Por Tofi Mazú

El 2019 arrancó con un hecho político que marcará el rumbo de América Latina: la asunción del proto – fascista Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil. El evento se hizo con un mega operativo de seguridad – que incluyó 12.000 policías, tanquetas y francotiradores -, dos discursos y la presencia de los primeros mandatarios de distintos países, desde el reaccionario israelí Netanyahu hasta el “progresista” Evo Morales.

 

Bolsonaro declaró sus intenciones, una vez más

El flamante presidente del gigante latinoamericano presentó su propuesta política con dos discursos de impacto que resumieron el rumbo que pretende tomar, reafirmando el carácter ultra derechista y conservador del mandato que se apresta a encarar. Bolsonaro dejó en claro que viene a implementar un plan económico para pasar por la guillotina a la clase obrera, un plan al servicio de los grandes empresarios y sus millonarias ganancias. Eso significa la afirmación de uno de sus discursos, en la que decreta que “hoy es el día en que el pueblo comienza a librarse del socialismo”. Cuando dice “pueblo” quiere decir “las empresas”; cuando dice “socialismo” habla de los más básicos derechos conquistados por los trabajadores, de los límites puestos a la voracidad empresarial con impuestos y regulaciones como los controles a la deforestación del Amazonas. Así hoy, 2 de enero, ya tomó su primera escandalosa medida contra las y los trabajadores: bajar por decreto el salario mínimo previsto para este año.

Su proyecto, a su vez, viene a endurecer la alianza con los evangélicos para arrollar los derechos de las mujeres y a gobernar como el militar nostálgico de la dictadura que es: con un recrudecimiento de la represión, cuestionando la democracia capitalista por la derecha, con los derechos conquistados con años de luchas. Estas ideas económicas y políticas fueron expresadas en las palabras que dirigió tanto de cara a los parlamentarios como hacia la sociedad, así como en el gabinete que presentó a su lado para llevar adelante su proyecto.

Pronunció su primer discurso en el Congreso, donde interpeló a los parlamentarios para confluir en un “pacto nacional” en pos de “liberar al país del yugo de la corrupción, de la criminalidad, de la irresponsabilidad y de la sumisión ideológica”. Ese supuesto “pacto nacional”, según sus palabras, consistiría en priorizar el desarrollo empresario, centralmente al sector agropecuario, quitando las leyes de retenciones a las que llamó “burocracia”.

Su esbozo del rumbo económico que pretende tomar fue proseguido por la siguiente declaración reaccionaria: “vamos a valorizar la familia, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeocristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores. Brasil volverá a ser un país libre de amarras ideológicas”. Es curioso cómo la defensa del oscurantismo medieval toma hoy la forma de “liberarse de amarras ideológicas”. Su orientación frente al movimiento de mujeres y  de las personas LGBT es enviar a las primeras a la cocina y a las segundas de nuevo al closet. Lo aberrante de su programa oscurantista, sin embargo, había sabido despertar al principal movimiento opositor a su candidatura, el de las mujeres brasileras que, alzando la bandera de Marielle Franco, salieron masivamente a las calles a gritar “elle nao”. El movimiento de mujeres, que recorre la Tierra haciéndola temblar, es por ahora el principal punto de apoyo en respuesta a un monstruo como él, aunque no suficiente. Es un fenómeno que Bolsonaro necesita aplastar para poder avanzar sobre todo el pueblo trabajador.

Tras recibir la banda presidencial de la mano de Michel Temer, Bolsonaro pronunció su segundo discurso en el parlatorio del Planalto, al que llegó en un extravagante Rolls Royce vintage, saludando junto a su esposa al mejor estilo de la nobleza. Allí se dirigió a sus votantes y a su base social, lo más atrasado y reaccionario se la sociedad brasileña; que lo recibió al grito de “¡Llegó el capitán!”, poniendo énfasis en su condición de militar y agente de la mano dura.

“Hoy es el día en que el pueblo comienza a librarse del socialismo, de los valores invertidos, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto (…) Esta es nuestra bandera, que jamás será roja. Sólo será roja si es necesaria nuestra sangre para mantenerla verde y amarilla”.

Es este un profundo mensaje contra la izquierda en general, un mensaje de polarización social para demonizar a todo lo progresivo, las luchas de los trabajadores, por los más elementales derechos democráticos de los de abajo. Decir que sólo habrá banderas rojas fruto de la sangre que correrá para erradicar el color rojo y “las ideologías” es una concreta declaración de intenciones represivas a una escala superior: de saltarse los límites de la democracia burguesa por derecha y atentar contra las conquistas democráticas del pueblo trabajador, la comunidad afrodescendiente, las mujeres, la juventud y el colectivo LGBT.

Para reafirmar su plan y de paso atacar la posibilidad de una respuesta por izquierda ante el mismo, levanta el demonio rojo del PT, lo asimila al “comunismo”, mientras confunde a amplias capas de la población.

 

 

Los 22 miembros de un gabinete de terror

Bolsonaro asumió acompañado por los 22 integrantes de su gabinete del terror, del que se destaca la presencia de cinco miembros de las Fuerzas Armadas, una pastora evangélica y un economista liberal presto a unificar las carteras de Planificación e Industria y Comercio.

El primer sujeto a mencionar de este gabinete es Onyx Lorenzoni, un ex diputado del DEM, reconocido por su autoproclamado carácter de anticomunista, que viene a ser una suerte de articulador político. La Secretaría General de la Presidencia estará a cargo del presidente del Partido Social Liberal, Gustavo Bebbiano; mientras que la Secretaría de Gobierno quedará en manos del general Carlos Alberto dos Santos Cruz, quien supo ser secretario de Seguridad Pública en el Ministerio de Justicia durante el Gobierno reaccionario y represor de Temer.

El Gabinete de Seguridad Nacional estará liderado por el general Augusto Heleno Ribeiro, que fue responsable de la Amazonía Brasilera, donde se destacó por atacar los derechos de las comunidades aborígenes que allí residen, para facilitar el ingreso de las empresas deforestadoras. Como si esto fuera poco, fue quien lideró la campaña de la ONU que buscaba, supuestamente, llevar la paz a Haití… llenándola de militares de cascos azules para reprimir.

Ernesto Araujo será el encargado de las relaciones exteriores, un diplomático que se dice admirador de Donald Trump, adversario del globalismo y el marxismo, y que ha anunciado que desde ese cargo combatirá el «alarmismo climático»… vemos que podrá complementarse con el general Robeiro cuando del Amazonas se trata.

El economista liberal Paulo Guedes, que estará frente a al gabinete de Economía, ya propuso un plan basado en privatizaciones y ajustes fiscales; totalmente apoyado por Roberto Campos Neto, quien estará al frente del Banco Central.

Frente a Justicia y Seguridad Pública se encontrará el juez Sergio Moro, quien se ocupó de la operación Lava Jato, que consiguió encarcelar a Lula. Frente a la Justicia… el responsable de saltarse las libertades democráticas incluso dentro de este régimen.

Frente al gabinete de Defensa estará el General Fernando Azevedo e Silva, quien fuera Jefe del Estado Mayor del Ejército y comandante de la Brigada Paracaidista. Este hombre es una de las manos derechas de Bolsonaro, en un gobierno donde hasta quienes encabezarán los gabinetes de Salud y Educación son militares o se desarrollaron en ese ambiente.

Las únicas dos mujeres del equipo de Bolsonaro parecerían ser una oda a lo reaccionario. La primera, Tereza Cristina Correa, era una diputada de un grupo que se dedica a defender los intereses de los grandes latifundistas y que ahora estará al frente, como no podía ser de otro modo, del gabinete de Agricultura. La otra es quien encarnará la campaña contra la “ideología de género”: la pastora evangélica Damares Alves, que dirigirá el gabinete de Mujer, Familia y Derechos Humanos.

Solo con estos ejemplos nos hacemos una primera idea de cuál es el plan de Bolsonaro: un gobierno represor hasta la médula, ajustador y privatista, que cuestione por derecha el régimen de la democracia burguesa, defienda a los empresarios y latifundistas, mientras ataca el salario de la clase obrera, los derechos humanos y el derecho a la protesta social, así como al movimiento de mujeres. Este gabinete es solo una muestra de la artillería pesada con la que pretende gobernar este neo – fascista contra la clase trabajadora.

 

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