materialismo histórico

Este mismo error metodológico se relaciona con el pasaje más curioso de la ”Advertencia”: un ataque en regla contra el prefacio a la Contribución a la critica de la Economía política de Marx:

Ultimo rastro de la influencia hegeliana, esta vez flagrante y extremadamente perjudicial (ya que todos los teóricos de la ‘reificación’ y la ‘alienación’ han encontrado en él motivos para ‘fundar’ sus interpretaciones idealistas del pensamiento de Marx): la teoría del fetichismo (‘El carácter fetichista de la mercancía y su misterio’, IVa parte del capítulo I de la sección I).

Como se comprenderá, no puedo extenderme aquí en el tratamiento de todas estas cuestiones, que exigirían una buena demostración. No obstante, las apunto pues con el muy equívoco y (j’ay!) célebre prefacio a la Contribución a la crítica de la Economía política (1859), el hegelianismo y el evolucionismo (el evolucionismo es una forma vulgar de hegelianismo) que abundan en él, han hecho verdaderos estragos en la historia del Movimiento obrero marxista. Apunto también que en ningún momento ha cedido Lenin a la influencia de estas páginas hegeliano-evolucionistas, lo que le ha permitido combatir la traición de la II Internacional, edificar el partido bolchevique, conquistar, a la cabeza de las masas populares rusas, el poder del Estado para instaurar la dictadura del proletariado y comprometerse en la construcción del socialismo.”

Althusser no tiene suerte con sus bestias negras. Ayer era la teoría marxista de la alienación. La afirmación de Althusser según la cual la alienación sería un aspecto ”premarxista”, que prácticamente sería inencontrable en las obras posteriores a los Manuscritos de 1844 (”Pour Marx”, p. 246) resulta insostenible; lo hemos demostrado en La Formación del pensamiento económico de Karl Marx.10 Por otra parte, el mismo Althusser lo reconoce explícitamente en la ”Advertencia”.11 Pero pasa inmediatamente a continuación a sostener una nueva bestia negra igualmente insostenible; la de que en ningún momento habría cedido Lenin a la influencia de ”esas páginas hegeliano-evolucionistas” que se encuentran en el ”Prefacio” a la Contribución.

Pero no hace falta buscar todos los pasajes de las Obras de Lenin en donde esas ”páginas hegeliano-evolucionistas” de Marx son citadas con una opinión favorable; mencionaremos solamente un texto revelador. Durante el segundo semestre de 1914, en el curso de la redacción de un texto bibliográfico de Marx que resume toda la doctrina marxista, escribe Lenin lo siguiente:

Una formulación completa de las tesis fundamentales del materialismo, aplicado a la sociedad humana y a su historia, la proporciona Marx en el prefacio de su obra Contribución a la crítica de la Economía política con estas palabras.”12

Sigue una larga cita de los pasajes más notables de este Prefacio, de hecho la cita más larga de Marx contenida en este texto de Lenin que, no obstante, menciona las principales obras de Marx entonces conocidas. Lo mínimo que se puede decir es que esas ”páginas hegeliano- evolucionistas”, lejos de no haber influido ni un solo momento a Lenin, eran consideradas por éste (así como para la mayoría de marxistas) como ”una formulación completa de las tesis fundamentales” del materialismo histórico.

Pero las desventuras de Althusser no terminan aquí. Ya que considera esta ”formulación com- pleta de las tesis fundamentales” del materialismo histórico como ”hegeliano-evolucionista”, será útil citar un pasaje del mismo texto de Lenin consagrado al marxismo, que arroja una luz muy particular sobre la manera que tenía el ”idealista” Lenin (quizás habría que decir el ”izquierdista” Lenin) de las relaciones existentes entre el ”evolucionismo” y el ”hegelianismo”:

En nuestra época, la idea de desarrollo, de evolución, ha penetrado casi por completo en la con- ciencia social, pero por un camino distinto de la filosofía de Hegel. Sin embargo, esta idea, tal como la formulan Marx y Engels basándose en Hegel, es mucho más vasta, más rica de contenido que la corriente noción de evolución. Una evolución que parece reproducir estadios ya conocidos pero de otra forma, en un grado más elevado (”negación de la negación”), una evolución en espiral, por así decir, y no en linea recta, una evolución a saltos, de catástrofes, de revoluciones, ”de solu- ciones de continuidad”: los impulsos internos hacia el desarrollo provocados por el contraste, el choque de las distintas fuerzas y tendencias que actúan sobre un cuerpo dado, en el marco de un fenómeno determinado, o en el seno de una sociedad concreta, la interdependencia y la relación estrecha, indisoluble, de todos los aspectos de un mismo y único fenómeno (la historia siempre hace aparecer nuevos fenómenos), relación que determina el proceso universal, único, legitimo del movimiento, estos son algunos de los rasgos de la dialéctica, doctrina de la evolución más rica que la doctrina vulgar.”13

Obsérvese, de paso, que Lenin, al contrario de Althusser, imita la ”imprudencia” de Marx e integra a su vez la ”negación de la negación” en las ”leyes de la dialéctica”. Althusser, sigui- endo a Stalin, cree que esta desafortunada ”negación de la negación” no ha dejado de causar estragos – ¿pero cómo asombrarse realmente de la imprudencia ”marxista” de Lenin?14 ¿No demuestra el pasaje que acabamos de citar que Lenin, al contrario de Althusser, reivindica francamente el ”evolucionismo” (este ”hegelianismo vulgar” según Althusser)? ¿Y no es el mismo Lenin quien lleva este supuesto error hasta el punto de preferir un tipo particular de ”evolucionismo”, precisamente el evolucionismo corregido por Hegel, a saber una concepción de la evolución, del movimiento universal, que no ve en él solamente una sucesión de cambios graduales, sino también de cambios bruscos, a saltos, es decir, una concepción de la evolución que integra el concepto de revolución, que concibe el movimiento como la unidad de la continuidad y la discontinuidad? Lenin era de la opinión que este contenido genial de la dialéctica de Hegel ha sido conservado por Marx y Engels (”salvado”, decían los propios fundadores del marxismo) al tiempo que lo ponían sobre sus pies, es decir, considerando que el movimiento fundamental del que debe partir ”el trabajo teórico” es el de la realidad material y objetiva de la materia, de la naturaleza, de la sociedad humana, y no el de la ”idea absoluta”. Althusser tiene evidentemente derecho a opinar de otro modo, pero que no presente su opinión con la etiqueta del marxismo-leninismo, pues tanto Marx como Lenin han dicho lo contrario en varias ocasiones.

Es difícil comprender la aportación del ”evolucionismo” (es decir, de lo contrario de la idea de transformación por saltos, por revoluciones) en el célebre Prefacio a la Contribución a la crítica de la Economía política. Nos encontramos, en cambio, con una exposición, cierta- mente sucinta, ‘de la doctrina de la revolución social, forma universal del paso de un modo de producción a otro. ¿Se limita la crítica de Althusser al hecho de que en este prefacio no apare- ce la expresión ”dictadura del proletariado”? Pero, en este caso, habría podido dirigir la misma crítica al… Capital, en donde inútilmente se buscará esta expresión. Solamente un individuo de mala fe pretendería que los representantes de una doctrina tan compleja y rica como el marxismo revolucionario tuviesen que reproducir todos los conceptos básicos de esta doctrina en todos sus escritos, independientemente del objeto y de la función específica de los mismos.

Las razones de Althusser

Sin duda será siempre un misterio para nosotros y nunca llegaremos a saber (a menos que Althusser se decida a explicárnoslo) porqué la ”influencia” que el Prefacio a la Contribución a la critica de la Economía política habría ejercido sobre Lenin le habría impedido combatir la traición de la IIa Internacional o luchar con éxito por la conquista del poder en Rusia, sin mencionar el ”obstáculo” que este Prefacio habría constituido para la teoría leninista del Partido y para la construcción del partido bolchevique. En realidad, las nociones escolásticas que Althusser opone a la dialéctica materialista de Marx y Lenin están muy cerca del ”evolucionismo mecanicistizante” de un Kautsky, de un Guesde, y de los demás dirigentes de la IIa Internacional, que la condujeron a la vergonzosa capitulación de 1914.

El Prefacio funda la posibilidad de las revoluciones sociales en la constatación materialista de las crisis estructurales de los modos de producción (del conflicto entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción). Fundamentalmente es el mismo camino seguido por todos los marxistas revolucionarios, antes y después de 1914, al desvelar la naturaleza del imperialismo como la de un régimen conducente a una crisis estructural del sistema mundial capitalista. Fue preciso oponer a este modo de proceder metodológicamente fundamental toda clase de sofismas mecanicistas y parciales – olvidando la lección de Hegel, recuperada por Marx y Lenin, según la cual se debe considerar la guerra imperialista como ”en interdependencia y en estrecha e indisoluble relación con todos los aspectos de un solo y único fenómeno, la crisis mundial del sistema imperialista” – para que los socialdemócratas pudiesen alegar sucesivamente que el imperialismo sólo era un aspecto entre otros ”del capitalismo monopolista”, que la guerra ”contenía elementos de defensa de la patria realmente amenazada”, que ”el partido no podía separarse de las masas, embriagadas por el chauvinismo”, para justificar su vergonzosa negativa a combatir la guerra imperialista, a lo que se habían comprometido solemnemente.

Partiendo de una idéntica concepción dialéctica de la crisis del sistema imperialista (del modo de producción capitalista actuando como un todo contradictorio, pero unido a escala mundial), pudo Lenin coincidir en abril de 1917 con la genial predicción de Trotsky según la cual precisamente por el hecho del retraso de Rusia podría ésta realizar la revolución de manera ”ininterrumpida” y establecer la dictadura del proletariado. Pues en la época del imperialismo consumado, la dominación de los monopolios imperialistas sobre el mercado mundial y sobre la economía de los países subdesarrollados (países en los que las clases posesoras autóctonas son sus aliados) bloquea de modo definitivo la posibilidad de una expansión capitalista de las fuerzas productivas en estos países, impide una solución del problema agrario en el marco del capitalismo (mediante un desarrollo de la agricultura ”a la americana” como pensaba todavía Lenin poco antes de la Primera Guerra Mundial), y no les deja a estos países otra elección que el estancamiento en sus estructuras subdesarrolladas o una dictadura del proletariado que colabore con el campesinado pobre.

La ”Advertencia” de Althusser no habla para nada de estas opciones fundamentales que están en la base de la acción leninista en 1914 y en 1917, del mismo modo que considera objetiva- mente falsa la opción fundamental adoptada por Lenin en ¿Qué hacer? y en el momento de la creación del partido bolchevique.15 Cuando aborda problemas concretos de estrategia obrera y revolucionaria, lo hace solamente de una forma escolástica estéril: ”Una lucha de clases deliberadamente confinada en el dominio exclusivo de la lucha económica está y estará siempre a la defensiva sin poder derrocar jamás al régimen capitalista… Solamente la lucha política puede ‘hundir el barco’ y superar sus límites; sólo ella, pues, puede dejar de ser una lucha a la defensiva y pasar a lo ofensiva… Este es el problema n° 1 del Movimiento obrero internacional desde que ‘se fusionó con la teoría marxista’ (p. 17)”. O todavía peor: ”Marx demuestra así de manera irrefutable.. que hasta la toma del poder revolucionario… la clase obrera no puede tener objetivo, ni por consiguiente, otro recurso que luchar contra los efectos de explotación producidos por el desarrollo de la productividad, para limitar tales efectos…

Si Lenin se hubiese limitado a esta escolástica, no habría producido, evidentemente, ni ¿Qué hacer?, ni El Imperialismo, ni El Estado y la Revolución. Ya el Manifiesto comunista nos enseña que toda lucha económica del proletariado es una lucha política a partir del momento en que adquiere una cierta extensión. Por otra parte, cualquier socialdemócrata, desde Guy Mollet a Willy Brandt pasando por Wilson y Spaak, aplaudiría alborozado la noción de que ”solamente la lucha política puede hundir el barco”. El problema número 1 del movimiento obrero internacional desde la Primera Guerra Mundial no es precisamente perderse en distinciones bizantinas entre ”luchas económicas” y ”lucha política”, entre ”defensiva” y ”ofensiva”, sino captar la época de decadencia del capitalismo como algo que hace objetiva- mente posible, periódicamente, la transformación de las luchas de gran amplitud que el proletariado desencadena inmediatamente (tanto si son económicas como políticas) en luchas orientadas hacia la contestación del conjunto de relaciones de producción capitalistas y hacia la inversión del poder de Estado.

Esto es lo que nos enseñaron Lenin y los fundadores de la Internacional Comunista. Es esto, el espíritu ”hegeliano”, es decir, dialéctico, del célebre Prefacio. Esta es también, dicho sea de paso, la principal lección que se puede extraer del Mayo del 68 en Francia. ¿Tal vez Althusser se ha dedicado a esta ”corrección” de Marx y Lenin para evitar una confrontación directa con esta problemática?16 El futuro tiene la palabra.

 

1 Marx, El Capital, libro I, París, 1969 ed.fr,. de Garnier-Flammarion, p. 699. La ”Advertencia” de Alihusser ocupa las páginas 7 a 30. Hay una traducción española en Louis Althusser, Escritos, Laia, Barcelona.

2 Althusser tiene razón al decir que ”la explotación capitalista en las empresas capitalistas… sólo existe como una simple parte del sistema de explotación generalizado” (p. 24). Pero habria podido aludir a los pasajes del Capital que permiten, en este aspecto, fundar una doctrina del intercambio desigual, y no solamente a aquellos que se refieren a la acumulación primitiva.

3 Althusser tiene razón al decir que ”la explotación capitalista en las empresas capitalistas… sólo existe como una simple parte del sistema de explotación generalizado” (p. 24). Pero habria podido aludir a los pasajes del Capital que permiten, en este aspecto, fundar una doctrina del intercambio desigual, y no solamente a aquellos que se refieren a la acumulación primitiva.

4 V.I. Lenin: ”Zur Kritik der Hegelschen ”Wissenschaft der Logik”. in ”Aus dem Philosophischen Nachlass”, Dietz-Verlag, Berlin. 1949. pp. 97-98.

5 V.I. Lenin: ”Zur Kritik der Hegelschen ”Wissenschaft der Logik”. in ”Aus dem Philosophischen Nachlass”, Dietz-Verlag, Berlin. 1949. pp. 97-98.

6 In Marx-Engels ”Ausgewahlte Schriften”, Band II. p. 15. Moskau. 1950. Verlag für fremdsprachige Literatur.

7 Das Kapital III, 1, p. 128, Hamburg Otto Meisners Verlag, 1921.

8Das Kapital III, 1, p. 128, Hamburg Otto Meisners Verlag, 1921.

9 Señalemos un nuevo error de Althusser. Al hablar de las horas suplementarias escribe: ”Aparentemente, las horas suplementarias parecen ”costar muy caras” al capitalista, ya que las paga veinticinco, cincuenta, incluso cien veces más que las horas normales. Pero en realidad le son más provechosas, pues permiten que las ”maquinas”, cuya vida cada vez es más breve, debido a los continuos progresos de la técnica, trabajen todo el día. Dicho de otro modo, las horas suplementarias permiten al capitalista sacar el máximo provecho de la productividad.” (PM. p. 14).

La producción continua permite amortizar (reproducir) más deprisa el capital fijo, por supuesto. Marx ha explicado que la cantidad total de plusvalía anual no depende solamente de la masa de capital variable y del nivel de la plusvalía, sino también de la duración del ciclo de reproducción del capital circulante. Althusser habría tenido que mencionar este factor para que su razonamiento fuese inteligible. Pues ”permitir a las máquinas trabajar todo el día” en si no aumenta la plusvalía, ni un solo céntimo. Esta solamente la produce el trabajo vivo, no las maquinas. Para que las horas suplementarias aumenten el beneficio del capitalista, es preciso que la tasa de plusvalía sea tal que, a pesar del trabajo suplementario, el obrero continúe produciendo plusvalía. Si la hora suplementaria se paga al doble que la hora normal, por ejemplo, solamente una tasa de plusvalía superior al 100% hace útil la introducción de horas suplementarias desde el punto de vista del patrono.

10 Señalemos un nuevo error de Althusser. Al hablar de las horas suplementarias escribe: ”Aparentemente, las horas suplementarias parecen ”costar muy caras” al capitalista, ya que las paga veinticinco, cincuenta, incluso cien veces más que las horas normales. Pero en realidad le son más provechosas, pues permiten que las ”maquinas”, cuya vida cada vez es más breve, debido a los continuos progresos de la técnica, trabajen todo el día. Dicho de otro modo, las horas suplementarias permiten al capitalista sacar el máximo provecho de la productividad.” (PM. p. 14).

La producción continua permite amortizar (reproducir) más deprisa el capital fijo, por supuesto. Marx ha explicado que la cantidad total de plusvalía anual no depende solamente de la masa de capital variable y del nivel de la plusvalía, sino también de la duración del ciclo de reproducción del capital circulante. Althusser habría tenido que mencionar este factor para que su razonamiento fuese inteligible. Pues ”permitir a las máquinas trabajar todo el día” en si no aumenta la plusvalía, ni un solo céntimo. Esta solamente la produce el trabajo vivo, no las maquinas. Para que las horas suplementarias aumenten el beneficio del capitalista, es preciso que la tasa de plusvalía sea tal que, a pesar del trabajo suplementario, el obrero continúe produciendo plusvalía. Si la hora suplementaria se paga al doble que la hora normal, por ejemplo, solamente una tasa de plusvalía superior al 100% hace útil la introducción de horas suplementarias desde el punto de vista del patrono.

11 p. 21, donde proclama fríamente que los Grundrisse están ”profundamente marcados por el pensamiento de Hegel.”

12 Véase Lenin: Marx-Engels-Marxisme, Editions en langues étrangéres, Moscou 1954, pp. 19-20.

13 Ibidem, pp. 18-19.

14 ”La misma influencia hegeliana se revela en la imprudente fórmula del capitulo XXXII de la sección VIII del libro I, donde Marx, hablando de la ”expropriación de los expropiadores», declara, ”Es la negación de la negación”. Imprudente, porque no ha dejado de causar estragos, aunque Stalin haya tenido razón al suprimir por su ”La misma influencia hegeliana se revela en la imprudente fórmula del capitulo XXXII de la sección VIII del libro I, donde Marx, hablando de la ”expropriación de los expropiadores», declara, ”Es la negación de la negación”. Imprudente, porque no ha dejado de causar estragos, aunque Stalin haya tenido razón al suprimir por su

15”Con la absurda tesis según la cual los trabajadores no tienen ninguna dificultad en la comprensión de la teoría de la plusvalía, mientras que los intelectuales pequeños-burgueses que ”no tienen experiencia directa de la explotación capitalista, sino que están, en cambio, dominados en sus prácticas y su conciencia por la ideología de la clase dominante, la ideología burguesa” (p. 9). Y más adelante: ”Lo que esos intelectuales tienen en la cabeza a propósito del marxismo son en su 90% ideas falsas”.

Siempre hemos pensado que ”la ideología dominante de cualquier época es la ideología de la clase domi- nante”; para Althusser esta verdad primaria del materialismo histórico se convierte en: ”la ideología de la clase dominante es la ideología de la clase dominante”, es decir, en una tautología sin sentido. Si los trabajadores estuviesen, por el mero hecho de su experiencia, libres de la influencia de la ideología dominante ¿para que habría que organizar un partido vanguardista, un partido bolchevique, un partido comunista? Bastaría con reunir a los obreros para que éstos secretasen espontáneamente, por el hecho de que constituyen ”la experiencia de la explotación”, la doctrina marxista definitivamente constituida. ¿No es precisamente en la idea contraria, es decir. en la idea de la influencia predominante sobre los trabajadores de la ideología burguesa y pequeño-burguesa, que fundamenta Lenin, en ¿Qué hacer?, la necesidad del partido de vanguardia?

A propósito ¿quién es ese Althusser que hace estas extrañas afirmaciones’? No se trata de un obrero de la Renault, al parecer. ¿No será uno de esos siniestros universitarios de los que él mismo dice que el 90 % de las ideas que tienen en la cabeza sobre el marxismo son ideas necesariamente falsas? ¿Acaso pretendía Althusser de esta manera desvelar. con una audaz autocrítica, el poco caso que íbamos a hacerle a su ”Advertencia”?

16 Leemos, en la ”Advertencia”, lo siguiente: ”La cuestión del salario es una cuestión de la lucha de clases. No es una cuestión que se resuelva ”por si misma”, sino mediante la lucha de clases; sobre todo, mediante las diferentes formas de huelga que un día u otro desembocarán en la huelga general.

Tanto si esta huelga general es puramente económica (sic) y por consiguiente defensiva (”defensa de los intereses materiales y morales de los trabajadores. lucha contra la doble tendencia capitalista a aumentar la duración del trabajo y a disminuir el salario) como si adopta una forma política y por consiguiente ofensiva (lucha por la conquista del poder de Estado, la revolución socialista y la construcción del socialismo) todos aquellos que conocen las distinciones de Marx. Engels y Lenin saben cual es la diferencia que separa la lucha de clases política de la lucha de clases económica” (p. 16).

Aquí la escolástica metafísica coincide casi totalmente con la apologética. No se trata de la huelga general ”en abstracto», es la huelga general de mayo del 68 la aludida. El ”teórico marxista” Althusser corre en ayuda de los ”prácticos” Waldeck-Rochet y Séguy, que habrían tenido razón al ”no seguir a los izquierdistas”, ”ya que hay que saber distinguir entre una lucha de clases económica y una lucha de clases política.”

Es fácil imaginar los palos que Lenin habría dado a este filósofo que se pierde en la política después de haberse extraviado durante un tiempo en el desierto de la economía. ;Oh, maestro, danos una línea. diez palabras solamente de Marx o Lenin, para demostrarnos que esos revolucionarios estaban de acuerdo con tus divagaciones metafísicas y concebían, igual que tú, esas ”huelgas generales defensivas y económicas” (así fuese una huelga general con ocupación de fábricas)!

La desvergüenza de Althusser no tiene límites, cuando es sabido que Lenin analizó la manera en que la revolución rusa de 1905 desarrolló la combinación de las huelgas económicas y las huelgas políticas en las huelgas de masas, y escribió que ”seria una falta irreparable que los obreros no comprendiesen toda la originalidad, toda la significación, toda la necesidad, toda la importancia de principio de esta ”mezcla” (de huelgas económicas y políticas)” (Lenin, Œuvres, tomo XVIII, pp. 86-87. Véase también pp. 104-105. Paris. Editions Sociales, 1969). Claro que con esta concepción leninista de la huelga de masas no se puede justificar la política del PCF en mayo de 1968…

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