El año anterior habíamos “degustado” algunas pastillas socialistas, en donde en breves párrafos recordábamos aspectos importantes de nuestros clásicos. Marx, Lenin, Trotsky, Rosa y Gramsci fueron algunos de ellos. Siendo conscientes que no puede estar allí un desarrollo acabado que requeriría de una mayor exposición, sí nos parecía que además de incentivar su lectura, podíamos hallar en ellos apreciaciones más que valiosas.
Hay bastante consenso entre estudiosos del marxismo, en señalar que ya fallecido Marx, su compañero (al igual que él, prolíficos cultores del “arte epistolar”) redacta una serie de cartas a integrantes de la socialdemocracia alemana, dirigentes obreros, científicos o simplemente amigos y compañeros en donde pone el acento en aspectos metodológicos de gran valía. En 1890 le escribe una extensa misiva a un rabino de ascendencia polaca, Joseph Bloch, que había llegado a ocupar un cargo parlamentario por el socialismo, en la cual hallamos este fragmento:
El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. Pero, tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y ya no había posibilidad de error. Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» porque también de este lado han salido las basuras más asombrosas.
Advertencia: no leemos alemán con lo cual, estamos con una traducción, en este caso de la vieja Editorial Cartago, que utiliza un término un tanto fuerte hacia el final de la cita pero que consideramos bastante fiel. Breve contexto: el marxismo, corriente minoritaria aún en el movimiento obrero, empezaba a cobrar ascendencia en diversos partidos socialistas europeos, como el alemán, el francés y el polaco, pero así también comienza a presentar disputas en su interior no sólo en relación a la actividad política sino en sus concepciones teóricas “marxistas”. La carta toma este eje como uno de sus centros nodales. Nos permitiremos dividirla en cinco breves comentarios.
El primero de ellos, el comienzo de la cita encontramos como la admisión de una “autoculpa”: El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Desde sus primeros trabajos como así también sus inicios en la militancia revolucionaria, Marx y Engels combatieron visiones idealistas que se habían convertido en verdadero “sentido común” y debieron correctamente poner el acento en lo que esta visión descuidaba: la economía política, el desvelamiento de la estructura social del país a estudiar. Como solía decir Lenin “es posible que esa necesaria tarea nos hiciera torcer demasiado la vara en dicha dirección”, que es lo que el compañero de Marx le confiesa a Bloch. Muchos “marxistas” absolutizan el plano económico y de esa manera reducen toda la explicación a ese “factor”, cayendo en unilateralidades que se plasman luego en la actuación política diaria.
Ese “error” que admite Engels es producto de que: Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. La interacción de los diversos componentes de una totalidad social se resienten al enfatizar “el principio cardinal” de poner a la luz el ámbito económico y la estructura social.
Prestemos atención a lo que sigue: Pero, tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y ya no había posibilidad de error. Ese “pero” es clave. Pues lo que se señala allí es que cuando la teoría muchas veces “abstracta” se volcaba a un análisis histórico específico (y hay aquí verdaderos trabajos excepcionales como los referidos a la revolución francesa de 1848, como así a la Comuna de 1871 por citar los más extensos) esa primacía absoluta de lo “económico” interactuaba con otros elementos que a la vez, podrían modificarla. La lucha de clases cumple allí un rol decisivo y la actuación de las diversas corrientes (partidos del orden y revolucionarios) como así también las mentalidades y hasta el papel de los grandes (o pequeños) hombres, guardan cierta autonomía relativa con su “centro” nodal. La sinceridad de Engels en reconocer aquel “error” lo lleva también a admitir que aquí esa falencia es subsanada.
Acercándonos al final, leemos:
Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. Retoma lo del principio cuando hacía referencia a “los discípulos” y en este caso hace una comprobación que no le cae mucho en gracia. Señala que al pensar que manejando la idea de que “en última instancia” lo económico condiciona y determina en cierta manera la totalidad, esa tesis fundamental se asimila unilateralmente y obviamente cayendo en una grosera caricatura. Cuando la burguesía ya en aquel entonces denostaba a los socialistas por economicistas, corriente que no tiene en cuenta lo espiritual, las ideas, la conciencia, etc, estaban polemizando en verdad con lo que Engels llamaba discípulos o nuevos marxistas. Y remata con un fuerte dejo de fastidio: De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» porque también de este lado han salido las basuras más asombrosas.
Casi que no requiere aclaración alguna. Sí una advertencia no menor, por lo que ocurrirá en el siglo XX. La emergencia de los estados burocráticos y el stalinismo en todas sus variantes, NO fueron una tergiversación teórica del marxismo. No es que Stalin “leyó” mal los textos, sino que fueron consecuencia de factores objetivos y materiales. Sin embargo es enteramente CIERTO que necesitaron de una envoltura ideológica “marxista leninista”, tosca, chata, que poseyó todos vicios y a las que Engels no dudaba en tachar de basuras. Y desgraciadamente también tuvo su aparición en grupos y corrientes que se decían trotskistas.
Una revolución que de el poder efectivo a los productores libremente asociados, terminará también con este tipo de marxismo “teórico” que como supo decir Engels en otra de sus cartas, reemplazará a estos “socialistas” que no se enteraron que existe la dialéctica. De todas maneras, no debemos esperar a que esa transformación ocurra sino que en la formación y preparación de nuestros partidos y corriente no debemos pergeñar tales errores y tales “discípulos”.