“ ‘(…) cerca de 200 empleados [chinos] se trasladaron a Estados Unidos para ese proyecto. Yo les precisé que deberían tomarse medidas prácticas para demostrar los valores de trabajo duro y patriotismo del pueblo chino. En el documental podemos ver lo sobresaliente del personal chino. Les estoy muy agradecido’.
Y añadió que los trabajadores chinos pueden soportar dificultades y están muy dedicados a su trabajo. ‘Por eso hoy China es lo que es. Hay una cosa que tiene China mucho mejor que cualquier otro lugar: su ritmo uniforme, que solamente los chinos pueden mantener’.
‘Muchos estadounidenses nunca han estado en China, pero ya no tienen que viajar una gran distancia. Ellos pueden visitar la fábrica de Fuyao de los Estados Unidos. Mi intención original es demostrarle a los estadounidenses que las empresas chinas no son como los ‘campos de trabajo’ que se imaginan [sic]. En cambio, las fábricas nuestras son automatizadas y modernas’»
Reportaje a Cao Dewang, chairman de Fuyao Glass, multinacional china de parabrisas para automotores y en cuya planta en Estados Unidos se filmó American Factory. Fuente: El pueblo en línea, Beijing, 18/02/20 [1].
No tenemos ningún texto global nuevo específico alrededor de la coyuntura internacional. Sacamos dos meses atrás nuestro Manifiesto “Una primavera de los explotados y oprimidos” dándole ingreso a este nuevo ciclo de rebeldía dentro de nuestro análisis general.
Además, tuvimos la Jornada de Pensamiento Socialista a finales de septiembre donde abordamos largamente la crisis ecológica internacional, así que este informe tiene un objetivo menos ambicioso, aunque busca dar un contexto a los desarrollos en el país[2].
El informe buscará transmitir seis o siete definiciones que funcionan también como un marco en el cual se va a desarrollar lo que es el objetivo específico de este plenario, que es discutir el nuevo gobierno de Alberto Fernández y cómo se ubica el partido alrededor de esa nueva situación, y sus tareas.
Vayamos al grano.
Capitalismo voraz y rebelión popular
La primera definición: hay cambios en la coyuntura mundial y en la situación internacional, pero no hay un cambio global en las relaciones internacionales de fuerzas.
El primer elemento ordenador de la coyuntura y la situación internacional y de la dinámica de la lucha de clases en el mundo, y que atañe a la totalidad y a los principales países, sigue siendo la ofensiva capitalista mundial. Una ofensiva más dura, más agresiva, con más elementos bonapartistas y antidemocráticos que la que vivimos en el período anterior.
Esa situación de ofensiva internacional sigue siendo la característica de los países grandes, salvo quizás Francia (o España, por poner otro ejemplo, aunque es una potencia muy menor).
Las rebeliones populares son un fenómeno inmenso; vivimos una tercera y extraordinaria oleada mundial de la misma. Pero sepan que en los grandes países todavía no hay rebelión popular. Y lo que hay es una ofensiva dura, de un capitalismo más duro, más insoportable, más agresivo, más antidemocrático y más explotador (retratado muy bien en la película que ha ganado recientemente el Oscar, Parasite[3]).
Sacando a Hong Kong, el caso de China, de EEUU con Trump, Bolsonaro en Brasil, el caso de India con Modi (que es un gobierno con elementos semifascistas), Europa en general colocando en el centro el triunfo de Johnson en Gran Bretaña y el Brexit y excluyendo Francia y España, la coyuntura derechista internacional sigue presente.
Esta coyuntura tiene dos vectores: los gobiernos burgueses no retroceden fácilmente en la ofensiva antiobrera y antipopular. Están a la orden del día la contrarreforma jubilatoria, la precarización brutal de la juventud, las reformas regresivas en materia tributaria, e incluso ataques a las conquistas y libertades democráticas. Una forma de capitalismo brutal que no se vive en países como la Argentina.
Eso expresa además un elemento de menos mediación y más superexplotación, más saqueo, de un capitalismo que está en crisis pero es más duro, más agresivo que lo que se apreció en las últimas décadas, donde los índices de desigualdad de la riqueza son abismales y el criterio “meritocrático” de guerra de todos contra todos se impone en sociedades multitudinarias como China, todo el sudeste asiático, incluso Chile (algo profundamente cuestionado por la actual rebelión popular) y más allá.
Sin embargo, y este es el segundo vector, hay cambios en la coyuntura internacional porque el elemento nuevo no es la persistencia del ataque, sino el estallido en los cuatro puntos cardinales del globo (sacando los grandes países) de la rebelión popular.
Pero sólo se entiende el estallido si se entiende lo insoportables que se hacen las condiciones de vida para amplios sectores de los trabajadores y la juventud, para amplios sectores de masas[4].
Esas condiciones no se aplican exactamente igual a todas las capas de la población. Pero el motivo a veces aparentemente “anodino” del estallido (el impuesto al uso del Whatsupp en El Líbano), muestra el carácter brutal del ataque (el capitalismo no deja ni respirar ya) y, también, la latencia de reservas en la lucha de clases.
Estalla Irak, un país destruido hace veinte años por la invasión yanqui. Estalla El Líbano. Estalla Chile contra la herencia de la Constitución pinochetista. Estalla Ecuador con la población originaria por el aumento del combustible. Estalla Hong Kong contra la amenaza de perder libertades democráticas.
Este par –la ofensiva capitalista y el estallido de la rebelión- hay que manejarlo bien. En nuestro último documento mundial hablamos de “bipolaridad” en el sentido de las dos tendencias generales presentes en la lucha de clases: la ofensiva capitalista incrementada y también la tendencia a un incremento de la respuesta popular.
Varios/as compañeros/as nos cargaban diciendo que lo del bi-polo era un “invento”… Y si bien la parte de ese documento que habla de la ofensiva obviamente se ha confirmado, también se ha confirmado la bipolaridad (el elemento de polarización mundial de la lucha de clases): se ve en todo el mundo -salvo en los países más grandes- el estallido de la rebelión popular (con sus vaivenes, claro, con sus alcances pero también grandes límites, etcétera; son rebeliones no revoluciones. Volveremos).
Es importante esto que les digo no para quitarle importancia a la rebelión popular, sino para no equivocarnos. Porque la rebelión se radicaliza, y eso es extraordinario, pero los gobiernos no ceden fácilmente ni siquiera en América Latina. Piñera no renuncia y ha montado el operativo de desvío del referéndum en abril (desde ya que la situación en Chile ha cambiado radicalmente, pero muchísimo más hubiera cambiado si Piñera caía); en Ecuador también ha habido cambios profundos pero Lenin Moreno tampoco cayó; ni tampoco Duque en Colombia y además tenemos un golpe de Estado en Bolivia…
Es decir, los desarrollos no admiten una apreciación facilista aunque, sin embargo, hay vida: se expresa por todos lados esta tendencia al recomienzo de la experiencia histórica de los explotados y oprimidos, de la juventud, de las mujeres, de nuevos sectores de la clase obrera, etcétera.
En todo caso, aquí, tenemos un tercer elemento: una incipiente aunque renovada tendencia a la radicalización de los desarrollos.
Porque ojo que acá aparece la “cola” que mete la lucha de clases, que se radicaliza, no producto de la “ingenuidad” que todavía tienen los nuevos sectores que entran en acción, sino por la dureza de los de arriba (¡esa es la astucia de la cosa![5]).
No porque salga toda la juventud pintada la cara de Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo (aunque atención que hay desarrollos concretos de una juventud anticapitalista, por ejemplo, alrededor del tema ecológico, además de otros vinculados a las motivaciones concretas de las rebeliones), sino porque los gobiernos se muestran duros, pretenden no ceder[6].
Esta dialéctica modificaría la coyuntura internacional si es que los gobiernos comienzan a caer como subproducto de la acción directa de las masas. No es esto lo que está ocurriendo; las rebeliones populares en su actual grado de maduración y radicalización no terminan de lograr ese efecto (por razones de inmadurez tanto social –no centralidad del todo de la clase obrera- como política –falta de una perspectiva global anticapitalista-, amén de la falta generalizada de partido revolucionario).
Algunos gobiernos cayeron, es verdad. Pero esto ha ocurrido sobre todo en el mundo árabe, que tiene una realidad propia y donde todo es más endeble (los primeros ministros de El Líbano e Irak cayeron aunque no los presidentes).
La dinámica de la rebelión popular y de la radicalización es producto que los gobiernos no ceden fácilmente, y eso hace que esta tercera oleada de rebelión popular sea más radicalizada que las anteriores (esta es la “astucia histórica” de la dureza capitalista[7]).
Entonces, tenemos una coyuntura donde el elemento nuevo es una mayor polarización, donde los elementos de mediación, que subsisten, pierden cierta eficacia relativa y las relaciones de fuerzas tienden a forjarse más en la lucha directa entre las clases, para bien o para mal (entendiendo que estas relaciones son complejas: del tipo plaza, palacio y representación como venimos señalando en nuestros documentos).
Podemos decir que la coyuntura mundial, que habíamos dicho que estaba girada a la derecha, incorpora más elementos de polarización y choque entre las clases.
También podemos decir, desde otro punto de vista, a modo ilustrativo, que es una coyuntura de retorno de la lucha de clases. Esto es importantísimo porque crea –y recrea- las condiciones para forjar una nueva generación de luchadores y militantes.
Crea condiciones de “anormalidad”. Un escenario de experiencia política donde es difícil todavía traducir las luchas en centralidad obrera y conciencia. Pero configura una “base material” importantísima para crear un escenario de radicalización de la conciencia que, quizás, no vemos hace décadas (todavía habrá que ver la dinámica concreta de las cosas).
En síntesis, las primeras tres definiciones son que, sobre la base de una coyuntura en la cual el mundo sigue girado a la derecha, vivimos la emergencia de una primavera de los explotados y oprimidos a nivel internacional.
Plaza, palacio y representación
Esta tercera oleada de rebeliones muestra, aun si al mismo tiempo hay mediaciones, aun si después se termina reconduciendo todo –quizás inevitablemente dado el grado de maduración hasta el momento- en la democracia burguesa, una mayor presencia de la lucha de clases directa como fenómeno político[8].
Esa mayor presencia de la acción directa es un subproducto de que la ofensiva burguesa mundial es muy fuerte; no están de moda las soluciones de mediación (Alberto no es la regla, es la excepción, aunque el ajuste económico en la Argentina continúa de momento como si tal cosa).
¿Por qué están tan duros los de arriba? Vivimos en un capitalismo en crisis que amenaza con una nueva recesión internacional (se habla, incluso, de una recesión-depresión que podría ser más grave que la de 10 años atrás, que podría asemejarse a los años 30, una cuestión a verificar).
Además, hay un capitalismo con mucha inestabilidad geopolítica donde todos se tiran a que el otro pague la crisis (China vs. EEUU, la salida reaccionaria del Brexit, etcétera).
También sucede que la burguesía cree que las tiene todas consigo porque todavía vivimos la “colita” de la ola de “desaparición” del horizonte histórico de la revolución…
Pero la astucia de la cosa (¡otra vez esta palabra!) es que la revolución no vuelve de un día para el otro, mecánicamente, sin ensayos históricos y como por arte de magia renace Lenin y tomamos el poder…
La revolución es un proceso histórico, es una experiencia: hay que transitar una experiencia para hacer la revolución, no es una cosa de laboratorio.
No solamente es un acontecimiento histórico sino que es un subproducto de la experiencia de las masas, su vanguardia y sus partidos (y/o organizaciones de tipo diverso).
Y volver a recorrer la experiencia de la revolución –nunca se vuelve a recorrer la experiencia, sino, más bien, se retoma una experiencia en las nuevas condiciones lo que significa, además, un grado elevado de creatividad histórica- significa un protagonismo multiplicado de los explotados y oprimidos.
Entonces tenemos un capitalismo “duro” por razones estructurales y porque todavía parece tener la convicción de que la revolución está fuera del horizonte histórico.
Pero este elemento es muy delicado porque su propia dureza, repetimos, puede instalar la perspectiva de la revolución. Que tampoco es una abstracción. La revolución es un grado extremo de intolerancia de las condiciones de vida, siempre en relación a la contemporaneidad.
El movimiento de Norma Plá en la Argentina era un movimiento de gente jubilada (mayor de edad); el movimiento hoy contra la reforma jubilatoria en Francia, por ejemplo, es de la juventud, de todos los trabajadores y trabajadoras, no sólo de jubilados…
Porque es la juventud trabajadora que siente, al igual que con el tema ecológico, que el capitalismo le roba el futuro. ¡En Francia los ferroviarios, los docentes y los transportistas están defendiendo un régimen jubilatorio conquistado con la huelga general de 1936! (Vean el grado de profundidad de las conquistas subsistentes en determinados países con tradición como Francia).
Si ya estuvieran en esta dinámica los países más grandes, podríamos decir que la coyuntura mundial se habría dado vuelta. Pero los países grandes: EEUU, China, India, etcétera, incluida Rusia (que es un “agujero negro” donde la “masa del fondo” te atrapa y no ves perspectiva alguna[9]), estos países todavía no tienen el nivel de contestación que sí tienen los países del mundo árabe, que sí tienen Francia y Hong Kong, que sí tienen varios países de América Latina.
Tercera y cuarta definiciones. Una es que este proceso de rebelión popular es más extendido y más radical que los anteriores. Más extendido por las condiciones de vida insoportables, y más radical también por la dureza de los de arriba. ¿Cuántos presos hubo en el Argentinazo? Los compañeros más jóvenes no lo vivieron, pero duró pocos días, y no hubo prácticamente presos; hubo una treintena de muertos en los enfrentamientos.
¿Cuántos presos hay hoy en Chile? Miles. ¿Cuántos en Irak? Más miles todavía, es Irak, la barbarie. Posiblemente después de unos días quedan libres, pero en Chile hubo vejaciones, cosas heavy, no boludeces. El proceso es más duro, más extendido, y se puede cifrar su dureza en la cantidad de presos y fallecidos.
Pero además hay otro elemento que es importante entender. Como dinámica potencial, en la medida que se profundiza y haciendo un poco abstracción de las iniciativas de mediación (referéndum en Chile, por ejemplo), si el proceso se profundiza y se sostiene, si los enfrentamientos se radicalizan como es el caso de la “primera línea” en la experiencia chilena, te coloca el problema de la autodefensa (un paso revolucionario por así decirlo).
No todavía tipo “milicias obreras”, lógicamente, porque la centralidad de la clase obrera es una de las debilidades que se siguen arrastrando (sacando Francia), pero si te muelen a palos un día, dos días, varios días, es factible que si las corrientes de izquierda plantean “che, porque no nos organizamos para que no nos peguen tantos palos”, así, a nivel simple de las facultades, capaz que alguna gente diría “puede ser, por qué no” y se empiezan a dar pasos más consistentes en una radicalización de un sector (que, de cualquier manera, son sólo de una vanguardia, no hay, aún, organismos, menos que menos partidos, sigue planteado el problema de la representación política independiente de los trabajadores y mil etcéteras).
Esto es como para entender la “mecánica de la revolución”, la mecánica de la acción y la reacción, con un simple ejemplo, parcial. La lucha, además del elemento subjetivo del partido, no se sustancia entre “compartimientos estancos”; si te muelen a palos todos los días es factible que se haga más normal pensar en la autodefensa. Incluso si no hay partido; es una cosa elemental.
Entonces, semejante simultaneidad en las rebeliones populares, a pesar de las carencias subjetivas, si se sostuviera en el tiempo (aunque mediaciones igual hay, insistimos), te coloca en el umbral genérico de la revolución.
Pero hay un paso más actualmente, no sé si cualitativo, en relación a las rebeliones anteriores, que este proceso parece más extendido y eventualmente más profundo (aunque en los últimos meses quizás haya “amainado” un poco[10]).
Y acá hay una cuarta definición, que es muy importante y es bastante distinta al escenario anterior: una mayor polarización de los desarrollos. Es decir: se vive un mayor desborde por derecha y por izquierda a la mediación democrático-burguesa.
Por derecha es, quizás, más cualitativo que por izquierda todavía. Esto en la medida que hay regímenes más duros, con elementos más bonapartistas aunque todavía no sean abiertamente bonapartistas, y hay golpes de Estado, que es un elemento nuevo, como el caso boliviano.
Lo echaron a Evo Morales, capitulación y traición mediantes (y giro reaccionario de las clases medias en primer lugar, claro). Pero también como reflejo de la inmadurez del movimiento de masas en Bolivia para enfrentar una ofensiva tan dura, amén del problema de dirección.
Este elemento de mayor desborde relativo de la democracia burguesa es un elemento de fermento, aunque es relativo porque después se vuelve, no es que ya se terminó la democracia burguesa ni cosa por el estilo; pero es un elemento que coloca condiciones más radicalizadas en la lucha de clases.
Si la democracia burguesa es el ámbito por antonomasia de la mediación, de la representación por la vía institucional, de unas relaciones de fuerzas y una acción política que se hacen valer de manera algo más directa, tiene más elementos de “fermento revolucionario”.
Acá les insisto mucho, porque vivimos –¡y protagonizamos!- el Argentinazo y también el 14 y 18 de Diciembre, que este desborde alcanza para determinadas cosas, pero no alcanza para otras… Todavía es muy difícil el pasaje de la rebelión popular en revolución –política y social- lisa y llana.
Ese elemento de contestación a la democracia burguesa, que recién arranca, es un dato importante. No es una definición para pasarnos de rosca, ni para menospreciar ni por un instante las instancias de mediación y representación, ni para perder de vista que incluso en Chile están reencaminando la cosa con el referéndum, las elecciones y la Constituyente pactada.
Entre la vanguardia de masas y las “masas más lentas” (Rosemberg), sigue habiendo una brecha de importancia. La democracia burguesa “retorna” luego del desborde, por así decirlo, pero los elementos de radicalidad obligan a un criterio militante más estricto porque la “joda” se acaba un poquito, como también adelanta –eventualmente- una forja militante más real.
Quiero insistir en esto -aunque en la Argentina no esté ocurriendo en este momento- y tampoco es mecánica la conciencia política. Pero en la juventud chilena seguramente algo está fermentando.
Ojo, pueden fermentar corrientes de ultraizquierda (anarquistas y autonomistas) porque no hay partidos revolucionarios (trotskistas) y el PC es absolutamente traidor; no necesariamente van a fermentar –y eso es lo que menos fermenta espontáneamente– corrientes marxistas revolucionarias. Pero que algo fermenta, fermenta[11].
De la acción a la conciencia
Esta es una discusión un poco “loca” porque son experiencias que hemos vivido, pero cuando se generalizan internacionalmente te propone profundizar la reflexión.
La lucha de clases internacional, producto de la ofensiva capitalista y de que las condiciones de existencia se ponen más duras, plantea ese retorno de la lucha de clases.
Este es un dato. Porque estamos hablando del péndulo de la lucha y el bi-polo desde hace tiempo. Es difícil afirmarlo categóricamente, pero es como si se estuviera cruzando un umbral…
Todo esto tómenlo con muchísimas pinzas porque estamos –aparentemente- recién al comienzo de una experiencia más clásica: procesos urbanos, emergencia de la juventud, emergencia de algún sector de trabajadores, algunos elementos de organización, etcétera; esto más allá de la conciencia y los problemas de partido.
Entonces, tenemos una primera definición muy importante que es que la rebelión popular opera en un contexto de endurecimiento capitalista, y una segunda que la “revolución” (los rasgos de revolución, mejor dicho), podría no estar tan distante (sobre todo en materia de los elementos más objetivos; los subjetivos todavía no).
Un tercer elemento es que a la juventud, a los sectores de la nueva clase obrera por así decirlo, la acción le sale más fácil pero la conciencia no tanto.
Hay una “doble dialéctica”, lo digo como dificultad y también como debate estratégico. Hay una dificultad en la lógica de clase del proceso: a la clase obrera le cuesta muchísimo entrar, ponerse en el centro, porque carga sobre sus espaldas la reproducción de las condiciones de existencia (de su familia); así de simple.
Y eso hace a una conciencia muy reivindicativa. También porque hay casi cero idealidad (entre la juventud comienza a haber una idealidad anticapitalista; pero entre los trabajadores todavía no[12]). Para un joven es simpático ir a enfrentarse con los “pacos” (carabineros chilenos) todos los días, pero un/a trabajador/a ¿qué le dice a su familia? ¿te traje un casquillo de gas lacrimógeno para comer?
Uno de los límites profundos del proceso de rebelión popular es que mover a la clase obrera es mucho más difícil, porque la condición de clase trabajadora significa que tenés la responsabilidad de la reproducción de tus parientes[13].
Entonces que la clase obrera salga a luchar es mucho más difícil, sacando algunos países de excelencia como Francia, donde hay una tradición de lucha inmensa.
Pero incluso en Francia a los sectores privados les cuesta muchísimo más salir. Salen los ferroviarios, que tienen inmensa tradición y otras condiciones de legalidad, además de un “poder de fuego” enorme. Salen los del subte, aunque en París ya hay algunas líneas de subte automatizadas… Salen los docentes. Pero los/as trabajadores/as de las automotrices es más difícil que salgan. Además hay fragmentación; en Chile existe una dramática fragmentación sindical después de la derrota de los 70[14].
Pero tampoco se puede decir que la clase obrera no está saliendo para nada; hay que ver cada caso concreto. En Chile está el caso de los portuarios, por ejemplo. Y además del ya mencionado de Francia, en estos momentos se vive una histórica huelga petrolera –otro sector con tradición- ni más ni menos que en el Brasil de Bolsonaro (que por supuesto hay que ver cómo decanta).
Y después hay otra cuestión de dinámica política que es muy compleja, que es la dinámica de calle, palacio y representación política. Lo de calle y palacio ya lo entienden bien todos y ya lo tomamos más arriba; representación política –socialista- es lo que menos hay.
El movimiento de lucha, que además carece de la centralidad obrera, no tiene representación política. Y eso es un arte y es una dificultad inmensa vinculada a que no hay partidos revolucionarios o que son muy chicos, lo que al mismo tiempo es una explicación lógica, porque no puede haber partidos grandes cuando no hubo condiciones revolucionarias.
Somos partidos minoritarios. Los trabajadores te miran y dicen: “qué lindo pero qué romántico”… No sabés con qué quedarte, si con la conciencia reivindicativa del trabajador, que “no tiene ideología” (es una forma de decir, sí la tiene, es una ideología burguesa de tipo reivindicativa), que hoy cree en “Papá Nöel Fernández” y capaz mañana mismo te dice: “che, este me cagó, es una rata”, o el compañero/a ideologizado que simpatiza quizás un poco con la izquierda… pero que es posibilista, y aunque te den “galletitas” y nada de fondo, te va a justificar cualquier cosa porque “más no se puede”…
La conciencia trabajadora promedio es reivindicativa, porque es “desideologizada”, o posibilista ideologizada. Y si al compañero reivindicativo quizás hoy no le entran las balas mientras vive en sus expectativas (falsas), el posibilista se pone denso porque no le interesa la realidad…
Porque el compañero reivindicativo trabajador te dice: “nos cagaron, vamos para adelante”… Pero el posibilista se escuda siempre: “no, ni en pedo, más no se puede, es culpa de Macri”… (En fin, pongo aquí ejemplos nacionales de esto, pero las conciencias empíricas trabajadoras e ideologizadas posibilistas de cuello blanco o sectores “intelectualizados” son más o menos universales)[15].
Más problemas: en Hong Kong, la acción es divina, la conciencia es terrible. Exageramos. Nos referimos que existe una barrera tremenda o un inmenso “compartimiento estanco” para pasar de las justas reivindicaciones democráticas a las sociales (todos los analistas marxistas revolucionarios de la rebelión hongkonesa afirman esto[16]).
Porque para ellos el “comunismo” es China; no hay otro comunismo en la cabeza de la juventud que está movilizada en las calles. Y las reivindicaciones, las cinco demandas de Hong Kong, son todas políticas, progresivas, pero no hay ni una demanda social, y esto a pesar de que hay una dificultad tremenda con la vivienda, con el salario, con las condiciones de trabajo, etc. Por ejemplo, al ser juvenil parte importante del proceso, un reclamo como la vivienda sería fundamental, pero no está, no lo pusieron; los reclamos sociales aparecen como “desprestigiados” o incomprensibles…
Entonces, tenés una dialéctica muy rica en la acción y otra muy compleja en la conciencia. Muy rica en la intervención de sectores de la juventud y el movimiento de mujeres, pero todavía sin vasos comunicantes con la clase trabajadora, o con muy pocos; capaz con simpatía de la clase trabajadora (caso hongkonés en particular es muy difícil, porque la burocracia china insufla patriotismo chino anti Hong Kong[17]).
El movimiento de mujeres y la juventud “anticapitalista” (ecologista, etcétera), no tienen una dirección férrea en todo el mundo. Los trabajadores y trabajadoras están en otra totalmente distinta situación. Si están sindicalizados, tienen una férrea burocracia encima; si están desorganizados (como ocurre en todo el sur de los Estados Unidos, China en un sentido verdadero, el sudeste asiático en general, Centroamérica, etcétera), la cosa es más difícil todavía para su irrupción (por no hablar de los problemas de precarización laboral y un largo etcétera).
Pero lo apasionante de la situación es que de manera lenta, progresiva, se está entrando en el procesamiento de una experiencia revolucionaria en el siglo XXI. Estamos procesando esto hace rato porque es lento; el retorno de la revolución en el siglo XXI viene lento, pero viene, porque la lucha de clases se está profundizando y crece la acumulación de experiencias.
Volviendo un poco a la ofensiva capitalista, insistí al comienzo en el polo de derecha porque en diciembre ganó las elecciones en Gran Bretaña de manera categórica Boris Johnson, que es una rata.
Y lo retomo acá por el problema de la conciencia: ganó la elección agitando la xenofobia y el recuerdo de la clase obrera de lo que era Gran Bretaña cuando era potencia… A Corbyn, que presentó un programa reformista más clásico (no social-liberal, sino de reformas a la vieja usanza como la reestatización de los ferrocarriles, por ejemplo), lo aplastaron[18].
O sea, tenemos en el mundo un sector de la “nueva clase obrera”, por así decirlo, que mira con simpatía la rebelión popular, incluso el sector más precarizado (porque la clase obrera es más grande que nunca pero más fragmentada también). Y tenemos sectores de la vieja clase obrera –hasta generacionalmente- más atrasados que votan a la derecha, a Trump en Estados Unidos y a Johnson en Gran Bretaña[19].
Manuela Castañeira en Bolivia
La astucia del proceso es de todas maneras, repetimos, que internacionalmente la dinámica objetiva y de la lucha de clases está haciendo crecer los elementos de rebelión/revolución, y creando en algunos países coyunturas o situaciones prerrevolucionarias.
Atención: lo prerrevolucionario no es lo revolucionario; es más por la vía de lo objetivo que de lo subjetivo. Pero lo “objetivo” viene con elementos de “contacto de clase” (choques de clase), mayor de lo habitual.
De todo esto se colige que Alberto Fernández tiene un problema. El ensayo centrista de Alberto es una contradicción en el mundo (en realidad, hasta ahora, mucho de “centrista” no tiene; arrancó su gobierno con un ajuste categórico).
No se me ocurre que Alberto le ponga los puntos sobre las íes a Bolsonaro simplemente porque no existen tantas diferencias de programa con lo que se venía (Solá fue a Brasil a pedirle “tiempo” a Bolsonaro para poner en práctica el acuerdo liberalizador con la Unión Europea[20]).
Hay algunas mínimas concesiones en el marco de las rebeliones populares; pero las soluciones centristas no parecen ser la tónica de los gobiernos hoy.
No hay muchos “Albertos” y, además, el propio Alberto Fernández se está revelando como todavía más neoliberal de lo que podía pensarse (de ahí su pragmatismo).
Hay otro “Alberto” en México, Obrador, pero es otro pícaro…. Hasta donde yo entendí lo único que hizo Obrador es bajarse del Audi y manejar un Volkswagen; dar imagen popular de “austeridad”. Trump le impuso que fuera frontera para los inmigrantes y lo hace manu militari, un papel súper reaccionario.
Además hay otro problema con los reformistas, por ejemplo en relación a los giros bonapartistas o semi-bonapartistas: el reformismo vive y cae con las instituciones, no las trasciende, son su medio ambiente natural. “Bueno, hay golpe de Estado, me voy a México, me voy a la Argentina, y la próxima elección la vuelvo a ganar”… (Morales y Linera dixit o Lula mansamente yendo a la cárcel).
Es muy importante entonces que el partido no se maree y entienda esta dialéctica compleja de acción directa, palacio y representación. Porque tampoco es simplemente ir a Plaza de Mayo y enfrentarse con la policía, es muchísimo más compleja la cuestión: la sociedad, los trabajadores, ni por las tapas han superado la experiencia parlamentaria (más bien la política se procesa en estas interrelaciones que estamos señalando).
Más en la Argentina, donde la salida electoral fue recontra exitosa. Los tipos mediaron y mediaron y “hubo 2019”: todo el proceso de bronca contra Macri fue al terreno electoral.
Si tomamos el debate estratégico internacional ese debate de plaza y palacio es más “sencillo”, por así decirlo. Pero cómo adquirir mayor influencia en materia de representación política y ni hablar de construir organismos de poder alternativos al Estado y construir partido revolucionario, esas tareas son muchísimo más difíciles.
¿Cómo trazar una “diagonal” entre la coyuntura internacional y la organización de los revolucionarios? La diagonal es compleja porque ha habido un corte en la experiencia. No tenemos sentados acá a un montón de militantes de los 70 o los 80; tenemos un montón de militantes jóvenes y ultra-jóvenes, que es hermoso, es espectacular, pero que carecen de experiencia; este es un dato mundial.
Entonces la diagonal sólo se puede trazar con un enorme esfuerzo subjetivo en el medio de una experiencia objetiva, real, de la clase; no puede el partido sustituir esa experiencia colectiva (sí alentarla, claro está).
Sólo se puede forjar una corriente revolucionaria en condiciones revolucionarias. Y, además, condiciones revolucionarias que tengan determinada permanencia (esto amén que al partido, dialécticamente, ¡hay que construirlo siempre antes que estalle una revolución cual fue la lección de Lenin en su discusión con Rosa y Trotsky también!).
Porque estamos hablando de algo muy complejo desde el punto de vista histórico, que es hacer la revolución. La diagonal tiene que ser trazada en la combinación, en la “intersección” de los factores objetivos y subjetivos de la clase y del partido.
En la acumulación y el desarrollo partidario hay algunas cosas que hemos hecho muy bien y hay otras que no hemos sabido hacer. Una cosa que hicimos bien y sirve para el futuro, es no marearse, no equivocarse, no confundirse, no ser erráticos políticamente: no perder de vista nunca las coordenadas generales de la acción política.
Este elemento, aunque parezca obvio para nosotros (porque estamos acostumbrados a él sobre el trasfondo de que una mayoría de las corrientes son centristas o erráticas), es fundamental para la corriente internacional.
Por ejemplo, no hubiéramos tomado la decisión valiente, audaz pero correctísima, con todos los cuidados, de mandar una delegación a Bolivia con Manu, si no conociéramos Bolivia.
Y no es que fuimos a Bolivia por casualidad, sino porque hicimos una experiencia constructiva de años en ese país a partir de la rebelión popular en 2003; tenemos una elaboración estratégica y estamos pensando cómo volver a asentarnos definitivamente como corriente.
Estamos en pleno despliegue de la corriente en varios países: Francia, España, Brasil, Costa Rica, Honduras, planes para Chile, Bolivia como ya señalé, México, además de la Argentina, claro.
El proceso, que es mundial, coloca la urgencia de la corriente internacional.
Es extraordinario estar construyendo en varios países simultáneamente una joven corriente que empieza a ser parte de la experiencia de recomienzo histórico.
Entonces acá entra el capítulo partido y entra el capítulo corriente internacional, porque si no es todo bla, bla, bla. Todos los esfuerzos constructivos, todos los esfuerzos de formación del partido, todos los desafíos que se nos presentan, hay que ponerlos en esa perspectiva.
Tenemos una corriente todavía muy juvenil, con pocos vínculos con la clase trabajadora, pero políticamente sólida.
No hay muchas corrientes internacionales que estén sólidas, con una perspectiva estratégica madurada alrededor de una serie de años; muchas corrientes están en graves crisis, dividiéndose.
Y una de las cuestiones claves para esto, una exigencia y educación elemental, es decir las cosas como son, ser marxistas, ser objetivos con la realidad y con uno mismo, partir de la realidad tal cual es, no hacer castillos en el aire, no ser auto-proclamatorios idiotas.
Existe una anteojera que se llama objetivismo, la tenían los viejos trotskistas de la posguerra, que consiste en mirar con lente de aumento las condiciones objetivas: se hablaba de las “masas”, nunca se calificaba; algunos veían una marcha de cucarachas y decían: “mirá, es una marcha objetivamente obrera”…
Subestimaban completamente los elementos subjetivos que incluyen la estrategia, la conciencia, el programa, el partido. El objetivismo es un desequilibrio del marxismo, una vulgarización. En la posguerra llegó a ser una “enfermedad” de la mayoría de las corrientes trotskistas de peso.
El marxismo, aunque parte siempre de lo objetivo, construye una “entretela histórica” de elementos objetivos y subjetivos.
La conciencia es producto de la experiencia, de las condiciones materiales de existencia; un producto “exquisito” de la misma, es decir, elaborado, complejo, que requiere, además, la mediación del partido revolucionario.
Al mismo tiempo, el sujeto histórico, los trabajadores, los explotados y oprimidos son los que hacen la historia. Las circunstancias objetivas crean las condiciones de la lucha; pero tenés que luchar (es el cuadrilátero y son los boxeadores; ¡no existe pelea de box sólo con el cuadrilátero como creía el objetivismo!).
Por eso la construcción del partido y la corriente es una reflexión crítica sobre la herencia del marxismo y una reapropiación crítica de las tradiciones más clásicas, más profundas del marxismo revolucionario.
Parece sencillo, pero en materia de análisis y de política le quitamos un poco de “fuelle” al análisis “especulativo” –por así decirlo, abstracto- y le metemos más fuelle a la acción; le quitamos anteojeras al análisis “objetivista” y le metemos fuerza al desarrollo de los elementos subjetivos: conciencia y organización; construcción del partido revolucionario.
Porque el objetivismo va acompañado de fatalismo, y quizás no comprende la tonelada de esfuerzos subjetivos que se necesitan para construir un partido y una corriente revolucionaria.
[1] Dejemos anotado que aunque el documental American Factory está financiado por los esposos Obama (hay que mostrarse progre sobre todo cuando entre la burguesía yanqui hay consenso antichino, la directora del documental, Julia Reichert, tuvo militancia trotskista en la izquierda norteamericana).
[2] Es decir, en este informe no abordamos las cuestiones ecológicas, las que para un panorama mundial acabado son fundamentales hoy.
[3] Está claro que esta cita la agregamos al momento de editar este informe para publicarlo en nuestra actual edición del periódico.
[4] Suena paradójico pero los Oscar a películas como Parasite o mismo el Guasón, son un claro reflejo de esto aunque sea un reflejo hollywoodense. Incluso el premio logrado por el extraordinario documental American Factory va en el mismo sentido aunque acá, atención, el “estudio comparado” de dos clases obreras como la norteamericana (con enormes conquistas a pesar de los retrocesos y las derrotas) y la china (sometida a los criterios confucianos y paternalistas que jamás lograron sacarse de encima y que explotaron –y explotan- tanto la burocracia del PCCH como los capitales imperialistas), ya coloca un sujeto a diferencia de las dos películas citadas en primer lugar (cuya denuncia del sistema es profunda pero no presentan salida alguna).
[5] Astucia en el sentido no de que la historia tenga un designio per se, abstracto o inmanente, sino por el simple hecho material que el capitalismo ultra agresivo que conocemos hoy no actúa sobre un cuerpo inerte sino sobre una población mundial proletarizada como nunca, que de una u otra manera encuentra los mil y un canales para reaccionar y comenzar a hacer una experiencia de lucha, organización e, incluso, política, aunque todos estos términos estén muy desigualmente desarrollados.
[6] La presión de la dureza viene, básicamente, de lo que significa hoy el mercado mundial en términos de competencia globalizada entre empresas y Estados también. La competencia capitalista es hoy quizás más feroz que nunca o igualmente feroz que en los momentos más álgidos del siglo pasado, incluso si a nivel de las relaciones entre Estados subsisten, al menos de momento, muchas más mediaciones.
[7] Es lo que economistas reformistas como Piketty vienen alertando desde sus obras, que no dejan de ser parte del mainstrem del sistema.
[8] Insistimos, de todas maneras, para que nadie se confunda, que la “matriz” de los desarrollos, sigue colocada en una combinación compleja de acción directa, instituciones parlamentarias y dura lucha por la representación política amén del problema social estratégico de falta de centralidad de la clase trabajadora, salvo en casos como la lucha contra la ley jubilatoria en Francia, o actualmente el paro petrolero en Brasil (atención que este es un dato, de todos modos, importantísimo en el Brasil de Bolsonaro), etcétera.
[9] Los observadores marxistas más agudos de dicho país señalan que, no casualmente, la vida social está totalmente privatizada. Es decir, no existe, en realidad, un concepto amplio de vida social, lo que no es casual dado lo bastardeada que quedó (por decir algo que no alcanza a la magnitud real de la cosa) la experiencia revolucionaria.
[10] Por últimos meses nos referimos a esta versión editada al día de cierre de este periódico.
[11] Está claro que las definiciones generales colocadas aquí no refieren a un abordaje crítico de la real situación chilena, cuestión que dejaremos para nuestra reunión internacional próxima a ocurrir a finales de este mes, así como vinculado a los planes que tenemos para el desembarco de nuestra corriente en el país hermano.
[12] Por “idealidad” nos referimos a una suerte de “horizonte de expectativas”, que el cambio de condiciones de existencia es posible; más profundamente sería el retorno y/o la resignificación de una conciencia anticapitalista y socialista en este nuevo siglo.
[13] El concepto mismo de la fuerza de trabajo incorpora la reproducción de la fuerza de trabajo del propio trabajador y eventualmente la familia que tiene a cargo.
[14] Hay 6 o 7 o más sindicatos por lugar de trabajo…
[15] Atención que por “universal” entendemos sólo Occidente, no Oriente que es verdaderamente un mundo aparte.
[16] Existen artículos muy interesantes del proceso hongkonés bajo la pluma de Au Loong Yu, así como en el sitio trotskista australiano Links. También es verdad que por el desprestigio del “comunismo” chino y el autoritarismo del PCCH circulan en Hong Kong corrientes de extrema derecha aunque no son lo dominante.
[17] Las corrientes del trotskismo que siguen negándose a sacar cualquier balance crítico de la experiencia de la posguerra sólo pueden ser tildadas de provincianismo. Esa incapacidad para la amplitud de miras para una lucha de clases mundial que se enriquece y se amplía seguramente no podrá conducir a buenas perspectivas estratégicas.
[18] Claro que el efecto se multiplicó por las trampas del sistema electoral uninominal inglés (por un voto el partido que gana el distrito se lleva toda la representación) aunque de todos modos en el voto popular la diferencia entre los conservadores y los laboristas fue de 10 puntos.
[19] Lo del triunfo del Brexit en Gran Bretaña es grave aunque simultáneamente alimenta las tendencias a la explosión del Reino Unido por las tendencias separatistas en Escocia y las tendencias a la unificación nacional en Irlanda. Pero, de cualquier manera, esto último no anula lo anterior: que un sector de la clase trabajadora haya sido ganado para la conciencia nacional imperialista retrógrada.
[20] El programa de Bolsonaro y Guedes es ultraliberal; el de Alberto Fernández eventualmente más mediado. Pero no mucho más mediado que el del propio Macri, aunque recién comienza su gestión y todo depende de cómo salga la negociación de la deuda.