
Bajo una clara estrategia del gobierno de Lanusse de llevar a los compañeros de todo el país a la Patagonia Austral, en ese momento pensada como “Tierra de nadie”. Sin comunicación y sin presuntas “posibilidades de fuga”. Pero los milicos se habían equivocado.
El 15 de Agosto es cuando se llevó a cabo el plan de fuga. Falló en el momento de recibir los transportes que los dirigirían al Aeropuerto de Trelew, por lo que sólo viajaron los 6 dirigentes más importantes, que lograron tomar el avión a Chile para ser resguardados por el gobierno de Salvador Allende (luego de varios intentos por parte del gobierno argentino de extradición). Los 19 restantes llegaron con un taxi para cuando el avión se preparaba para el despegue. Quedaron sin cobertura; tomaron el aeropuerto hasta que finalmente, debido a la presión de la Marina, fueron llevados a la Base Aeronaval Almirante Zar. A partir de este momento, los presos políticos comenzaron a figurarse que había una maniobra del Estado, porque no los trasladaban nuevamente al Penal de Rawson. La tensión inundaba el ambiente.
Estuvieron esos cinco días en el penal, siendo verdugeados constantemente por el capitán Sosa y el teniente Roberto Bravo. En el libro de Paco Urondo, los tres sobrevivientes de la masacre cuentan en la entrevista el trato de los militares hacia ellos. Sorpresivamente, más allá de ser considerados “extremistas” y “terroristas”, recibieron el apoyo del pueblo (detalle a tener en cuenta, de un pueblo como Trelew) en incontables ocasiones. El pueblo mismo tenía una dura experiencia de violencia militar y de lucha que venían haciendo por sí mismos.
El 22 de Agosto a la madrugada es cuando finalmente decidieron sacar a los presos de sus celdas y hacerlos formar con el mentón tocando el pecho. La maniobra era inusual, en conjunto con lo que venían escuchando por parte de los militares. “Ya van a ver lo que es meterse con la Marina”, “al terror se lo combate con terror”, mientras los provocaban, obligándolos a repetir “yo no soy un guerrillero, yo amo a las fuerzas armadas de mi país”. La idea de un tiroteo estaba presente.
Hasta que finalmente la pesadilla se hizo tangible; ráfagas de balas comenzaron a llegar desde ambos costados del pasillo, donde los tenían formados. Tres lograron ponerse cuerpo a tierra, a pesar de haber recibido el impacto de varios balazos. Escucharon el remate a compañeros que aún estaban vivos, pero no fue lo único que llegó a sus oídos. Sosa y Bravo se decían “Bueno, ustedes ya saben lo que pasó, ¿no?”.
Los sobrevivientes, en ese momento seis, fueron trasladados a Bahía Blanca. Pero la operación tardó tanto, que murieron en el transcurso tres de ellos. Finalmente, entre interrogatorios que se dieron en el hospital de la Base militar de esa misma ciudad, lograron comprender lo que Sosa y Bravo se habían estado diciendo: los medios hegemónicos comenzaron a largar notas explicando la situación; para todo el mundo, los presuntos “terroristas” habían tenido un nuevo intento de fuga a partir del robo de un arma, y los militares no habían tenido otra opción más que asesinarlos.
En resumen, las operaciones del gobierno de Lanusse fueron un palpitar de lo que se venía. Las represiones no eran solamente una represión específica a la guerrilla, sino a todo el pueblo movilizado luego de la gesta del Cordobazo. Pero este ataque fue prueba de que al pueblo no se lo puede callar con balas, de que la lucha continuó y continúa.
La misma noche del 22, el gobierno sancionó la ley 19.797 que prohibía toda difusión de información sobre organizaciones guerrilleras. Ésto provocó el descontento popular y diversas manifestaciones en distintos lugares de Argentina. Llegó el Trelewazo, 11 de Octubre del mismo año, con los principales objetivos de liberar a los detenidos en el penal de Villa Devoto por la «Operación Vigilante», mientras se reclamaba justicia por las víctimas de la Masacre de Trelew y la libertad de Mario Abel Amaya.
María Antonia Berger (FAR), Alberto Miguel Camps (FAR) y Ricardo René Haidar (Montoneros) fueron desaparecidos durante el régimen cívico-militar de Videla. Es por ellos, que se conoce la verdad de esta historia, un episodio sangriento de la lucha de clases de nuestro país. El 22 de agosto es un día más de lucha, que está en nuestras manos mantener presente. En la Patagonia y en toda la Argentina, es preciso recordar las palabras que escribió Berger en su celda, con su propia sangre, luego de los disparos: “L.O.M.J.E”, libres o muertos, jamás esclavos.