Ahora: cacerolazo cheto en defensa de las estafas masivas de Vicentin

En nombre de la "propiedad privada" y contra el "comunismo" defienden ladrones.

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Hacen ruido contra la intervención del gobierno a la empresa Vicentín.

Desde Izquierda Web, señalábamos que “Vicentín es una empresa estratégica que debe ser estatizada bajo control de sus trabajadores, rechazamos que la intervención redunde en un salvataje al servicio de los empresarios que la llevaron a la quiebra”.

Hablamos de una de las empresas más importantes del país, con una facturación anual de alrededor de U$S 4000 millones, que ahora se encuentra en concurso de acreedores por una deuda de casi $100.000 millones, más de $18.000 con el Banco Nación. Se trata de una evidente estafa de una empresa gigantesca a los fondos del estado con la ayuda de sus amigos del otro lado del escritorio.


Los cacerolazos contra la supuesta expropiación es claramente reaccionaria: su «defensa de la propiedad privada» es la de los estafadores masivos que viven a costa del trabajo de la mayoría y de los fraudes al erario público.

Ponen el grito en el cielo ante una medida limitadísima de intervención estatal pero no se quejan cuando la intervención del estado es para «estafar» al estado en beneficio de los capitalistas, como ocurrió durante el macrismo con la bicicleta financiera, los préstamos con tasas ridículamente altas, las fuga de capitales con dólares vendidos por el Banco Central por debajo de su cotización, o la privatización de empresas vendidas a precios ridículamente bajos.


La supuesta «expropiación» asume las deudas sobre una empresa privada que dilapidó fondos del estado. Así vienen siendo las «nacionalizaciones» capitalistas desde los tiempos de «gloria» del kirchnerismo: el estado se hace cargo de empresas vaciadas que dan pérdida luego de que sus dueños se llenaron los bolsilos de manera obscena con ellas por décadas. Así fue con YPF, Aerolíneas Argentinas, etc.

Pero en las afiebradas cabezas de la clase media y los capitalistas movilizados, Vicentin sería ahora una pobre víctima de la voracidad estatal, que le quitaría lo bien ganado con el esfuerzo personal.

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