A propósito de la crisis en el Partido Obrero

Una enorme crisis terminó desencadenándose en el Partido Obrero a propósito de los magros resultados de la izquierda y el FIT en las recientes elecciones en Córdoba.

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Artículo de Junio de 2019

En realidad, un resultado electoral no debería dar lugar a semejante crisis: son votos, elecciones, algo táctico, no estratégico.

Sin embargo, la cuestión está operando como catalizador de algo mayor: inercias teóricas, programáticas, políticas y de régimen partidario que se vienen acumulando hace años en el PO, y que en el choque con la realidad han dado lugar a la crisis profundísima de este partido.

Que se entienda, por lo demás, que no estamos festejando dicha crisis. No nos consideramos los “únicos revolucionarios” y a las demás corrientes, invariablemente, “obstáculos” en el camino revolucionario. Ese es un criterio de secta que no compartimos.

Se trata, simplemente, de educar a la militancia y sacar las lecciones de esta experiencia para la construcción revolucionaria.

De ahí que realizaremos a continuación tres someras puntualizaciones que concentran, en términos generales, las que pueden ser las causas generales de esta crisis; que la ordenan en el maremágnum de interpretaciones y acusaciones cruzadas.

 

  1. Marginalidad del trotskismo y balance del siglo XX

El primer elemento tiene que ver con los aspectos más estratégicos. Con la burocratización de la Revolución Rusa el marxismo revolucionario, el trotskismo, que fue su continuación, quedó marginado. Esto dio lugar a todo tipo de desviaciones: sectarias, oportunistas, de aparatos, veleidades ridículas, mesianismos, todo subproducto, en definitiva, de la marginalidad.

Enormes esfuerzos se hicieron: el trotskismo es una de las corrientes más honestas y militantes de todo el arco de la izquierda; su única fracción revolucionaria.

Por lo demás, existe enorme cantidad de experiencias y desarrollos de la lucha de clases en las cuales si el marxismo revolucionario, el trotskismo, no hubiera estado, dichas experiencias no hubieran ocurrido.

La tradición acumulada del conjunto de las corrientes del trotskismo es riquísima e inmensa: un capital enorme para el futuro que debe ser abordado críticamente.

Sin embargo, la caída del Muro de Berlín obligaba a sacar conclusiones programáticas y de concepción. No hacerlo era una multiplicación del doctrinarismo y la marginalidad (¡no hay obrero/a de vanguardia que no te pregunte, cuando se acerca a la izquierda, qué pasó en la ex URSS!); así como hacerlo mal, derrotistamente, una recaída en el oportunismo, en el posibilismo.

La variante del PO, su corriente, se encaminó a cuestionar por “democratizante” cualquier balance que planteara el problema de la falta de democracia socialista, obrera, en las revoluciones burocratizadas: el problema de que sin la clase obrera en el poder no había manera de que estos Estados no capitalistas fueran Estados Obreros.

Pero por alguna razón que se nos escapa o, quizás, en función de apreciar una deriva aparatista-oportunista en su partido, Altamira salió un par de años atrás con un debate sobre Cuba que en su momento saludamos, donde insistía en los problemas creados por el sustituismo de la clase obrera en la revolución.

Aunque inmediatamente cajoneó esta discusión (no sabemos porqué, quizás por erratismo) señaló,al igual que lo hacemos nosotros, la importancia no solamente de qué tareas asume la revolución, sino también el quién, qué sujeto social las lleva adelante, y cómo, es decir, los métodos de la misma.

En síntesis: una crítica al objetivismo en la revolución; el correcto señalamiento de que la revolución se hace socialista cuando la clase obrera toma el poder.

Altamira encabezó un debate con una minuta del compañero Kane, legislador provincial y dirigente del PO. Dicho dirigente planteaba la versión más cruda de la apología a una revolución que, como la cubana, se había desarrollado sin la centralidad de la clase obrera; Altamira le señaló, correctamente, que la clase obrera había participado de la misma en calidad de individuo, no como clase dirigente.

La conexión de esto con el debate general de su partido: una crítica a la lógica sustituista, aparatista, porotera,que subordina la política a las ganancias inmediatas; esto, al menos, hasta donde lo podemos interpretar nosotros.

¿Cuál sería la manera de evitar y/o corregir las desviaciones? (inevitables quizás hasta cierto punto):tener la capacidad de entender que la realidad siempre es más rica, que el doctrinarismo, la fosilización del marxismo, esconde siempre un curso de adaptación, oportunista o sectario, que la política revolucionaria siempre está, y no puede dejar de estar, en diálogo fructífero con la lucha de clases.

 

  1. ¿Cómo no romperse la nuca en el salto hacia las masas?

Veamos ahora el segundo elemento. Cuando se acumula una cantidad suficiente de militantes e interrelaciones se llega al estadio de organización de vanguardia. Sin embargo, como nada es estático, el alcanzar este estadio plantea el próximo paso: el salto hacia una mayor influencia entre sectores de masas.

Pero el problema es que muchas organizaciones se hundieron o entraron en crisis cuando ensayaron esa transición. Desde ya que toda transición entraña crisis y este salto también.

Desde ya que tampoco sirve el atajo o la receta sectaria de no dar el paso; de atrincherarse en una lógica chiquita: de esa manera jamás se construirá un partido revolucionario con influencia de masas.

Pero lo que corresponde aquí plantearse es cómo dar este paso en las condiciones reales de hoy (cosa que no parecen haber problematizadolo suficiente ni el PO, ni tampoco el PTS).

Las prédicas objetivistas acerca de la “ruptura del peronismo”, “Salta la troska” y cosas por el estilo, que una franja de las masas se “radicalizaba” y cosas así, sólo sirvieron para confundir.

Y atención, que no se nos escapa que Altamira fue el autor de la mayoría de estas definiciones, lo mismo que de la “estrategia piqueterista” (que mezclaron irremediablemente partido y movimiento y perdieron la estrategia de la clase obrera asalariada), y que sus análisis siguen pasados de rosca.

Pero, en todo caso, aquí la cuestión clave es la siguiente: quién arrastra a quién; cómo dar ese paso hacia la influencia de masas en las condiciones donde no hay todavía radicalización política de amplios sectores de masas.

Entonces, cuando el partido amplía su accionar (¡cosa muy correcta y obligatoria en sí misma!), se vuelve pasible no de influenciar él a amplios sectores, sino que estos amplios sectores lo influencien a él con su atraso y expectativas inmediatistas…

Insistimos. Altamira no parece haber tenido recaudos en este sentido cuando dirigía el PO y el propio FIT años atrás; sin embargo, ahora parece poner la voz de alerta en ese sentido.

Son demasiadas las cuestiones para desarrollar aquí. Algunas las hemos abordado en textos como“Lenin en el siglo XXI”,Cuestiones de estrategia, así como en nuestros balances del trotskismo y las revoluciones de posguerra: “Crítica a las revoluciones socialistas objetivas”.

Sin embargo, podemos agregar una o dos cosas generales. La clave es que al partido siempre hay que dirigirlo en el sentido contrario de su “tendencia natural”. Si el partido es muy chico y juvenil, hay que educar permanentemente contra el sectarismo. Pero si el partido está creciendo y sacando votos, la educación tiene que ir en el sentido contrario: férreamente contra la adaptación oportunista.

Nada de esto se ha hecho en el PO y tampoco el PTS. Su lógica ha sido de una autoproclamación brutal: alentar sistemáticamente la idea que “con 20 diputados” se resolverían las cosas; que el FITviene, por sí mismo, a “resolver todos los problemas” (la “teoría” sustituista del “chapulín colorado” tan presente en una de sus campañas) y cuestiones así que han educado en el oportunismo, en el sustituismo, en la lógica de secta que pierde de vista que el partido es una herramienta al servicio de las necesidades de las masas.

 

  1. Un problema de régimen

El PO parece haber quedado al borde de la ruptura. Insistimos que no nos interesa aquí meternos en su interna, ni nos alegramos por ella. Tampoco conocemos las responsabilidades históricas:el hecho que el PO haya tenido siempre rasgos burocráticos y personalistas[1].

Sí creemos que hay un elemento que es claro por lo menos en este momento de su crisis: haber dejado a Altamira, Ramal y compañía fuera del CC, por más equivocados que estén, es una aberración completa.

Muchos militantes del PO han fundamentado que esto fue así porque su “documento quedó en minoría”… Pero un dirigente histórico no sólo del PO sino del trotskismo argentino, con un balance de actividades con un montón de delirios y locuras, así como mesianismo y sectarismo hacia las demás corrientes,pero sin capitulación, no puede ser evaluado por una u otra posición táctica.

Jamás corresponde integrar al CC por posición política; al menos no sólo por posición política. Al CC se lo integra, en lo esencial, por balance de actividades. Y el balance de actividades de un dirigente histórico que no dejó nunca de militar –más allá de cualesquiera sean sus deformaciones- habla hasta cierto punto por sí mismo.

Cuando a un dirigente o grupo de dirigente se los deja fuera del CC… se abren las puertas a la ruptura. Dirigir es difícil y muchas veces una tarea ingrata y desagradable. La responsabilidad es llevar con firmeza el partido alrededor de las resoluciones tomadas.

Y las resoluciones se toman en eventos partidarios y hay que ser implacables a la hora de que el debate se resuelva, se vote, y lo votado se ejecute: si no fuera así, dejaría de ser un partido y se transformaría el partido en un club de amigos (o, lo que es peor, una charca).

Pero otra cosa es que una dirección dirige a todo el partido. Salvo problemas de principios, jamás se deja afuera del CC a ninguna “sensibilidad” del partido.

Un error semejante cometió nada menos que un enojado Lenin, que en el X Congreso del Partido Bolchevique tuvo un criterio de integración al CC por posición política, por fracciones, criterio que terminó beneficiando a Stalin en detrimento de Trotsky…

Las lecciones de la historia están ahí para ser estudiadas críticamente, que es la única manera que el marxismo y la clase obrera pueden avanzar.

Esta crisis del PO (¡que también es del FIT y de todos sus integrantes!), ojalá dé lugar a enseñanzas semejantes que nos permitan construir organizaciones revolucionarias más fuertes.

 

[1] En este sentido, honestidad obliga, la educación del morenismo parece haber sido muy distinta, al menos en lo que al personalismo se refiere.

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