
1. La victoria de AF es clara y sin dudas, pero no es para nada la paliza de las PASO. La diferencia final entre el FDT y Macri terminará siendo de unos 9 puntos (49-40 o similar), casi la mitad de los 16 puntos de las PASO. Esa diferencia más moderada tendrá su impacto también en la composición de ambas cámaras del Congreso, si bien es previsible que Fernández consiga una ajustada mayoría parlamentaria.
2. La diferencia con las PASO no es que AF haya perdido votos, ni que haya votado mucha más gente (aunque el porcentaje de participación subió), sino esencialmente que Macri mejoró sus números en prácticamente todos los distritos. Mientras que el FDT en lo esencial repitió el porcentaje de las PASO, Macri subió más de 10 puntos en distritos como Córdoba, Santa Fe y Mendoza, y más de 8 en CABA, Entre Ríos y Tucumán. Ese caudal le permitió acortar distancias y ganar cuatro distritos (Santa Fe, Entre Ríos, San Luis y Mendoza) donde había perdido en agosto.
3. La polarización fue contundente: entre las dos fórmulas más votadas se llevaron casi el 90% de los votos. Esto dejó reducido a casi una mínima expresión a Lavagna, que bajó del 8 al 6%, y a las demás fuerzas, que retrocedieron por debajo del 3% (FIT), del 2% (NOS) y del 1,5% (Espert). Posiblemente la mayor parte de esos votos perdidos haya engrosado los números del macrismo. Las fuerzas más de derecha quedaron totalmente desdibujadas y tragadas por la polarización.
4. El FIT, lejos de crecer y beneficiarse del caudal de las fuerzas de izquierda que, como el Nuevo MAS, no superaron el 1,5% en las PASO, no pudo siquiera retener el nivel de votos de las PASO. Cayó de los 720.000 votos de agosto a posiblemente no más de 580.000 votos a nivel nacional, sin cosechar un solo cargo parlamentario nacional. Si bien le caben las generales de la ley de la polarización, no lo ayudó que hiciera una campaña muy electoralista y oportunista, centrada casi exclusivamente en lograr el ingreso de Bregman al Congreso. El desproporcionado corte de boleta en Capital (2 a 1 respecto de la candidatura presidencial, algo que no se verificó ni de cerca en otros distritos) confirma que hubo una campaña en CABA casi parlamentaria. Que, para colmo, no tuvo éxito.
5. La victoria de los Fernández, aun con su margen claro, al ser mucho menos abultada que las PASO (y que lo que vaticinaban los bocas de urna, que volvieron a fallar), no le da en absoluto “carta blanca” al nuevo gobierno. Que, probablemente, use como argumento lo relativamente estrecho de la victoria para redoblar su apuesta a la concertación y al “acuerdo nacional”, con una orientación probablemente aun más conservadora que lo que se venía vislumbrando. Pasado el momento de satisfacción por el fin del ciclo macrista, los trabajadores y sectores populares que depositaron, mayoritariamente, su voto en el Frente de Todos seguramente no tendrán muchas oportunidades de ver recompensada su confianza con medidas “progresistas”. Lo que les espera es, con toda seguridad, un choque con esas expectativas que, más pronto que tarde, pondrá a prueba la confianza que hoy depositan en una alternativa 100 por ciento capitalista.