Las luchas obreras como experiencias estratégicas

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Apuntes sobre los conflictos de Gestamp y Lear

 
Por José Luís Rojo 
 
Las luchas en la industria automotriz están dejando enseñanzas de importancia para las corrientes de la izquierda. Dos peleas en particular han estado en el centro de los debates: se trata de las autopartistas Gestamp y la lucha en curso en Lear. Ambos conflictos tienen elementos comunes, así como también rasgos distintos.
 
Un ataque en regla contra la vanguardia
 
El primer elemento a analizar son las circunstancias objetivas de la lucha. Desde nuestro partido marcamos que la situación en que se dan las luchas se viene endureciendo. No se trata solamente del aprovechamiento empresario de la recesión para racionalizar las plantas, sino que además del objetivo económico está el político: dejar en la calle lo mejor del activismo, a los delegados e internas independientes, esto como parte del proceso de “normalización” del país hacia el 2015.
La Verde del SMATA había sonado la “señal de alarma”. Es que en un gremio tradicionalmente controlado con mano de hierro, la izquierda estaba “metiéndose” en algunas autopartistas de importancia, además de haber delegados de este origen en algunas terminales.
En realidad su accionar viene de tiempo atrás. El año pasado, cuando la elección del cuerpo de delegados en la FORD Pacheco, logró sacarse de encima algunos delegados de sector que históricamente representaban a la izquierda en dicha planta. Si bien es verdad que siempre estuvieron muy acotados, podrían ser la punta de lanza para cualquier lucha que estallara.
Esto tiene su importancia, también, para las elecciones que se vienen al cuerpo de delegados de VW Pacheco donde la Verde ha lanzado una campaña macartista identificando como “traidores” a todos aquellos compañeros que no son estrictamente del oficialismo del gremio. Además, hay antecedentes de expulsiones de compañeros de la izquierda del gremio en Córdoba, entre otras.
Pero, en todo caso, la Verde estaba –y está- muy preocupada por la situación en la zona norte del Gran Buenos Aires, el principal corazón industrial del país junto con Córdoba. Hay que recordar que años atrás estuvo la lucha de Dana en José C. Paz, que la burocracia resolvió “manu militari” amenazando a los compañeros, dándoles una paliza en el acampe, incluso quemando sus vehículos.
Es verdad que en las actuales condiciones ha mostrado cierta impotencia porque no han podido actuar así, tan abiertamente. Esto es progresivo y tiene que ver con el clima más general del país y como ha ido avanzando el proceso de recomposición obrera, la deslegitimación general que tiene toda la burocracia.
Pero esto no quiere decir que no tenga un plan específico, que no estuviera lanzada a llevarlo a cabo, que no se apoyara en una Santa Alianza con la patronal y el gobierno, todo esto en busca de descabezar estas experiencias de lucha, tal cual el caso de Gestamp o, en estos momentos todavía, de Lear, y tal cual señaláramos desde nuestro partido desde el comienzo de la lucha de la planta de Escobar.
La combinación de los métodos de lucha
 
Lo anterior identifica las condiciones actuales de la lucha. Comprender esto es importante porque hace a la combinación de los métodos de pelea que se plantean en cada conflicto. Básicamente son tres: los medios legales, la campaña política y las propias acciones que llevan adelante los trabajadores. Desde nuestro partido hemos insistido que en esta combinación hay modificaciones en la actual coyuntura. Sabemos y somos conscientes que sería idiota toda organización que perdiera de vista la importancia del factor legal en cada lucha. Los trabajadores tienen muy incrustada en su cabeza la tradición del Ministerio de Trabajo (herencia del peronismo), así como la preocupación legal en general como para desestimar este plano fundamental -aunque siempre accesorio- de la lucha.
Junto con esto, también está el problema del impacto político de la pelea. Subsiste en el país una enorme conciencia democrática heredada de la crisis del 2001, un factor enormemente progresivo. Muchas luchas, incluso, se han ganado por el sólo expediente legal y político apoyándose en las relaciones de fuerzas “externas” al propio lugar de trabajo. Sin ir más lejos, nuestra experiencia con la reinstalación de Maximiliano Cisneros en Firestone, siguió este patrón.
Pero en el debate en la izquierda alrededor de las luchas de Gestamp y Lear venimos planteando que no está alcanzando con estas instancias para evitar ser derrotados y barridos de la planta.
Es verdad que el derecho tiene cierta autonomía relativa. Más aun cuando se trata de la cobertura legal que gozan los delegados. Pero autonomía relativa no puede querer decir independencia lo que pasa en las relaciones de fuerza estructurales en las plantas, en la relación con la base de la fábrica, con la patronal y con el gremio. Circunstancia estas que en Lear se han puesto complejas, con doscientos despedidos de los cuales más de 100 han arreglado, unos 50 compañeros fueron reincorporados y otro tanto –la flor y nata del activismo- siguen despedidos pero firmes en la lucha.
En esta última situación se encuentran también los delegados, que si bien tienen cautelares a su favor –un importante logro- y, además, gozan de la protección legal, no está del todo claro cuando y como van a poder reingresar realmente a la planta.
Es aquí donde entran los métodos de lucha. Se nos ha criticado porque impulsamos la ocupación parcial de Gestamp. Señalamos varias veces que las condiciones de la lucha no las elegimos nosotros, que estaba planteado que quedara afuera el activismo –e, incluso, los propios delegados- sin siquiera pelear. Que los compañeros despedidos se encontraban aislados afuera, que adentro había enorme simpatía por ellos pero que mandaba la Verde, que la planta estaba militarizada, que había que llevar a cabo una medida que permitiera retomar el contacto entre los de adentro y los de afuera. De ahí la gesta del puente-grúa y el intento de ganarse a la base para que apoyara esta medida.
Nos preguntamos respecto de Lear: ¿Qué se podía hacer para evitar perder la base? ¿Para hacer retroceder el avance que ha logrado la Verde respecto de la misma? La ocupación de la planta no es un talismán ni una medida que resuelva todos los problemas. Pero hay que tomar nota que la coyuntura ha variado y que la combinación entre los tres planos de la lucha sufren de continuo modificaciones, al menos en estos momentos de recesión y persecución política al activismo.
Haberse plantado en Lear con la idea de “no hacer como Gestamp” o, unilateralmente, con la perspectiva de que la lucha “se gana desde afuera” como viene defendiendo el PTS, nos parece un error. En todo caso habría que precisar que idea tienen de la palabra “ganar” en su cabeza.
Se trata, a nuestro modo de ver, no de repetir mecánicamente la experiencia de Gestamp –menos aun cuando la misma terminó derrotada-. Pero tampoco de colocarse en la posición que no sacar ninguna enseñanza de dicha lucha. La ceguera ante una pelea dirigida por otra organización no creemos que le traiga ningún beneficio a la lucha aun abierta en Lear.
 
Los trabajadores como protagonistas
 
Otro problema de importancia se ha planteado en Lear a diferencia de Gestamp. Es verdad, repetimos, que esta última se perdió. Pero a nadie le quedan dudas que sus trabajadores fueron los protagonistas, los que encabezaron sus acciones, los que con la gesta del puente grúa pusieron sobre la palestra el problema de la crisis industrial, de los despidos.
En Lear esto no está claro. Se vienen realizando acciones de importancia con amplio impacto mediático y esto está muy bien. Pero lo accesorio parece matar a lo principal: no son los trabajadores mismos los protagonistas de estas acciones. Habiéndose cerrado toda posibilidad de pensar en ingresar a la planta –una iniciativa a estas alturas muy compleja- y con la realización de acciones del portón para afuera, las mismas han dependido casi exclusivamente de la acción de las corrientes de izquierda pero poco y nada de los propios trabajadores, los que se quedaron sin su punto de apoyo natural: su propia planta.
Esto nos lleva a otro problema de importancia: el de la relación entre el activismo y la base. Este no es un problema menor. Al menos en el caso del gremio mecánico (donde en promedio los salarios son bastante altos), a la burocracia parece resultarle relativamente exitosa la maniobra de aislar y separar a los despedidos del resto. Claro que una situación completamente distinta es cuando se despide al conjunto de los compañeros, como ahora el caso de Donnelley. Cuando el conjunto queda afuera es mucho más difícil dividir unos de otros. Pero cuando se despide a un sector solamente, se abre una brecha frente a la cual hay que tener una política.
Estas iniciativas pueden variar en un amplio rango. Claro que si los delegados logran mantenerse adentro el problema está en parte encauzado. Pero si los delegados son dejados afuera, ya la cosa se complica. Se podría plantear el paro de todos afuera. Pero esto es difícil porque el compañero que no está echado se siente candidato al despido si toma medidas fuera de la planta.
Es ahí dónde entra el problema de la ocupación si es que se quiere lograr que los despedidos sean reincorporados. Otra cosa es luchar solamente por los delegados, los que en un sentido estratégico son los que garantizan la continuidad de la experiencia. Pero tampoco es verdad que si en la planta la derrota es total vayan a poder sobrevivir. Esta relación no es mecánica, menos que menos una cosa es independiente de la otra. Además, está el problema que la burocracia convenza a los trabajadores de que a los delegados la base les importa un bledo.
En todo caso, el PTS adujo en Lear que no se debía intentar entrar “porque la empresa podría decretar el lock out”, un problema real. Pero la realidad es que esto no impidió que la empresa suspendiera masivamente llegándose al mismo lugar por otro camino: ¡al lock out sin que los trabajadores dieran un paso por meterse adentro!
Si los límites de la legalidad plantean graves problemas, subsiste de todos modos el problema de que si en determinadas condiciones no se traspasan esos límites, será inevitable perder la lucha.
 
No hay recetas
 
Nada de lo que estamos planteando pretende llevar las cosas para el lado que los compañeros crean que hay recetas para las luchas. Menos que menos que se trataría de ser “izquierdistas” por definición frente a las mismas. La lucha de clases obrera es una lucha donde está en juego no sólo el salario sino los puestos de trabajo de los compañeros, el pan para sus familias. Esto las aleja años luz de las peleas en cualquier otro ámbito, incluso entre los trabajadores estatales y los docentes (que gozan de estabilidad laboral) y ni que hablar de la universidad.
Nada puede permitir no partir de las condiciones objetivas de cada lucha, del análisis concreto de la situación concreta: la situación de la base, el análisis de la patronal, la burocracia, la relación del activismo con esa misma base, el resto del gremio y el país.
Pero si esto es así, también es un hecho que desviaciones como el sustituismo de los compañeros, el cretinismo puramente legal, la idea que solamente mediante acciones legales y políticas se podría lograr el éxito en las luchas, es una unilateralidad que nos puede llevar a perder las peleas sin llevarlas hasta el final, sin apelar a todas las posibilidades de la lucha misma.
Hoy en día, en la actual coyuntura, el endurecimiento de las condiciones de la lucha plantea volver a pensar en cada caso como avanzar, paso a paso, en la recuperación de los métodos históricos de la pelea.