¿A dónde va Alberto Fernández?

Editorial - El gobierno nacional transforma cada día que pasa en una comedia de enredos. Llegado al gobierno como opositor a la fallida gestión de Mauricio Macri, la coalición gobernante pensaba ensayar una línea intermedia que lo alejara del gobierno reaccionario del ingeniero pero tampoco reeditara los gobiernos “progresistas” de los k (sobre todo las gestiones de Cristina Kirchner mal vista por el empresariado).

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Alberto Fernández

Editorial del semanario Socialismo o Barbarie, 8 de octubre de 2020

La idea era –y sigue siéndolo- poner en pie un gobierno de “extremo centro” que por su alquimia económica hemos definido como un gobierno social-liberal.

Sin embargo, habitualmente los proyectos o, peor, las construcciones en el aire,suelen ser más fáciles formularlas que llevarlas a tierra firme. Y esto es lo que está ocurriendo con Alberto Fernández: las debilidades estructurales del país, el evento de la pandemia y las relaciones de fuerzas imperantes, lo tienen de aquí para allá sin que acierte a asentarse.

Más grave que esto en las últimas semanas parece haberse convertido en un “gobierno de crisis”: un gobierno más o menos débil, o debilitado, que no atina a hacer pie, caracterizado por marchas y contramarchas;hecho un sándwich entre los tironeos dentro de la propia coalición gobernante y la polarización social y política –de derecha a izquierda y de izquierda a derecha- que crece en el país.

Más allá de esto, sin embargo, podríamos afirmar que el gobierno ensaya a estas horas –aunque de manera todavía dubitativa- una suerte de reafirmación conservadora, lo que también es un alerta para los vecinos en lucha en Guernica.

Dólares escasos, pandemia y crisis

La primera limitación que atenaza al gobierno son las inercias estructurales del país; inercias estructurales a las que vino a sumarse la pandemia.

Resumidamente, el problema más grave, la expresión visible de todas sus inercias, es que sistemáticamente y de tiempo en tiempo, se vive una crisis cambiaria como la que se está afrontando ahora: faltan dólares estructuralmente para que el país funcione normalmente[1].

Se podría afirmar que esto reenvía a una cuestión general: la estructura social del país tiene un determinado grado de desarrollo relativo que le exige a la economía lo que la misma no puede dar. Un país con un relativamente elevado grado de asalarización (más allá que se trate de un mercado laboral dividido entre trabajadores en blanco, negro y precarizados) y urbanización[2], con una producción agraria en la zona núcleo muy productiva y un desarrollo industrial relativo atrasado pero no insignificante (el MERCOSUR operó, de alguna manera, sosteniendo en parte el tejido industrial). Sin embargo, y al mismo tiempo, se trata de una industria que no llega a estar integrada suficientemente,que no produce todas las partes que necesita para funcionar[3], partes que debe importar con dólares constantes y sonantes, y con una infraestructura casi completamente atrasada, demodé[4], todo lo cual espolea a crisis recurrentes.

Por otra parte, la clase trabajadora argentina, a pesar de todos sus problemas (bajos salarios, etcétera), es una clase obrera culturalmente moderna para el promedio mundial. Precarizada laboralmente, con un alto crecimiento de los índices de pobreza, con una caída sistemática del nivel educativo, etcétera, habiendo garantizado a los capitalistas ganancias y súper-ganancias que no han ido a la acumulación de capital (las inversiones son sistemáticamente bajas en el país), etcétera, acumula sin embargo grandes tradiciones de lucha y sindicalización que son otros tantos factores que empujan a la lucha.

En total, el país no produce los dólares que necesita para funcionar.Y esto ocurre sobre todo por dos razones: uno, cada dólar que obtienen los capitalistas buscan las mil y una maneras (hechas las deducciones necesarias)de fugarlos del país. Y dos, ante el faltante de dólares y la necesidad de afrontar, una y otra vez, los pagos de deuda al exterior, el país toma y retoma ciclos de endeudamiento permanentes que nunca se alcanzan a solventar

La Argentina vive así en una crisis de divisas permanente. El peso argentino no lo quiere nadie, es una moneda que no vale nada, no tiene poder de compra, no se puede sacar fuera del país siquiera a los países limítrofes expresando todas estas debilidades que el país esta semi-dolarizado en los hechos (nadie quiere pesos, todos quieren dólares).

Cada tantos años esto termina en crisis de divisas, devaluaciones y, eventualmente, defaults; crisis que pueden ser más o menos “capeadas” o administradas, o crisis históricas como la del 2001 o, antes de esa fecha, la de 1989/1990 y otras tantas más; una crisis que podría volver a amenazar si el gobierno no encuentra el rumbo (atentos que puede haber devaluación en puerta).

Sobre la contradicción de unas bases “culturales” demandantes y económico-sociales endebles, sumándole el carácter dependiente del país (fuga sistemática de divisas, endeudamiento y dependencia de los organismos financieros internacionales como el FMI), se vino a sumar la pandemia; pandemia agravó coyunturalmente todos los males. Atentos que a la gestión de Fernández ya iban a serles difíciles las cosas porque Macri re-encadenó al país al FMI y lo dejó de nuevo en un semi-default al endeudar el país a tasas tan altas que se hicieron impagables. Si a esto le agregamos que fracasó en su intento de imponer contrarreformas, la resultante es que sumó elementos de crisis sin atender ninguno de los reclamos que exigen los mercados.

Sobre este trasfondo se aplica la pandemia. Pandemia que le llegó a un gobierno que recién iniciaba su mandato; que no estaba asentado. Y habiendo cumplido oficialmente 200 días en nuestro país, estamos ante un evento asfixiante que no tiene fecha de finalización(ni mundial ni nacionalmente).

Lo desconocido del virus hace a algunas de sus paradojas. Inicialmente la presión que sufrió Fernández fue progresista en el sentido de “cerrar” la economía para atender la salud; hizo esto mientras gozaba de las mieles del 80% de popularidad… Pero con la apertura posterior presión de los empresarios mediante, vino en aluvión del contagio. La resultante: los casos no paran, ayer fue récord nacional–la pandemia se ha trasladado al interior del país- y nadie puede aventurar un horizonte claro.

En el medio, los cierres económicos forzados llevarán a una caída del producto del 12% este año. Simultáneamente, la asistencia transitoria a empresarios, asalariados y monotributistas dieron lugar a una emisión monetaria hasta la fecha de algo en torno a 1.000.000 de millones de pesos, que tomado un tipo de cambio promedio de 1 dólar por 100 pesos, serían algo en torno a 10.000 millones de dólares de emisión, un paquete que estimado para países de envergadura promedio igual a la Argentina,no es para nada de los más importantes, pero para un país con la situación endeble del nuestro,ha terminado generando la combinación de un fenómeno económico conocido en estas tierras: recesión más inflación, dos fenómenos que supuestamente deberían oponerse

Una coalición que cruje

Sobre este trasfondo estructural se erigió el gobierno de Alberto Fernández. Se trata de un gobierno de coalición entre tres fuerzas del peronismo: el abertismo, el kirchernismo cristinista y el massismo.

Desde el comienzo, de todas maneras, estaba claro que Alberto llegaba para intentar una diagonal con los empresarios. Cuando Cristina lo nominó a Alberto era a sabiendas que ella dirigía el principal aparato del peronismo hoy pero que no podía llegar al gobierno con sus votos; esta tarea de “agarrar el voto de aquí y de allá” le cabía a Alberto pero no solo como un operativo de opereta donde el poder lo tendría ella (en todo caso, Cristina quedó como un fusible), sino porque, realmente, con Cristina Kirchner el peronismo no se podía reconciliar con los empresarios: Alberto es el que estaba y el que está todavía a cargo de encabezar el gobierno(de hacer los arbitrajes correspondientes).

Sin embargo, y de cualquier manera, y a pesar de que todas las filas peronistas están permeadas hasta los tuétanos por el realpolitik –los dirigentes k son maestros en esto; el resto ni hablar[5]-; otra cosa son los votantes, también de vertientes diversas, muchos de ellos progresistas aunque otros nos (los sectores de clases medias progres son sobre todo lo que tienen este tipo de conciencia).

Desde el vamos estaba claro que no se venía un nuevo gobierno “progresista”,esto más allá que algún periodista kirchnerista honesto pero ingenuo como Víctor Hugo Morales haya señalado, meses atrás cuando el caso Vicentín,que el gobierno no era lo que él esperaba

En realidad, no solo Víctor Hugo esperaba otra cosa sino, mucho más importante, una parte en crecimiento de los votantes de la fórmula Fernandez-Fernandez, que incluso sino se consideran ideológicamente “progresistas” –muchos trabajadores no se consideran así-, esperaban algo distinto de parte de Alberto y hoy se comienzan a interrogar a quién votaron[6]

Una coalición de gobierno con plata, funciona. Pero sin fondos es un problema, porque se trata de satisfacer exigencias y expectativas muchas veces contrapuestas.

De ahí las permanentes marchas y contramarchas: el anuncio de “estatización” de Vicentin que termina en el bochorno de la impunidad de sus vaciadores; la supuesta “prioridad de la salud sobre la economía” que se termina cuando se levanta la cuarentena en la curva ascendente de los contagios; atacar el mísero ahorro en dólares que pueden los trabajadores mientras se le bajan las retenciones a los ricachones del campo; condenar junto a Trump y la derecha continental el gobierno de Maduro –cuando es su pueblo que el que tiene que resolver qué hacer con él-, etcétera, todo es así por no olvidarnos de la renegociación con los acreedores externos y mucho más. Y en un lugar destacado la concesión de un importante aumento salarial ala bonaerense-desaparecedora y asesina de Facundo- luego que se movilizara armas en mano… ¡un verdadero bochorno!

A la vista de todo esto, incluso si Alberto no quiere renunciar a cierto anémico arbitraje, es difícil aventurar un rumbo que no sea hacia la derecha, conservador en materia económico-social(social-liberal o, más bien, liberal-social)e, incluso, en materia de seguridad[7].

El objetivo de su gobierno, su especificidad, el que debería por ahora ordenar su interna, sigue siendo el mismo: recomponer la relación del peronismo con el empresariado y los mercados. Incluso si inevitablemente seguirá cercado por contradicciones, marchas y contramarchas (no olvidemos que es un gobierno de coalición sometido a presiones muchas veces contrapuestas), el objetivo no ha cambiado[8].

Si esto es una cuadratura del círculo porque, además, se pretende mantener la gobernabilidad y ganar las elecciones el año que viene, eso es harina de otro costal que reenvía a la eventualidad de una crisis mayor en puerta que aún no ha llegado (pero podría estar cerca).

Las relaciones de fuerzas

Entre los objetivos del gobierno y sus contradicciones hay otro elemento fundamental –quizás, el más fundamental- que se interpone: las relaciones de fuerzas. Son precisamente ellas las que se han interpuesto a los planes de los gobiernos capitalistas en las últimas décadas.

Sin irnos muy lejos, todo el mundo sabe que el gobierno de Macri quedó herido de muerte cuando en diciembre del 2017 quiso imponer la contrarreforma jubilatoria. Si no saltó por los aires de manera inmediata fue gracias al kirchnerismo y la burocracia sindical, que se lanzaron a desviar la bronca creciente mediante la campaña del “hay 2019”.

Tan golpeado quedó Macri queen mayo de 2018 estalló una crisis financiera que lo llevó a pedirle la escupidera al FMI multiplicando la fuga de divisas y el endeudamiento del país. Crisis no resuelta que Alberto mediante y sus “renegociaciones” con los acreedores externos, que comprometen pagos pero no resuelven el interrogante de donde provendrán las divisas, el país ha quedado a las puertas de una nueva devaluación(¡que se sumaría a las varias ocurridas en los últimos dos años!).

De esto se trata la actual coyuntura económica: el país tiene 5 tipos de cambio en un arco que va desde los 70 pesos por dólar a los 150 pesos por dólar, un arco insostenible que presiona por una nueva devaluación la que de desencadenarse presionaría a su vez por un nuevo y sideral aumento de los precios (aumento solo contenido en los últimos meses por la cuarentena y la pandemia).

La pandemia y la crisis económica se están traduciendo en una crisis social creciente como se puede ver en el aumento de la pobreza al 40% de la población, el desempleo al 13% de la PEA, una inflación de más del 40% esperada para este año, etcétera.

Y si la crisis económica se traduce en crisis social y elementos de que comienza una irrupción desde abajo es simplemente, repetimos, por las relaciones de fuerzas imperantes en el país. No todas las crisis llevan a movilizaciones, desbordes, crisis de gobernabilidad, etcétera; muchas veces domina la desmoralización y también dominan los aparatos sindicales que como viene ocurriendo este año, están jugados a la contención con la excusa de la pandemia; una traición que no tiene nombre en manos de la CGT, la CTA y el triunvirato piquetero.

Sin embargo,la tradición de lucha en la Argentina es tan grande que, desde abajo, las cosas se comienzan a mover. Ya no solamente ocupan el escenario los elementos de polarización desde la derecha sino que en los últimos días se han mostrado, más bien, las expresiones por la izquierda: repartidores, call centers, trabajadores de la salud, estatales, amén de los movimientos piqueteros y la ola nacional de ocupaciones de tierras que trataremos en el próximo punto.

Son estas relaciones de fuerzas las que tienen a mal traer al gobierno de Fernández. El FMI (más allá de esta visita informal adornada con dulces palabras) y el empresariado en pleno exigen bajar el gasto público, llevar adelante las contrarreformas jubilatoria, laboral y tributaria, reducir los impuestos directos a los capitalistas y empresarios y no promover siquiera una mínima erogación por única vez a la riqueza como impulsan algunos sectores k (cada vez con menos perspectivas), eventualmente devaluar el peso, etcétera.

Es decir: avanzar en un grado de explotación del trabajo que ponga a la Argentina al nivel del Brasil de Bolsonaro o del Chile de Piñera

Pero si Alberto llegó a la presidencia es porque Macri fracasó en ese emprendimiento. Si desde abajo los explotados y oprimidos y la izquierda no hemos podido superar el horizonte capitalista -cuestionado en los hechos- por la crisis del 2001, tampoco desde arriba los capitalistas y sus gobiernos han podido arrasar con las tradiciones de lucha de la clase obrera enriquecida por las experiencias de estas últimas décadas: el Argentinazo mismo, las luchas obreras de vanguardia de importancia estratégica y enseñanzas como la recuperación del SUTNA, Gestamp, Lear y otras, el movimiento de mujeres, el ascenso de la juventud a partir de luchas como la del clima, el propio movimiento piquetero, etcétera.

Guernica tiene que triunfar

En lo inmediato, la coyuntura está pendiente del desenlace en Guernica.

Estamos viviendo una ola nacional de ocupaciones de tierras para la vivienda[9]. Es la forma concreta en que la crisis económica se esta traduciendo en crisis social.

Una crisis social que podría se más profunda que lo que aparece a primera vista: números como el 40% de pobreza podrían esconder un volcán social.

Los vecinos de Guernica han puesto sobre la mesa dos cuestiones de enorme profundidad. Primero, han colocado en la agenda política el debate de que las necesidades sociales están por encima de la propiedad privada. En el contexto de la polarización social que se está viviendo hay sectores que no tienen vergüenza en defender abiertamente la propiedad privada de los opulentos (el caso de las tierras mapuches en el sur está vinculado no tanto a la vivienda sino a las tierras como tales; a sus derechos ancestrales sobre las mismas). Sin embargo, con su lucha y movilización, los vecinos han señalado que esto no es así: se trata de una recuperación de tierras improductivas; improductivas no tienen ninguna utilidad social en su estado actual; recuperación porque la mayor parte de las tierras acaparadas por los grandes desarrolladores inmobiliarios han sido apropiadas por dos pesos con la complicidad de las intendencias y puestas al servicio de súper-negocios inmobiliarios improductivos tipos countries y demás mientras millones de trabajadores no tienen donde vivir.

En segundo lugar, porque han recurrido a la acción directa: cansados de las palabras grandilocuentes y vacías de las instituciones y los funcionarios burgueses, han tomado la solución en sus manos ocupando las tierras.

Ahora bien, al postergar los dos desalojos se obtuvo un triunfo parcial. Pero no hay que confundirse: la lucha no se ganó y la fecha del desalojo está fijada para el 15 de octubre y días subsiguientes. Simultáneamente, crecen las maniobras y las tretas de los funcionarios para que los vecinos desalojen lo único real que tienen en sus manos: las tierras recuperadas.

Desde nuestro partido que hacemos parte de la experiencia de la ocupación en Guernica así como de otras experiencias, queremos ser claros: alertamos que hay que mantenerse firmes; no ceder a los cantos de sirena tramposos de los funcionarios de Kicillof. Por el contrario, hay que prepararse para enfrentar el intento de desalojo que se viene para el 15 de octubre y sostener con claridad que la única satisfacción posible al reclamo es el plan que presentaron los vecinos y sus abogados: que se les reconozca la titularidad de las tierras recuperadas.

 


 

[1] A esta crisis recurrente de escasez de divisas se las conoce como el mecanismo de stop and go: sobreviene una crisis por faltante de dólares, se produce una recesión, luego la cosa se estabiliza, comienza una recuperación, posteriormente ingresan nuevamente dólares (por exportaciones u otros mecanismos) hasta que en un determinado punto de su desarrollo, ante la demanda importadora para funcionar, la crisis recomienza.

[2]La urbanización elevada del país en uno de los elementos que explican el alto grado relativo de contagios de Covid-19 en nuestro país aun a pesar de las cuarentenas.

[3] La integración económica se mide, precisamente, por la cantidad y variedad de cadenas productivas que abarcan todas las ramas industriales. La economía argentina es poco integrada porque carece de muchos de esos eslabones, eslabones que se completan con importaciones y demandan divisas.

[4] La infraestructura (rutas, caminos, trenes, comunicaciones, puertos, tendido de fibras ópticas, etcétera) son elementos generales de la acumulación capitalista que se deben devengar, muchas veces, de la plusvalía presente. Pero está claro que en un país dependiente como la argentina los capitalistas no quieren ahorrar estratégicamente y cederles al Estado ni un dólar. Por el contrario, cada dólar que aparece se fuga (ver el caso Vicentín) o va a parar al pago de los acreedores.

[5]En realidad, ni Alberto Fernández ni mucho menos Sergio Massa y Felipe Solá tuvieron jamás veleidades progresistas.

[6]Algunos trabajadores hablan de “Alberso” aunque en muchos casos mezclando ideas correctas con otras de derecha simplemente porque la derecha burguesa tiene más poder de fuego que la izquierda socialista.

[7]No nos olvidamos que hay matices entre Frederik y Berni pero estamos tratando de adelantar el rumbo general en medio de la crisis que vive el oficialismo.

[8]Demás está decir que no está en los planes de nadie, siquiera de los k, de ensayar un rumbo “nacionalista-burgués” tomando medidas que cuestionen realmente sectores capitalistas. Dicho rumbo que no tiene asidero en estos momentos en la región, no puede descartarse en el caso que irrumpa una crisis mayor pero no está para nada a la vista de momento.

[9]No se trata de campesinado sin tierras para producir sino de sectores urbanos o suburbanos de trabajadores precarizados que se movilizan espontáneamente para enfrentar la dramática crisis habitacional multiplicada por la crisis y la pandemia.

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