Elecciones legislativas en Francia: Macron conquista una amplia mayoría sin resolver el problema de la legitimidad

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El pasado domingo 11 de Junio tuvieron lugar las elecciones legislativas francesas, donde se renovó el conjunto de la Asamblea Nacional compuesta por 577 diputados. Si previamente a la elección presidencial e incluso luego de la misma, la cuestión de con qué mayoría parlamentaria gobernaría Macron se planteaba (visto su débil puntaje, del 24%, en la primera vuelta presidencial y su falta de un aparato político fuertemente estructurado) las elecciones del domingo no dejaron ninguna duda: el movimiento de Macron se alzaría con entre 400 y 450 diputados sobre 577, una de las mayorías más aplastantes de las últimas décadas.

Sin embargo, esta mayoría aplastante de parte de Macron no debe engañarnos: no es ninguna garantía de un gobierno estable o de que el mismo vaya a ser capaz de llevar adelante sus planes sin sobresaltos. En cierta manera, es un reflejo suplementario de la crisis de representación política que sacude a Francia (por la crisis de sus principales organizaciones históricas, a derecha e izquierda) y de un gobierno que no termina de resolver la cuestión de su legitimidad.

Camino hacia la mayoría absoluta sobre la base de la crisis de los partidos tradicionales             

El gobierno de Macron se benefició sin duda del hecho de que, en los mecanismos históricos de la democracia burguesa francesa, las elecciones legislativas funcionan en la mayoría de los casos como una simple “validación” de la elección presidencial: hay que darle una mayoría parlamentaria a aquél que ganó la elección. Este es uno de los elementos que pueden explicar que haya logrado cosechar el 32% de los votos, un puntaje superior a su performance electoral de primera vuelta presidencial.

Pero sobre todo, Macron se benefició de la crisis de los dos partidos tradicionales burgueses franceses, el Partido Socialista y Los Republicanos. Ambos fueron eliminados de la primera vuelta de la elección presidencial francesa, un hecho sin precedentes en la historia de la Vta República. Esta sanción electoral tuvo su réplica en las legislativas, dejando a ambos partidos con magros resultados. Además, la aplastante mayoría parlamentaria de Macron, muy por encima del porcentaje obtenido en la elección, se explica por el sistema electoral profundamente antidemocrático: no hay proporcional nacional (o provincial), sino que se elige un diputado por cada distrito en dos vueltas, con un mecanismo similar a la presidencial.

La “ola” del movimiento de Macron, “La République en Marche” (“La República andando”) ha significado entonces un cachetazo para los partidos de gobierno tradicionales. Los Republicanos, que pretendían hasta hace unas semanas recuperarse de la derrota de las presidenciales e imponerle a Macron una mayoría parlamentaria, sólo llegarán a obtener unos 100 diputados, lo cual reforzará sin dudas las tendencias centrífugas de la organización, cuya ala moderada se encuentra tentada por la colaboración con Macron (cuyas políticas antiobreras de fondo comparten), y el ala dura tentada por un coqueteo con el Front National.

Por su parte, el PS confirma una vez más su crisis casi terminal. Luego de la catástrofe del 9% en la elección presidencial, obtuvo apenas el 10% de los votos, con una proyección de unos 30 o 40 diputados, cuando venía en la anterior legislatura de tener 287. El giro social-liberal del PS de las últimas décadas, con un gobierno de Hollande que traicionó todas sus promesas sociales y puso en pie un duro programa antiobrero, fue una vez más sancionado en las urnas, eliminando en primera vuelta a muchos de los principales dirigentes del PS, incluyendo a varios ex ministros. El Front National, con un 14% de los votos, se encuentra en claro retroceso respecto a las elecciones presidenciales (donde obtuvo 21%), reflejando una cierta crisis luego de la derrota en las mismas, más importante que prevista. Así, pierde cerca de medio millón de votos con respecto a las legislativas de 2012, aunque consagraría más diputados: unos cinco diputados según los sondeos, más que los dos que logró hacer ingresar en 2012, pero no los suficientes para formar un grupo parlamentario propio con las ventajas de exposición política que eso implica. Luego de la derrota de las presidenciales, se trata de un nuevo fracaso en las legislativas, que acentuará sin duda la guerra interna en el partido.

Por su parte, La France Insoumise (La Francia que no se somete) de Jean-Luc Melenchon, obtuvo en torno al 11% de los votos, aunque consagraría entre 8 y 18 diputados junto a aquellos del PCF, con los que podría formar un grupo parlamentario propio. De la misma manera que para el Front National, la organización de Melenchon sufre de la abstención, que es particularmente fuerte entre los sectores populares y la juventud, dos de los sectores que constituyen su base electoral. Durante la campaña, Melenchon había profundizado su adaptación a las instituciones y su intento de ocupar el espacio del reformismo que el PS deja vacante, declarando que para “ahorrarse decenas de kilómetros de manifestación” había que votar por él, como si la simple perspectiva parlamentaria alcanzara para frenar los ataques brutales que prepara el gobierno.

La extrema izquierda, a través de las candidaturas del Nuevo Partido Anticapitalista y de Lutte Ouvrière, no logró levantar el amperímetro: ambos sacaron en torno al 0,5% (el NPA había sacado el 1% en las presidenciales y LO el 0,5%). De la parte de Lutte Ouvrière, nos parece que esto es el resultado de un perfil muy poco dinámico, que repite la letanía de “hacer escuchar la voz de los trabajadores” pero sin dotarlo de un contenido concreto relacionado a la situación actual, a la perspectiva militante de organizar la resistencia contra el gobierno de Macron. De la parte del NPA, es un crimen político que -amén de las dificultades de implantación que puedan existir-, sólo haya presentado 27 candidatos, luego del importante eco que había tenido la campaña presidencial de Philippe Poutou, recogiendo la simpatía de amplios sectores de los trabajadores y la juventud. Esto es principalmente la responsabilidad de su dirección mayoritaria, que a partir de una lectura profundamente defensiva del periodo y de las posibilidades que existen para una intervención revolucionaria, se bajaron de la pelea con la excusa de la “fragmentación de la izquierda” (incluso reformista), apoyando incluso en algunas circunscripciones a los candidatos de Melenchon.

El espejismo de la estabilidad

Si el gobierno de Macron contará con una aplastante mayoría de casi el 70% de la Cámara, esto no implica automáticamente que se tratará de un gobierno estable o que podrá pasar sin hacer olas sus reformas; más bien lo contrario. La gran contradicción es precisamente que el gobierno de Macron, mayoritario en el parlamento, es ampliamente minoritario en la población. Con una abstención récord del 51%, reflejo también del desprestigio de las instituciones políticas actuales y de la crisis de representación, el gobierno de Macron apenas logró cosechar el voto del… 16% de los inscriptos! Macron podrá alzarse, como lo hizo en la presidencial, sobre las ruinas del PS y de Los Republicanos, pero eso no significa que suscite un entusiasmo entre la población: al contrario, su base social parece muy reducida.

Por otra parte, una mayoría tan aplastante en el parlamento anula de hecho todo juego parlamentario, que es uno de los mecanismos de mediación de la democracia burguesa. En ese sentido, podemos recordar que durante la movilización contra la reforma laboral en 2016, la oposición de “izquierda” del PS había funcionado en cierto sentido como “válvula institucional” de la bronca en las calles, como una manera de generar una esperanza de que era posible derrotar la reforma por la vía parlamentaria, ilusión en la que se había apoyado y había fomentado, por ejemplo, la dirección de la CGT llamando a acciones que consistían en “interpelar a los parlamentarios”.

Asistimos entonces a una suerte de “adelgazamiento” de las mediaciones de la democracia burguesa, que se expresa en la crisis de los partidos que tradicionalmente lograron encarnar las aspiraciones de amplios sectores de la población, y en un juego parlamentario casi totalmente anulado como producto de esta crisis. El gobierno de Macron, a pesar de su mayoría aplastante, se propone realizar sus principales reformas por “ordenanzas”; es decir, sin pasar por el debate parlamentario: si hace esto no es porque teme que este debate le sea desfavorable o genere bloqueos, sino porque toda discusión pública sobre estas reformas podría atizar la bronca por abajo contra las mismas.

Construir las movilizaciones contra los ataques de Macron

Apoyado en su mayoría absoluta, en los mecanismos más antidemocráticos de la Vta República (como las ordenanzas) el gobierno se propone pasar a una ofensiva brutal contra los trabajadores: pasar de la primacía de las negociaciones por “rama productiva” a aquellas por empresa, ya previsto en la reforma laboral de Hollande, pero cuyo rango de aplicación Macron se propone ampliar -por ejemplo en lo que respecta a los motivos “legítimos” de despido-; aplicar una nueva reforma de jubilaciones; poner un techo a las indemnizaciones que los trabajadores pueden percibir por despidos ilegales.

Para llevar adelante este programa, contra una población que estaba mayoritariamente en contra de la última reforma laboral y que la combatió en las calles, Macron intentará profundizar un giro autoritario: e

ste es el contenido de su voluntad de pasar por las ordenanzas, pero también de integrar en la Ley común una serie de disposiciones propias del Estado de Urgencia (que prolongó hasta el 1ro de Noviembre), de sus fuertes señales militaristas y su voluntad de aumentar el presupuesto de la policía y el ejército.

Esta oposición a Macron que no se expresará en las instituciones, puede expresarse con más fuerza aún en las calles, en los lugares de trabajo y de estudio. Si hasta ahora no es el caso, es principalmente por la responsabilidad de las direcciones sindicales, que se han sometido al “diálogo social” propuesto por Macron. Esto no es ninguna novedad de parte de la CFDT que ya había apoyado la reforma laboral de Hollande; es más grave de parte de la central Force Ouvrière cuya dirección, opuesta a la reforma de Hollande, ha anunciado ahora que está “contenta” con la nominación de la Ministra de Trabajo (ex Directora de Recursos Humanos en el gigante del agroalimentario Danone) y que hay margen para discutir. De la parte de la CGT, aunque haya tenido un discurso más duro denunciando un “pseudo dialogo social”, la misma sigue sin llamar concretamente a fechas de movilización a la altura de los ataques que el gobierno de Macron prepara.

Pero frente a la pasividad de las direcciones sindicales, existen puntos de apoyo para preparar la resistencia contra el gobierno de Macron. Tal es el contenido del llamado del “Frente Social” constituido por diferentes secciones sindicales combativas a movilizarse el 19 de Junio, el día siguiente de la segunda vuelta de las legislativas, para dejarle en claro al gobierno que vamos a luchar contra estos ataques antiobreros. Hay que aprovechar esta oportunidad para poner en movimiento a todos aquellos que combatieron la última reforma laboral, para exigirle a las direcciones sindicales que rompan con su pasividad y llamen a un plan de lucha serio, en la perspectiva de poner en pie a la mayoría de la población que no apoya a Macron ni a sus planes antiobreros, para pararle la mano a un gobierno que viene por todo.