Ucrania | Un comediante a la presidencia

El pasado domingo 21 de abril, se realizó en Ucrania la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Ganó abrumadoramente, con más del 70% de los votos, el actor cómico Volodimir Zelenskiy contra menos de un 30% que obtuvo el actual presidente, el oligarca del chocolate, Petro Poroshenko.

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La victoria de Zelenskiyen la primera vuelta ya había sido una gran paliza al presidente Poroshenko. En esta segunda votación, terminó de sepultarlo.

El hecho de que Zelenskiy no sea un político profesional, con toda una estructura partidaria y un programa claro, sumado a que su fama de cómico la televisión la ha ganado personificando a un presidente, ha determinado que muchos comentaristas tomen a broma este acontecimiento político.

Pero esto hay que tomarlo muy en serio. Más en general, el mundo en los últimos tiemposse caracteriza–debido a las crisis de los partidos y formaciones políticas tradicionales–, por toda clase de sorpresas en laselecciones. Por ejemplo, la que llevó a la presidencia a Trump en EEUU.

La deslegitimación de los partidos y organizaciones políticas tradicionales –sobre todo por los desastres de sus gobiernos– genera vacíos que abre espacios a cosas “nuevas”. Pero lo “nuevo” no significa que automáticamente será mejor o peor. “Nuevos” eran el canalla de Macron en Francia, el desastre de Macri en Argentina y el matón de Trump en EEUU. En el caso de Zelenskiy, se está frente a un enorme signo de interrogación.

En Ucrania, la única certeza –que la mayoría de los votantes comprendió a tiempo–eran los desastres que aseguraba la continuidad en la presidencia de su adversario, el oligarca chocolatero Poroshenko. Para comprender esto brevemente, recordemos su lema de campaña, con el que Poroshenko aspiraba a un segundo mandato: “Ejército, Idioma y Religión”.

De por sí, incluso desconociendo lo que sucede en Ucrania, esto no suena muy agradable. Pero veamos qué significa cada uno de esos lemas en la horrible situación concreta bajo su presidencia, iniciada en 2014.

1) “Ejército” implica “darle manija” a la desgastante e interminable guerra civil que el gobierno de Kiev mantiene con las regiones separatistas ruso-parlantes del Este de Ucrania, Donetsk y Lugansk.

En esas regiones estalló una rebelión popular en 2014 cuando el gobierno de Kiev, capturado por la derecha ultra-nacionalista durante el Maidan, decretó, entre otras medidas reaccionarias, la proscripción del idioma ruso. ¡Único idioma “oficial” y “legal”, el ucraniano! ¡Si sólo hablás ruso, estás perdido!

Pero el territorio de Ucrania ha sido bilingüe (y más bien “multilingüe”) a lo largo de su historia. Desde hace mucho, en su territorio se habla principalmente ucraniano y ruso (lenguas muy parecidas entre sí, como el español del Río dela Plata y el portugués del sur de Brasil). Al Oeste de Kiev, su capital, predomina en general el ucraniano, pero al Este, hay importantes regiones ruso-parlantes.

Y lo dela prohibición del idioma no fue la única provocación fascistoide a la población ruso-hablante del Este de Ucrania. Aunque luego, Kiev dio marcha atrás con esa prohibición del ruso, esa y otras medidas discriminatorias, llevaron finalmente a un estallido popular en el Este, donde a mediados del 2014 fue proclamada la independencia de los oblast (departamentos o provincias) de Donetsk y Lugansk.

La represión desatada por el gobierno de Kiev, por un lado, y la organización de la autodefensa en Donetsk y Lugansk, por el otro, inició una situación de guerra civil que, con altibajos,prosigue hasta hoy, y que habría costado la vida de entre 15.000 y 20.000 jóvenes.

El lema “Ejército”, que encabezaba la campaña de Poroshenko, significa redoblar la guerra civil. O sea más jóvenes muertos… en una lucha sin final a la vista, ya que los separatistas vienen defendiéndose con éxito y, además, Rusia los provee de lo necesario para defenderse.

2) La consigna “Idioma”, es paralela a la de esta guerra. Como explicamos, se trata de imponer a palos el uso exclusivo del idioma ucraniano, lo que relega a la población ruso-hablante (o de minorías de otros idiomas como el rumano y el húngaro) a la situación de parias, de ciudadanos de segunda categoría.

3) Por último, la consigna “Religión”, va en el mismo sentido. El gobierno y el Estado deben imponer como religión oficial a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y combatir a los que dependan del patriarcado de Moscú.Por supuesto, el marxismo ateo y otras religiones están también en la picota. O sea, persecuciones ideológicas y religiosas como política de guerra!!!

Al inicio de la campaña electoral muchos daban por sentada la reelección del chocolatero Poroshenko. A su vez, éste creía que montado en la “onda” patriótica-religiosa-guerrerista encendería el fervor popular y activaría el apoyo de la extrema derecha. Y que, finalmente, todos lo votarían para impulsar la Santa Cruzada que reconquistaría Donetsk yLugansk y hasta derrotaría a Moscú.

Para cerrar con un moño la campaña, Poroshenko lanzó otra consigna que delimitaba campos: “¡O yo, o Putin!”

 

Cómica sorpresa

Pero resultó otra cosa. Un cómico de la TV (que además es judío y no “ortodoxo ucraniano”) salió a la palestra electoral y, contra todos los pronósticos, literalmente hizo trizas a Poroshenko. ¡Volodimir Zelenskiy logró así el mayor porcentaje de votos a presidente en la historia de Ucrania!

Aunque no presentó un programa global ni explicó políticas claras, Zelenskiy propuso medidas que apuntan a lograr algún tipo de acuerdo con Moscú y establecer formas de convivencia con los separatistas de Donetsk y Lugansk. ¿Pero cómo piensa lograr esto? ¡No está claro!

Pilar Bonet, una corresponsal con larga estadía y conocimiento del Este europeo, resume así la cosa: “Zelenskiyno ha destapado todas sus cartas ni en su programa ni en su equipo, lo que sirvió a Poroshenko para acusarle de tener «gato encerrado». El comediante afirmó sin detalles que confía en recuperar Crimea cuando Rusia cambie de régimen. En cuanto a los territorios separatistas del Este, el presidente electo rechaza la vía militar, apuesta por la diplomacia y pide ayuda a los periodistas para lanzar una ofensiva informativa, aunque se niega a conversar con los líderes insurgentes.

“Zelenskiyquiere un alto el fuego y el relanzamiento del cauce negociador de Minsk con nuevos representantes. Como prioridad se ha fijado la vuelta al hogar de todos los ucranianos prisioneros de guerra, desde los soldados cautivos en el Este del país a los marineros apresados por Rusia en el estrecho de Kerch.” (Pilar Bonet, “Votos a crédito en Ucrania – Deseo de cambio, pero plagado de incógnitas”, El País, 22/04/2019)

Pero todo esto no implica que Zelenskiy y su elección represente un “giro a la izquierda”. Todo es más contradictorio. En el terreno de la economía, se ubicaría en posiciones neoliberales. Aunque eso no es contradictorio con el intento de acabar con una guerra que Ucrania difícilmente pueda ganar y que además la arruina económicamente.

 

Nuevas fuerzas sociales y perspectivas de giros políticos

Para finalizar, un factor decisivo en este cambio fue la incorporación de una nueva generación juvenil de electores. Los jóvenes que votaron aquí por primera vez lo hicieron masivamente por Zelenskiy.

Pero su significado más profundo fue el de un voto en contra: votaron contra la guerra fratricida, en la que son sus primeras víctimas, votaron contra los oligarcas como Poroshenko, votaron contra la consigna “Ejército, Idioma y Religión”, etc.

Sin embargo, tampoco pude decirse que esta nueva generación juvenil aparece con rasgos políticos definidos. No es radicalmente de izquierda, pero tampoco se ubica a la derecha, como sucede en algunos países de Europa oriental.

Su ingreso en el escenario político mediante el voto anti-Poroshenkoes progresivo, pero el signo de interrogación es si esa nueva generación iría más allá y se orientaría a posiciones de izquierda. Aunque solucione el tema de la guerra, el gobierno de Zelenskiy no va a ir en sentido anticapitalista. O sea, esa nueva camada juvenil enfrentará el callejón sin salida de la superexplotación y/o el desempleo.

El desafío será reorientarse hacia esa lucha.

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