Fragmento de un artículo más amplio, que publicaremos en nuestro suplemento semanal el próximo domingo.

El gobierno de Villarroel

“Después del derrocamiento de Villarroel, es ya muy evidente que el proletariado es el corazón del movimiento democrático. Toda la resistencia al régimen oligárquico, que dura de 1946 a 1952, gira en torno a la clase obrera”

R. Zavaleta Mercado, Clases sociales y conocimiento

El gobierno bonapartista de Villarroel (1943-1946) tendrá la difícil tarea de lidiar entre la oligarquía que no le perdía pisada y la clase obrera que surgía después de la masacre de Catavi. Villarroel venía de ser oficial en la guerra del Chaco. Había creando Radepa, un grupo de jóvenes oficiales que fueron prisioneros en el Paraguay; con ellos conformaría el gobierno de aquel entonces.

El grupo de militares nacionalistas sabía que debía tener alguna ligazón con los trabajadores o sus días estarían contados; es por esto que se realizan una serie de reformas que buscaban atraer a la clase obrera y el campesinado a sus filas. El gobierno adoptó una serie de medidas progresistas para aquel entonces, que van desde el establecimiento del fuero sindical y la abolición del pongueaje (forma de trabajo semifeudal) hasta la construcción de escuelas en los centros indígenas.

Por otro lado, en este gobierno se crea el sindicato más fuerte de toda Bolivia y uno de los más activos de América Latina, el que aglutinará a todos los trabajadores mineros. La fundación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) en el Congreso Minero de Huanuni en 1944, será un acontecimiento sin precedentes y un triunfo para la clase obrera boliviana, que marcaría con su sello los acontecimientos del país hasta bien entrada la década de 1980.

Por supuesto que el MNR no hace esto sin tener respaldo. La federación será comandada desde el Ministerio de Trabajo; a pesar de ello, al final del gobierno de Villarroel se percibirían síntomas de independencia política. También se realiza el primer Congreso Indigenista en el país en mayo de 1945. Es reconocible el carácter bonapartista cuando Villarroel adopta como lema “no somos enemigos de los ricos, pero somos más amigos de los pobres”.

Por supuesto que estas medidas no resolvieron ningún problema de fondo. Los cambios radicales todavía no llegarían. Pero es un comienzo de experiencias que tuvo que transcurrir para que la clase obrera pudiera comprender su capacidad de lucha.

Más allá de las tibias medidas reformistas que tomó el gobierno para ligarse a los sectores populares, por otro lado ganaba enemigos de siempre como la oligarquía y sectores de la “izquierda”, específicamente el stalinismo, que veían en Villarroel una figura del “fascismo” (!).

Este último sector aglutinado, en el PIR, le hará el trabajo sucio a la oligarquía llevando a cabo una traición escandalosa; con esos presupuestos, no fue difícil convencer a algunos militares de cambiarse de bando. Es así como se da el golpe gorila de 1946, que termina con Villarroel colgado de un farol en la principal plaza del país después de sacarlo a empujones de la casa de gobierno (hay una versión de que ya estaba muerto cuando lo colgaron).

Como observa Zavaleta Mercado al respecto: “Ni la fracción radepista del ejército ni la oligarquía tienen la posibilidad de pronóstico de la situación revolucionaria que, sin embargo, se preparaba a la vista. Sabían, por ejemplo, esto es capital, que el nuevo personaje central era la clase obrera. Esto es importante: no era un conocimiento de la clase obrera por la vía del marxismo sino de la práctica política; es decir, la conocían no desde el punto obrero sino desde el punto de vista del proyecto burgués que contenían; como era un proyecto burgués mucho más avanzado que el prevaleciente en manos de la oligarquía, se daban cuenta de que o se daba un papel a los obreros o ellos se lo tomarían tarde o temprano” (Consideraciones generales sobre la historia de Bolivia 1932-1971). Ésta era la lógica del partido nacionalista: tender el puente entre los militares y la clase obrera. Sabían que sin esto, cualquier intento de poder sería efímero.

Uno de los problemas más trágicos de la revolución de 1952 fue que el POR vio esto en un principio, pero luego, en la propia revolución, cuando tenía que defender un curso independiente, terminó apoyando al partido nacionalista. Pero antes de avanzar a eso, queremos detenernos en el Congreso Minero de 1946, de donde saldrán las Tesis de Pulacayo.

Las Tesis de Pulacayo

Tras la caída del gobierno de Villarroel, la Federación de Mineros llamó a un Congreso Extraordinario en el distrito de Pulacayo. La situación que se vivía en el país era tensa, una nueva Junta militar estaría en el gobierno.

En resumen, estas tesis delinean la acción de la Federación de Mineros: un programa que hizo historia y está trabajado desde la Revolución Permanente junto con el Programa de Transición escritos por Trotsky, conjuntamente con la realidad boliviana de aquel entonces.

Propone una estrategia de acción sobre la independencia de clase y las conquistas democráticas como parte del camino hacia una revolución socialista: “Los países atrasados se mueven bajo el signo de la presión imperialista; su desarrollo tiene un carácter combinado: reúnen al mismo tiempo las formas económicas más primitivas y la última palabra de técnica y de civilización capitalista. El proletariado de los países atrasados está obligado a combinar la lucha por las tareas democrático-burguesas con la lucha por las reivindicaciones socialistas. Ambas etapas, la democrática y la socialista, no están separadas en la lucha por etapas históricas, sino que surgen inmediatamente una de la otra”.

En otras palabras, lo que representaba la tesis era el programa de la clase obrera boliviana para la revolución socialista en el país altiplánico. Esto comprendía reivindicaciones como la lucha por las 40 horas de trabajo, la escala móvil de salarios, independencia sindical, creación de fondos de huelga y llegaba a plantear la conformación de milicias obreras.

Las tesis eran la herramienta teórica fundamental de los mineros. Pero también era una forma de desenmascarar la política reformista que venía realizando el MNR. Por otro lado, las tesis dicen lo siguiente: “La clase media o la pequeña burguesía es la más numerosa y, sin embargo, su peso en la economía nacional es insignificante. Los pequeños comerciantes y propietarios, los técnicos, burócratas, los artesanos y los campesinos no han podido hasta ahora desarrollar una política de clase independiente, y menos lo podrán en el futuro. El campo sigue a la ciudad, y en ésta el caudillo es el proletariado”.

El POR, en esos primeros tiempos, se posicionó correctamente, a nuestro entender, realizando un trabajo de concientización hacia el proletariado en la cuestión de independencia de clase. Recordemos que la conformación de la Federación había sido realizada por el movimiento nacionalista, y que un gran sector del proletariado creía en el gobierno que le había dado la posibilidad de tener un organismo de la clase.

La lucha por la independencia política de todo gobierno burgués, por más “progresista” que pareciera, era imprescindible para que la clase obrera empezara a tener experiencias independientes y se planteara la cuestión de su propio poder.

Por supuesto que esto fue dejado de lado muy tempranamente. Seis años después, el POR dejaba en manos del MNR la revolución realizada por el proletariado.

El POR tenía en 1952 una amplia, aunque no muy orgánica, influencia de masas, y un programa como eran las Tesis de Pulacayo. Pero en el momento en que tuvo que dar la batalla por una estrategia independiente, salió a apoyar críticamente el nuevo gobierno burgués de Paz Estensoro.

Se podía tener uno de los mejores programas para la época; la cuestión es que al momento de llevarlo a cabo, no se hizo caso de lo que fue escrito años antes.

El final del dominio oligárquico

Los años que siguen a la caída del gobierno de Villarroel serán años donde la represión de la oligarquía se intensifica. No obstante la experiencia de la clase obrera es también más fuerte y se reconoce en su poder. La guerra civil y la masacre de Siglo XX le darán una connotación a este período de luchas muy fuertes y también represiones violentas.

Los combates que se desatarían entre el proletariado minero y el ejército tendrían epicentro en Potosí y algunos centros mineros como el que comprende la zona de Uncía, Siglo XX, Llallagua y Catavi: “

Los mineros de Potosí hicieron una emboscada eficaz sobre el ejército que marchaba sobre ellos y le ocasionaron un número descomunal de bajas. Reforzado, el ejército los obligó a resistir en la propia ciudad de Potosí, donde el combate fue encarnizado en un grado increíble” (Zavaleta Mercado, 50 años de historia). El ejército terminó saliendo victorioso fusilando gran número de trabajadores.

Estas experiencias estarán marcadas para lo que vendría tres años después; el proceso revolucionario ya estaba pautado por grandes confrontaciones. Como señala Zavaleta Mercado, “en lo subjetivo, la situación revolucionaria consiste en eso: en que se está dispuesto a arriesgar la vida por el poder” (ídem).

Es en este periodo que el POR comienza a tener influencia de masas en el movimiento obrero minero y fabril. Por eso mismo, no cabe la respuesta que dio el POR de que “no tuvo el suficiente tiempo de conformar el partido revolucionario”. Este partido dio la excusa de que “no tenía condiciones de dirigir la revolución por falta de cuadros”. Pero en cualquier caso eso no explica por qué dio apoyo al gobierno burgués que estaba trabajando por disolver las expresiones de doble poder.

Su falta de organización lo llevó a disolverse en el movimiento de masas sin tener una política concreta y perdiendo la oportunidad histórica de encaminar la revolución hacia el socialismo cuando la revolución explotó en 1952.

Pero no nos adelantemos. A finales de la década del 40, el gobierno de la oligarquía termina triunfando porque la guerra civil no puede lograr el poder en los centros urbanos de importancia como La Paz y Oruro. Pero la crisis está planteada con un vacío de poder.

Luego de esto vendrá la insurrección del barrio Villa Victoria en la ciudad de La Paz por parte de los fabriles cuando el gobierno prohibió la conmemoración del 1º de mayo de 1950. Esta insurrección terminó derivando en una huelga general. El gobierno militar tuvo que masacrar a los fabriles con bombardeos sobre el propio barrio para desarmar la resistencia. Este mismo barrio dos años después cobrará la cuenta al ejército.

Por otro lado, la convocatoria a elecciones en 1951 será un claro síntoma de que el régimen militar no estaba en condiciones de mantenerse por mucho tiempo. La cuestión es que esas elecciones fueron totalmente antidemocráticas porque no votaban ni los trabajadores ni los campesinos; aun así, le terminan dando el triunfo a Paz Estensoro. El gobierno de Urriolagoitia se niega a entregar el poder a la pequeña burguesía, y eso será el fin de la oligarquía.

Vale la pena haberse detenido en el surgimiento de la clase obrera y sus experiencias iniciales, porque es fundamental tenerlas en cuenta para entrar en la revolución del 52. Entender el porqué de esta revolución y el papel que tuvo el proletariado es fundamental. Las lecciones que se desprenden de esta revolución pueden ser puestas a la orden del día como enseñanzas para las nuevas revoluciones socialistas que están en el porvenir en el siglo XXI.

Una revolución obrera a contramano de las tendencias del período

“Las clases aprenden las dimensiones de su poder y la eficiencia de su poder no desde los análisis previos, que son todos incompletos o presuntivos o totalmente inexistentes, como consecuencia de aquellos límites cognoscitivos de ese tipo de sociedades en el momento de quietud, sino a partir de la práctica; aquello que pueden y aquello que no es lo que son” (R. Zavaleta Mercado, Clases sociales y conocimiento).

Después de las elecciones “fallidas” del 51, en las cuales el POR llama a votar nulo, las contradicciones ya estaban bastante avanzadas. A pesar del electorado restringido a poco más de 105.000 votantes en un universo preestablecido de 211.000 electores en 1951, con una población que superaba los 3 millones de habitantes, el MNR, con su candidato Paz Estenssoro obtuvo 54.000 votos contra el segundo del PURS, que obtuvo poco menos de 40.000 (E. de Oliveira Andrade, La revolución boliviana).

Lo que representa esta elección es que el MNR tenía una base en los grandes centros urbanos; eso se reflejará tiempo después en querer adjudicarse el gobierno nacional, cuando la clase obrera haga el trabajo de destruir al ejército.

Ya hacía tiempo el MNR venía trabajando como tomar el poder por medio de una estrategia conspirativa y elitista, separada de los enfrentamientos directos o de la movilización de masas. Es por esto que trabaja oportunamente cuando en el 52´, después del primer día de combate, se retira de la contienda porque creía que el intento conspirativo había fracasado.

Por otro lado, el POR, tras el 3º congreso de la Cuarta Internacional, realizado entre agosto y septiembre en París en 1951, tomará una de las peores decisiones para el movimiento obrero boliviano y también internacional. La dirección de la Cuarta Internacional dirigida por Pablo y Mandel determinaba que el mundo se preparaba para una tercera guerra mundial que separaría al mundo en dos “campos”. Con esta justificación, la Cuarta Internacional se alinearía con la burocracia stalinista.

Lo que la Internacional determinaba era que todos los grupos trotskistas realizaran un “entrismo” en los PCs o los partidos nacionalistas de masas en el tercer mundo. Si bien hubo discusiones por parte de la sección francesa, la postura mayoritaria era disolver los núcleos de la joven organización internacional en las formaciones burocráticas o reformistas.

Es en este momento cuando comienzan las divisiones dentro de la Internacional; este curso escandalosamente oportunista tendría consecuencias trágicas en todo el mundo y de manera particular e inmediata en Bolivia. El POR cumplirá a pie de la letra lo que la dirección internacional había propuesto. Esto significaba dejarle todo el campo libre al MNR.

Así lo demuestran las resoluciones del Congreso dedicadas a América Latina: “Intervenir enérgicamente en ella con el propósito de impulsar lo más fuerte que sea posible la toma del poder por parte del MNR, sobre la base de un programa progresivo de frente único antiimperialista”.

Es así como el POR cambia vergonzosamente su política frente a la clase obrera. Bajo la influencia de las orientaciones de la Internacional se desvían de un curso de independencia de clase y empiezan a ver al MNR como el que tendría que conducir al proletariado, y no el partido revolucionario.

La gran tragedia del proletariado en Bolivia es que cuando éste más necesitaba de la dirección revolucionaria, ésta había abandonado la perspectiva independiente y cedía al partido pequeño burgués, que intentaría en el momento oportuno apropiarse de la revolución como “revolución nacionalista” y no obrera y socialista, como hubiera correspondido y para lo cual había tantas condiciones.

Las jornadas de abril

El MNR, a través del jefe de la policía, comandada por el general Selene que estaba incorporado en la Junta Militar, planificaba la conspiración que lo llevaría al poder. El golpe tenía que ser rápido, sin derramamiento de sangre. El MNR tenía previsto la incorporación de algunos regimientos del régimen a su bando.

Pero muy temprano, el 9 de abril, se vieron las dificultades de una movida rápida. El general Torres se mantuvo fiel al régimen y agrupó a cinco regimientos cercanos a la base aérea de El Alto.

Esta intentona de golpe se dará en horas de la mañana; ya en la tarde la derrota estaba consumada para el partido nacionalista. Siles Suazo anunciaba la “derrota” diciendo en su discurso: “Volveremos, venceremos, perdonaremos”.

El ejército, ya apostado en la periferia de la ciudad, se disponía a bajar y controlar la insurrección; para esto, corta la luz de la ciudad y da un ultimátum de rendición para las 4 de la mañana. El MNR propone la rendición para no crear más muertos. Es en esta noche del 9 de abril cuando el proceso se convierte en revolución proletaria.

Por supuesto que esta visión no es reconocida por el MNR y así es como se fue desvirtuando histórica y políticamente la jornada. En este texto tratamos de develar cómo es el proletariado minero y fabril el que realiza la revolución y no la militancia del MNR, que sólo se apodera del gobierno en una movida oportunista.

“El poder fue a dar a manos del frente de masas y, por un momento, se concentró en la clase obrera. Después, vista la impotencia de las masas ante sí mismas, el poder fue a dar a manos, en lo esencial, de la pequeña burguesía en su contenido pre-burgués” (Zavaleta Mercado, 50 años de historia: 69).

Veamos cómo se desarrollan estos acontecimientos desde las últimas horas del día 9 hasta el 12, en el que Torres firma la rendición en Laja. Queremos dar algunos detalles de cómo fue la contienda para que se entienda mejor el papel de la clase obrera en la destrucción del ejército.

Se darán tres batallas en la ciudad de La Paz. La primera son los enfrentamientos que se darán el barrio de Miraflores, donde se encuentra el Estado Mayor del ejército que tenía como refuerzo al regimiento Lanza. Otro punto de conflicto será el barrio Villa Victoria, del otro lado de la ciudad. Y, por último, se dará la batalla para tomar la base aérea de El Alto.

También se darán importantes enfrentamientos en la ciudad de Oruro, frenando el avance de los regimientos que pretendían asistir con material a los regimientos que estaban combatiendo en La Paz.

Los enfrentamientos empezarían en Miraflores con algunos militantes del MNR. Pero esto va tomando diferentes proporciones de lo que imaginaban los movimientistas. “Vecinos de la ciudad de La Paz se plegaron a la lucha al calor de los acontecimientos. A estas personas les faltaba una fuerte identificación previa con la insurrección, pero, al ver la magnitud de los acontecimientos, se plegaron y lucharon firmemente contra las tropas del ejército. Se sumaban y comprometían con el curso de una acción que habían iniciado otros pero que asumían como también propia” (M. Murillo, La bala no mata sino el destino: 58).

El regimiento Lanza estaba apostado en lo que hoy es la plaza Triangular y logró en primera instancia repeler la avanzada de los rebeldes, que luego se posicionaron en el cerro Laikakota. “En Laikakota no había un jardín como ahora, era solamente un amplio espacio geográfico. Era especial, tenía visibilidad a todos los sectores; de ahí se miraba fácilmente al Estado Mayor. Era el lugar estratégico para controlar la salida de los caimanes. Desde ahí fácilmente se podía lanzar granadas a los caimanes que salían del Estado Mayor. Ahí pelearon los del Ejército contra nosotros” (ídem: 72).

El enfrentamiento duró hasta la noche, cuando los rebeldes pueden dar duros golpes al ejército por estar en un lugar estratégico. La contienda terminó con la destrucción de dos compañías del regimiento y el intento de tomar el Estado Mayor.

“La fuerza popular resultaba cada vez más numerosa y los del ejército sufrían derrotas en cada esquina. La falta de refuerzos –ninguno de los regimientos de El Alto pudo llegar hasta el barrio de Miraflores– la falta de munición y el desorden logístico hacían que en la batalla el bando de los insurrectos llevara las de ganar. Combatieron durante todo el jueves 10, hasta que en horas de la tarde prácticamente todas las tropas del regimiento Lanza ya se habían refugiado en el interior del cuartel del Estado Mayor” (ídem: 74).

Por otro lado, las tropas del ejército pretendían tomar la Casa de Gobierno, pero en las inmediaciones de la Plaza Murillo tuvieron que retroceder por falta de suministros y la gran cantidad de bajas que estaban sufriendo. Esta compañía retrocederá también para refugiarse en el Estado Mayor.

“A lo último han entrado en gran cantidad [los obreros] y han tomado el Estado Mayor. Han rodeado, a nosotros nos han hecho formar una fila, a algunos los han matado”, comentaba el soldado Gonzalo Murillo. Así, a buena parte de la oficialidad se la fusiló dentro de los carteles que fueron tomados por la población. Esta acción se repetirá a lo largo de los dos días siguientes al comienzo de la insurrección.

Mientras tanto, en otro sector de la ciudad, Villa Victoria, el barrio fabril por excelencia, hacía frente al avance del ejército. La policía que se enfrentó con el ejército en el cuartel Calama no pudo mantener el combate, estaban en huida y es cuando van en dirección a Villa Victoria.

Es en este momento, sin premeditarlo, que se convierte en emboscada para el ejército. La población de Villa Victoria tenía algunos ex combatientes del Chaco y la masacre de 1950 estaba en el recuerdo reciente. La cuestión es que este barrio obrero no perdonó y cobró sus muertos. “Tranquilos hemos entrado al cementerio, pero más tranquilos porque Villa Balazos derrotó al Ejército en Villa Victoria, ya pudimos subir con ellos más. Hemos servido de cebo para subir al ejército en Villa Victoria, y ahí los han hecho bolsa” (ídem: 81, entrevista a Luis Baldivia). Es así como el ejército va teniendo las primeras derrotas entre el miércoles 9 y jueves 10. Después de esto los obreros se preparaban para subir a El Alto, donde estaban apostados los demás regimientos.

Los testimonios de los participantes coinciden en el carácter de Villa Victoria: “Entonces el barrio era obrero fabril, entonces para esas acciones se han armado y todos tenían ya sus armas, sus municiones, porque en diferentes choques que han tenido, han vencido a los militares y han saqueado armas. Eran casi participantes de la guerra del Chaco, eran hombres fabriles y de esa manera ha contribuido Villa Victoria a la revolución” (ídem, entrevista a Hugo Tapia).

Es la clase obrera la que hace la revolución, sin duda, pero seguiremos viendo la capacidad de lucha de esta clase y cómo van cayendo uno a uno los regimientos que intentaban poner freno a la masa proletaria que amenazaba con hacerlos desaparecer.

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