Este sábado 6 de febrero el mundo del fútbol argentino quedó consternado por el sucidio de Santiago “El Morro” García, delantero uruguayo de 30 años de enorme personalidad y que más de una vez fue noticia en los medios por recibir insultos racistas, era afrodescendiente.
El Morro, como todo futbolero lo conoce, venía teniendo roces con la directiva de Godoy Cruz de Mendoza (CDGCAT) a raíz de que no cumplía las expectativas del club. A causa de esto el presidente del club Jose Mansur decidió “dejarlo libre” a finales de diciembre.
Santiago hacía meses que se encontraba bajo tratamiento psiquiátrico debido a que le fue diagnosticada una profunda depresión la cual se vio agudizada cuando a mediados de enero se infecto con Covid-19.
La decisión del club de descartar a un jugador que estaba atravesando un momento emocional tan delicado no hizo más que empeorar la situación.
La industria del fútbol descarta a los jugadores cuando no les rinden, o cuando se rompen física o emocionalmente como el mismo jugador supo decir en junio del 2019: “Los jugadores no somos robots, no estamos hechos de acero. Tuve varios problemas personales que fueron influyendo en mi rendimiento y no fue fácil”.
La muerte de Santiago se suma a la inmensa lista de víctimas de este sistema que son usados y descartados a diario, donde lo que prima es la ganancia capitalista por sobre cualquier atisbo de empatía y humanidad. La lógica perversa del capital y sus consecuencias son un recordatorio más de la imperiosa necesidad de pelear por un mundo más justo donde los seres humanos no seamos material descartable al servicio de la ganancia de unos pocos.