“(…) lo habitual entre las corrientes de vanguardia sin peso de masas es una construcción que se lleva a cabo a expensas del otro. Los ‘espacios’ se crean porque una corriente se ‘cae’ y otra que viene acumulando de manera progresiva lo ocupa. Se trata de una suerte de ‘ley de selección natural política’, de supervivencia del más apto (…) una ley materialista que rige la vida de las corrientes revolucionarias: se deben calificar unas contra otras; la que tiene más capacidad y es sobreviviente en un medio hostil, se construye: esa es la ley”.

Roberto Sáenz, “Lenin en el siglo veintiuno” [1]

 

Primera parte de este documento Ante el nuevo gobierno “fernandista”

Continuamos aquí el documento cuya primera parte apareció dos ediciones atrás de nuestro periódico. En este apartado nos dedicaremos al balance de la izquierda en el último año y a las tareas que la misma-y nuestro partido como parte de ella- tienen por delante en el próximo período; un período que estará marcado por la asunción del nuevo gobierno de Alberto Fernández.

 

  1. El balance de la izquierda

Vayamos al rol que le corresponde a la izquierda en los desarrollos que vienen. Del resultado electoral del FITU en octubre se evidencia un fuerte retroceso. Otra historia fue el resultado en las PASO, donde la suma del FITU y nuestro partido fue más digna, totalizando algo en torno a los 900.000 votos (720.000 Del Caño y 180.000 Castañeira), una cifra total aproximada a la de las anteriores presidenciales (2015)[2].

Si las elecciones del 27/10 tuvieron aires de balotaje, los guarismos de agosto fueron similares, al menos respecto del voto opositor a Macri con Fernández obteniendo el mismo porcentaje que en las generales: el 48%(una cifra que dificultó romper el piso a nuestro partido).

Así las cosas, la explicación de la baja votación a Del Caño, 550.000 votos, la peor de dicho frente desde el 2011, no puede ser ubicada sólo como subproducto de la polarización (polarización ya presente en agosto) y el desplazamiento a derecha de la elección, sino también en la pobre campaña electoral del propio FITU[3].

Presentemos algunos elementos de balance como “ejercicio de comparación” entre dicho frente y nuestro partido. El Nuevo MAS postuló una compañera mujer, Manuela Castañeira, esto como “diálogo” y tributo a uno de los principales movimientos de lucha en el país en el último período; fue la única precandidata mujer con el impacto consabido.

El PTS los grupos que le hicieron seguidismo, a Del Caño, esto en razón de criterios electoralistas: “medía bien”; una cuestión que finalmente no se corroboró electoralmente.

A nuestro modo de ver, esto debilitó la candidatura de la izquierda y es un elemento de balance subjetivo; no todo se debió a la polarización[4].

Planteamos una interna abierta de la izquierda que la hubiera fortalecido de conjunto; el FITU se negó. Aunque sólo gráficamente podamos apoyarnos en una suerte de “historia contrafáctica”, es muy probable que con una expresión unificada entre el FITU y nuestro partido, la elección hubiera sido más digna (nuevamente, no todo se debió a la polarización).

Nuestro partido hizo una campaña general anticapitalista. El FITU centró el eje en la deuda externa, algo correcto pero que se quedó a mitad de camino, amén que la campaña de Fernández también meneó, demagógicamente, el tema.

Es decir: la diferenciación con el albertismo no fue la suficiente. El FITU careció en su campaña de un planteo general, tal cual se puede apreciar en el texto de balance publicado por el PTS, que presenta una suma de reivindicaciones y no un planteo general. Planteo general que en nuestro caso, repetimos, se ordenó alrededor del cuestionamiento anticapitalista[5].

Para colmo, y perdiendo los parámetros de independencia política, el FITU votó en septiembre la emergencia alimentaria como parte de una escenificación de unidad nacional burguesa, un escenario en el cual en ningún caso puede caer la izquierda, sino quiere perder su lugar de oposición intransigente a todas las fuerzas del sistema: “El hecho que divide a la política socialista de la política burguesa es que los socialistas se oponen a todo el orden existente y deben actuar en el parlamento burgués fundamentalmente en calidad de oposición. La actividad socialista en el parlamento cumple su objetivo más importante, la educación de la clase obrera (Rosa Luxemburgo, “La crisis socialista en Francia”, citado en Cuestiones de estrategia, página51).

Además, por dos debates presidenciales consecutivos Del Caño se mostró demasiado “integrado” al juego político; no alertó ni educó alrededor del pacto social que viene (una palabra que pareció prohibida en su vocabulario).

Grave fue, por lo demás, la campaña del corte de boleta alentada desde el propio debate presidencial. El PTS,que lo negó en la polémica en las redes sociales, ahora reconoce que tuvo esa orientación escudándose en que “no afectó los principios”…

En síntesis: Del Caño mismo conspiró contra la fórmula presidencial del FITU sacrificando los objetivos políticos de independencia de clase a cambio de eventuales ganancias tácticas (un diputado más, algo muy importante pero que debe subordinarse a las perspectivas estratégicas, no ir en detrimento de ellas).

La suma de estos elementos conspiraron para una lucha consecuente contra la polarización y desmienten que los resultados se deban a razones puramente “objetivas”.

Por lo demás, mientras que el FITU expresó un retroceso electoral, nuestro partido, yendo en soledad, contra un frente de 4 partidos y mucho más presupuesto y aparato, aumentó su performance en casi 100.000 votos(otro elemento que desmiente la explicación“objetivista”[6]).

La suma de cierto retroceso sindical de la izquierda en los últimos años,más la baja performance electoral del FITU (que, en términos objetivos, nuestro partido no alcanza a compensar), muestran un cierto retroceso de la izquierda.Y esto ocurre justo en momentos que asume un nuevo gobierno, lo que agrava las cosas.

Tampoco sirve el atajo sectario de encerrarse en sí mismos–¡a modo de vergonzosa justificación!- considerando que el voto a Macri y a Fernández son “iguales”…

Es decir, igualarlos sin percibir los elementos progresivos del voto castigo.Esto más allá de la gestión conservadora que pondrá en pie Fernández.

Porque es un error político no ver la salida electoral de Cambiemos como efecto distorsionado de las Jornadas de diciembre; desconsiderar que si las expectativas creadas no tienen bases reales, pueden ser otro tanto elemento potencial de conflicto. El presentar un relato que escinde mecánicamente las Jornadas de diciembre con el resultado electoral, desarma en materia de lo que puede venir[7].

Este sectarismo hacia los de abajo se combina con una dinámica de creciente oportunismo, privilegiando al MST, la fuerza más oportunista de la izquierda,fuerza que no le sumó nada visible.

La unidad por la unidad misma no es lo que necesita la izquierda. Lo que necesita es avanzar en la superación de la mera cooperativa electoral dejando de lado criterios de falso “hegemonismo”, amén de tener cuidado con los elementos de adaptación. Adaptación que tuvo ya varios momentos de gravedad como la ya mencionada votación de la emergencia económica, pero también la negativa a movilizar en vísperas electorales del 2017 cuando apareció el cuerpo de Santiago Maldonado o el haberse negado a cuestionar la continuidad de Macri en 2018.

Detengámonos un minuto en este último hecho. Es común en el PTS cierta lógica que establece una separación mecánica entre las rebeliones de hoy y las revoluciones de mañana. También una idea de la formación del partido como si fuera un operativo de probeta en un laboratorio ajeno a la experiencia en la realidad[8].

Una serie de rasgos de secta que revierten en oportunismo político. El PTS explica los pocos votos por la polarización electoral. Pero se olvida que dicha polarización hubiera sido mucho menor si Macri hubiera caído.

Es evidente que, en ese escenario, todo el espectro político y electoral se hubiera corrido hacia la izquierda. La candidatura de Fernández (o cualquier otro dirigente K) hubiera sido menos conservadora y los votos de la izquierda mayores.

Eventualmente, tampoco existiría el 40% que obtuvo Macri, así como otra serie de consecuencias de haberse desatado la rebelión que la burocracia se encargó de contener en los peores días de las sucesivas corridas contra el peso.

Por lo demás, se trasmite la idea que el partido se pudiera forjar en abstracción de las condiciones concretas. Pero en las circunstancias históricas dadas, Octubre de 1917 no hubiera existido sin Febrero del mismo año y tampoco sin la revolución del 1905, su “ensayo general”[9].

Es evidente que no es igual si un presidente es barrido por la movilización, que si esto no ocurre. Porque, además, y aunque no exista reemplazante revolucionario a mano de momento, es claro que una movilización revolucionaria de masas que barre a un presidente burgués, mejora las condiciones para construir el partido revolucionario.

La “teorización” oportunista del PTS y el PO (que le hace de “perrito faldero”) para negarse a levantar algún postulado que cuestionara la continuidad del Macri, fue el más grave error oportunista de la izquierda de los últimos años.

Sin estos elementos, el balance del FITU carece de los atributos de un balance real, que debe sopesar tanto los aciertos como los errores.

La necesidad de este balance se multiplica porque cuando se obtienen representaciones se está un escalón más arriba; se asume –guste o no- una responsabilidad frente a amplios sectores. Y si esas responsabilidades no son reconocidas (un comportamiento irresponsable que busca disfrutar de todas las ganancias pero deniega las obligaciones que suponen), lo que sobreviene es un desgaste, una cierta desmoralización, un retroceso por expectativas –reales y exageradas también- no cumplidas.

Un balance honesto permitiría cerrar esta brecha; un balance deshonesto no es más que una fuga hacia adelante que asegura nuevas crisis.

La dinámica de nuestro partido es la opuesta. Sin que perdamos las proporciones de las cosas, sin que hayamos logrado quebrar de momento el piso proscriptivo, con la campaña que realizamos y la proporción de 4 a 1 en los votos con el FITU midiendo la elección de agosto, nuestra organización está sólida políticamente y en ascenso constructivamente.

Nuestro partido se siente legitimado por no haber aceptado los criterios de mera cooperativa electoral. Y creemos que estamos prestigiados ante vastos sectores, tanto de la vanguardia y de la izquierda como más amplios de franjas masas –sobre todo simpatizantes K- alrededor de la figura de nuestra compañera Manuela Castañeira(y también de Las Rojas, de nuestro partido como tal, nuestra juventud, etcétera).

Nada de esto quiere decir que lo que viene para la izquierda será fácil. Con un peso electoral relativamente importante entre la juventud, con peso político y organizativo real entre el estudiantado y el movimiento de mujeres (con proporciones variables entre nuestro partido y el FITU), en general, el peso de la izquierda entre los trabajadores –electoralmente y ni hablar en el terreno orgánico- es mucho más desigual.

Como digresión, nos viene muy bien para establecer criterios–salvando, claro está, las siderales distancias- una cita de Trotsky respecto del Partido Comunista Francés de comienzos de los años 20: “Si tenemos en cuenta que el Partido Comunista tiene 130.000 miembros mientras que los socialistas son 30.000, entonces es evidente el éxito enorme del comunismo en Francia. Pero si ponemos en relación estas cifras con la fuerza numérica de la clase obrera en sí, la existencia de sindicatos reformistas y tendencias anticomunistas en los sindicatos revolucionarios, entonces la cuestión de la hegemonía del Partido Comunista en el movimiento obrero se nos presenta como una cuestión compleja que está lejos de ser resuelta por nuestra preponderancia numérica sobre los disidentes (socialistas)”. (Introducción a Cinco años de la Internacional Comunista, citado en Cuestiones de estrategia, Roberto Sáenz, página 82)[10].

Retornemos a nuestro desarrollo. En los últimos años la izquierda recibió fuertes golpes como en Gestamp y Lear. También conquistas como la recuperación del Neumático. Pero esto último ocurrió en condiciones de reabsorción de los elementos de mayor radicalidad expresados en la pelea contra la burocracia Violeta en el 2008.

Sin embargo, más allá del trabajo público y clandestino que cada organización tiene en el movimiento obrero, las relaciones de fuerzas con la burocracia, el PJ y los K, son extremadamente desiguales: ellos dirigen la masa de los trabajadores; nosotros porciones variables de la vanguardia.

Relaciones de fuerzas que serán importantes para lo que viene. Porque la burocracia intentará enchalecar a los trabajadores y trabajadoras en el pacto social y una de las tareas principales que se nos planteará en el próximo período será, precisamente, romper el chaleco de fuerza que intentarán ponerle a sus reclamos.

El balance más pormenorizado de nuestro partido lo veremos en un próximo punto (además se presentará un texto específico que se publicará sólo para la militancia).

En cualquier caso, queremos dejar sentada, desde ahora, la caracterización que dentro del marco de un cierto debilitamiento de la izquierda en su conjunto estamos viviendo, paradójicamente,un fortalecimiento relativo de nuestro partido; fortalecimiento del cual hace parte el balance de este año electoral[11].

 

  1. La crisis del Partido Obrero

No podemos dejar de abordar en este texto la crisis dramática que está viviendo el PO. En la medida que las corrientes de izquierda somos corrientes en competencia, la crisis del Partido Obrero deja un espacio a ocupar.

Corresponde, entonces, una somera reflexión acerca de la naturaleza y significado de esta crisis. Hemos escrito ya otros textos al respecto pero es útil volver aquí sobre esta temática.

Ninguno de los dos sectores en que se ha fracturado el PO ha adelantado elementos de balance de la crisis. La misma alude a cuestiones de varios órdenes; en primer lugar, las más de fondo vinculadas a la carencia de cualquier balance serio de la lucha de clases en el último siglo. Algo de esto pareció atisbar -si bien erráticamente- Altamira en el debate sobre Cuba, pero la cuestión no fue más allá de una serie de intervenciones luego “cajoneadas”.

Sin embargo, lo que nos interesa aquí es abordar un aspecto más concreto de su crisis: las presiones del régimen burgués sobre las organizaciones revolucionarias.

En otro texto hemos señalado que nuestra relación con las instituciones del régimen es “contradictoria”. Tácticamente debemos valernos de ellas para alcanzar mayor influencia entre las masas. La organización que no hiciera esta tarea, estaría condenada a la marginalidad.

Sin embargo, el desafío es cómo llevar adelante este objetivo sin poner en riesgo nuestras perspectivas estratégicas. El arte de resolver esto revolucionariamente es un desafío que no muchas organizaciones han logrado superar de manera satisfactoria.

Aquí no valen ni el atajo oportunista ni tampoco el refugio sectario; valen los criterios revolucionarios que no mezclan lo táctico y lo estratégico, que no renuncian a las posibilidades que nos ofrece el régimen político (por ejemplo, en materia de representación parlamentaria y medios de comunicación), pero sin perder de vista nunca nuestras perspectivas estratégicas.

Adosado a esto están aquellos elementos materiales que facilitan la estructuración de un partido más grande, pero que también nos somete a presiones, por ejemplo, los cargos rentados.

Cuando obtenemos parlamentarios, cargos sindicales o cargos estudiantiles, así como cuando administramos grandes movimientos sociales, hay cargos y plata de por medio.

Se trata, en general, de elementos facilitadores para poner en pie un partido revolucionario; elementos facilitadores a los cuales sólo una secta podría negarse.

Sin embargo, atención: todo “aparato” tiende a desarrollar “intereses propios”. Se crean una serie de obligaciones materiales (y políticas) a las cuales es muy difícil renunciar una vez que estas relaciones han sido establecidas.

Y es síntoma de madurez partidaria saber manejarlas; saber “administrar” satisfactoriamente las potencialidades pero también peligros que entraña la representación tanto parlamentaria como de las organizaciones de masas.

La marginalidad de la izquierda presiona a que cuando se tienen conquistas, se trate muchas veces de mantenerlas a “como dé”. Sin embargo, cuando las condiciones políticas de dichas conquistas se agotan, un criterio puramente “defensivo” puede ser peligroso;el sostenimiento del “aparato” ponerse por encima de las tareas políticas.

Por ejemplo, sostener la FUBA a como dé, distorsionando los criterios principistas, aun si las condiciones políticas que dieron origen a esa conquista se han agotado.

El proceso inercial que vive el PO tiene larga data. Eso no quita que la versión de la “tendencia” luzca como una suerte de “izquierdismo desbocado” con cero reflexión acerca de cómo se llegó a la crisis; cero balance autocrítico [12].

La entrega “sin disparar un solo tiro” de la gráfica AGR, el comportamiento del PO en la jornada del 14 de diciembre, el sindicalismo acendrado en el manejo del SUTNA, el renovado giro a desocupados como “tabla de salvación”, su renuncia a pelearle la hegemonía al PTS en el FITU porque “Del Caño mide mejor”, etcétera, habla de un proceso inercial de adaptación, proceso que se hace valer de manera insensible.

Es decir: se cambian los carriles de la construcción–del privilegio a la acción directa a anteponer cuestiones tácticas a las estratégicas- sin que el partido se dé cuenta.

Poco parece haber aprendido el PO no solamente del balance del último siglo (socialdemocratización y estalinización del movimiento obrero incluidas) sino, incluso, de manera más menuda,sobre la crisis del Viejo MAS[13].

El salto a partido con influencia de masas es un desafío muy difícil. Y más aún en condiciones no revolucionarias, cuando amplias porciones de los trabajadores no tienen atisbos de conciencia anticapitalista. De ahí que ampliación del partido y radicalización de la vanguardia tengan una relación dialéctica a la cual hay que atender (sin sectarismo pero evitando construir castillos en el aire).

Ninguna corriente está inmunizada de estas presiones; tampoco el atajo sectario es opción:significaría vegetar como secta toda la vida. No se puede decir “gracias, no fumo” a los desafíos (y peligros) que nos plantea el salto constructivo partidario, el llegar a más amplios sectores, el salir de la marginalidad política.

Sin embargo, en todo caso, criterios equilibrados que no anuncien todos los días el “desplome del peronismo”, “crisis renovadas a la vuelta de la esquina” y/o “ascensos de la izquierda” puramente electorales (estilo Altamira años atrás o la autoproclamación petesiana hoy), permitirían evitar perder las proporciones de las cosas.

La autoproclamación es malísima para enfrentar estas presiones; enceguece y deja al partido sin defensas (sin faroles en una noche cerrada) para enfrentar los problemas que plantea el salto a un partido de mayor envergadura. El salto a una mayor influencia requiere evitar la palabrería sectaria así como el atajo oportunista.

 

3.La disputa de la vanguardia y la representación de la izquierda

Desde el 2011 nuestro partido se vio obligado a abrirse paso por fuera del FIT. El  PTS y el PO pasaron un acuerdo uno de cuyos objetivos fue intentar subyugar nuestra organización al servicio de su construcción.

Este criterio se mantuvo en la negociación de este año, donde el PTS tuvo una orientación ultimatista poniendo por encima de nosotros la fallida negociación con Zamora y su acuerdo pampa con el MST, la organización más desprestigiada de la izquierda, como ya hemos dicho.

No se trató de un problema de “cargos”, como mentirosamente afirman ellos (argumento que ni el PTS ni el PO se creen), sino, simplemente, que alrededor de lo que conquista cada partido lo que se expresa es el derecho a existir y competir de dicha organización.

En una campaña electoral “pasar a la clandestinidad” la principal figura partidaria significa, lisa y llanamente, bajar las banderas del partido como tal. Un planteo ultimatista es el que pretende precisamente eso: negar a la otra organización su derecho a existir.

Desde ya que nos negamos a eso y por razones bien fundadas que se expresaron en la política y el resultado electoral; en las proporciones entre el FITU y el Nuevo MAS, las más reducidas desde el 2011.

Desde el 2013 el FIT obtuvo parlamentarios y por un momento monopolizó la representación de la izquierda (el FITU no logró este año ninguna representación nacional).

Sin embargo, los “castillos” construidos en el aire, la pérdida de proporciones en la autoevaluación, la pérdida de criterio orgánico en la construcción, la manutención del FIT y el FITU bajo criterios de cooperativa electoral, los elementos de adaptación a las reglas de juego del sistema, han llevado no solamente a una crisis dramática en el Partido Obrero; también a un proceso inercial en el FITU que ha retrocedido en esta elección.

En comparación, nuestro partido llegó a estas instancias con un curso ascendente; dificultoso pero cada vez más ascendente. Por fuera del FITU no obtuvimos parlamentarios y nos aguantamos un frente de 4 organizaciones que militan en contra nuestro.

Y, sin embargo, tanto desde el punto de vista político como constructivo en materia de extensión nacional, construcción juvenil, movimiento de mujeres e incipiente desarrollo entre los trabajadores y trabajadoras, así como de la instalación de una figura nacional reconocida (¡entre las dos o tres más importantes de la izquierda!), nuestro partido está más fuerte que nunca.

Nuestro déficit: seguimos siendo una organización extremadamente juvenil, insuficientemente orgánica entre los trabajadores. Un rasgo común al conjunto de la izquierda pero que en nuestro caso se agrava debido a que el Nuevo MAS es realmente un partido nuevo, razón por la cual -atendiendo a las actuales condiciones históricas- dificulta expresar una acumulación generacional partidaria en el sector.

Aun así, el retroceso del FITU este último año y el curso ascendente de nuestro partido,ha dejado en disputa -en cierto modo- la representación de la izquierda. El FITU ya no detenta el monopolio de representación de la misma, que comienza a estar repartida con nuestro partido en varios terrenos (a comenzar por las figuras políticas, pero no sólo en ese).

En la minuta de partido profundizaremos en la evaluación de la construcción partidaria. Aquí queremos subrayar algo que nos parece evidente: nuestro partido se ha venido prestigiando. Está siendo visualizado por cada vez más amplios sectores y se muestra cada vez más competitivo en materia de solidez política, de figuras partidarias y de “representación” electoral, entre la juventud estudiantil, en el movimiento de mujeres, en materia de extensión nacional e, incluso, en inserción entre los trabajadores, aun con las limitaciones que señalamos arriba.

Dada la división del PO y el desarrollo inercial del propio FITU y del PTS, es difícil hacer una evaluación precisa en materia de “tabla de posiciones” en la izquierda. IS es una organización muy residual y el MST tiene elementos de oportunismo orgánico.

Así las cosas, en razón de criterios de consistencia política y de trayectoria y construcción militante orgánica (no dependiente de movimientos sociales que implican mezcla de criterios constructivos), nuestro partido está acercándose a pegar un salto cualitativo en materia de su activo militante; salto cualitativo que podría colocarlo entre las primeras organizaciones de la izquierda de nuestro país[14].

En las perspectivas de conquistar el salto partidario que ya estamos recorriendo, nuestra orientación debe ser doble. Por un lado, aferrarse a todo lo conquistado este año en materia de figuras políticas, intervención en los medios, redes sociales, portal, etcétera.

Todo lo que tiene que ver con la ampliación del público al cual nos dirigimos y que incluye tanto simpatizantes de la izquierda como, más en general, muchos y muchas que nos miran con simpatía desde el kirchnerismo.

Un terreno que expresa la transición hacia un partido más grande. Un partido que ha salido a disputar la representación de la izquierda. Una disputa que no es sólo para el “año electoral”, sino para todos los días.Y, sobre todo, en oportunidad de grandes choques de clase como los que podrían venirse a mediano plazo.

Simultáneamente, y este es el segundo carril de nuestra construcción, tenemos una oportunidad inmensa para el trabajo orgánico partidario. Trabajo que, por otra parte, es una obligación en cualquier estadio constructivo en el cual nos encontremos.

El PO está en crisis; está dejando un gran vacío en este sentido. Y el PTS parece negarse a desarrollar un trabajo sistemático en este terreno[15].

Así las cosas, por razones tanto estratégicas como coyunturales (el “vacío” creado por la crisis del PO), se ha abierto una inmensa oportunidad para que el partido y su militancia realicen un trabajo “hombre a hombre” con el periódico, un trabajo amplio y audaz en el seno de la vanguardia.

En esto ratificamos el acierto de haber definido combinar el portal y el periódico en papel. Para llegar a sectores más amplios los medios, las redes y el portal son centrales. Paralelamente, sería un crimen abandonar el trabajo sistemático con el periódico que permite otro relacionamiento: una mayor selección de la vanguardia.

En condiciones de crisis del PO y de “renuncia” del PTSa este trabajo por abajo, la venta y discusión de nuestro periódico es fundamental hasta para contactar muchísimos cuadros y militantes de la izquierda que se han quedado sin partido y podemos ofrecerles hacer una experiencia con el nuestro.

En síntesis:la orientación partidaria debecombinar ambos planos, amplio y de vanguardia, en nuestro trabajo. Dos planos que se retroalimentan y que expresan nuestro estadio transitorio hacia una organización más grande y que incluye un tercer andarivel: seguir trabajando en la extensión nacional de nuestro partido[16].

Una organización que sale a disputar la representación de la izquierda, así como el lugar en la vanguardia que tiene que ocupar.

 

  1. Somos oposición de izquierda a Fernández

La ola de rebeliones populares que se extiende por el mundo y la región le mete presión al gobierno de Fernández. Se trata de un juego de presiones y contrapresiones en la medida que el escenario es de polarización y no meramente de giro a la izquierda.

Un juego de presiones que con base en la crisis económica, achican los márgenes de maniobras aun si asume con amplias expectativas políticas, lo que podría darle, inicialmente, una suerte de “veranito”.

De cualquier manera, la perspectiva es a crisis y conflictos. Ninguna de las relaciones críticas planteadas podrá resolverse sin crisis. El congelamiento de precios y salarios planteará un escenario artificial. Pasados los 180 días supuestos que duraría el mismo, ¿que ocurrirá?

Lo mismo vale para el tema de la deuda. Incluso si se logra una suerte de “plazo de gracia” (cosa discutible), en algún momento hay que empezar a pagar y la cifra es sideral.

Algún editorialista ha señalado que a Fernández le gustaría ser Néstor Kirchner, es decir, un presidente que tenía el trabajo sucio resuelto por sus antecesores. Pero no tendrá esa suerte: deberá ser, eventualmente, Duhalde también (no lo decimos porque anticipemos una orientación represiva, sino en el sentido que fue Duhalde el que consagró el default –en realidad fue Rodríguez Saá- y la devaluación).

Es decir, pagar costo político por las medidas ingratas a tomar.

Así las cosas, la tarea que se impone en lo inmediato es explicar pacientemente el significado del nuevo gobierno. Hay muchísimas expectativas por abajo y lo peor que podríamos hacer es ubicarnos de manera sectaria en relación a las mismas.

Es verdad que dicha explicación no es fácil porque Fernández todavía no asumió. La danza de medidas potenciales y especulaciones es cotidiana y todavía no se sabe si Alberto arrancará con el “pie izquierdo” o el “derecho” o un mix de ambos (esto último, más probablemente).

De cualquier manera, el tiempo se acaba;Fernández está próximo a asumir. Y la clave de la delimitación al comienzo del nuevo gobierno se va a vincular con el programa que ponga en práctica y el que le opongamos desde la izquierda.

Aparentemente, el próximo 5 o 6 de diciembre Alberto anunciaría el nuevo gabinete y a partir del 10 de diciembre no le quedará otra que anunciar sus primeras medidas.

Hasta aquí hemos vivido un “festival de sonrisas” para congraciarse con todo el mundo con el nuevo gobierno ha jugado a las escondidas sin confirmar ni desmentir nada.

Con su asunción llegará el momento de anunciar medidas; volverá la política. A partir de ahí, todos los actores deberán definirse.

Fernández llega tironeado por intereses contradictorios; no podrá satisfacerlos a todos. Se tratará de un gobierno conservador pero no estará exento de “gestos progresistas”.

Por ejemplo, Fernández ha dado a entender que presentará un proyecto sobre el derecho al aborto de su propio cuño. Sus colaboradores han dejado trascender, también, que se vendría algún tipo de aumento salarial, de los planes sociales y de las jubilaciones. También dio a entender que necesitaría un plazo de gracia antes de comenzar a pagar deuda y que se adelanta un congelamiento de precios y salarios.

Tres condicionamientos sobre su curso serán centrales. Uno, la crisis económica. Dos, la ola de rebeliones y/o de polarización que se vive internacionalmente y en la región. Y tres, el hecho que el polo derechista es de magnitud, expresado en nuestro país en la votación a Macri.

En ningún escenario está planteado que tome medidas contra los capitalistas. Ha trascendido, por ejemplo, que colocaría retenciones del 12% (una miseria que las “eleva” del 8% actual –los 4 pesos por dólar- a esa reducida cifra). Los exportadores industriales piden que se les derogue su magra retención. Su proyecto por el derecho al aborto garantizaría la objeción de conciencia y así de seguido.

Claro que no podemos anticipar un rumbo del todo definido porque aún no asumió y los peronistas son “maestros” en materia de maniobras políticas.

Pero lo que sí podemos definir es que nuestro partido será oposición por izquierda al nuevo gobierno. Y que la mejor herramienta para marcarle la cancha,así como para llevar a cabo una explicación paciente con los trabajadores y trabajadoras que confían en él, es el programa.

Un programa que plantee quién pagará la crisis, si nuevamente serán los trabajadores y trabajadoras encorsetados en un pacto social tramposo de la mano de los empresarios y los dirigentes sindicales traidores, o los empresarios, los capitalistas del campo, los banqueros, los acreedores externos, las empresas energéticas, de servicios, etcétera.

Algunos puntos generales de este programa serán: a) ninguna confianza en el pacto social con empresarios y sindicalistas vendidos; b) aumento de salarios, planes sociales y jubilaciones acorde a la canasta familiar y la inflación –dependiendo de los pisos de cada gremio- indexados mensualmente; c) congelamiento de los precios, servicios públicos, las naftas y alquileres (no a la dolarización de estos precios); d) prohibición por ley de despidos y suspensiones y expropiación bajo control obrero de toda empresa que vaya al cierre; e) inmediata reincorporación de todos los despedidos bajo el macrismo; f) no pago de la deuda externa -pública y privada- y ruptura con el FMI; g) plan general de obras públicas para darle trabajo a todos los que no lo tienen; h) aumento al 30% de todas las retenciones agrarias y rechazo a cualquier contrarreforma impositiva regresiva; i) impuestos progresivos a la riqueza, los capitales, las grandes propiedades y extensiones de tierras; j) aprobación del proyecto de aborto legal, seguro y gratuito presentado oportunamente por la “Campaña nacional por el derecho al aborto”; k) ruptura de relaciones diplomáticas con Bolivia al mando de la golpista Áñez; o) ruptura de relaciones con el gobierno represor de Sebastián Piñera en Chile; etcétera.

Estos y otros puntos –la lista aquí es sólo a modo ilustrativo- que vayamos desarrollando deberán ser las “columnas vertebrales” de los reclamos y de nuestro diálogo no sectario con amplios sectores de los trabajadores y las trabajadoras que vayan haciendo la experiencia con el gobierno de Alberto Fernández.

 

[1]Para los militantes más jóvenes recomendamos complementar el estudio de este documento con algunos textos de nuestro cuño. Sobre todo Ciencia y arte de la política revolucionaria, Cuestiones de estrategia y Lenin en el siglo XXI. Sugerimos también los textos de partido publicados en nuestro periódico entre los años 2013 y el 2014.

[2] Dejemos apuntada una comparación que no puede faltar aquí: de una proporción de 8 o 7 a 1 en el 2015 pasamos a un exacto 4 a 1 en las últimas PASO. Si 4 años atrás nuestro partido obtuvo 103.000 votos, este año alcanzamos los 180.000 votos para la categoría presidencial. Con ser un resultado limitado, no solamente destaca la reducción de la proporción entre dicho frente de 4 organizaciones y nuestro partido, sino, también, la dinámica: ascendente la nuestra, descendente la del FITU.

[3] El texto de “balance” presentado por el PTS, bastante pobre, subraya el problema de la polarización, pero no da cuenta de ningún elemento de balance propio. Todo ocurre como si se tratara de un mero “fenómeno objetivo” en el cual el FITU no tendría ninguna responsabilidad: “(…) ¿cómo evaluar la campaña del FITU? La fuerte polarización que señalamos arriba explica los magros resultados (en votos) del FITU en las PASO y, sobre todo, en octubre. Transformadas en un virtual balotaje, las elecciones de octubre deformaron completamente el ‘recuento globular de fuerzas’. Por esto, para evaluar nuestro propio resultado, es necesario tomar en cuenta no soólo los votos sino qué influencia política conquistamos (…)” (“Un balance de las elecciones: la influencia política de la izquierda en un virtual ‘balotaje’”, La Izquierda Diario).

Si en materia de análisis toda la justificación remite a la polarización, en materia de balance el texto solamente aborda la influencia política difusa general sin cualquier relación con la influencia orgánica, como correspondería a un análisis verdaderamente marxista (los criterios son puramente numéricos alrededor de las redes sociales, elemento que es un elemento a tomar, pero no puede ser el centro del balance).

[4] La candidatura de Myriam Bregman pareció reflejar esto en CABA, aunque no le haya alcanzado para ser diputada. La excusa para no presentarla a presidenta asumió, nuevamente, rasgos poroteros: se privilegió tratar que fuera diputada, debilitándose la fórmula presidencial. No todo se debió, entonces, a la polarización, sino también a los criterios errados que guiaron determinadas decisiones.

[5] Siempre criticamos el abordaje puramente reivindicativo de las campañas electorales del FIT en detrimento de un abordaje más educativo –Rosa Luxemburgo dixit– de la palestra electoral. Las campañas electorales de la izquierda deben tener tanto contenido reivindicativo como un abordaje general.

[6] Agreguemos, de paso, que la figura de Del Caño sale debilitada de esta campaña y no por haber retrocedido en votos. Muchas figuras pueden sacar pocos votos y sembrar para el futuro. Del Caño quedó expuesto como una figura con poco filo; se debilitó.

[7] El texto de balance del PTS no coloca ningún nexo entre los hechos del 2017 y el resultado electoral. Se presenta una “historia escindida” en la cual los acontecimientos de los últimos años no tienen relación alguna entre sí.

[8]Una concepción abstracta de la formación del partido como si fuera posible construirlo por fuera de la experiencia en la realidad.

[9]A muchas corrientes les encanta citar a Trotsky o Lenin sin entender nada de lo que dicen. Y en este caso lo que se dice es que es necesaria la más de las veces una experiencia histórica previa, una acumulación de experiencias, para que la vanguardia y el partido se forjen, cosa que no podrán hacer en abstracción de dichas circunstancias.

[10] Este método de análisis para medir nuestra influencia es central porque la otra cuestión de la que adolece el balance del PTS, es que solamente evalúa la influencia política general, difusa, gaseosa vía redes sociales, importantísima en sí mismas, pero adoleciendo de cualquier conexión con la influencia orgánica (cuya evaluación está ausente en el texto).

[11] Para ampliar este punto ver los materiales de balance electoral aparecidos en nuestra prensa y/o portal, así como la crítica específica a la campaña electoral del FITU: “Los peligros del oportunismo”.

[12]Entre las fracciones del PO hay polémica y posiciones en disputa. Pero lo que no se aprecia por ningún lado son elementos de balance que permitan a sus actores entender cómo se llegó a la crisis; enseñanzas sacan de la misma. Tarea que, en todo caso, corresponde a las demás tendencias.

[13]El PO ha sido poco serio. Criticó a todo el mundo como “morenista” pero fue incapaz de aprender nada de la crisis de sus competidores. El criterio correcto es opuesto: las crisis de las demás corrientes son una oportunidad para sacar enseñanzas de las mismas.

[14]Esta no es todavía la “fotografía”, pero sí hay cada vez más elementos para conformar la “película” que está en desarrollo.

[15] Ver a este respecto la unilateral orientación planteada en el texto del PTS que venimos criticando que considera “artesanal” el trabajo hombre a hombre. Por su parte, el MST e IS, además de oportunistas, son muy débiles en materia orgánica y generacionalpara desarrollar este trabajo “gris y cotidiano”.

[16]Combinada con las dos orientaciones señaladas, el tema de la extensión territorial y la conquista de nuevas legalidades lo trataremos por resolución específica en el plenario de cuadros.

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