¿Adónde va Milei?

Después de la Ley Bases, el debate sobre el rumbo del gobierno.

“Los indicadores de producción y de empleo empiezan a ser preocupantes. Hoy se amortiguan en parte con medidas de excepción, como las suspensiones de turno, pero no son recetas sostenibles si no hay indicadores de recuperación en los próximos meses. Y así como el discurso oficial es nítido en lo fiscal y ambiguo en lo monetario, es mudo a la hora de verbalizar una idea de reactivación económica con impacto social.” (Jorge Liotti, La Nación, 23/6/24)

La votación de la Ley Bases en el Senado (y su casi segura ratificación el jueves 27/6 en Diputados) le dan un cierto respiro al gobierno. Casi en simultaneo salió la media sanción, el swap con China y el acuerdo con el FMI; elementos que apuestan a darle estabilidad para que, luego de 6 meses, el gobierno cuente con las herramientas institucionales para llevar adelante su gestión.

Esto abrió una minicoyuntura reaccionaria contra la vanguardia, tratando de criminalizar a los manifestantes con argumentos demasiado exagerados como “intento de golpe de Estado”.

A la par, en la burguesía política y económica, en los “mercados” y el FMI, se abrió (bajo el eufemismo de “segunda etapa”) el debate sobre el rumbo del gobierno de aquí en adelante.

Triunfo táctico del gobierno… ¿y después?

La votación en el Senado de la Ley Bases constituyó un triunfo táctico del gobierno. Luego de largos meses de idas y vueltas, y con el desempate de la vicepresidenta Villarruel, el gobierno quedó a un paso de dar carácter institucional a su (adelgazada) iniciativa.

Es evidente que esto da un espaldarazo político y devuelve la iniciativa a manos del gobierno, luego de varias semanas donde la suma de elementos de crisis (la crisis por los alimentos de Pettovello, la salida de Posse del gabinete de ministros, el aumento a los jubilados en Diputados por una mayoría circunstancial de la oposición que demostró la pobreza parlamentaria del gobierno, la propia negociación por el texto final de la Ley en el Senado,etc)sembraron temor en la burguesía ante la posibilidad de que un nuevo tropiezo en el Congreso diera paso a una crisis política abierta y lo dejara en el aire.

Este sudor frío corriendo por la espalda de los dueños del país activó las alarmas y puso a trabajar a todos los factores de poder para evitar el escenario tan temido.

Así, sortearon que la coyuntura pasara de una reaccionaria con elementos de crisis permanente (en la cual seguimos inmersos, a pesar del fortalecimiento relativo del gobierno), a una prerrevolucionaria que cuestionara al propio Milei y dejara planteada su salida del poder.

En esto, y como desarrollamos más abajo, la principal responsabilidad es del peronismo y la burocracia sindical de la CGT.

Llegado este punto, el gobierno lanzó una contraofensiva, específicamente contra la vanguardiaque se movilizó, que se suma al ataque a los movimientos sociales independientes, y es parte de un ataque político contra la izquierda(que les cuesta más, aunque Bullrich hizo declaraciones contra los partidos de izquierda). Así es que estamos inmersos en una minicoyuntura reaccionaria, apoyada en el temor de las fuerzas del régimen de que si no salía la Ley, peligraba la continuidad del gobierno.

Lo que caracteriza esta minicoyuntura son luchas defensivas, donde el gobierno ataca a los partidos y a los movimientos sociales, a las asambleas, etc.Son luchas defensivas concentradas en la vanguardia. Sin embargo, por ahora, no están en condiciones de imponer un estado de excepción, y el arbitraje sigue siendo dentro del régimen.

Un elemento reaccionario nuevo es la magnitud de la infiltración en la marcha. Si bien este tipo de prácticas fueron implementadas por Bullrich bajo el gobierno de Macri, la escala y la impunidad con la que la llevaron adelante, plantean reforzar los elementos de organización y cuidado, sin ceder un milímetro en la lucha contra el gobierno.

Sin embargo, el carácter de este triunfo es uno con muchas mediaciones, a fuerza de un costo político enorme.

En primer lugar, porque la explicación de fondo de por qué el gobierno tardó 6 meses en alcanzar la votación de su primera ley, nos habla del fracaso del intento bonapartista.Se jugó a una hipótesis peligrosa, porque ya la Ley Ómnibus original, el DNU y el Protocolo antiprotesta eran tres medidas bonapartistas, de avasallamiento del régimen político, y no logró llevarlas hasta el final, porque si la burguesía económica apoya a pie juntillas el plan mileísta, la burguesía política no puede, porque implica elementos de cuestionamiento que la borren del mapa político. Alcanzó una Ley Bases que, sin dejar de ser peligrosa (la reforma laboral sobre la cual todos los sectores tienen acuerdo, el RIGI, etc), es bastante lejana a sus pretensiones originales. El régimen político lo acuna, a la vez que le marca límites.

En segundo lugar, porque la propia jornada en el Senado concentró elementos de bronca creciente contra el gobierno, que se fueron desarrollando a medida que el día avanzaba y se desataba la represión sobre las columnas y los sectores independientes que nos movilizamos. Durante la noche brotaron cacerolazos y bocinazos en el AMBA, dando cuenta de que un sector cada vez mayor de la población pasa a la oposición a Milei.

La propia reacción de la vanguardia los días posteriores exigiendo la liberación de los detenidos y el cierre de las causas (conferencia de prensa en el SERPAJ, concentración en Plaza de Mayo el 17/6) demuestran que no hay amilanamiento frente a los intentos disciplinadores del gobierno.

En unas semanas volverán los problemas más generales a ocupar el espacio político, pero en estos días prima el problema democrático como consecuencia de la represión, la cantidad de detenidos y las causas abiertas.

La aprobación de la Ley Bases abre una nueva etapa para el gobierno que se podría formular así: ¿tiene la capacidad de convertir este triunfo táctico en uno estratégico? Esa es la pregunta que se hace la burguesía. Desde el punto económico, se abrió el debate sobre cuál es la hoja de ruta a seguir, cuál es el plan económico, y -si algo así existiera- si tiene la capacidad de sacar al país de la crisis permanente en la que vive. Desde el punto de vista político, ¿cuenta el gobierno con el personal y la capacidad de gestión para llevarlo adelante?

La pelota está del lado del gobierno de Milei, logró un primer triunfo,  y todo el mundo trabaja para darle gobernabilidad. “Es hora de que gobierne”, parece ser la divisa, pero aquí es donde entran las relaciones de fuerzas entre las clases, los derechos y conquistas históricamente adquiridos, y la posibilidad de un choque frontal, que no sea puramente parlamentario.

Los datos económicos de esta semana (la entrada oficial en recesión –“hiper-recesión” la llama Prat Gay- luego de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, la caída en el primer trimestre del 5,1% del PBI en relación a la misma época del 2023, la subida de la desocupación al 7,7%) suman zozobra en la población trabajadora que, en su vida cotidiana, vive precarización, despidos y miseria salarial.

En fin, el gobierno ganó la votación, y despejó la posibilidad de una crisis política. Con ese factor centralizador corrido de la escena, seguirán tallando la crisis social y económica, pero estos son elementos más descentralizados, donde además cuentan con la burocracia sindical traidora para evitar desbordes. En ese caso podrían ganar tiempo para meter al país en campaña electoral, que es lo que quiere la burocracia política.

El papel traidor del peronismo y la CGT

Sin lugar a dudas, un factor determinante para explicar la situación en la que estamos, es el rol del peronismo y la CGT.  Como parte del régimen político que integran y no cuestionan, donde se reparten papeles y actuaciones perfectamente definidos, el de este sector es el más pérfido.

Su actuación en la sesión del Senado así lo demuestra: su principal preocupación era que “los 33 senadores peronistas no levanten la mano a favor del gobierno” (Pablo Moyano dixit), resguardándose de quedar pegados a la iniciativa parlamentaria, pero sabiendo que de cualquier manera dejaban el terreno libre para que se recolectaran los votos en otras tribus.

De la misma manera, plantearon una movilización al Congreso completamente maniatada, intentando evitar cualquier elemento de desborde, y con la preocupación de que la izquierda no ocupe un rol preponderante. Montaron un escenario desde el cual no se escuchó una sola consigna política contra el gobierno en toda la jornada. Camioneros y otros gremios se “excusaron” de no poder llegar a la Plaza por el operativo policial, lo cual es completamente ridículo. Y en un acuerdo cantado con el gobierno de Milei, la represión se abatió sobre la Plaza una vez que la CGT se retiró y el gobierno supo que contaba con los votos para aprobar la Ley.

Esta descripción no hace a un elemento menor: si el peronismo movilizaba, se podía derrotar la Ley Bases, el Protocolo antiprotesta y dejar al gobierno pendiendo de un hilo.

Sin embargo, su orientación es completamente opuesta: luego del fracaso del gobierno de Alberto Fernández -incapaz de solucionar mínimamente algunos de los graves problemas del país por negarse a tocarle los bolsillos a los empresarios-, su planteo es que gobierne Milei, cumpla su mandato, y al final del recorrido volver institucionalmente a administrar los despojos que queden del país.

Y justamente ahí reside el problema: cada día que pasa con Milei en el poder, es un empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, es dejar que se asiente su plan de guerra, es permitir que se retiren conquistas sociales y democráticas históricas. Bajo el discurso “popular”, el peronismo, que dirige los principales organismos de masas, los sindicatos, movimientos sociales y centros de estudiantes, entregan a esa misma base a los ataques ultraderechistas del gobierno. Mas traidor no se consigue.

A Milei se lo derrota en la calle, no en las instituciones del régimen. Está planteado cómo construir los medios para desbordarlos desde abajo.

Las tareas de la izquierda

Frente a esta situación, la izquierda tiene la inmensa responsabilidad de constituirse en un polo alternativo que recoja la oposición política, desde la independencia de clase, al gobierno de Milei.

En este sentido, se vienen dando algunos pasos como la Coordinación establecida a partir del 20 de diciembre, la intervención en varios eventos de la lucha de clases hasta el día de hoy, el Encuentro de Plaza Congreso del 25 de Mayo, entre otros.

Esta alentadora unidad en el terreno de la lucha debe ir acompañada de una impugnación global al gobierno de Milei, que sintonice con los amplios sectores que opinan que es imposible vivir 4 años así y, a los cuales, en muchos casos, su dirección política no les da respuesta. Decir “¡Basta de Milei!” plantea el horizonte de una salida del mismo, que si se alinean las circunstancias para concretarlo, tendría consecuencias enormes al derrotar a un gobierno de extrema derecha.

En la misma tónica, debemos hacer esfuerzos denodados para recuperar los organismos de masas y representaciones que hoy día se encuentran en manos de las distintas variantes del peronismo, y ponerlos al servicio de la lucha y la organización, a la par que construir organizaciones independientes de los de abajo donde la situación lo requiera. En el movimiento estudiantil, la pronta apertura del segundo cuatrimestre plantea la unidad de la izquierda en las elecciones que, de no concretarse, se cometería el criminal error de que sigan en manos de las burocracias que militan el 2027 de Kicillof o Grabois.

Frente a estos desafíos, y cuando más necesaria es la unidad ante el peligro ultraderechista que enfrentamos y la pasividad cómplice del peronismo,es preocupante el giro rupturista operado por el PTS.

El mismo se viene expresando en lugares como la Facultad de Filosofía y Letras, las recientes elecciones de Audiovisuales de la UNA, e incluso en algunas asambleas barriales, con provocaciones a nuestras agrupaciones y partido que, en su contenido, hacen juego con la campaña de Milei y Bullrich contra la izquierda.

De la misma manera, frente a la represión en Congreso, y cuando la mayoría de las organizaciones nos pusimos de acuerdo para retirarnos de manera ordenada, con criterios de aparato el PTS intentó adueñarse de la conducción de las asambleas, de manera completamente desorganizada, dejando esa columna expuesta a los ataques de la policía.

El PTS debería abandonar su razonamiento superestructural y electoralista -en vista de que las elecciones todavía están lejos-, para recomponer la unidad forjada en la lucha en este periodo.

Argentina, por la crisis orgánica de la burguesía, y por la crisis de representación, es candidata a que se desarrollen grandes eventos de la lucha de clases que pongan a la izquierda ante inmensos desafíos.

Por lo pronto, es necesario acompañar todas las luchas que vayan surgiendo por despidos y salario, defender al SUTNA y FATE de los ataques de la patronal de Madanes, acompañar al SiTraRepA en su lucha por el reconocimiento del sindicato y defender incondicionalmente a los movimientos sociales atacados por el gobierno.

Del mismo modo, hay que seguir con la campaña y todas las acciones democráticas necesarias hasta lograr la libertad de los detenidos enla movilización por la Ley Bases y el cierre de las causas.

Por nuestra parte, estamos impulsando fuertemente una ofensiva teórico-estratégica alrededor de la publicación del tomo I del libro “El marxismo y la transición socialista”, de nuestro compañero Roberto Sáenz. El mismo es un aporte a un balance implacable de la teoría de la revolución y la transición socialista en el siglo XX, con el cual pretendemos llegar a la vanguardia trabajadora y estudiantil, a la intelectualidad y a las corrientes políticas de la Argentina y del mundo, dado los inmensos desafíos que se plantean para los revolucionarios en esta época de reapertura de un mundo de crisis, guerras y revoluciones.

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1 COMENTARIO

  1. La intención es buena, pero, y cuál es el plan? Se entiende que hay marchas y todo eso, pero, y cuál es el plan? Con solo decir ya basta, no es suficiente, se necesita un plan.

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