Una respuesta a prejuicios habituales del peronismo sobre la izquierda

El debate político en plena campaña electoral, en la que los peronistas se consideran la única alternativa realista, vuelve otra vez sobre viejos debates. Artículo de opinión de un militante del Nuevo MAS, miembro de la redacción del semanario Socialismo o Barbarie.

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El Nuevo MAS en la concentración

En este artículo quiero volver sobre una cuestión que está siempre presente en épocas electorales (y no solo en ellas). Se trata de ciertos prejuicios que repiten sistemáticamente algunos sectores políticos -especialmente el peronismo- contra la izquierda. A veces lo hacen a modo de chicana despolitizada, a veces como inquietud honesta pero ignorante. En cualquier caso, quiero contestar aquí detalladamente varios de esos prejuicios, para mitigar toda confusión al respeto.

Prejuicio 1) “La izquierda opina que cuanto peor, mejor”.

FALSO. La izquierda quiere que las mayorías obreras y populares estén lo mejor posible. Por eso la izquierda enfrenta en las calles los ajustes, por eso la izquierda pelea por mejoras salariales, por eso la izquierda defiende cada lucha popular. Participamos en cada cosa pequeña o grande que venga de los sectores populares por sus demandas progresivas, porque queremos que la gente esté mejor. Y por eso mismo también peleamos por el socialismo como perspectiva estratégica, que en última instancia no es otra cosa que la reorganización de toda la sociedad para garantizar el bienestar generalizado de la población.

Prejuicio 2) “La izquierda piensa que si las condiciones de vida de las masas empeoran, hay mejores condiciones para hacer una revolución”.

FALSO. La izquierda no piensa que las revoluciones surjan mecánicamente de un empeoramiento de las condiciones vida. Bajo el capitalismo puede (y suele) haber condiciones de vida pésimas para millones de personas, y sin embargo eso no lleva a que se desaten automáticamente revoluciones. Y también en ciertos lugares y momentos puede haber un piso asegurado de capacidad de consumo para una mayoría de la clase trabajadora (por ejemplo, el mundo occidental a fines de la década de 1960), y que sin embargo se desaten enormes rebeliones populares (Cordobazo, Mayo Francés, etc.). Lo que hace que las masas luchen y se organicen no es su nivel de sufrimiento (y a la  inversa, tampoco lo es una elevada capacidad de consumo), sino la convicción de que la única manera de mejorar significativamente sus condiciones globales de vida es organizándose y luchando.

Es verdad, por otra parte, que las mayores revoluciones de la historia surgieron de niveles elevados de destrucción socio-económica y de padecimientos materiales (como fue el caso, por ejemplo, de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa). Sin embargo, también es cierto que la pobreza de la que nacieron esas revoluciones las terminaron condenando a una relativa impotencia a la hora de elevar el nivel de vida de las masas.

Si uno pudiera elegir en abstracto en qué condiciones sería mejor hacer una revolución, es preferible mil veces tomar el poder en una sociedad rica y próspera, porque entonces habría mucho para repartir y se podrían obtener mejoras muy tangibles para millones de personas, en vez de tener que administrar la escasez. Pero en cualquier caso, el planteo carece de sentido, porque ninguna de ambos aspectos depende de la voluntad de la izquierda. Las condiciones de vida de las masas dependen exclusivamente de la situación económica del capitalismo y de las relaciones de fuerzas entre las clases sociales (y desde fines de la década del ‘70 ambos factores llevan sistemáticamente a la destrucción de conquistas y derechos de las grandes mayorías, independientemente de nuestra voluntad). Las posibilidades o no de hacer una revolución dependen exclusivamente del grado de radicalización y conciencia de la clase trabajadora, es decir, tampoco dependen de nuestra voluntad.

La izquierda se limita a hacer política sobre las condiciones que concretamente existen en cada lugar y momento histórico, no según sus deseos o elucubraciones teóricas. Si la Argentina es un país atrasado y subdesarrollado, que entra cíclicamente en crisis y empobrece a gran parte de la población, eso no es por culpa de la izquierda sino del capitalismo, y todo lo que la izquierda plantea es romper revolucionariamente con ese atraso y ese subdesarrollo, mediante una salida socialista.

Prejuicio 3) “La izquierda prefiere que gobierne la derecha en vez del peronismo, porque sabe que el peronismo le bloquea a la izquierda el acceso a las masas”.

FALSO. El peronismo puede (o no) ser un obstáculo para la izquierda tanto si está en el gobierno como si está en la oposición. Si el peronismo está en el gobierno, porque los trabajadores tienen más chances de verlo como un gobierno “propio” y no ajeno. Pero si el peronismo está en la oposición, porque entonces los trabajadores lo ven como un posible “recambio” y depositan sus esperanzas en él. En ninguno de ambos casos el peronismo deja automáticamente de ser un bloqueo: para que las masas superen al peronismo, deben darse cuenta que ni como gobierno ni como oposición le dan una salida de fondo a sus problemas. Eso requiere una radicalización y una profundización de la conciencia, que no depende del status gubernamental del peronismo.

Hubo momentos históricos de enorme radicalización obrera y crecimiento de la izquierda bajo gobiernos peronistas (el Rodrigazo de 1975 y las coordinadoras fabriles), los hubo también con gobiernos de derecha (el Cordobazo del ‘69) y hubo muchísimos gobiernos peronistas y no peronistas en los que no hubo ninguna radicalización obrera ni crecimiento de la izquierda .

Prejuicio 4) “La izquierda repite que el peronismo y la derecha son lo mismo”.

FALSO. Puede haber grupos ridículos de la izquierda que lo hagan, pero eso no es culpa de la izquierda como tal.

Lo que la izquierda dice es que tanto el peronismo como la derecha sostienen relaciones sociales donde las grandes mayorías son explotadas y oprimidas. Y que la única salida para esta situación es el socialismo, cuya conquista exige que las masas superen tanto a la derecha como al peronismo.

Prejuicio 5) “La gente estaría mejor con un gobierno peronista, y sin embargo la izquierda se niega a votar al peronismo”

FALSO. La gente no necesariamente está mejor cada vez que hay un gobierno peronista. Pensemos por ejemplo en los gobiernos de Menem o de Isabel Perón, que eran gobiernos peronistas ultra-reaccionarios y que intentaron profundos ataques a las condiciones de vida de las masas. Pero sin ir tan lejos, inclusive en los gobiernos peronistas durante los cuales ocurrió -en un primer momento- una mejora en las condiciones de vida, en momentos posteriores estas sufrieron también un recaída (por ejemplo, en el segundo gobierno de Cristina había un deterioro bastante marcado, con el aumento del desempleo, de la inflación, el colapso de la infraestructura de energía, transporte, inundaciones, etc.). Dicho sea de paso, sin tener en cuenta este factor, no se puede comprender tampoco por qué a veces avanza la derecha bajo los gobiernos peronistas: ¿por qué las grandes mayorías populares dejarían de votar a gobiernos en los que sus condiciones de vida no dejan nunca de mejorar?.

Entonces, el mejoramiento o empeoramiento de las condiciones de vida no dependen de que haya o no un gobierno peronista, sino de una serie de factores económicos y políticos: si la economía mundial está en ascenso o en declive, si Argentina consigue una cuota del mercado mundial para sus exportaciones, si la relación de fuerzas favorece a los trabajadores o a las patronales y los grupos concentrados, si la clase dominante se ve obligada (o no) a hacer concesiones a los de abajo, etc.

Los momentos históricos donde más mejoraron las condiciones de vida de las masas fueron siempre subproductos de rebeliones populares, de grandes luchas obreras, o aunque más no sea de la posibilidad de que estas ocurran. Por ejemplo, el fin de la Convertibilidad (con su modelo de desempleo masivo) es indisociable del Argentinazo de 2001, del cese del pago de parte de la deuda externa en los primeros años, etc. Las concesiones del primer peronismo en la década de 1940 son indisociables de la situación internacional generada por la Revolución Rusa y la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, de la existencia de un poderoso movimiento obrero donde tenía una importante presencia la izquierda, etc.

Pero volviendo a la actualidad, la suposición de que un gobierno de Alberto Fernández mejoraría las condiciones de vida de las masas no está para nada demostrada. Al contrario, todas sus declaraciones preparan el camino para la continuidad de las políticas de ajuste. Con FMI, déficit cero y sin grande impuestos a los capitalistas ¿con qué presupuesto se mejoraría las condiciones de vida de las masas? ¿Se puede sostener con alguna seriedad que Alberto viene a tomar medidas progresivas?

Es verdad, sin embargo, que bajo un gobierno de derecha es una certeza que las condiciones de vida van a seguir empeorando. Pero eso no significa que se deba embellecer a las supuestas “alternativas”. Inclusive quienes estén decididos a votar por el peronismo para “sacar a Macri”, deberían reconocer que un triunfo peronista no es garantía de nada. Todo lo que la izquierda hace es decir las cosas como son, sin sembrar falsas expectativas. Para preparar el terreno a la única salida que puede verdaderamente mejorar las condiciones de vida de las masas: la lucha en la calles, en las fábricas, y en todos lados donde se concentren las grandes mayorías populares.

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