“Aquí está moviéndose todo el pueblo alteño, se está dirigiendo hacia La Paz, porque no podemos permitir de que una racista asuma la presidencia, y es más, esa señora tiene odio a nuestro símbolo, por eso todo el pueblo alteño esta moviéndose unidos y conformando desde las bases, aquí no hay dirección de ningún partido político, tampoco de las organizaciones sociales, prácticamente ellos han abandonado, por eso ahora estamos moviéndonos con este sentimiento”.
Parafraseo de una declaración de un luchador de El Alto luego del inmenso Cabildo Abierto que rechazó a la golpista Áñez, miércoles 14/11/19
Bolivia vive a estas horas un golpe de Estado. Golpe de Estado que se terminó de consumar con el pedido de renuncia de Morales y Linera por parte de las Fuerzas Armadas y la defección de estos dos.
A estas horas el ex presidente y vicepresidente están ya asilados en México. Sin embargo, en Bolivia nada está cerrado. Se ha generado un vacío institucional sólo llenado parcialmente mediante la asunción completamente ilegítima y sin quórum de la derechista Jeanine Áñez. Las fuerzas armadas son el poder real detrás de esta fantochada de poder.
La idea es mantener la fachada institucional con una interpretación forzada de que, en realidad, no hacen falta 2/3 de la Asamblea legislativa para asumir; que alcanza con estar en la línea sucesoria.
Además, el nuevo gobierno de facto tiene el incondicional apoyo de Almagro, de la OEA, y de Trump, además de 15 gobiernos entreguistas de la región, en primer lugar el semifascista Bolsonaro.
De cualquier manera, repetimos, y ante el desborde de la policía, el poder real está en los militares.
Sin embargo, si entre las clases medias urbanas se apoya el golpe (eso se ve incluso en La Paz como informa nuestro corresponsal ahí), entre los sectores trabajadores, originarios y campesinos crece la rebelión contra el golpe –casi una revolución- con sede, en primer lugar, en la ciudad-comuna originaria y de trabajadores de El Alto.
La situación es de dramática polarización. Al lado del poder estatal conviven en Bolivia poderes paraestatales sobre líneas casi transparentes de clase y/o de opresión nacional que, desbordando la institucionalidad formal,han irrumpido con enorme fuerza y adelantan posibles elementos de guerra civil.
El “macho” Camacho, integrante de la fascistoide Unión Juvenil Cruceñista y dirigente del Comité Cívico de Santa Cruz, ha sido la cabeza visible del golpe fascistoide[2]. Entrando al Palacio del Quemado (la Casa de Gobierno) con la Biblia en la mano y llamando a bajar las Wiphalas originarias de los edificios públicos, desató la reacción de la mayoría originaria que aun confusa –entre algunos sectores- con el gobierno del MAS, no tiene dudas sobre sus banderas y derechos.
Por su parte, la FeJuVe (Federación de Juntas Vecinales de El Alto), la CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia), la COB (Central Obrera Boliviana) y otras organizaciones de masas, están comenzando a movilizar a sus bases; incluso organizaciones radicalizadas campesinas como los Ponchos Rojos se han declarado dispuestos a combatir físicamente el golpe (la consigna “Ahora sí, guerra civil” es de ellos, aunque hay que ver hasta dónde la concretan).
No estamos frente a un golpe de Estado nominal por así decirlo, sino, eventualmente, frente a uno más sangriento y fascistoide de los que hemos visto en Latinoamérica en los últimos años.
Sin embargo, hay que ver los desarrollos porque, de momento, parece convivir con una rebelión popular que crece en los cuatro puntos cardinales del país.
Un golpe de Estado que si no mide sus pasos -aun a pesar de la borrada de Morales y Linera-puede desatar una revolución. Tan profundos son los sentimientos que animan a las masas.
Bolivia tiene enorme tradición de lucha. También es verdad que muchas veces la voces más “radicalizadas” son la expresión de necesidades reivindicativas perentorias; satisfechas estas, se acaba la “revolución”…[3]
Sin embargo, el carácter paraestatal de muchas de sus organizaciones (de los dos lados) y la inmensa tradición de lucha de las masas (existe una tradición comunal de lucha colectiva, volveremos abajo con esto), sumada a la polarización brutal de clase y nacional que existe en el país, hacen que a pesar de la vergonzosa defección de Morales y Linera, la situación esté abierta.
Bolivia podría ser el país donde se traspongan los tabiques entre rebelión y revolución como no lo hemos visto en las últimas décadas. Y esto aún a pesar de los problemas de dirección y conciencia que sin embargo subsisten.
Problemas que harán valer su peso más y más conforme se desarrollen los acontecimientos, pero que la propia radicalización eventual podría dar herramientas para encararlos.
A continuación intentaremos hacer un análisis de los eventos en curso.
Un golpe de Estado racista y xenófobo
Lo primero a señalar es que estamos ante un golpe de Estado racista y xenófobo que tiene bandas fascistoides asolando las calles de las ciudades contra los originarios.
Esto, que para los lectores de este portal y periódico es evidente, lo dejamos asentado para dedicarnos más a las características del golpe mismo.
Un primer interrogante es, precisamente, el carácter del golpe. Son las Fuerzas Armadas las que determinaron la caída de Morales y Linera; las que le “sugirieron” la renuncia; las que salieron a las calles al verse la policía desbordada.
Son, como ya hemos señalado, el poder detrás del poder.
Sin embargo, no lo asumen en su nombre. La que asume –ilegítimamente- los atributos formales del poder es la presidenta golpista fanática autoproclamada Áñez, Biblia en mano.
En este aspecto, el golpe se parece a otros de este sigloXXI, en los cuales las fuerzas armadas son las que inclinan decisivamente la balanza, pero sin hacerse cargo del gobierno y sin producir un baño de sangre de la magnitud de los del siglo pasado; al menos no todavía la de los golpes contrarrevolucionarios de los años 70[4].
El golpe y la rebelión popular contra el mismo conviven en cierta forma como ocurrió en Honduras años atrás. Y como está ocurriendo en estos momentos en Bolivia.
Sin embargo, como acabamos de señalar, hay que ver la evolución del golpe mismo; de su carácter. Esto en la medida que si se rompen los diques de contención, si la rebelión que madura por abajo desborda en lisa y llana revolución, ya estaríamos en otro escenario: un golpe clásico, eventualmente sangriento para detenerla y/o una revolución no menos clásica (aunque carezca, de todos modos, de algunos atributos subjetivos de toda revolución).
Todo esto habrá que verlo, en definitiva, en la experiencia no sólo de Bolivia, sino en la evolución de la “primavera de los explotados y oprimidos” que madura en todo el mundo y que parece estar escalando en su radicalidad[5].
El segundo rasgo del golpe de Estado que le da sus atributos xenófobos fascistoides –un elemento nuevo entre los golpes de Estado de este siglo- es su carácter revanchistaen relación a la población originaria, que es la abrumadora mayoría del país y que se sintió expresada en la presidencia de Evo Morales.
La nueva “presidenta” golpista autoproclamada Áñez, así como el “macho” Camacho y la acción de sacar las Wiphalas de las instituciones públicas[6], cuestionan el “Estado plurinacional”: buscan el restablecimiento de la República Boliviana como Estado de opresiónsobre las mayorías originarias, verdadera continuidad del Estado colonial[7].
Así las cosas, y como escribimos 20 años atrás, el Estado boliviano no es solamente un Estado capitalista como cualquier otro –capitalista semicolonial, claro está- sino que, además, es un Estado opresor de la mayoría originaria por parte de una minoría blanca privilegiada que destila odio de clase y nacional sobre la población explotada y oprimida mayormente indígena y trabajadora[8].
Que esto se exprese de manera tan visible, que Camacho entre al Palacio del Quemado (presidencia) con la Biblia en la mano, que la ponga sobre la Wiphala, que las wiphalas sean sacadas de los edificios públicos, que, más grave aún, se apalee a personas con pinta de originarios, ya le da a los acontecimientos el carácter de un golpe semifascista xenófobo de opresión nacional.
Tercero, el problema de las banderas democráticas y el rol entreguista de la OEA. La Organización de Estados Americanos dirigida por Almagro es una agencia del gobierno de Trump, del Big stick en la región[9].
La capitulación de Morales y Linera, su adscripción a la legalidad –nacional e internacional- a como dé, comenzó cuando se llamó a la OEA para que auditara la elección (fue como llamar al lobo a cuidar las ovejas[10]).
El gobierno del MAS desconoció el referéndum del 21 de Febrero del 2016 llamado por él mismo. Lo perdió por algo en torno al 51% contra el 48%. Morales no podía volver a ser candidato a presidente por cuarta vez.
Desconociendo esto, un año después, el Supremo Tribunal Electoral lo autorizó a presentarse nuevamente…
De esta manera, se le entregó a la reacción las banderas democráticas; amplios sectores de las clases medias urbanas a priori no necesariamente racistas empezaron a girar a la derecha. El gobierno quedó en minoría en los centros urbanos.
Sin embargo, esto no quiere decir que haya habido necesariamente fraude en la elección. La propia OEA habla en su informe de “irregularidades” o “graves irregularidades”, pero no de fraude.
La diferencia electoral es de 10 puntos, con sus más o sus menos. Es imposible hacer fraude con una diferencia así más allá que, es verdad, cada centésimo valía en esta elección. Y esto es independientemente de que el MAS debiera haber buscado un recambio a Morales[11].
Por otra parte, aunque hayan metido un poco la mano en las urnas aquí o allá –algo quizás hubo porque de no ser así no se hubiera parado el escrutinio durante 24 hs, aunque atención que esto se puso de moda también en varios países incluida la Argentina- es indiscutible que Morales y Linera tuvieron una amplísima diferencia a su favor.
Que su votación fue la más baja desde que asumieron el gobierno, sin duda alguna, y habla de los límites capitalistas de su gestión[12]. Pero eso no quiere decir que fueran un gobierno que no contaran con un amplio apoyo social (más allá del “natural” desgaste de una larga gestión sobre la base de las instituciones burguesas, como ya señalamos).
Los que asumen el gobierno de facto son los que están en minoría. Se representan a ellos mismos y nada más: una minoría blanca y privilegiada, golpista, xenófoba, semi-fascista, que está de espaldas a la Bolivia plebeya, trabajadora, originaria, obrero y campesina.
Una traición vergonzosa
El tercer elemento del análisis es la traición de Morales y Linera cuando estaban llamados a encabezar la resistencia. No solamente son el presidente y vice elegidos, sino que son, en gran media, dirigentes de amplios sectores de masas.
Su defección está siendo acompañada por la de todos los dirigentes masistas que están viendo cómo huyen despavoridos del país mientras las masas populares reaccionan heroicamente y salen a las calles.
¿Cómo se explica semejante capitulación ante el primer empuje serio de la reacción? La única explicación es la de un apego cretino a la institucionalidad.
Trotsky decía que el reformismo era una formación política cuyo medio ambiente “natural” eran las instituciones de la democracia burguesa: nacían y morían con ellas.
En el caso boliviano esto es más complejo, porque al lado de las instituciones formales, al lado de la “estatalidad” están, como ya hemos dicho, las instituciones o parainstituciones de los movimientos sociales: la tradición sindical minera, las comunidades urbanas y campesinas, la tradición comunal “trasplantada” a grandes urbes como El Alto, etcétera[13].
El propio Evo Morales surgiódesde el sindicato cocalero del Chapare, Cochabamba, región a la que fue a refugiarse por unas horas luego de su renuncia.
Sin embargo, pasar a la oposición, llamar a la resistencia, apoyarse en las instituciones alternativas al Estado formal, hubiera sido ya un paso revolucionario: apostar a la puesta en pie de otra institucionalidad.
Una dinámica de polarización revolución-contrarrevolución. Una “puerta” que no estuvieron dispuestos a traspasar, entre otras cosas, porque entraña ya el peligro de ser desbordados por las bases (una dinámica similar a la de Lula cuando el año pasado se entregó a la justicia). De ahí su capitulación.
Además, estas direcciones son “orgánicamente reivindicativas” por así decirlo; orgánicamente reformistas. Buscan convivir con el Estado existente más que abolirlo y erigir un Estado lisa y llanamente de los explotados y oprimidos.
El trasfondo económico-social de esto es, además, su defensa de la propiedad privada. El masismo no cuestiona la propiedad privada. Su base social es pequeño propietaria. Cuestiona, en todo caso, cierto “monopolio” de la propiedad por algunos sectores de las trasnacionales (¡con las que, de todos modos, hizo grandes negocios bajo su gestión!).
Buscó convivir con las transnacionales; repartir la renta de las materias primas.
Estatizó el gas en boca de pozo sin expropiar la industria gasífera como tal.
Sin embargo, no tiene ningún cuestionamiento principista de la propiedad privada. Y el principal teórico del gobierno, el propio Álvaro García Linera, siempre ha defendido a la pequeña propiedad como “camino de largo plazo para el socialismo”…
Un “camino al socialismo”que cuenta con “50 o 100 años de desarrollo de esa pequeña propiedad antes de pensar en cualquier otra cosa”.
Por lo demás, son también dirigentes burocráticos. Y los dirigentes burocráticos, repetimos, tienen temor siempre a ser desbordados por las bases. Y el mejor escenario para dicho desborde es cuando se pone en marcha una revolución.
Así las cosas, quedan atados de pies y manos ante la reacción. Porque, paradójicamente, tienen en común con ella,su rechazo a que las masas explotadas entren en una dinámica revolucionaria.
Por eso su lugar natural, aunque parezca extraño, son las instituciones. Ahí están como bajo resguardo, en el falso juego súper-estructural de oficialismo y oposición; en el “show de la política”.
Lo de Morales no debería sorprender porque vuelve a repetir su comportamiento–casi- 20 años atrás cuando durante el Octubre boliviano(2003), estaba refugiado en Suiza.
Como Perón en el 55 y Allende en el 73, Morales y Linera dejaron a las masas merced a la reacción. Su justificación ha sido “evitar un baño de sangre”…
Pero su excusa es doblemente cínica, porque cuando se le deja el campo libre a la extrema derecha ésta se pone peor, más agresiva. No hay apaciguamiento que valga con los fascistas,como se demostró palmariamente en el caso clásico de los años 1930.
Una traición vergonzosa cubierta por todo el reformismo mundial –como los medios “progres” en la Argentina- que las corrientes revolucionarias no podemos dejar pasar impunemente[14].
Formas embrionarias de “poder dual”
Lo que se tiene a estas horas no es, entonces, una derrota, sino una dinámica de polarización eventualmente extrema conelementos de guerra civillarvada.Un sector que emerge y desborda por abajo a los dirigentes borrados y con miedo y se planta en defensa del Estado plurinacional, la Wiphala, contra el gobierno de facto xenófobo, etcétera.
Cuando los Ponchos Rojos desfilaron bajo la consigna “ahora sí, guerra civil”, no estaban haciendo un mero show, aunque quizás haya en ellos alguna “exageración” entre las palabras y los hechos, algo común en Bolivia.
Los elementos de guerra civil están inscritos en el choque entre dos potencias sociales: la fracción golpista encabezada por Camacho y Áñez a la cabeza de una coalición de la burguesía y las clases medias y regiones más racistas con cierta dominación en las ciudades capitales y las masas alteñas originarias, trabajadoras y campesinas, a la cabeza de todos los explotados y oprimidos del país.
En el “medio”, como haciendo un “arbitraje”, están las Fuerzas Armadas como cuidando que las cosas no se salgan del todo de madre. Un raro arbitraje, porque son ellos, en definitiva, los que como hemos dicho, tienen a estas horas el poder real con las armas en mano (los sectores populares sólo tienen piedras, palos y dinamitas).
La República boliviana, que representa a la primera fracción, sigue siendo una república racista y opresora heredera de la colonia. Esto se ve, como hemos dicho, en como los símbolos patrios y la religión católica está “sobreimpresa” a la cultura originaria[15].
Cuando Áñez agita la biblia está reivindicando los atributos de la república opresora sobre la mayoría originaria; desconociendo el Estado plurinacional consagrado en la nueva Constitución Política del Estado sancionada 10 años atrás (Estado plurinacional que, así y todo, es un Estado burgués en el cual conviven algunas instituciones comunales reconocidas institucionalmente y las instituciones formales del Estado de tipo “occidental”).
Pero, además, están las seculares tradiciones de lucha de la clase obrera boliviana, tradiciones de organización que de los mineros pasaron al campesinado (en oportunidad de la formación de la CSTCB en los años 70), las formidables organizaciones territoriales urbanas como la FeJuVe de El Alto, etcétera.
Es decir: el sentido de clase, la conciencia de clase, están a flor de piel y se “sobreimprimen” al problema originario (se combinan):el obrero y campesino es, a la vez, el originario.
En la realidad actual de Bolivia convergen dos fenómenos sociales de trabajadores de gran importancia. Producto de la continua urbanización del país, ha irrumpidoel fenómeno de El Alto como una ciudad-comuna de ‘productores’ constituida por trabajadores y originarios de carácter urbano. Comuna urbana que está hoy a la vanguardia de la lucha contra el golpe (“Crítica al romanticismo ‘anticapitalista’”[16]).
Y, junto con esto, la constitución de un nuevo proletariado surgido de la reestructuración de la minería y de nuevos sectores fabriles o industriales que de momento, eventualmente, viene de más atrás (no lo sabemos).
Son “ellos o nosotros”. Y esto es lo que le da –embrionariamente- elementos de guerra civil a los desarrollos;de vida o muerte.
Claro que estos elementos revolucionarios –por así decirlo- conviven con los reivindicativos; con la “acomodación reivindicativa” también característica de Bolivia por las tan duras condiciones de existencia y las tradiciones revolucionarias del 52: las palabras revolucionarias muchas veces esconden una práctica crudamente reivindicativa[17].
Pero cuando las cosas se extreman como en estos momentos de golpe de Estado y rebelión popular, las cosas pueden adquirir otro cariz.
Y uno de los países donde podríantraspasarse los límites entre rebelión y revolución es, precisamente, Bolivia. Esto debido a las inmensas tradiciones de lucha y organización que anidan en sus masas populares.
Las “tragedias de Bolivia son su mejor gloria”, decía el reconocido sociólogo boliviano Zavaleta Mercado. Y es así. Porque junto con ser Bolivia un pequeño país, tiene una enorme tradición de lucha de masas; una suerte de “poder dual” entre las instituciones formales del Estado conviviendo con las formas organizativas de las masas que son su“pan de cada día”.
Esta “doble institucionalidad” convive en lo cotidiano. Pero en determinados momentos críticos, como ahora, puede entrar en colisión.
Vacío de poder y doble poder son palabras que en las últimas décadas estuvieron ausentes. Pero en Bolivia cobran una corporeidad pasmosa que, quizás, para llegar a su remate, necesitaría de varios grados de desarrollo de su subjetividad,amén de la falta de partido revolucionario, pero que no por ello dejan de expresarse aun en embrión.
La máxima dirección masista defeccionó sin disparar un tiro; se rajó a México…
Pero la dinámica de las cosas tiene cierta objetividad y se verá hasta dónde llega.
Hay un golpe de Estado racista xenófobo ultra-capitalista en curso. Pero debido a las tradiciones de lucha de los explotados y oprimidos, quién puede decir hasta dónde llegarán los enfrentamientos.
Podría estar preparándose una guerra civil hecha y derecha. La tarea de los socialistas revolucionarios es ponerse a disposición para derrotar el golpismo y ver por dónde abrir las vías para construir un núcleo revolucionario haciendo una experiencia militante en el terreno.
[1] Agitación de los Ponchos Rojos, grupo radicalizado histórico del campesinado boliviano.
[2] La Unión Juvenil Cruceñista es una organización semifascista que proviene históricamente de la Falange Socialista Boliviana de los años 30, con rasgos abiertamente fascistas. El Comité Cívico de Santa Cruz es la organización urbana ciudadana de dicha ciudad de composición de clases medias privilegiadas blancas xenófobas.
[3] De ahí que detrás de las palabras y declaraciones altisonantes hay que buscar el estado de ánimo real y los hechos concretos.
[4] En esto hay una cierta cuestión de proporciones: todavía no hay revoluciones hechas y derechas, los golpes no terminan de ser tan contrarrevolucionarios. De todos modos, atención: quizás estemos al borde de la transformación en este sentido en la medida que las rebeliones desborden los diques de contención que aún subsisten y se transformen en lisas y llanas revoluciones, lo que podría estar ocurriendo ya bajo nuestros ojos.
[5] Ver a este respecto “Una primavera de los explotados y oprimidos”, el Manifiesto Internacional de nuestra corriente frente al giro que han tomado los acontecimientos mundiales.
[6] La Whipala es una bandera de 7 colores repartidos en 49 cuadrados representativas de los pueblos andinos de origen aymará.
[7] El cuestionamiento al carácter plurinacional del Estado decretado por la Asamblea Constituyente de diez años atrás y que supone conquistas democráticas y simbólicas muy sentidas (claro que sin cuestionar el carácter capitalista del país).
[8] “Crítica del romanticismo anticapitalista”, izquierdaweb.
[9] La doctrina del Big sitck fue enunciada por gobierno de Theodoro Roosevelt a comienzos del siglo XX y significaba total impunidad de Estados Unidos para intervenir militarmente en América Latina.
[10] Era imposible que Morales y Linera desconocieran que la OEA viene siendo una agencia de los escuálidos bajo la gestión de Almagro.
[11] Aquí caben dos consideraciones: primero, saber que la ley electoral boliviana exige una diferencia de 10 puntos entre el primero y el segundo para ir a balotaje no importa cual sea el resultado relativo de las listas más votadas. Segundo, que en la medida que se trata de gobiernos reformistas basados en la democracia burguesa, burlar antidemocráticamente sus criterios, por la derecha, es entregar banderas democráticas legítimas, las cuales puede usufructuar la derecha. Otra cosa muy distinta es cuestionar la democracia burguesa por la izquierda. Pero eso Morales y Linera ni sueñan con hacerlo: son cretinos de la institucionalidad en ese aspecto. Volveremos.
[12] El gobierno del MAS no dejó de tener rasgos bonapartistas por así decirlo, es decir, de gestión y escamoteo de ciertos asuntos desde arriba, desde el aparato estatal y de ninguna manera un ejemplo de “democracia socialista”… Ocurren que son gobiernos burocráticos –tipo el chavismo, por ejemplo- y no expresión directa del poder de los de abajo.
[13] La tradición comunal y las costumbres asociativas provienen del ancestral trabajo cooperativo de la tierra y/o, más seguramente, del trabajo de la tierra bajo parcelas individuales o asimismo en propiedad privada, pero con algunas prácticas que siguen siendo comunitarias; también de las instituciones colectivas de las comunidades que imparte, por ejemplo, justicia comunitaria y del traslado de todo esto a las formas de lucha colectivas.
[14] Estuvo valiente nuestra compañera Manuela Castañeira, cuando apareciendo en los medios el domingo pasado, sobre el filo de los acontecimientos y sin ningún sectarismo no dejó de marcar, sin embargo, el desastre de la renuncia de Morales y Linera.
[15] En la ciudad de Cuzco, en Perú, se puede ver cómo las iglesias están construidas directamente sobre las ruinas de la anterior construcción incaica: la primera mitad de sus muros son originarios, la segunda coloniales.
[16] Recomendamos leer este texto de nuestra autoría, que si bien data de 15 años atrás, tiene completa actualidad para apreciar la dinámica de clases de la lucha anti-golpista en curso.
[17] Como digresión, señalamos que nos hemos referido demasiado en esta nota a la inmensa revolución obrera de 1952, una de las revoluciones obreras más importantes en Latinoamérica y el mundo del siglo pasado.
Una revolución encabezada por el joven proletariado minero que en esa época estaba integrado por 50.000 mineros concentrados en grandes lugares de trabajo y cuyo programa revolucionario había sido redactado en colaboración con el trotskismo boliviano: las Tesis de Pulacayo.
La revolución será traicionada por el dirigente histórico de la COB, Juan Lechín Oquendo, y expropiada de manera burguesa por el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) encabezado por Víctor Paz Estensoro, que reconstruyó el ejército burgués diezmado en el 52. En los años 80 se le quebró el espinazo al proletariado minero con el cierre masivo de la minería estatal.
De cualquier manera, las tradiciones revolucionarias mineras y del 52 se irradiaron posteriormente a todos los explotados y oprimidos del país y se combinaron con las tradiciones comunitarias originarias, llegando de esta manera hasta el día de hoy.