Durante 12 años de gobierno de kirchnerismo el relato oficial fue que a su izquierda sólo estaba la pared, un relato falso para negar el peso relativo pero real de la izquierda en el país, pero cuyo fundamento era una política salarial que tendía a empatar o a dejar los ingresos algo por detrás de la inflación permitiendo a los trabajadores recuperar condiciones de vida que el neoliberalismo había liquidado. Sin la rebelión del 2001 mediante nada de esto hubiera ocurrido desde luego. La fuerza que emergió desde abajo obligó a los partidos y políticos hasta ayer neoliberales (como el caso de los esposos Kirchner) a hacer concesiones que dieran satisfacción a algunos de los reclamos más sentidos, como era recuperar empleo y salario. Concesiones que siempre tienen como principio dar algo para salvar lo más importante para cualquier gobierno capitalista: la explotación del trabajo.
El descontento y la decepción con el kirchnerismo de un sector importante de los trabajadores y trabajadoras estuvo ligado a un deterioro paulatino del poder adquisitivo que la derecha encabezada por Macri logró capitalizar explotando los fuertes elementos de corrupción, que por otro lado no son más que otros tantos aceites que lubrican la relación entre el Estado y los capitalistas para repartirse negocios y lucrar a costa de los intereses de los de abajo, también bajo el macrismo. El gobierno neoliberal de Macri fue un cachetazo para los sectores de trabajadores que aspiraban a que un empresario pudiera mejorar la situación del país. El 18 de diciembre del 2017 fue la herida de muerte para el gobierno que quiso atacar las jubilaciones e implementar una reforma laboral. A la izquierda del gobierno aparecía nuevamente el peronismo con Alberto Fernández y Cristina Kirchner al frente de una nueva coalición de gobierno como aliciente para las aspiraciones de amplias masas de trabajadores.
La novedad de la situación nacional es que el abandono consciente al que somete el gobierno de los Fernández a los trabajadores y los jóvenes del país ha abierto un espacio a izquierda como hace años no se veía. Esta novedad es hoy el mayor insumo para la política revolucionaria, que amerita ser evaluada sin mezquindades y de la cual debemos sacar algunas conclusiones para orientarnos en los próximos meses que combinarán el terreno de la pelea político electoral con la lucha reivindicativa que se viene desarrollando con fuerza durante los últimos meses.
El abandono del gobierno a sectores de masas
La orientación política y económica del gobierno es en parte importante el motor de una coyuntura muy dinámica que persiste y que se ha extendido por meses dando lugar a diversos conflictos reivindicativos de los trabajadores. Desde luego que la pandemia ha sido un factor que aumenta los elementos de crisis económica y social como hemos desarrollado en varias oportunidades, pero ante el cual el gobierno ha decidido continuar un ajuste a lo Alberto: con gestos y ademanes sociales pero cuyo contenido es liberal. Toda una orientación que es constitutiva del carácter del gobierno que parte de mantener inquebrantables los lazos con el FMI y los organismos de crédito internacional negociando plazos (como hizo recientemente con el club de París) mientras aplica un ajuste en regla a los de abajo.
Este ajuste y el abandonoa los trabajadores y sectores amplísimos de la juventud da lugar a expresiones de bronca y descontento que desde luego no siempre se transforman en luchas, pero es un hecho que el clima entre los trabajadores y los jóvenes no es entusiasmo con el gobierno. Tampoco quiere decir esto que esa bronca cristalice hoy en una ruptura con el gobierno, pero las expectativas del “volver asado de los fines de semana que nos robo Macri” o la idea de “estudiar para progresar” está cada vez más lejos.
La pulverización salarial que ha llevado a que el salario real en argentina sea el más bajo de los últimos 18 años; el salto en calidad de la precarización en las formas de contratación que condenan a millones de jóvenes y jóvenes-adultos a no haber tenido nunca en su vida un trabajo en blanco con lo que esto implica en derechos laborales, condiciones laborales y salarios próximos a la indigencia o con suerte a los índices de pobreza; el avance en la precarización de los sectores de trabajadores con mayores conquistas acumuladas como los compañeros de Ford y que apuntan a transformarse en reformas laborales de hecho mediante la modificaciones estructurales en las condiciones de trabajo; o el abandono educativo durante un año y medio y que se extenderá en lo que queda del 2021 quitando la posibilidad de educación y de futuro a millones de jóvenes y adolescentes. Esta es la base material del enorme espacio que se ha abierto a la izquierda del gobierno y que desde luego la derecha está a años luz de poder capitalizar. Las relaciones de fuerza que se expresaron en las jornadas del 18 de diciembre siguen vigentes y son parte de la experiencia y del rechazo mayoritario al neoliberalismo de Cambiemos. Hoy a la izquierda del gobierno hay un mundo y está la izquierda roja.
Si decimos que a la izquierda del gobierno hay un mundo además de los partidos de izquierda es porque no es mecánico que el descontento con el gobierno tenga una traducción política inmediata de independencia de clase y mucho menos socialista. En un sentido es un mundo cuya conquista política es un desafío difícil de saldar de un día para otro. Pero lo concreto es que hay un terreno enorme a la izquierda del gobierno cuya vacancia sólo puede ser capitalizada hoy por la izquierda revolucionaria ante la ausencia (por su desaparición) de un sector de centro izquierda que se acomodó en las filas del oficialismo, y un kirchnerismo que supo interpelar a la juventud con la épica de la militancia, y hoy gobierna con ajuste precarización y abandono educativo.
Este espacio político tiene su expresión en las luchas y sin lugar a dudas tendrá también expresión electoral como lo muestra el hecho de que la polarización gobierno-oposición no se come todo el campo (según diversas encuestas ambos totalizan entre un 60% a 70%) sino que por el contrario hay mucha vida que escapa a estos bandos. Cómo se expresará el descontento por izquierda con el gobierno, o qué parte de ese se traducirá en votos a la izquierda en las próximas elecciones es incierto. Pero no se trata de eso, sino de dar cuenta de tres cosas: que ese espacio es de masas de trabajadores (sobre todo los más golpeados) y de la juventud; que se ha expresado en las luchas reivindicativas aún de vanguardia pero reales; que va a tener traducción electoral sobre todo teniendo en cuenta que en las elecciones legislativas suele haber más votos a la izquierda; y que eventualmente ese espacio puede tener una permanencia en el tiempo que exceda a las elecciones, dando aire (aunque con sus complejidades) al desarrollo de la izquierda revolucionaria y a aspiraciones más estratégicas.
Coyuntura dinámica y la presión de la caldera social
La pandemia como elemento justificativo de la situación económica aún conserva peso, pero a medida que avanza la vacunación (aunque estamos lejos de la inmunidad rebaño y tampoco podemos descartar nuevas situaciones sanitarias complejas con el invierno por delante), a medida que prácticamente todas las actividades laborales funcionan bajo una nueva normalidad, a medida que la sociedad tiende a naturalizar la vida en pandemia y vuelve con sus precauciones a reactivar la vida social no estrictamente laboral, la presión del deterioro y la carestía de la vida cobran cada vez más peso. Lejos de suponer que los elementos de nueva normalidad impulsados entre otras cosas por la vacunación den lugar a una situación de armonía social, todo indica que la tendencia a la normalización/naturalización de la vida actual puede diluir el lugar que ocupa la pandemia como pretexto para el ajuste y dar lugar a mayores muestras de disconformidad.
Es muy difícil suponer que la vuelta a la vida normalizada sea sin aumento de la conflictividad y la extensión del descontento social. Una dinámica cuya temporalidad no se agota en el calendario electoral, sino puede tender a ser un factor más permanente, en la medida que el gobierno continúe el ajuste que como hemos dicho es un fenómeno que refleja su carácter social liberal, un rasgo profundo de su “personalidad política” del cual el kirchnerismo ha sido hasta el momento un contrapeso menor o casi nulo, más allá de cierta cintura política que les permite reacomodar algunas medidas (límite al aumento de algunas tarifas, alguna menti-concesión salarial en infinitas cuotas en algunas paritarias) pero sin cuestionar el rumbo de fondo.
Esto también requiere de una evaluación especifica. Si habitualmente las elecciones tienden a mediar y canalizar el descontento y por lo tanto a mermar los conflictos, todo parece indicar que iremos a elecciones con “vida en las calles”. Esto no quiere decir que las elecciones no pasen a ocupar el centro político y que por lo tanto sean un ámbito de pelea política que debemos privilegiar para avanzar en la batalla por llegar a los más amplios sectores con nuestro programa y propuestas. Simplemente queremos dar cuenta de que sobre la base del deterioro de las condiciones de vida y de las aspiraciones de los de abajo se ha desatado una dinámica que no parece que vaya a desaparecer por el calendario electoral, como ocurre en otros momentos donde esa mediación si logra apaciguar las insatisfacciones.
Hay otro elemento de contención “ausente” en la escena política y que da lugar a una mayor conflictividad como la ligazón de esos sectores con la izquierda: nos referimos a la borrada monumental de la burocracia sindical. Esto es evidente sobre todo en los sectores con contratos precarizados que aparecen como huérfanos de representantes sindicales. La burocracia sindical no les reconoce la pertenencia como trabajadores a los gremios que corresponde por el trabajo que realizan, una maniobra que permite la precarización laboral y por la cual un trabajador de un sector de servicios eléctricos (caso EMA) queda bajo el sindicato de la construcción (UOCRA) en vez de Luz y Fuerza, y así multiplicado por cientos de casos. O de trabajadores tercerizados del ferrocarril que son abiertamente negados por los sindicatos ferroviarios. En el extremo los trabajadores de reparto por aplicaciones a los que directamente no se les reconoce relación laboral alguna ni derecho sindical, y que han juntado mas de mil afiliaciones y le pelean al gobierno nacional el reconocimiento del su sindicato SiTraRepa. En definitiva, la borrada olímpica de la burocracia sindical al dejar tirados a millones de trabajadores precarizados abren la cancha a la izquierda para cumplir un rol organizador fundamental que debe ser aprovechado en la medida de las posibilidades sin dejar pasar oportunidades. Y sin perder de vista que las elecciones son un terreno de totalización, que tiende a unir la vida cotidiana y concreta con aspiraciones y representaciones políticas y no meramente reivindicativas, y que por lo tanto debemos encontrar la manera de conectar esas dos esferas, por ejemplo ofreciendo espacio e incorporando a los luchadores y luchadoras a nuestras listas para poder llevar una campaña con lo mejor del activismo.
Hay que renovar a la Izquierda
En los últimos años desde la creación del FIT(U en la actualidad) se han desarrollado numerosas muestras de adaptación y de oportunismo político entre las organizaciones que la conforman. Desde su surgimiento, con criterios expulsivos como ocurrió con el Nuevo MAS, Luis Zamora y otros, y avalando la existencia de la PASO (un mecanismo prescriptivo que se han encargado de defender también este año), hasta la actualidad ha corrido mucha agua.
Del encanto de sectores de vanguardia amplia que vieron en ese frente la posibilidad de una alternativa que excediera lo electoral sino que además agrupara a los luchadores, permitiera una intervención común, y se conformara como un polo de referencia de la política nacional, hoy no ha quedado nada. Ya nadie pretende que ese frente ocupe algún lugar más allá de las elecciones por que la propia experiencia ha demostrado que su “unidad” se reduce a la contabilidad, distribución y rotación de cargos. Las presiones de la democracia burguesa son infinitas, y la adaptación es uno de los efectos que pesan sobre sus componentes.
Junto con esto, partidos que supieron ser de los más destacados del país hoy se encuentran en franco retroceso, lo cual hasta el momento sólo ha acentuado los rasgos conservadores y parecen estar dispuestos entregar todo por una cuota parte de algún poroto. Por otro lado están aquellos partidos que dicen una cosa y hacen otra: llaman a la unidad de palabra pero rompen la unidad en el terreno de la organización, la coordinación y la lucha de los trabajadores sin otro criterio que la propia mezquindad. Taras de la izquierda porotera a la que el espacio que deja el gobierno les queda políticamente enorme.
Necesitamos de militantes y partidos audaces, que tengan aspiraciones transformadoras y revolucionarias, que no se adapten ni se arrodillen ante las presiones cotidianas como ante hechos consumados y que vean más allá de su ombligo. Necesitamos una unidad completamente nueva, que recupere el ánimo de miles y miles que esperan que la izquierda sea un faro para los trabajadores y que ponga por delante los intereses inmediatos y también los intereses históricos de nuestra clase, y no se limite a ser una cooperativa electoral.
A quienes estén dispuestos a renovar a la izquierda el Nuevo MAS los convoca a poner en pie una alternativa común, que denuncie el abandono del gobierno, de respuestas a las necesidades de los trabajadores, la juventud, las mujeres y los sectores lgbt y denuncie las miserias que genera el capitalismo. Una alternativa que ponga bien alto las banderas del socialismo, salga a disputar el enorme espacio que existe a la izquierda del gobierno y de una batalla para que en estas elecciones los de abajo tengan representantes que estén a la altura de las circunstancias.