Ahora: Bolsonaro intenta abrir un curso más autoritario con marchas pro-golpistas

Tensión política en Brasil: en el Día de la Independencia, el bolsonarismo se moviliza con un programa golpista y autoritario. Por otro lado, movilizaciones masivas opositoras exigen "Fora Bolsonaro".

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La jornada del 7 de septiembre se vive en un clima de tensión política en Brasil. No es un Día de la Independencia más en el país: luego de semanas de amenazas abiertamente golpistas, las bases de apoyo del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro se manifiestan en distintos puntos del país.

Con especial énfasis en el rechazo al Supremo Tribunal de Justicia (STJ), que actualmente investiga numerosas causas contra Bolsonaro y sus hijos, los ultraderechistas ocuparon esta mañana la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, donde se encuentran los principales edificios de los Poderes del Estado, entre ellos el del STJ. El cordón policial permanente que se ubica en el lugar les permitió el ingreso.

La convocatoria fue recalentándose en los días previos. Por abajo, en grupos de Whatsapp y Facebook de apoyo al Presidente las consignas eran abiertamente golpistas: por una intervención militar, por la destitución de todos los jueces del STJ y por una nueva Constitución «anticomunista y antisocialista». Pero en público el propio Presidente ha convocado con declaraciones del mismo tenor, asegurando que la jornada de hoy consiste en un «ultimátum» para los jueces. A esto hay que sumarle las reiteradas amenazas de Bolsonaro de cancelar las elecciones presidenciales del año próximo.

Esta mañana, Bolsonaro llegó al lugar en un Rolls Royce vistiendo la banda presidencial. Se dirigió hacia los manifestantes agrupados en la explanada y volvió a insistir con sus amenazas hacia los jueces: «O el jefe de ese poder [el STJ] pone en caja a uno de los jueces de la corte, o ese poder puede sufrir aquello que no queremos que ocurra».

Bonapartismo

Con la manifestación de hoy, Bolsonaro intenta abrir un curso más autoritario de su presidencia, apoyándose políticamente menos en la institucionalidad y más en la movilización callejera (y hasta armada) de los sectores más conservadores que lo apoyan.

Entre estos sectores se destacan principalmente la Policía Militar (cuyos agentes tienen prohibido por ley participar de acciones políticas, pero Bolsonaro los convocó a movilizar de todas maneras), las clases medias reaccionarias y la baja oficialidad de los militares.

No es casualidad que este intento de ofensiva reaccionaria suceda en uno de los peores momentos políticos del presidente derechista: sus índices de popularidad son los más bajos desde que asumió. Además, enfrenta numerosas causas de corrupción, perdió apoyo de aliados en el parlamento y la situación económica está sufriendo un rápido deterioro, en particular por la escalada de la inflación que está a punto de llegar a los dos dígitos.

Además, desde la derrota de Trump que el aislamiento internacional de Bolsonaro ha ido en aumento. La derrota de Fujimori, en Perú, y la caída del gobierno de facto de Añez, en Bolivia, lo han dejado peor parado en el ámbito regional.

Frente a este acorralamiento y aislamiento político, el ex-capitán del ejército busca establecer un régimen que desde el marxismo llamamos «bonapartista», es decir, uno que pase por encima de la división de poderes del sistema republicano burgués e instaure un régimen político más autoritario cuyo poder esté concentrado de manera unipersonal, en este caso en la figura del Presidente.

Con esta estrategia, Bolsonaro busca recuperar caudal político para enfrentar el último año de su mandato, y llegar así con ciertas chances a las elecciones de 2022. Todos los sondeos muestran que, si los comicios fueran hoy, Bolsonaro perdería prácticamente en todos los escenarios frente a Lula da Silva.

Por supuesto que, en su escenario ideal, dichas elecciones nunca sucederían: el régimen que le gustaría aplicar a Bolsonaro sería el de avanzar hacia una lisa y llana dictadura militar con él a la cabeza, como lo ha manifestado más o menos abiertamente en distintas ocasiones. Sus seguidores lo expresan en la movilización de hoy con muchos menos pruritos.

Sin embargo, y a pesar de que a Bolsonaro le encantaría poder hacer realidad sus amenazas golpistas, no parece probable que las relaciones de fuerzas le permitan hacer un autogolpe, al menos en lo inmediato.

Aunque aun cuenta con el apoyo de un sector de la burguesía, principalmente la agraria, sumado a la policía, las fuerzas armadas y las numerosas clases medias conservadoras, son muchos los sectores que se oponen al potencial aventurerismo golpista con el que sueña Bolsonaro. Inclusive sectores de la clase dominante, como la burguesía industrial y financiera, y otros partidos políticos hasta hace poco aliados suyos en el congreso. Además, con la llegada de Biden a la Casa Blanca, Bolsonaro ya no tiene el apoyo irrestricto de Estados Unidos, como sí ocurría bajo la presidencia de su amigo Trump.

Por supuesto, a estos factores hay que sumarle la creciente oposición por izquierda, como el movimiento de lucha «Fora Bolsonaro», junto al sindicalismo y sectores de masas democráticos. Las marchas opositoras de los últimos meses han logrado una concurrencia masiva, y las contra-marchas al bolsonarismo del día de hoy ya están comenzando en numerosas ciudades.

Las movilizaciones de hoy continuaran por la tarde con una segunda participación de Bolsonaro en las marchas, esta vez en San Pablo, donde se espera la concurrencia más numerosa.

Entre las amenazas golpistas y el intento de gobernar apoyándose en su base social pro-golpista, la jornada de hoy puede ser un punto de inflexión en la presidencia del ex militar y del futuro de la política brasileña.

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