C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974. Digitalización del MIA.
Londres, 5 de agosto de 1890
…He leído en el Deutsche Worte de Viena una crítica del libro de Paul Barth[1] escrita por ese pájaro de mal agüero que se llama Moritz Wirth[2] Esa crítica también me ha producido una impresión desfavorable en cuanto al libro mismo. Pienso hojearlo, pero debo decir que si el bueno de Moritz cita exactamente el pasaje en que Barth afirma que en todas las obras de Marx sólo ha podido hallar un ejemplo que demuestra la dependencia de la filosofía, etc., de las condiciones materiales de vida –aquel en que Descartes declara que los animales son máquinas–, sólo conmiseración puede despertar en mí un hombre capaz de escribir tales cosas. Y puesto que ese hombre no ha comprendido todavía que si bien las condiciones materiales de vida son el primum agens[*], eso no impide que la esfera ideológica reaccione a su vez sobre ellas, aunque su influencia sea secundaria, ese hombre no ha podido comprender en modo alguno la materia sobre la cual escribe. Sin embargo, repito, estas noticias no son de fuente directa, y el bueno de Moritz es un amigo peligroso. La concepción materialista de la historia también tiene ahora muchos amigos de ésos, para los cuales no es más que un pretexto para no estudiar la historia. Marx había dicho a fines de la década del 70, refiriéndose a los «marxistas» franceses, que «tout ce que je sais, c’est que je ne suis pas marxiste»[**].
También en la Volks-Tribüne ha habido una discusión acerca de si la distribución de los productos en la sociedad futura se hará de acuerdo con la cantidad de trabajo o de otra manera[3]. La cuestión ha sido enfocada desde un punto de vista muy «materialista», en oposición a ciertas frases idealistas sobre la justicia. Pero, por extraño que esto parezca, a nadie se le ocurrió pensar en que el modo de distribución depende esencialmente de la cantidad de productos a distribuir, y que esta cantidad varía, naturalmente, con el progreso de la producción y de la organización social y que, por tanto, tiene que cambiar también el modo de distribución. Sin embargo, para todos los que han participado en la discusión, la «sociedad socialista» no es algo que cambia y progresa continuamente, sino algo estable, algo fijo de una vez para siempre, por lo que también debe tener un modo de distribución fijo de una vez para siempre. Razonablemente, lo único que se puede hacer es: 1) tratar de descubrir el modo de distribución que se haya de aplicar al principio, y 2) tratar de establecer la tendencia general que habrá de seguir el desarrollo ulterior. Pero acerca de esto no encuentro ni una sola palabra en toda la discusión.
En general, la palabra «materialista» sirve, en Alemania, a muchos escritores jóvenes como una simple frase para clasificar sin necesidad de más estudio todo lo habido y por haber; se pega esta etiqueta y se cree poder dar el asunto por concluido. Pero nuestra concepción de la historia es, sobre todo, una guía para el estudio y no una palanca para levantar construcciones a la manera del hegelianismo. Hay que estudiar de nuevo toda la historia, investigar en detalle las condiciones de vida de las diversas formaciones sociales, antes de ponerse a derivar de ellas las ideas políticas, del Derecho privado, estéticas, filosóficas, religiosas, etc., que a ellas corresponden. Hasta hoy, en este terreno se ha hecho poco, pues ha sido muy reducido el número de personas que se han puesto seriamente a ello. Aquí necesitamos masas que nos ayuden; el campo es infinitamente grande, y quien desee trabajar seriamente, puede conseguir mucho y distinguirse. Pero, en vez de hacerlo así, hay demasiados alemanes jóvenes a quienes las frases sobre el materialismo histórico (todo puede ser convertido en frase) sólo les sirven para erigir a toda prisa un sistema con sus conocimientos históricos, relativamente escasos –pues la historia económica está todavía en mantillas–, y pavonearse luego, muy ufanos de su hazaña. Y entonces es cuando puede aparecer un Barth cualquiera, para dedicarse a lo que, por lo menos en su medio, ha sido reducido a la categoría de una frase huera.
Pero todo esto volverá a encarrilarse. Ahora, en Alemania, tenemos fuerza suficiente para aguantar muchas cosas. Uno de los servicios más grandes que nos ha prestado la ley contra los socialistas[4] ha sido el de habernos liberado de la pegajosa importunidad de los «estudiosos» alemanes con barniz socialista. Ahora ya somos lo bastante fuertes para digerir incluso a esos «estudiosos» alemanes, que vuelven a adoptar aires de gran importancia. Usted, que ha hecho realmente algo, habrá notado por fuerza qué pocos de los literatos jóvenes que se cuelgan al partido se toman la molestia de estudiar Economía política, historia de la Economía política, historia del comercio, de la industria, de la agricultura, de las formaciones sociales. ¡Cuántos conocen a Maurer sólo de nombre! La suficiencia del periodista tiene que suplirlo todo, y así anda ello. A veces, parece como si estos caballeros creyesen que para los obreros cualquier cosa es buena. ¡Si supiesen que Marx no creía nunca que incluso sus mejores cosas eran bastante buenas para los obreros y que consideraba un crimen ofrecer a los obreros algo que no fuese lo mejor de lo mejor!…
Traducido del alemán.
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NOTAS
[*] La causa primera. (N. de la Edit.)
[**] «Lo único que sé es que no soy marxista» (N. de la Edit.)
[1] Trátase del libro de P. Barth Die Geschichtsphilosophie Hegels und Hegelianer bis auf Marx und Hartmann («Filosofía de la historia de Hegel y de los hegelianos hasta Marx y Hartmann») publicado en Leipzig en 1890.
[2] Deutsche Worte («Palabra alemana»): revista económica y político-social austríaca que se publicó en Viena de 1881 hasta 1904.
El artículo de M. Wirth «La arbitrariedad respecto de Hegel y las persecuciones contra él en la Alemania actual» fue publicado en 1890, en el Nº 5 de la revista.
[3] Berliner Volks-Tribüne («Tribuna popular de Berlín»): semanario socialdemócrata, afín al grupo semianarquista de los «jóvenes», se publicó desde 1887 hasta 1892.
Los materiales referentes a la discusión en torno a la cuestión «A cada cual el producto íntegro de su trabajo» se publicaron en el periódico desde el 14 de junio hasta el 12 de julio de 1890.
[4] La ley de excepción contra los socialistas fue promulgada en Alemania el 21 de octubre de 1878. En virtud de esta ley fueron prohibidas todas las organizaciones del Partido Socialdemócrata y las organizaciones obreras de masas, suspendida la prensa obrera, confiscadas las publicaciones socialistas y represaliados los socialdemócratas. Bajo la presión del movimiento obrero de masas, la ley fue derogada el 1 de octubre de 1890.