El vergonzante acuerdo de Merz (candidato de la CDU, el viejo partido de Merkel) con la AfD rompió el consenso del «cordón sanitario» o «cortafuegos» contra el ultraderechismo. Durante décadas, los partidos mayoritarios del régimen político alemán se negaron a realizar acuerdos parlamentarios o políticos con los sectores herederos del nazismo. Friedrich Merz quebrantó por primera vez ese consenso al utilizar los votos de la AfD para conseguir mayoría en el Reichstag e imponer el tratamiento de una ley que pretendía endurecer las políticas migratorias y favorecer deportaciones.
La respuesta de la sociedad alemana fue rápida y categórica. El proyecto de ley cayó tras no conseguir mayoría en el Reichstag. Varios parlamentarios de la CDU tuvieron que dar vuelta sus votos o abstenerse en la votación. Sólo dos días bastaron para que el masivo repudio al acuerdo con la ultraderecha hiciera retroceder la iniciativa anti migrante.
Pero el retroceso no calmó los ánimos. El 2 de febrero, cientos de miles de personas tomaron las calles de todo el país bajo la consigna «Nosotros somos el cortafuegos». 250.000 personas en Berlín hicieron intransitable el centro de la metrópolis alemana durante todo el día. Unas 65.000 más marcharon en Hamburgo. En Stuttgart y Colonia se contaron alrededor de 45.000 personas en cada una, e incluso 10.000 manifestantes salieron a la calle en Leipzig, uno de los bastiones de la AfD en el este alemán. El pasado 8, una nueva movilización de masas recorrió Munich, la ciudad que vio nacer a los nazis.

En todo el país los manifestantes repudiaron categóricamente el acercamiento de la CDU al ultraderechismo. En varias ciudades, los manifestantes ocuparon los locales partidarios de la CDU y destruyeron sus materiales de campaña en las calles.
Provocación y respuesta en la previa a las elecciones
Faltan sólo días para las elecciones federales del 23 de febrero y la CDU pica en punta como favorito de la contienda, con sondeos que le adjudican el 30% de intención de voto. La reaccionaria y nauseabunda AfD aparece segunda, rondando el 20%. Las encuestas anticipan lo que sería una elección histórica para los neonazis que algunas décadas atrás estaban marginalizados del sistema electoral y en los últimos años vienen ganando escaños progresivamente.
Hace sólo 7 años que la AfD ingresó por primera vez al Reichstag alemán. Una elección de estas proporciones pondría sobre la mesa la posibilidad de una coalición de gobierno entre la AfD y la CDU. Justamente por eso las movilizaciones antifascistas del domingo fueron tan contundentes. Hasta el miércoles, no había antecedentes de acuerdos parlamentarios con la extrema derecha desde la caída de Hitler, mucho menos de gobiernos de coalición con estos sectores que deberían estar lisa y llanamente excluidos de la participación electoral.
Años de crisis sin resolver (la larga estela de la guerra en Ucrania) vienen minando la popularidad de los partidos tradicionales alemanes desde hace una década. Al fin de la Era Merkel le siguió el renacimiento del PS con Ölaf Scholz, que llegó al poder gracias al debilitamiento de la CDU, sin despertar demasiadas expectativas (y aún así parece haber logrado defraudar a su electorado).
En la elección que coronó a Scholz señalábamos que la segunda conquista consecutiva de parlamentarios por parte de la AfD tendría a normalizar a la formación ultraderechista como parte del sistema político alemán. Un proceso que creció paralelamente a la histórica debacle del reformismo post estalinista de Die Linke («La Izquierda») en el Este del país. Cuatro años después son Merz y la CDU quienes intentan sancionar definitivamente la reincorporación de las formaciones neofascistas a las coaliciones de gobierno.
Tras la ola de protestas, Merz tomó la palabra para adjudicar las protestas «a la izquierda radical y violenta» y aprovechó para apretar a los socialdemócratas y los verdes (hoy en la coalición gobernante). «Espero que los socialdemócratas y los verdes repudien la violencia de la extrema izquierda» dijo, y agregó que buscará imponer «cambios profundos» en la política alemana. «Cambios profundos» significa aquí un retroceso profundo, un intento de dar vuelta 8 décadas memoria antifascista en el país que vio nacer al movimiento político de Hitler.
Pero la enorme masividad y animosidad de las manifestaciones (la ocupación de los locales de la CDU da muestra del enojo popular) son una advertencia de que a la derecha y la extrema derecha no le será tan fácil revivir los fantasmas del fascismo en Alemania. La memoria de genocidio nazi y de las atrocidades sociales del fascismo no son una mera anécdota para la población alemana.
Un ligero mal cálculo en la proporción de las provocaciones podría bastar para rebalsar la paciencia de los sectores democráticos alemanes. Y coquetear con un eventual gobierno con la ultraderecha neonazi sería una provocación sin precedentes en los últimos 80 años.
Claves del ascenso de la ultraderecha
Hace algunos meses, la AfD hizo la mejor elección de su historia en el Este alemán, conquistando el primer lugar en Turingia y empatando en Sajonia. Lo cierto es que hay una serie de crisis no resueltas que se conjugan para explicar el crecimiento de una extrema derecha que hasta hace algunos años estaba teóricamente marginalizada por la táctica del cordón sanitario.
- La policrisis pospandémica. Los últimos 4 años fueron de turbulencias políticas y sociales a nivel global. A la brutal recesión pandémica se sumó la guerra en Ucrania, configurando un cóctel explosivo de inflación, crisis migratoria, aumento del gasto militar para financiar a Ucrania y carestía de suministro energético.
- Desgaste del centro político tradicional. Los elementos anteriores redundaron necesariamente en el desgaste de los partidos políticos tradicionales de centro. Las elecciones en Turingia y Sajonia tuvieron dos grandes perdedores. Uno es Olaf Scholz, canciller socialdemócrata en funciones cuyo partido sólo alcanzó un 6% y un 8% respectivamente. Una performance electoral muy pobre que expone elementos de voto castigo contra el gobierno federal. Otro perdedor es el partido de los liberales. El FDP se quedó sin representación en los parlamentos regionales. Los Verdes, por su parte, perdieron representación en Turingia. La CDU, más tradicionalmente derechista a centroderechista, parece resistir el embate por el momento.
- Fortalecimiento de los ultras en el Este del país. Hace ya años que la ultraderecha alemana es particularmente fuerte en el este del país. Turingia y Sajonia son estados fronterizos que pertenecieron a la RDA estalinista. Hasta el día de hoy perviven las diferencias entre el Oeste y Este, que tiene un menor nivel de industrialización y un PBI per cápita notoriamente más bajo que la otra mitad del país. Esta situación crea un caldo de cultivo especialmente apto para los discursos de odio y resentimiento propios de la ultraderecha.
Además, AfD es uno de los pocos partidos burgueses que rechazan el envío de armas y recursos a Ucrania, promoviendo una «salida negociada» con Putin. Este discurso parece haber calado hondo en una región muy permeable al flujo migratorio proveniente del este europeo. La llegada de Trump al poder en EEUU parece darle todavía más aire a AfD alrededor de los temas migratorio y bélico. - La debacle y ruptura de Die Linke. La formación post estalinista Die Linke (La Izquierda) es heredera del partido gobernante de la RDA y uno de los principales partidos del Este alemán desde hace tres décadas. Tras años de discursos progres sin ningún tipo de reforma real, Die Linke está perdiendo una enorme porción de su base electoral. En estas elecciones perdieron 120.000 votos en Sajonia, quedando con sólo un 4,5% de los votos. Son casi la misma cantidad de votos que ganó AfD, que sumó 123.000 sufragios más este año.
Hace pocos meses, Die Linke sufrió una ruptura de la que surgió el bloque BSW de la parlamentaria Wagenknecht. Este grupo propugna una mezcla de proteccionismo y derechismo ideológico, focalizado en el ataque a los migrantes y el rechazo del ecologismo, el feminismo y todo discurso relativo a los derechos democráticos. Con este programa populista que lo acerca a AfD, la BSW obtuvo 277.000 votos en Sajonia, más que Die Linke y los Verdes juntos. - El crecimiento internacional de la ultraderecha. El avance de AfD en el este alemán es un eco de la ola de formaciones ultraderechistas que aparecen y avanzan posiciones en América y Europa (Trump, Bolsonaro, Milei, Le Pen en Francia o los nacionalistas de Vlaams Belang en Bélgica son algunos ejemplos). Los puntos comunes son evidentes. La xenofobia violenta, el ataque de los derechos de las mujeres y la diversidad sexual, junto a programas de ataque contra las condiciones de vida de los trabajadores.
Resulta llamativo que las encuestas marcan un alto porcentaje de nuevos votantes en la base electoral de AfD. Según Der Spiegel, un 60% de los votantes de AfD en Sajonia y un 50% de Turingia se habían abstenido en 2019 o no tenía edad para votar. Es decir que se trata de una importante masa de elementos despolitizados o hiper jóvenes que giran a la derecha o ultraderecha en un contexto de crisis económica y política.