La corriente Socialismo o Barbarie reivindica, sin dejar de distinguir las disrupciones y superaciones que existen, la relación Hegel Marx como nodal para bucear en la génesis del socialismo revolucionario. Nuestros clásicos así lo entendieron. Por eso siempre saludamos y leemos con atención trabajos que abordan dicha relación. Siendo conscientes de las limitaciones propias de hallarnos de “este lado del mundo” para conocer todo el material que sobre el tema se produce.
La nota es un intento de resumen somero del recientemente publicado El movimiento dialéctico. De la Fenomenología del Espíritu de Hegel a los Grundrisse de Marx.( Ed. Biblos. Setiembre 2019) del doctor en Filosofía, Profesor Titular de la UBA y militante político Rubén Dri 1 y sirve como contexto al reportaje que le hiciéramos al autor en noviembre del año anterior y que Izquierda Web acaba de publicar.
Hoja de ruta
El libro cuenta con un prólogo del autor y 12 capítulos, tres de ellos sobre Hegel y el resto referidos a Marx. Los dedicados al primero, comprenden una gran sinopsis de la dialéctica, un recorrido por los cinco primeros capítulos de La Fenomenología del Espíritu y por último el capítulo final de la Gran Lógica, aquel de la Idea absoluta. En cuanto a Marx, dos apartados corresponden a las Tesis sobre Feuerbach y parte de los Manuscritos Económico Filosóficos de 1844 y los restantes versan sobre los Grundrisse.
Es sugestivo el prefacio pues de alguna manera aleja al texto de todo academicismo y lo sitúa dentro de lo que podríamos denominar praxis política. Comprobemoslo: Cuando en los inicios de la segunda década del siglo XX las burguesías imperialistas se decidieron a disputar por las armas el reparto del mercado mundial, los partidos que representaban a los trabajadores de las diversas potencias mundiales se declararon de parte de sus respectivas burguesías nacionales. Ello significaba la derrota de la Segunda Internacional. ¿Cómo fue posible que dichos partidos decidiesen seguir a las respectivas burguesías imperiales? ¿Dónde residía el error de la Segunda Internacional, que debía responder a los intereses del proletariado mundial y terminaba respondiendo a los de sus explotadores? En esos momentos Lenin se encontraba exiliado en Suiza y pronto entró a sospechar que en la teoría de la Segunda Internacional debía residir el error o los errores buscados. ¿Qué hacer?¿Cómo lograr descubrir dónde se encontraban esos errores? Su sospecha lo llevó a Hegel, el maestro de Marx, y, con la voracidad propia de un milagro revolucionario que al mismo tiempo era un intelectual, se arrojó alma y vida a la obra fundamental de Hegel, la Ciencia de la Lógica, y no se equivocó.
No creemos que “la gran traición que la convirtió en un cadáver hediondo” a la socialdemocracia alemana, al decir de Rosa Luxemburgo, se deba solamente (y pensamos que Dri tampoco) a la negación e incomprensión de la dialéctica. La burocratización acelerada del partido, su aparatismo, la cooptación por el parlamentarismo y las prebendas materiales, conforman uno de los principales elementos para comprender tamaña infamia política 2. Sin embargo el abandono y hasta la repulsa de dos de sus dirigentes principales (Kautsky y Bernstein) para con la dialéctica hegeliana, ocupa un lugar importante en la explicación de ese accionar político y su deriva reformista.
Señalemos también que un correcto manejo de la dialéctica (no la sofistería que en nombre de ésta, vulgarizó el estalinismo y sus variantes) tampoco es garantía segura de un abordaje político adecuado y principista. Admitamos sí, que contando con dicha herramienta, la probabilidad (sólo la probabilidad) de no cometer errores es notablemente menor. En Lenin se combinaron una serie de facultades (“momentos” preferiría decir Hegel) como una sagacidad y clarividencia políticas únicas con un esfuerzo envidiable por aprehender los avances de la ciencia y la filosofía toda, dentro de lo que su actividad militante le permitía. Incluso ya con los bolchevique en el poder, impulsó la creación de un Club de Amigos de la Dialéctica Materialista como una tarea importante para la construcción de la conciencia socialista. 3
Recorriendo el movimiento dialéctico: Hegel
Dri confiesa (ver reportaje al final) que el primer capítulo fue el que más tiempo le llevó realizar y al que considera fundamental: La dialéctica no es un método si por esto se entiende una especie de rejilla que se pone para encuadrar la realidad. Es, por el contrario, el movimiento mismo de la realidad. En su visión la dialéctica es en el plano de los sujetos, aunque como el objeto es en verdad sujeto/objeto, ésta existe allí también pero sin el grado de conciencia que posee en el primer ámbito mencionado.
El capítulo se abre con las categorías centrales de la dialéctica hegeliana, a saber: el universal abstracto, el particular y el universal concreto o singular. Empecemos por algo que debería ser obvio: “todo” es un universal concreto: nosotros, una determinada clase social, la guerra del Peloponeso, la vía láctea, etc.
Sin embargo, esto no es comprendido inmediatamente. Para aprehenderlo con mayor precisión (sabiendo que cada uno de ellos tiene una lógica propia) debemos entender que en ella (en esa totalidad concreta) se superaron y/o recobraron en otro nivel, el universal abstracto y las distintas particularizaciones (o negaciones) que la precedieron. El primer momento semeja algo caótico a simple vista (o sea por medio de la sensibilidad, la primera facultad del sujeto según el antecesor de Hegel: Immanuel Kant) y requiere de un orden que sólo podrá brindar el intelecto (no sólo los sentidos) y dando cuenta de cómo ese estadio se afirmó negando una serie de posibilidades, que para comprenderlas debemos “fijarlas, detenerlas” por un instante para su análisis (analizar es separar), algo que lleva a cabo el entendimiento y finalmente debemos reinsertarla en el todo, proceso que lleva a cabo la razón que es la que “sabe” de ese permanente movimiento que se desarrolla a través de contradicciones, las cuales le permiten avanzar.4
Culmina señalando que existen niveles en la dialéctica: el lógico ontológico, el psicológico existencial, el político, el económico social y hasta el religioso en donde el movimiento dialéctico conlleva dicho recorrido expresado en las categorías anteriormente citadas, atendiendo a sus respectivas especificidades, según sea el nivel o el ámbito en el que nos hallemos. En la realidad conviven entonces distintas determinaciones que sólo adquieren real sentido dentro de la totalidad a la cual pertenecen. Absolutizar una de ellas lleva a unilateralidades que conducen al error, tanto en la vida cotidiana como en el estudio de una coyuntura o proceso político social determinado. En dicha totalidad anidan también tendencias que la acción del sujeto realizará o descartará. Dichas posibilidades están pre supuestas y no puestas aún. Esa totalidad es objetiva/ subjetiva y los hombres de hoy la encontraron ya conformada por las generaciones anteriores: es que las circunstancias hacen al hombre como el hombre hace a las circunstancias, como escribirá Marx (y citará Dri, más adelante).
Esto nos conduce al capítulo 2 en donde hallamos una sinopsis de los cinco primeros capítulos (tiene ocho) de la Fenomenología del Espíritu de Hegel. “Ciencia de la experiencia de la conciencia” es el sub título de la obra. En verdad es la experiencia del sujeto, que en su primer momento es mera conciencia o conciencia objetual (cree que los objetos, la realidad, la economía, están fuera de su alcance, no son producto de su quehacer), luego deviene autoconciencia (es sujeto en la medida que es reconocido por otro sujeto en una lucha a muerte por el reconocimiento) y finalmente razón, que como dice Hegel, sólo se da en un “pueblo libre”, en una comunidad, en otro tipo de sociedad (socialista, diríamos nosotros).
Este tránsito en el texto hegeliano (y Dri que viene trabajando esto hace décadas, lo explica magistralmente) tiene al menos dos instancias: la de la conciencia o el sujeto que aún no se puso como sujeto y va avanzando a través de contradicciones que le hacen “ver” sus limitaciones y la del propio filósofo que lo acompaña y lo guía en ese recorrido. Esa pentalogía conforma lo que el alemán denominó Espírítu Subjetivo que tendrá otra instancia más que es la que precisamente le lleva a comprender que lo que él como sujeto lleva a cabo es patrimonio de la historia humana toda, desde las primeras civilizaciones hasta la actualidad (la de Hegel y la nuestra) que conforma lo que se llama Espíritu Objetivo y se plasma en diversas instituciones, como el Estado fundamentalmente y por último el (¿pomposamente?) denominado Espíritu Absoluto que reúne a los anteriores, mediante el arte (momento sensible), la religión (lo sensible y las representaciones brindadas por el intelecto) y la filosofía, la forma más alta de aprehender lo que existe que tiene como herramienta al concepto.
Retomamos. El libro de Rubén se introduce en la primera de esas macro dialécticas, como ya adelantamos. Y allí también la claridad de la exposición facilita su comprensión. El sujeto que se va haciendo (“su autocreación” como señalaba el joven Marx “donde estaba la grandeza del texto” según el autor de El Capital) pasa por la certeza sensible, la percepción y el entendimiento, para luego de transitar por distintas figuras de la autoconciencia arriba a la razón, que como también dijimos, sólo es posible intersubjetivamente. No es extraño entonces que este texto de 1807, como Dri escribe, haya sido visto como una “novela de formación” del sujeto y de la realidad que éste (éstos) producen.
El último capítulo en el que se aborda a Hegel es aquel con que el autor alemán cierra su Gran Lógica una vez que había arribado a la filosofía en esa epopeya que el sujeto realiza. Como señalamos en nuestra Introducción, Dri recuerda que es la obra en la cual Lenin se detiene en 1914 para “afinar” su dialéctica heredada de Plejanov y para aprehender mejor la realidad a la que se propone transformar.
Nos damos cuenta que los términos allí empleados difieren de los que utilizamos en nuestro común vivir (concepto, juicio, idea). La Lógica, como no puede ser de otra manera, también cuenta con tres momentos: el ser, la esencia y el concepto. Aquí es donde pareciera que las “mistificaciones” abundasen y que lo que se “mueve” es este último, no el hombre mismo. Es la “idea” como se le achaca a Hegel. Sin embargo, Dri advierte:
La idea absoluta es el ser del comienzo que luego de su inmersión en la esencia se fue recuperando a través de la subjetividad, la objetividad y la idea. En otras palabras es el todo que, como sabemos, es intersujeto, es sociedad civil y Estado, es arte y religión. Dice Hegel: “La idea absoluta es la identidad de la idea teórica y de la práctica, cada una de las cuales, todavía unilateral de por sí, tiene en sí la idea misma solo como un más allá buscado y como un fin no alcanzado”. (p.75)
Magníficamente dicho. Mucho más “materialista” que algunos que decían serlo y eran bastante más abstractos que Hegel, como reconoce Lenin. Es un “canto” a la potencialidad del hombre, lo que realizó y lo que es capaz de llevar a cabo. Es el trabajo de interpretar y estudiar para luego transformar y revolucionar, como dirá Marx después. Capítulo que es preciso leer con detenimiento para vislumbrar esos destellos de materialismo que el “idealista” Hegel parecía no tener en cuenta.
Recorriendo el movimiento dialéctico: Marx
Hasta donde sabemos, Dri nunca antes le había dedicado tanta producción escrita a Marx como en esta ocasión. Parte de los Manuscritos de 1844 y hace una exégesis de la alienación, tal cual el autor la trabaja en la tercera parte de dicho texto.
El trabajador en el capitalismo (y no sólo éste) sufre la alienación respecto del objeto del trabajo el cual se le presenta ajeno, respecto de la actividad laboral misma, el trabajo como un castigo (algo que cualquier obrero sabe y siente), respecto de la vida genérica, trabajando no siente que “eso” sea la esencia de su especie y existe un divorcio con la naturaleza también (ya volveremos sobre esto) y por último, en relación a los otros hombres: el semejante como un enemigo. Las relaciones entre los hombres se hallan “cosificadas”, algo que el alemán desarrollará dos décadas más tarde en el famoso capítulo “Fetichismo de la mercancía”, de su obra mayor.
La época actual, de cambio climático, deforestaciones y calamidades varias que produce el capitalismo, le permite a nuestro autor relacionar a Hegel y Marx, cuando afirma:
La naturaleza, cuerpo inorgánico del hombre, para el capitalismo no es otra cosa que capital en potencia, capital “no puesto”, diría Hegel. Es necesario “ponerlo”, efectivizarlo. Mediante el trabajo alienado la naturaleza se va convirtiendo en capital, sujeto que domina a su creador, su propiedad privada. “Cuerpo inorgánico del hombre” afirma Marx, parte componente fundamental del hábitat humano, o del ethos o ámbito ético en el que es posible la vida humana. (p. 48)
Capítulo agudo que nos estimula a meternos de lleno con ese texto temprano de Marx que recién vio la luz en la cuarta década del siglo pasado. El capitalismo que fue capaz de “ser lo mejor y lo peor que le pasó a la humanidad”, al decir de Jameson, ahora nos envía nuevamente a la caverna, caverna civilizada pero que, sin embargo, nos vuelve más precarios y pobres como dicen los Manuscritos. El capitalismo termina degradando al ser humano, culmina su sentencia Dri.
Cuando trata las Tesis sobre Feuerbach, “un pliego que logramos rescatar del paciente trabajo de los roedores”, como decía Engels quien lo exhumó en 1888, contiene, también al decir del compañero de Marx, el germen de la genial doctrina. Dri, acertadamente, se detiene en la Tesis Primera. Es la que seguramente motivó, primero a Labriola y luego a Gramsci, a llamar filosofía de la praxis al materialismo marxiano, ya que el hilo conductor es el hombre activo que produce conocimientos y realidades con su quehacer, que nunca es acción irreflexiva sino que es acción mediada por la reflexión.
Marx, y Dri lo dice muy bien, realiza un ajuste de cuentas con su propia posición filosófica (estamos en 1846 y está rompiendo con el filósofo que da nombre a las Tesis): el nuevo materialismo es una superación del precedente como así también del idealismo. Si bien fue este último quien “desarrolló el lado activo del sujeto” lo hizo, claro está, ignorando la actividad humano sensorial (el idealismo sólo concibe la actividad conceptual). Profunda y hermosa síntesis.
En el apartado sexto, Dri vuelve sus pasos hacia la introducción de los Grundrisse (1857/8) en donde Marx retorna a la lectura (como hará Lenin más de medio siglo después) de la Lógica de Hegel y es lo que le permite “asirla” mejor y convertirla en una guía irremplazable para la redacción de la Introducción a esos borradores. La economía, economía política para decirlo mejor, cuenta con cuatro momentos que interactúan entre sí (producción, circulación, distribución y consumo) pero que tiene un centro gravitatorio, “la iluminación general en la que se bañan todos los colores y que modifica las particularidades de éstos”, que no es otro que las relaciones de producción. Por momentos el capítulo parece, en la necesidad de resumir, un tanto esquemático y menos logrado que los anteriores. 5 Será el próximo en el que el desarrollo luzca más agudo y armonioso.
El propio autor considera a dicho capítulo séptimo, central, pues siguiendo a Marx confirma que cuando el capitalismo logra desplegarse (siglos XVI al XIX aproximadamente) el capital se pone como el verdadero sujeto de la modernidad, mientras como vimos, el trabajador está “cosificado”, producto no de cierta educación (que refuerza ésta, es cierto) pero que responde a un hecho objetivo, material: las relaciones sociales capitalistas. Ellas son asimétricas ya que lo que las constituye es la explotación (ya existente en toda sociedad de clases), pero que ahora se le suma un velado fetichismo, en donde las relaciones humanas se presentan como relaciones entre cosas y el dinero se enseñorea sobre los mortales que giran bajo su órbita sin entender el por qué de lo que ocurre, aunque sintiéndolo en sus cuerpos y músculos.
El capital como sujeto que es domina las diversas fases de su movimiento. Ello significa que en ningún momento crece para servir a otros, sino para sí mismo. Si no lo hace, muere como capital. Cuando se pretende que mediante el capital se sirva al bien común, se le está pidiendo al capital que acepte morir como tal. El capital es sujeto y como tal, circular, gira siempre alrededor de sí mismo. Se expande como una espiral que nunca mira hacia el exterior. No se puede esperar que de su desarrollo resulte el bienestar social. (pp. 124/5).
La filosofía, la dialéctica (recordemos el movimiento mismo de lo real) es lo que le permitió a Marx superar la ley del valor ricardiana y dar con el fundamento de la sociedad capitalista, algo que para la economía neo clásica (ni hablar de la economía vulgar) y aún para la heterodoxa en todas sus variantes, es pura “metafísica” . 6 Es que a eso se reduce la dialéctica para estos críticos del marxismo. No era el objetivo del libro ahondar en ello pero en sus últimos capítulos se llega a caracterizaciones precisas como la anteriormente citada y deja entrever una tarea para brindarle una salida a “los de abajo”. Oigamos:
Por este motivo no puede hablarse de “humanización del capital”, de “capitalismo bueno”, de “alianza entre el capital y el trabajo”, de “bien común” en una sociedad capitalista. El capital es un movimiento que retorna a sí mismo. Su crecimiento es autocrecimiento, no es crecimiento para otros. Cuando se dice que la economía debe crecer y que con ello se solucionará el problema del hambre, se nos está diciendo una gran mentira (…) Los individuos están subordinados a la producción social que pesa sobre ellos como una fatalidad; pero la producción social no está subordinada a los individuos y controlada por ellos como un patrimonio común. (p. 127)
Y esto, como también advierte tangencialmente el texto, ocurre (con sus especificidades, claro está) en el capitalismo neoliberal, en el keynesiano, y aún en aquellas sociedades en donde el capital fue expropiado como en la ex URSS y demás estados burocráticos. Los trabajadores no controlan efectivamente la producción social creada por ellos, se la apropian otros y “viven” esta situación como una fatalidad. Se desprende según la cita, que si esto no ocurriese y fuese efectivamente controlada como un patrimonio común, la alienación y la verdadera libertad podrían estar al alcance de la mano. Pero para eso, los trabajadores y el pueblo deben “ponerse” como sujetos (y eso “requiere de una larga preparación” sugiere Dri) y acabar con el orden existente. Para retomar lo del comienzo: es lo que entendió Lenin munido del arsenal teórico adecuado, según también advierte la admonición final del libro.
Hegel, Marx y Lenin revisitados hoy, dialécticamente
Reiteremos a riesgo de ser fatigosos: la dialéctica expresa con mayor grado de verdad lo que existe, porque lo que existe es dialéctico. Valga la aparente tautología. La filosofía alimenta la política y ésta a su vez nutre y enriquece a la primera. Como Marx hizo con Hegel y el libro lo expone con meridiana claridad.
En una de las conclusiones que nuestra corriente realizó como cierre a un curso sobre el tema a obreros y público en general, se afirma:
El punto de vista del fundador del socialismo científico es tan dinámico y atado a la historia como el de su genial precursor. Pero, a diferencia de Hegel, Marx no limita ese automovimiento del sujeto histórico: ni en el tiempo (no se detiene en el presente, como en Hegel, sino que es prospectivo, apunta al futuro) ni en el plano de su realización, que excede la mera consciencia para abarcar toda la materialidad de la vida social. Y esto sucede porque el sujeto de Marx no es un vaporoso “espíritu”, sino una fuerza social material, la clase trabajadora, cuyo horizonte de transformación excede los límites del capitalismo. 7
Y tiene una correspondencia evidente con el texto que brevemente intentamos reseñar. Insistamos una vez más: que esa fuerza material se “ponga” como sujeto a riesgo que si esto no ocurre “se la lleven puesta” como en más de una ocasión señala casi burlonamente Rubén. Lenin, como otros revolucionarios (no olvidemos a Engels, Rosa, Trotsky, Gramsci) comprendieron esto y se abocaron a esa paciente, pero humana y reconfortante tarea.
En medio de cierta “anomia” intelectual, de tanto “posibilismo ambiente” reinante y de temas que se consideraron “saldados”, la aparición de un trabajo que pone en el centro del debate a la dialéctica y a tres de sus mejores cultores, es más que una bocanada de aire fresco, y especialmente en lo que a la hermenéutica de Hegel refiere, permite coronar más de tres décadas de trabajo fecundo y de divulgación (no vulgarización) de la obra hegeliana, que si bien no es inaprensible, nunca resulta de comprensión inmediata y necesita muchas veces saber correr cierta “maleza” que hay en su exposición.
Antes de pasar al reportaje, finalizamos con otro de los párrafos del libro, que confirma lo que venimos sosteniendo. Que es además, algo que debemos tener permanentemente presente y que en los días que corren, pandemia universal mediante, parece que también empieza a formar parte de cierto “sentido común” de cientos de miles de jóvenes y mujeres trabajadores de gran parte del mundo:
El capital como “contradicción viva” es la última palabra. ¿Significa ello que finalmente el capitalismo se derrumba bajo el peso de sus contradicciones? De ninguna manera. Puede reciclarse como de hecho ha mostrado que puede hacerlo, y prolongar su duración por tiempo indefinido. Puede durar mucho tiempo, no sabemos cuánto, pero no tiene inscripto en la frente el decreto de su existencia eterna. (Resaltado nuestro)
Notas:
1 Rubén Dri nació en Entre Ríos en 1929. Se ordenó sacerdote salesiano siguiendo los deseos de su madre. Estudió teología en Turín, Italia. Hizo estudios de filosofía y ciencias sociales en Francia y México. En los años 60 comenzó a militar en el Peronismo de Base y participó en la fundación del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Después del golpe militar de 1976 tuvo que exiliarse en México. Conocedor del alemán, leyó a Hegel en su lengua original y trabajó sus grandes obras durante décadas, dando vida así a una sesuda y didáctica puesta a punto de esos textos en más de una decena de libros. El que estamos comentando se suma a esa importante bibliografía.
2 Para un buen acercamiento a este tema, consultar El Partido Socialdemócrata de Alemania: nacimiento, auge y deriva reformista (1875-1914). Alejandro Kurlat. Socialismo o Barbarie, Febrero 2019, edición digital.
3 Un más que sugestivo análisis del trayecto filosófico de Lenin, es el de John Rees: Lenin y la filosofía en Revista Socialismo o Barbarie 21, 2007. Para la que consideramos plena actualidad de la política leninista, ver Roberto Sáenz: Lenin en el siglo XXI. Revista Socialismo o Barbarie 23/24, 2009.
4 Un intento para aproximarse más a esto es nuestro Apuntes sobre Hegel y el marxismo. Revista Socialismo o Barbarie Nro 20, 2006.
5 Uno de los mejores trabajos sobre la Introducción y elaboración de los Grundrisse es el de Enrique Dussel: La producción teórica de Marx. Un comentario a los Grundrisse. Siglo XXI. 1985
6 Una educativa nota sobre las corrientes que reniegan de la teoría del valor es la de Federico Dertaube: La absurda teoría liberal austríaca de valores y precios. Izquierda Web, 20/10/19. Quienes también desarrollaron estos temas son autores marxistas como Néstor Kohan y Rolando Astarita. Todos con un denominador común: sin la dialéctica jamás se hubiera llegado a desentrañar y superar la ley del valor enunciada por David Ricardo y la economía política clásica.
7 Marcelo Yunes: El marxismo y la herencia de Hegel. Socialismo o Barbarie 272, 2016
8 Antonio Gramsci , Karl Korsch y el joven Lukács conforman lo que el marxista pero anti hegeliano Louis Althusser denominó “la ultra izquierda” pues reivindicaban la continuidad del autor de la Fenomenología con Marx.
La ucraniana luego radicada en EEUU Raya Dunayevskaya, que fue durante un tiempo secretaria de Trotsky durante su exilio en México, expresa una “ultrahegelianización” del marxismo y presenta a ambos pensadores casi como una unidad homogénea y sin matices. Por último, los italianos Galvano Della Volpe y su discípulo Lucio Coletti, en línea con el citado Althusser, criticaban a los que veían a un Marx con una fuerte impronta de Hegel, a quien criticaban por idealista extremo y mandaban al cesto de la basura porque consideración que ignoraba el momento empírico del conocimiento y toda referencia fáctica.