La votación pone en evidencia que, a pesar de las innegables diferencias entre las fuerzas políticas que dieron su voto positivo, todas ellas están profundamente de acuerdo en lo fundamental, en lo que hace a la estructura económica, social y política de Argentina: su carácter de país capitalista atrasado y dependiente.
El proyecto, que todavía debe votarse en senadores para ser definitivamente aprobado, sostiene que la reestructuración y “sostenibilidad” de la deuda es “prioritaria para la República Argentina” y le da a la cartera de economía la facultad de «efectuar las operaciones de administración de pasivos y/o canjes y/o reestructuraciones de los servicios de vencimiento de intereses y amortizaciones de capital de los Títulos Públicos de la República Argentina emitidos bajo ley extranjera».
El proyecto no cuestiona la jurisdicción de los tribunales extranjeros (de los países imperialistas) sobre cualquier disputa por los pagos entre acreedores y el Estado argentino. Así, ni medio intento de prevenir el surgimiento de muchos nuevos jueces Griesa y entrega la soberanía de las decisiones a los funcionarios del imperialismo sin posibilidad alguna de negarse a cumplir sus órdenes.
El cuestionamiento político al macrismo por el endeudamiento desenfrenado es sólo por “excesivo” e insostenible, pero no dice una palabra sobre los usos mismos de la deuda. El pueblo argentino vio durante todo el mandato de Macri ver sus condiciones de vida deteriorarse sistemáticamente mientras se usaba la deuda para financiar la fuga de capitales, la baja de los impuestos a sojeros y otros multimillonarios, el pago de bonos como LEBAC, etc. Todos parten de la premisa de que los trabajadores deben pagar una deuda de la que no vieron un peso.
Desde que la Argentina es una nación independiente siempre estuvo sometida al endeudamiento con acreedores internacionales. Lo primero que hay que entender es que se trata de una forma de sometimiento del país a los centros de la economía capitalista mundial, que son los que monopolizan las monedas para relacionarse con el mundo (en el siglo XIX, la libra esterlina inglesa; a partir del siglo XX, el dólar). Una dependencia que ha sido siempre una traba para el desarrollo del país.
El endeudamiento aumentó y bajó dependiendo de circunstancias cambiantes, pero nunca pudo ser eliminado porque es un factor estructural que hace a la subordinación de un país dependiente como el nuestro a los centros del imperialismo mundial, en primer lugar al imperialismo yanqui.
A comienzos de la década del 70 el país debía no más de 3.000 millones de dólares. Pero la dictadura militar (1976-1983) volvió a redoblar las cadenas de la subordinación del país mediante endeudamiento internacional. Y a partir de ahí fue una historia de nunca acabar. Cuando los milicos se fueron, el país ya debía 40.000 millones de dólares. Alfonsín negoció acuerdos, pero para seguir pagando. Y la misma historia ocurrió con Menem en los años 90, que llevó el endeudamiento por las nubes. Así, cuando asumió De la Rua (radical y de la Alianza) el país ya debía la escandalosa cifra de 120.000 millones de dólares, a pesar de que la deuda siempre se fue pagando, refinanciaciones mediante. Una historia de nunca acabar.La consecuencia fue que el país cayó en la espiral de la gravísima crisis del 2001.Y con reservas en el Banco Central irrisorias que no alcanzaban ni los 10.000 millones de dólares, entró en cesación de pagos: es decir, dejó de pagar temporalmente deuda externa.
En 2003 llegó al gobierno el kirchnerismo. Después de una serie de idas y venidas, se les ocurrió un plan “genial”. En 2005 anunciaron un plan de canje de bonos de la deuda externa que contenía una quita en el monto total adeudado reduciendo la deuda más o menos a la mitad, pero comprometiéndose a afrontar los pagos por el resto. En 2010 el gobierno tuvo que organizar otro canje con una porción de acreedores que se habían negado a entrar en el primero. Sin olvidar que en 2006 se le pagó la deuda al FMI al contado por un monto de casi 10.000 millones de dólares.
De ahí que Cristina se jactara, sin mentir en nada, de que su gobierno es un “pagador serial”. Más bien, un pagador sobre el esfuerzo de los trabajadores argentinos que logró la “hazaña” de volver a vaciar las reservas del Banco Central.
Para colmo, como producto de todas estas negociaciones y compromisos llevadas adelante por los K y vendidas como “solución definitiva del problema de la deuda” (o “desendeudamiento”), se estima que en sus doce años de gestión los K pagaron alrededor de170.000 millones de dólares… sólo para que el monto de deuda externa que subsistía al final del mandato de CFK en 2015 fuera de ¡200.000 millones de dólares más!
Con Macri, esa cifra inicial escaló de manera desenfrenada hasta alcanzar el endeudamiento actual de casi 350 mil millones de dólares, de los que se deben pagar vencimientos por más de 60 mil millones sólo en 2020.
Cuando se volvió evidente que el estado argentino no podía pagar los inmensos montos de deuda es que se precipitaron las corridas contra el peso (que bajo Macri pasó de una relación de 10 a uno con el dólar a una de 60 a 1) y el subsecuente acuerdo con el FMI a mediados de 2018.
El derrumbe de los bonos de deuda estatales en las cotizaciones precipitó la venta masiva de pesos con su consiguiente caída respecto al dólar. Mientras todos los indicadores de consumo, producción y actividad económica en general caían; los bancos, tenedores de deuda pública y fondos de inversión estaban de fiesta en fiesta. Producir, vender y comprar no da tanta ganancias como prestarle al Estado, que para asegurarse de que los dueños de los dólares no se los lleven a ningún lado, les regalaba más dólares.
Eso significan las tasas de interés ridículamente altas: la entrega descarada de millones y millones por “invertir” en deuda del Estado con ganancias mucho más altas que las de la industria y los servicios en recesión.
El endeudamiento ridículo con las Leliq sirvió para pagar las deudas contraídas anteriormente, como también los ingresos provenientes del FMI. Se pagaba deuda contrayendo más deuda con tasas de interés más altas. El macrismo fue un médico que, en vez bisturí, operaba con puñal.
Hacer “sostenible” la deuda implica legitimar una historia de fraude, ganar tiempo para “ahorrar” para pagar deuda ajustando a los trabajadores.