Las razones de la bronca

Antes que nada, es necesario explicar de dónde viene el presidente Lenin Moreno. Se trata del antiguo vicepresidente de Rafael Correa, la figura «progresista» por excelencia que gobernó al país entre 2008 y 2016.

En ese período la economía del país se mantuvo relativamente estable, siempre dependiendo del precio del petróleo, lo cual permitió desarrollar un cierto crecimiento apoyado por la intervención activa de inversores chinos. Moreno se presentó como el sucesor para respetar la línea trazada por Correa en materia de redistribución de beneficios petroleros: la continuidad de la autoproclamada «revolución ciudadana».

Moreno asumió la presidencia en 2017, luego del triunfo electoral frente al banquero Guillermo Lasso. Desde el comienzo de su mandato se asoció con los empresarios, los banqueros, los propietarios de grandes medios y las grandes élites de la burguesía ecuatoriana, perdonándoles todas sus deudas y permitiéndoles reinsertarse nuevamente en el espectro político nacional.

Al mismo tiempo, comenzó una persecución política contra Correa, quien se encuentra exiliado en Bélgica bajo amenaza de ser encarcelado si regresa al país. En su «lucha infatigable»  contra la corrupción, Moreno comenzó a perseguir a todos los funcionarios y colaboradores del anterior mandatario. De este modo, el parlamento se dividió entre «morenistas» y «correístas».

 

Una rebelión popular en curso

La falsa premisa sostenida por los medios de comunicación en torno de la fórmula «si no estás con nosotros, estás con ellos» (en relación a los corruptos) no funciona más para dividir a los trabajadores y sectores populares en una línea divisoria trazada artificialmente.

Sin embargo, Moreno decidió ir incluso más hacia la derecha abriendo la puerta al imperialismo de la mano del FMI. A su vez, expulsó de la embajada ecuatoriana a Julián Assange, lo que constituye una flagrante violación a los derechos humanos.

Por otro lado, las comunidades campesinas auto-organizadas que vienen luchando para defenderse de la política extractivista del anterior presidente durante estos últimos diez años han visto que durante el gobierno de Moreno nada ha cambiado. En efecto, las puertas del «diálogo y la concertación» (promesas de campaña) han permanecido cerradas para aquellos sectores que han osado ir «más a la izquierda» levantando  bandera de las reivindicaciones indígenas, de los jóvenes, los trabajadores y de las mujeres. Estas últimas vienen de sufrir una derrota parlamentaria en una votación digna del oscurantismo medieval que impidió que se despenalizara el aborto en casos de violación.

Sin embargo, un puñado de organizaciones con tendencias más a la izquierda (aunque son las más marginales en términos de representación política y mediática) han advertido sobre la similitud de ambos modelos presidenciales, ya que su punto en común pasa por hacerle pagar la crisis a los más pobres, suprimiendo subvenciones, como la de los combustibles, entre otras medidas que han hecho encender la pólvora del descontento popular.

 

Es necesario poner en pie una dirección independiente desde los trabajadores

La corriente Socialismo o Barbarie apoya la huelga general indefinida del pueblo ecuatoriano que hoy en día le está imponiendo las reglas de juego al gobierno, incluso bajo la declaración del estado de sitio. Se trata de una medida reaccionaria que abre la puerta a la represión y a la violencia policial desbocadas.

Sin embargo, queremos llamar la atención sobre el hecho de que la huelga está siendo mayoritariamente apoyada gracias a la fuerza de movilización de la Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, un movimiento que agrupa a sectores socialcristianos, evangelistas y salesianos desde 1960. Si bien se muestran como los más combativos, su dirección está organizando la derrota, ya que pone su aparato burocrático al servicio del diálogo en interminables negociaciones con el gobierno.

Creemos que el desafío para los revolucionarios es el de construir una nueva dirección, una alternativa independiente que supere los intereses de los aparatos burocráticos y el correísmo, que ponga en el centro las necesidades de los trabajadores ecuatorianos.

Es necesario organizar la fuerza de los jóvenes en las grandes ciudades como Quito, Guayaquil y Cuenca en unidad con los campesinos, las comunidades indígenas, las mujeres y los trabajadores, para luchar en las calles contra las élites burguesas por una nueva Asamblea Constituyente.  Solo los trabajadores ecuatorianos, de manera independiente de las direcciones burocráticas, pueden transformar las relaciones sociales de explotación y opresión del pueblo ecuatoriano.

¡Viva la huelga del pueblo ecuatoriano! ¡No al estado de excepción y la represión de Lenin Moreno! ¡Por una Asamblea Constituyente y una salida independiente de los trabajadores!

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